El apagón en España y el riesgo (real) de
romantizar las renovables
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Lo que pasó en España con el apagón eléctrico no
fue una casualidad ni un fenómeno aislado: fue una advertencia. Un síntoma de
lo que puede pasar cuando se empuja la transición energética sin haber
construido primero la base técnica que la haga viable. La causa inmediata fue
una caída brusca en la generación eólica. Pero el problema de fondo es más
complejo, y tiene todo que ver con cómo estamos apostando, en España y en Colombia,
por las renovables sin una red que realmente soporte su volatilidad.
Las energías renovables no convencionales (ERNC) - solar
y eólica, principalmente - son fundamentales para dejar atrás los combustibles
fósiles, nadie lo discute. Pero son intermitentes, impredecibles y, por ahora,
difíciles de almacenar en grandes cantidades. Cuando el viento no sopla y el
sol no brilla, el sistema necesita respaldo inmediato. En España, ese respaldo
ha ido desapareciendo con el cierre acelerado de centrales térmicas y
nucleares, en nombre de metas climáticas que suenan bien en Bruselas pero no
siempre se traducen en realidad operativa en la red eléctrica.
La paradoja es evidente: cuanto más dependes de
fuentes limpias pero inestables, más necesitas tener listas las fuentes
“sucias” para evitar apagones. Y cuando esas fuentes ya no están, el sistema
colapsa. ¿Y quién paga? El ciudadano, que prende el aire acondicionado y se
encuentra con que no hay luz.
Esto debería hacernos reflexionar también en
América Latina, y especialmente en Colombia. Aquí tenemos el privilegio de una
matriz hidroeléctrica sólida, pero también vulnerable al clima. El fenómeno de
El Niño nos ha recordado más de una vez que el agua no siempre está. Y ahora,
en nombre de la transición energética, se está promoviendo la entrada masiva de
energía solar y eólica sin resolver primero cómo vamos a almacenar esa
electricidad ni cómo vamos a mantener el equilibrio de la red. ¿Vamos a cometer
el mismo error?
España tiene más recursos que nosotros, más
infraestructura, más interconexiones internacionales. Y, aun así, cayó.
Imaginemos lo que puede pasar aquí si seguimos improvisando.
De momento, dada la composición de nuestra matriz
de generación, no estamos en riesgo de un apagón por causas semejantes al
ocurrido en España. La importancia de la generación hidráulica permite mantener
una reserva rodante importante para atender de forma inmediata a variaciones inesperadas
en la demanda o fallas en otras unidades de generación[1].
No se trata de frenar la transición energética. Se
trata de hacerla bien. La tecnología existe, pero cuesta. Hay que invertir en
baterías, en redes inteligentes, en centrales de respaldo, incluso en gas como fuente
de transición. Y, sobre todo, hay que dejar de vender la idea de que la energía
renovable es magia que soluciona todo. No lo es. Si no se planifica con
realismo, puede ser parte del problema, no de la solución.
LGVA
Abril de 2025.
[1]
La reserva rodante está
en línea y sincronizada con el sistema eléctrico (de ahí el término
"rodante" o "giratoria"). Puede aumentar su producción
rápidamente (en cuestión de segundos a minutos) si una unidad generadora falla
o si hay un aumento repentino en la demanda. Garantiza la estabilidad y
confiabilidad del sistema eléctrico, Se diferencia de otras reservas, como:
Reserva no rodante (o
fría): está disponible pero no conectada ni operativa en ese momento; requiere
más tiempo para entrar en servicio.
Reserva secundaria o
terciaria: activada en tiempos mayores (desde varios minutos hasta horas).
En Colombia, para
determinar la reserva rodante se usa el criterio (n-1), lo cual significa que
la reserva rodante debe ser equivalente a la capacidad de la unidad más grande
del sistema: 300 MW.
No hay comentarios:
Publicar un comentario