Kahneman
y el postulado de racionalidad
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista
“Una
mente racional, rencorosamente niveladora, que nunca vio las cosas como los
santos ni como los borrachos”
(W.B. Yeats)
Siempre me ha parecido que las
tesis de Kahneman, Simons, Arely, Katona y otros sicólogos resultan de una
inadecuada comprensión del postulado de racionalidad. Creo que Kahneman y todos
ellos identifican conducta racional con conducta razonable o conducta
inteligente y eso es un error.
El postulado de racionalidad
significa simplemente que cualquier persona es capaz de ordenar alternativas y
escoger entre ellas de tal suerte que se minimice un esfuerzo o se maximice un
beneficio, lo que a la postre es la misma cosa. Esto aplica tanto para Jack el
Destripador como para Sor Teresa de Calcuta; para un genio como para un
imbécil. Fumar, beber, drogarse, exceder la velocidad y otra infinidad de
conductas riesgosas pueden no ser razonables o inteligentes, pero eso no las
hace irracionales en el sentido estrictamente económico. Amartya Sen habla de
tontos racionales y tiene razón. Gary Becker sugiere que la elección
maximizadora no es ni siquiera consciente, sino que resulta de la escasez. En
economía experimental se ha encontrado que los ratones minimizan el esfuerzo. Pero
hay algo mucho más importante, si se quiere.
La economía nace con el propósito
de explicar la relación de intercambio, la única relación social que tiene una
expresión cuantitativa. Explicar aquí quieres decir establecer si los todos los
millones de intercambios que en la tierra han sido, son y serán están regidos
por alguna clase de ley general o son todos producto del más completo azar, inabarcables
por regla general alguna y solo sujetos de descripciones casuísticas o idiosincráticas.
Sin los postulados de conducta maximizadora – sin el homo oeconomicus - no hay forma de tener una teoría del valor y los precios.
Sin una idea abstracta y
general del hombre – el homo oeconomicus - la economía no
podía aspirar a ser una ciencia teórica capaz de enunciar proposiciones de
carácter general válidas para el hombre de ayer, de hoy y de mañana, de
cualquier raza o nacionalidad, inteligente o tonto, demente o cuerdo, viviendo
en sociedad o aislado, como Robinson Crusoe.
El homo oeconomicus es
invención de Thomas Hobbes, quien, en la brevísima introducción al Leviatán,
nos recibe con este poderoso enunciado sobre el cual está construida su
soberbia teoría del estado:
“…por la semejanza de los
pensamientos y de las pasiones de un hombre con los pensamientos y las pasiones
de otro, quien se mire a si mismo y considere lo que hace cuando piensa, opina,
razona, espera, teme, etc., y por qué razones, podrá leer y saber, por
consiguiente, cuáles son los pensamientos y pasiones de los demás hombres en
ocasiones parecidas. Me refiero a la similitud de aquellas pasiones que son las
mismas en todos los hombres: deseo, temor, esperanza, etc., y no a la semejanza
entre los objetos de las pasiones, que son las cosas deseadas, temidas,
esperadas, etc.”
LGVA
Abril de 2024.