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martes, 28 de diciembre de 2021

Recordando el Club de Ajedrez Maracaibo

 

Recordando el Club de Ajedrez Maracaibo

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

Pasé muchas tardes felices de mi vida de liceísta, y de universitario también, en el Club Maracaibo, situado en la calle del mismo nombre, a la mitad de la cuadra, entre Junín y Palacé. Unas escaleras de madera llevaban al segundo piso, donde estaban los billares y las pequeñas mesas en las que los parroquianos podían estar durante horas tomando tinto, en las mañanas, o, en las tardes, haciendo rendir la cerveza que acompañaba una interminable conversación.

En el tercer piso, adonde se llegaba por unas escaleras también de madera, pero un tanto más estrechas, estaba la sala de ajedrez más grande que ha tenido Medellín. Era tan grande que, incluso en las tardes de sábado, cuando estaba más atestada, increíblemente siempre encontré un lugar para jugar. En 1972 la sala empezó a llamarse Salón Bobby Fischer, en honor del gran ajedrecista norteamericano que puso fin a la hegemonía soviética en el juego ciencia. Un hermoso óleo de gran formato de Fischer presidió por muchos años la sala.

Al Maracaibo iba, solo o acompañado, a jugar o ver jugar ajedrez. Siempre se podía encontrar un rival, un conocido o un desconocido. En este último caso había que tener cuidado de no ir a dar con un “perro”, de esos que estaban listos a desplumar a cualquier incauto. Cuando la víctima estaba mirando una partida, el “perro”, que también hacía de mirón, se acercaba y, como quien no quiere la cosa, ¿jugamos? decía. En cualquier mesa desocupada se sentaban los contendientes y empezaban a jugar “ping-pong”, como se llamaba al ajedrez rápido en el que cada jugador tenía dos o cinco minutos para hacer sus jugadas. Inicialmente, el “perro” perdía la mayoría de las partidas, no todas, para no inspirar desconfianza. Después de veinte minutos o media hora, el “perro” sugería, también como al desgaire, apostarle al juego y empezaba la tanda de jaques mates que se sucedían con pasmosa velocidad hasta que la víctima había agotado sus recursos.

Tuve el “honor” de ser desplumado varias veces por Gildardo García y Sergio González, las primeras por incauto, las demás de forma deliberada, pues sabiendo lo que iba finalmente a ocurrir, buscaba jugar con ellos por el gusto de enfrentar a un gran jugador y por el placer infinito que me causaba hacerles tablas o ganarles, de pronto, una partida, para poder fanfarronear luego diciendo: le gané a Gildardo. Ese era un gusto que bien valía unos cuantos pesos. A Sergio y a Gildardo les gané unas cuantas veces y les saqué muchas tablas. A Oscar Castro le saqué un par de tablas, una en El Maracaibo y otra en la cafetería de la Facultad de Educación de la U de A. Nunca pude ganarle ni sacarle unas miserables tablas a Tirso Castrillón, un prodigio del “ping-pong”, que derrotaba incluso a los ajedrecistas profesionales consumados que frecuentaban la sala. Tirso, tipógrafo y corrector de pruebas de la editorial Bedout, sacó un libro doble, de ajedrez, por un lado, esperanto, por el otro.

El ajedrez gozaba por ese entonces de gran popularidad. Los diarios más importantes del País tenían páginas dedicadas al ajedrez en donde se daba cuenta de los torneos, nacionales e internacionales, se transcribían partidas y se ponían problemas, juegan las blancas y dan mate en tres, que retaban a los lectores. Boris de Greiff, el hijo del poeta León, también ajedrecista, escribió, durante años la de El Tiempo. Emilio Caro, si mal no recuerdo, tuvo a su cargo la de El Colombiano. En el Maracaibo se reunía la élite del ajedrez paisa y allí llegaban infaltablemente los grandes ajedrecistas de otras partes del País que visitaban la Ciudad. En sus mesas jugaron Oscar Castro, Carlos Cuartas, Gildardo García, Sergio González, Emilio Caro y su hermosísima esposa, Ilse Guggenberger, la mejor ajedrecista colombiana de toda la historia que alcanzó el título de Maestra Internacional.

Era tanta la afición que el enfrentamiento entre Bobby Fischer y Boris Spasski, insólitamente jugado en Reikiavik, la capital de Islandia, entre el 11 de julio y el 1 de septiembre de 1972, lo vivimos, en el Maracaibo, en vivo y en directo. En la pared frontal de la sala, opuesta a la vidriera que daba sobre la calle, pusieron un gran tablero de esos en los que las fichas planas pueden colgarse de un cáncamo. No había internet ni siquiera fax y la telefonía de larga distancia era costosísima. Las jugas se transmitían por télex a Bogotá y desde allí, Miguel Cuellar Gacharná, las comunicaba por teléfono al Maracaibo. El encargado movía la pieza respectiva en el tablero, los aficionados lanzábamos un suspiro colectivo y empezábamos a especular sobre el rumbo de la partida.    

Aprendí a jugar ajedrez muy joven allá en Belén. Durante años tuve un pequeño juego de fichas de plástico ahuecadas, cuyo interior rellené de yeso, para darles solidez, y a las que puse, en la parte baja, un pequeño trozo de paño verde, para darle suavidad al movimiento en el tablero. En Belén tuve unos pocos rivales que pronto superé: el Negro Edgar, Rodrigo el peluquero, el Mono Pintura. En la Universidad jugué mucho en la cafetería de la Facultad de Educación, en la que se reunían, como jugadores o mirones, muy buenos ajedrecistas. Allí mi principal y más frecuente rival fue el Flaco Rojas, casado con una enfermera que de pronto se aparecía, interrumpía la partida y se llevaba al pobre flaco como niño regañado. Otro era un muchacho costeño, al que llamábamos Fischer por su gran calidad de juego, muy borrachín y tahúr, que llegaba frecuentemente enguayabado y con los codos pelados a causa del frotamiento contra el borde de la mesa en la que había amanecido jugando cartas. Una vez jugué con Oscar Castro, quien en muchas ocasiones se sentaba a observar las partidas. A veces siento algún remordimiento por no haberle inculcado a mis hijos el gusto por el ajedrez. Aún no es tarde para tratar de hacerlo.

LGVA

Diciembre de 2021

miércoles, 22 de diciembre de 2021

Recuerdos de las librerías de Medellín hace cincuenta años

 

Recuerdos de las librerías de Medellín hace cincuenta años

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

Hoy me parece sorprendente constatar que, en un círculo de quinientos metros de radio con el centro en el Parque de Berrio, había una docena de librerías.  

En Maracaibo estaba La Aguirre, de propiedad de Alberto Aguirre, destacado intelectual de la Ciudad: abogado, editor, periodista, cineasta; dueño de una pluma de un casticismo feroz, que le mereció el mote de “Capitán Veneno”. Aguirre, que parecía haberlo leído todo, escribía sobre todo: cine, libros, historia, política, etc. De Aguirre, cuyos artículos aprecié más en mi juventud que en mi adultez, aprendí mucho de cine y literatura y también del sarcasmo en el que fue todo un artista. Él y Álvaro Sanín le enseñaron a ver cine a Medellín. Aunque era frecuente encontrarlo en la librería, sentado en su escritorio escribiendo o leyendo, la atención de los clientes estaba a cargo de su compañera, la dulce Aurita López, también refinada intelectual y poseedora de una voz exquisita, comparable en su cadencia a la de Gloria Valencia de Castaño, pero con un tono un poco más grave.

La Aguirre no era la más grande, pero si la mejor surtida de todas las librerías de la Ciudad, especialmente en literatura. Era la única que vendía libros en inglés y francés. Aunque la visité muchísimas veces y traté de acercármele, mencionando “incidentalmente” su último artículo, no llegué intimar con Aguirre, quien reaccionó siempre de forma altiva y distante. No tenía, supongo, tiempo para un pequeño bachiller. Ya adulto, cuando tuve oportunidad de hablarle de tú a tú, no me interesó, pues mi visión de las cosas se había alejado extremamente de la suya y porque, sobre todo, cuando yo mismo aprendí a escribir un artículo sobre un libro con solo leer la solapa y ojear unas cuantas páginas, entendí que parecer haber leído es solo eso, parecer.

No quiere ello decir que haya renunciado a explotar esa habilidad, que tienen muchos publicistas y que usualmente reconozco de inmediato. También me ha costado renunciar al sarcasmo que, como acertadamente me dice Gloria, afea mis escritos, haciendo que el lector pierda el hilo de lo que realmente importa. Si, el sarcasmo, que nunca abandonó Aguirre, es un recurso un tanto infantil de muchacho pelietas. Aguirre no dejó de serlo nunca y probablemente yo tampoco. Pero lo sigo admirando, menos por sus ideas y sus escritos, por su forma de vivir la vida, de frente, que lo llevó a ponerse en riesgo cuando fustigó con dureza al narcotráfico, el paramilitarismo y la corrupción. Por las amenazas contra su vida, Aguirre paso varios años exilado en Madrid. Regresó cuando aún no había desaparecido el peligro. Ya lo que sigue es vicio, dijo. Lo vi por última vez saliendo de Al pie de la letra, la librería de las hermanas Melo, con una bolsa llena de libros. Falleció en 2012, a los 86 años de edad. La librería, que declinaba en medio de un entorno deteriorado, había cerrado en 1997, pues Aguirre rechazó, ad limine, como pudo haber dicho, la idea de trasladarla a un centro comercial.

En Boyacá, al costado oriental de la Avenida Bolívar, estaban La América y La Científica, al costado occidental, El Quijote, mi favorita entre esas tres, por ser más pequeña y acogedora y porque los clientes podían llegar a los estantes de los libros, buscar los deseados o simplemente dejarse llevar por el azar hasta encontrarse con alguna sorpresa. También cerca de allí, pero eso sucedió mucho más tarde cuando yo estaba ya en la Universidad, Raquel Lerner, de familia de libreros, abrió una librería bautizada con su apellido para tratar de beneficiarse del prestigio de la gran librería de Bogotá del mismo nombre, probablemente la mejor del País al día de hoy.  

En Junín, hacia el lado de la Avenida La Playa, diagonal al Astor, quedaba la Librería Nueva, que, en ese entonces, contrariando su nombre, era la más antigua de la Ciudad. Era también una librería muy bien surtida, localizada en el primer piso de un viejo edificio, con una amplia vitrina que mostraba una selección que revelaba la sabiduría del librero.  Allí compré muchos libros, incluso ya siendo adulto, pues subsistió hasta 2013 ó 2014. Por esos años, pasaba por allí algún sábado pues mi amigo Jairo León García presidia una agradable tertulia, habladero de paja, como él lo llamaba.   

Estaba también la Librería Católica, en Carabobo al frente de la Veracruz, otra también católica, llamada Ediciones Paulinas, por los lados del antiguo Palacio Arzobispal, hoy convertido en centro comercial. Había varias librerías jurídicas que ofrecían también otra clase de libros. Había, en fin, una librería del comunismo soviético, La Nueva Cultura, en Ayacucho, en el Edificio de la Beneficencia, donde se vendían a precio de huevo los folletos propagandísticos de Lenin, Marx, etc., publicados en Moscú. 

En Ayacucho, entre Bolívar y Carabobo, quedaba una papelería que tenía también el nombre del Libertador. Era limpia, ordenada y con el olor característico de las papelerías, esa mezcla de olor borrador, olor lápiz y olor papel que me ha gustado siempre y que me hace amar las papelerías. Toda la vida he sido visitante asiduo de las papelerías y entro en ellas solo por oler, pero no puedo casi nunca abstenerme de comprar, sin necesitarla verdaderamente, alguna cosa – un portaminas, un borrador, una resma o una escuadra - pues cómo, si no, justificar mi entrada. ¿En qué puedo servirle señor? En nada, simplemente quiero oler su papelería. Incapaz de soltar esa respuesta de orate, me compraba otro portaminas.

El caso es que en la Papelería Bolívar vendían los cuadernillos de la colección “Poesía de siempre: El arco y la lira”, editada por el poeta Montoya e impresa en los talleres de la Editorial Bedout. Cada que tenía oportunidad me compraba uno de esos cuadernillos y luego me montaba en el bus de Belén-Terminal, cuyo parqueadero quedaba en Bolívar a dos pasos de la librería. Trataba de sentarme en el puesto que queda sobre la rueda trasera del lado derecho, en la ventanilla, y me ponía a leer el cuadernillo recién adquirido.

A diferencia de los demás pasajeros, me gustaba que el bus permaneciera largo rato detenido, esperando otros pasajeros, que se detuviera muchas veces, que marchara lentamente, para tener la oportunidad de devorar completo el cuadernillo. En esos buses de Belén Terminal leí gran cantidad de poesía, de la buena y de la mala, pues, carente por completo de cualquier criterio estético de selección, compraba y leía el cuadernillo, que, entre los disponibles, me aconsejaba el dependiente de la librería, un señor siempre encorbatado en mangas de camisas de blancura impecable.

En esos buses de Belén Terminal, leí a Lorca, Neruda, Darío, Silva, Vallejo, Pombo y, cómo no, también al dramático Julio Flórez y al siempre enamorado Alberto Ángel Montoya. De ambos aprendí de memoria algunos versos. “Nardo y rosa tu pie guarda una clave de voluptuosidad que me estremece, cuando en la alfombra silenciosa y suave, bajo tu bata al caminar florece” le recité un día a mi profesor de literatura de quinto, Julio Cesar García, como muestra exquisita del genio de Ángel Montoya. ¡Qué es esa ridiculez! fue lo único que dijo, dándome una ruda lección de buen gusto literario, que realmente asimilé mucho después. También Julio Cesar bajó de su pedestal a Julio Flórez y a muchos más. Con los años, a medida que mi gusto mejoraba, los fui bajando yo mismo a casi todos y hoy me quedan solo unos cuantos como Álvaro Mutis, Aurelio Arturo y José Manuel Arango.

No he dejado nunca de leer poesía, pero desde muy temprano en mi vida renuncié a escribirla yo mismo. ¡Qué difícil es hacer buena poesía! En cualquier caso, debo decir que aún me gustan secretamente los versos de Ángel Montoya y los de otros poetas enamorados, que sé definitivamente cursis, como lo son casi todos los cantos al amor, sobre todo al amor frustrado. Pero todos tenemos derecho a tener nuestros gustos cursis, con la única condición de, en lo posible, mantenerlos en secreto o, cuando osamos revelarlos, lo que está permitido dentro de la amistad, no pretender que no lo son.

También en Ayacucho quedaba La Anticuaria, de Don Amadeo Pérez, un refugiado español que escribía poesía y publica sus versos en pequeños folletos vendidos en su librería. Era un lugar fascinante en el que podían encontrarse verdaderos tesoros. Allí compré, entre otros muchos libros, mi primera novela de Proust, El mundo de Guermantes, el tercer tomo de su saga En busca del tiempo perdido. Siempre me ha parecido que este es el mejor título que en español puede darse a Du coté de Guermantes, los más literales como el lado o la parte de Guermantes no corresponde al sentido de lo que Proust describe allí.

Esa compra la hice cuando ya estaba en la Universidad y tuve conocimiento de la existencia de Proust en un lugar verdaderamente insólito, las clases del curso llamado “Sistemas y estructuras”, que dictaba Estanislao Zuleta en la Facultad de Economía de la Universidad de Antioquia. Hoy el nombre mismo del curso y los asuntos de los que hablaba Zuleta me resultan insólitos. En ese entonces no. Zuleta hablaba de lo que quería en un increíble y fascinante ejercicio de lo que más que libertad de cátedra era libertad de pensum, como diría, años después, mi esposa Gloria Cecilia.

Zuleta era alto, un poco robusto, de cara redonda y un tanto colorada. Portaba unas gafas grandes de carey que mal disimulaban su pequeña bizquera. Sus clases eran por las tardes pues dormía en las mañanas, después de pasar toda la noche, se decía, leyendo toda clase de libros para satisfacer su vasto apetito de intelectual autodidacta que comprendía todos los campos: el pensamiento económico, la historia, la literatura, el marxismo, el sicoanálisis y, cómo no, la física.

Fue hablando del tiempo en la relatividad, cuando le oímos mencionar alelados las obras de Marcel Proust, de Robert Musil y de Tomas Mann, en las él veía una unidad en la forma de tratar el tiempo. Ya no recuerdo cómo establecía Zuleta el nexo entre Einstein y los grandes novelistas, pero cuando exponía era claro para todos los oyentes que ese nexo existía. Me quedó el amor por las obras de Proust y de Mann, a quienes seguí leyendo toda mi vida. Con Musil no pude nunca.

A la muerte de Don Amadeo, La Anticuaria se partió en dos, se mantuvo la sede de Ayacucho y se abrió otra en Niquitao que quedó en manos de su hijo Julio y de su esposa Matilde, a la que quiero mucho, especialmente por su nombre que se ajusta cabalmente a su modo de ser amable y dulce. Matilda es una de las películas favoritas de Sara Helena y yo. Quizás porque Julio y su hermano no heredaron completamente el amor de su padre por los libros viejos o para adaptarse a las exigencias del mercado y poder subsistir, las dos Anticuarias se fueron transformando en librerías de textos escolares, nuevos y de segunda. No obstante, aunque hace mucho tiempo no las visito, creo que aún es posible encontrar, con algo de paciencia y tragando un poco de polvo, algún tesoro escondido. 

 De todas las librerías la de mis grandes afectos fue La Continental que tenía dos sedes, la principal, en Junín, y una sucursal, en Carabobo, entre Colombia y Boyacá. Más tarde trasladaron la de Junín a la esquina de Palacé con la Primero de Mayo, a un local grande donde montaron una librería moderna y extraordinariamente bien surtida, que es la que recuerda la mayoría de la gente de Medellín. Después cerraron la de Carabobo.

La de Carabobo era atendida por Don Oscar, el hermano del propietario, Don Rafael Vega Bustamante, y una muchacha con aire de solterona llamada Myriam, que de libros sabía más bien poco. La de Carabobo me gustaba mucho porque no iba mucha gente, pasé allí tardes enteras sin que llegara un solo cliente. Don Oscar no era muy bueno en los aspectos administrativos y Myriam no ayudaba mucho. Jamás actualizaban los precios que escribían con lápiz en la esquina superior derecha de la primera página de los libros. Como las compras se realizaban en dólares, a la fecha de entrada del libro en el inventario ponían el precio en pesos a la tasa de cambio de la fecha de adquisición. Con la devaluación de entonces, esos precios quedaban desactualizados en un año o dos. Llegué a comprar libros de 10 o más años de adquiridos a precios ridículamente bajos. Buena parte de los libros del Fondo de Cultura Económica los compré a precio de huevo. Algún día, cuando ya estaba en la Facultad de Economía y entendía algo de la devaluación y el valor del dinero en el tiempo, le comenté el asunto a Don Oscar, a eso los compramos, a eso los vendemos, se limitó a responder. 

Con Don Oscar conversé mucho. Aconsejaba sobre buenas ediciones, buenas traducciones y buenos autores. Le debo mucho de la formación de mi gusto literario. Por él conocí los libros de la Editorial Porrúa de México, que publicaba la gran literatura del mundo, en excelentes traducciones y con espléndidos estudios introductorios. En ediciones de Porrúa, cuyos libros eran muy baratos, leí a los trágicos griegos y las comedias de Aristófanes. Por esa época, cuando leía a los trágicos, mi cuñada Dora Helena, a quien debo el amor por Balzac, pues ella me puso a leer a Eugenia Grandet y la biografía de Balzac de Jaime Torres Bodet, me llamaba “Eurípides”.  En La Continental de Carabobo, durante años, tuvimos, Gloria y yo, un fiado con el que adquirimos muchos de los libros que aún hoy tenemos en la biblioteca familiar.

A Don Rafael no lo traté mucho ni en la sede de Junín ni en la de Palacé. El hombre casi no atendía al público, salvo a sus privilegiados amigos. Usualmente permanecía en su oficina al fondo de la librería, ocupado de cuestiones administrativas o, la mayor parte del tiempo, escuchando música clásica., de la que fue un eximio cultor. Durante muchos años publicó en El Colombiano una columna en la que reseñaba los acontecimientos musicales de Medellín y hablaba de sus autores y obras preferidas. Creo que fue una de las personas que más contribuyó a la todavía precaria educación musical de la Ciudad, que aun hoy día no alcanza a garantizar la subsistencia de la centena de músicos de la orquesta local, quienes viven de la caridad pública y privada y de desempeñar otras actividades paralelas a su trabajo en la orquesta.

La Continental de Palacé fue, durante años la mejor librería de la Ciudad. Bajo el impulso de Guillermo Vega, quien había viajado a España a formarse como librero, llegó a ser lo más parecido que tuvimos al modelo de la FNAC, la gran librería parisina que, además de libros y discos, ofrecía todo lo relacionado con el entretenimiento. Guillermo, un hombre vigoroso, entusiasta, alegre, siempre bien dispuesto a atender sus clientes, con la mayoría de los cuales tenía una cálida relación personal, no alcanzó a realizar su sueño de hacer de La Continental la FNAC de Medellín, pues murió prematuramente aquejado por una rara enfermedad de esas que son para quienes la padecen una especie de lotería adversa cuyo boleto nunca supieron cuando compraron.

La muerte de Guillermo quebró a Don Rafael quién veía en él, con su vigorosa juventud, la promesa de una Continental renovada y moderna sirviéndole a la Ciudad durante muchos años más. La librería cerró en 2001, después de 58 años de existencia. Su historia quedó consignada en el bello libro de Don Rafael Memorias de un librero, publicado por el Fondo de Cultura Económica en 2005. Durante algunos años más, hasta su muerte en 2012, los asistentes al Teatro Metropolitano, continuaron viendo la noble figura de Don Rafael, elegantemente vestido y tocado con su infaltable cachucha, presente en todos los conciertos. Don Oscar falleció pocos años antes que su hermano Rafael. Mi deuda intelectual y emocional con los Vega – Don Rafael, Don Oscar y Guillermo – es inmensa y grande la gratitud por el cariño y el trato amable que siempre me dispensaron.

LGVA

Diciembre de 2021

martes, 21 de diciembre de 2021

Los candidatos y la tal seguridad alimentaria

 

Los candidatos y la tal seguridad alimentaria

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

Uno de los más manidos tópicos de las campañas presidenciales es el de la “seguridad alimentaria”. Todos los candidatos se regodean hablando del asunto. He aquí algunos ejemplos.

Empecemos con el senador Jorge Enrique Robledo, hoy precandidato, quien ha enarbolado desde siempre la bandera de la seguridad alimentaria acabada por los infames TLC. Nos informa aterrado:

“Estamos perdiendo la seguridad alimentaria. ¡Estamos importando 13 millones de toneladas de comida!”

Gustavo Petro no se queda atrás y reitera su vocación de fe proteccionista:

“Construir seguridad alimentaria sobre la base de producción interna”.

Por su parte, Sergio Fajardo, en increíble arranque de originalidad, retoma la idea del primado de la agricultura de los fisiócratas franceses del siglo XVIII:

“Nuestro modelo de desarrollo tiene el agro y la seguridad alimentaria como proyecto estratégico”

Hablando del tema, Oscar Iván Zuluaga, exhibe la bondad de su corazón y su keynesianismo primitivo:

“…hay que darle ingresos a las familias para que puedan tener capacidad de consumo y generación de empleo, se requiere seguridad alimentaria a gran escala, y desarrollar cadenas de valor”.

Y lo que no podía faltar, aunque no sé lo que significa, de Federico Gutiérrez, esta ternurita:

Seguridad alimentaria y huertas con vos”

Ante estas expresiones tan sentidas, se tiene la impresión de que Colombia está al borde del colapso alimentario, que estamos importando toda la comida y, como no exportamos nada, esa comida es fiada y ya pronto nos van a dejar de fiar por mala-pagas. Afortunadamente las cosas no son tan dramáticas como nos hacen creer los flamantes candidatos.

Entre 2010 y 2020, ambos años incluidos, Colombia importó 26.560 millones de dólares en productos agropecuarios y exportó 28.368 millones, lo cual arroja un saldo “favorable” de 1.808 millones en la balanza comercial del sector agropecuarios. Solo en 2011 y 2012 el valor de las importaciones excedió al de las exportaciones.

Cuadro 1



 

Una mirada más amplia del tema se tiene al considerar la balanza comercial del sector agropecuario conjuntamente con la de alimentos procesados y bebidas, como se presenta en el cuadro 2.

Una vez más, entre 2010 y 2020, ambos años incluidos, las exportaciones ascendieron a 77.160 millones de dólares, 8.138 millones por encima de las importaciones que fueron de 69.022 millones. En todos los años, esta balanza comercial fue excedentaria.

Cuadro 2



 

A la luz de esos datos, es anonadante la frivolidad de unos candidatos que hablan de un problema inexistente y proponen “soluciones” que conducen a crearlo, favoreciendo de paso no a los trabajadores ni los empresarios sino a los terratenientes rentistas. La economía política nació, en la obra de David Ricardo, para demoler los argumentos de los terratenientes ingleses en defensa de la tal seguridad alimentaria. Párenle bolas a esta historia que es bastante jugosa.

El 21 de noviembre de 1806, un años después de su derrota en Trafalgar y habiendo ya perdido la esperanza de invadir a la pérfida Albión, Napoleón decretó el bloqueo continental para tratar de doblegarla económicamente aislándola del comercio con los países europeos. El bloqueo, que duró 8 años, impuso fuertes penalidades a todos los ingleses, en especial a los trabajadores, por el alza que provocó en el precio de los cereales cuya importación desde Polonia y Ucrania se vio interrumpida. Todo mundo estaba perjudicado y ofendido por el bloqueo, excepto los terratenientes.  

En efecto, al escasear los cereales y aumentar su precio, para abastecer el mercado los empresarios agrícolas tenían que arrendar tierras de calidad cada vez peor. Como la competencia entre los empresarios tiende a igualar la tasa de beneficio en todas las tierras, la ganancia extraordinaria de las tierras de mejor calidad se la apropiaban los terratenientes en el arriendo cobrado a los empresarios arrendadores. A mayor escasez del cereal precio, menor salario real, mayor salario nominal, menores beneficios, menor acumulación de capital, mayor desempleo y mayores rentas para los terratenientes. Esta es la esencia de la teoría de la renta del suelo, la mayor contribución de Ricardo a la economía, como quiera que su generalización conduce a la teoría de la productividad marginal decreciente. Pero esa es otra historia, volvamos a los terratenientes ingleses.

Una vez el bloqueo terminó definitivamente, con la derrota de Napoleón, primero en Leipzig y luego en Waterloo, los terratenientes, para seguir disfrutando de sus grandes rentas, decidieron prolongarlo indefinidamente haciendo aprobar en la Cámara de los Comunes las llamadas Leyes de los cereales mediante las cuales se imponía a los provenientes de Polonia y Ucrania un arancel que hacía prohibitiva su importación.

Los defensores de los terratenientes en la Cámara alegaban que el bloqueo había demostrado los peligros de depender de las importaciones de alimentos y la necesidad, para un país como Inglaterra, de tener “seguridad alimentaria” aunque fuera más costosa. Ricardo, como miembro de la Cámara, se opuso con todas sus fuerzas a las leyes de cereales, que fueron aprobadas en 1815 y estuvieron vigentes hasta 1846.  Ricardo había muerto en 1823 y no vio que sus ideas influenciaran la política pública.

 La tal seguridad alimentaria no es pues nada más que el nombre almibarado del proteccionismo que favorece a los terratenientes rentistas y perjudica a los trabajadores y a los empresarios. Aunque no es matemática superior ni física nuclear, esto no lo tiene que entender todo mundo. Pero si resulta muy desconsolador que no lo entienda ninguno de los candidatos mencionados entre los cuales puede estar el futuro presidente de Colombia.  

LGVA

Diciembre de 2021.

martes, 14 de diciembre de 2021

EPM: PRESUPUESTO DESFINANCIADO, GASTO DESCONTROLADO Y TRANSFERENCIAS DESBORDADAS

 

EPM: PRESUPUESTO DESFINANCIADO, GASTO DESCONTROLADO Y TRANSFERENCIAS DESBORDADAS

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

El 13 de diciembre la Junta Directiva aprobó el presupuesto de EPM para 2022, parcialmente desfinanciado. En efecto, los 21,8 billones de pesos se financian con ingresos corrientes por 11,4 billones (53%), dividendos de filiales y otros ingresos por 3,9 billones (18%), 2,9 billones (13%) corresponden al pago de seguros y 3,4 billones (18%) a créditos por contratar.

El pago anticipado exigido por el BID y la suspensión del desembolso del crédito para Hidroituango abre un hueco de 3,4 billones que EPM tiene que salir a buscar en el mercado de capitales Sin el pago de los seguros el hueco habría sido de 6,3 billones, es decir, 29% del presupuesto total. Esta es una situación completamente inédita en la historia de EPM.

Además del hueco, llama la atención en ese presupuesto la ausencia de todo esfuerzo por ahorrar: los gastos de funcionamiento crecen 16%, más de tres veces la inflación, y las transferencias al municipio aumentan un módico 38%, al pasar de 1,3 billones en 2021 a 1,8 billones en 2022. Con ese incremento las transferencias pasan de representar el 6,8% del presupuesto en 2021 al 8,3% en 2022. Otro récord histórico de la inclemente extracción de recursos a la que el Municipio de Medellín somete a EPM.


El asunto de la austeridad no es nada trivial. Si los gastos de funcionamiento y las transferencias crecieran un 5%, el ahorro sería de 1,1 billones, casi la tercera parte del hueco que causa la suspensión de la financiación del BID.

La presentación demagógica del presupuesto - adobada con palabras como “bienestar”, “desarrollo” y “comunidad” --no puede ocultar tres hechos de suma gravedad, a saber:

Crecimiento descontrolado del gasto de funcionamiento que no se compadece con la situación económica del País y que refleja el aumento de la nómina burocrática denunciado por SINPRO.

Aumento desmesurado de las transferencias al Municipio para financiar un gasto aparentemente también descontrolado  

Desfinanciación por 3,4 billones que EPM tiene que salir a buscar en condiciones muy desfavorables de su reputación financiera, agravadas por la pérdida del acompañamiento del BID.

A todas estas nadie entiende ¿qué hace la Junta Directiva?.

LGVA

Diciembre 2021.

lunes, 13 de diciembre de 2021

COLOMBIA 2022: ECONOMÍA Y POLÍTICA*

 

COLOMBIA 2022: ECONOMÍA Y POLÍTICA*

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

I.             Introducción

El 2022 es un año electoral en Colombia. Y, desafortunadamente, en Colombia, como en todos los países de América Latina, los asuntos electorales inciden demasiado en el desempeño económico. Eso es, naturalmente, consecuencia del gran tamaño del gobierno y, además, en la actual coyuntura, por el riesgo de un eventual triunfo de la izquierda anticapitalista en las elecciones presidenciales.

La otra variable exógena que incide sobre el desempeño de la economía colombiana es, naturalmente, la dinámica de la economía mundial y, además, la evolución del mercado de materias primas, el petróleo y el café en especial. La recuperación de los precios de estos dos productos ha contribuido enormemente al crecimiento económico colombiano este año y lo hará en el próximo.

A continuación, miraremos, en primer lugar, las cifras macroeconómicas más recientes y las proyecciones para 2022 del Banco de la República y el Ministerio de Hacienda. Luego tratamos el tema de las elecciones y, aunque veo poco probable su triunfo, presento a continuación el escenario Petro. Se resume y se concluye. 

II.            Macroeconomía

El crecimiento del PIB en 2021 será cercano a 10%, superando las proyecciones más optimistas. Esto se explica por la gran expansión de la demanda interna, tanto consumo como inversión. La tasa de desempleo cedió con relación a su nivel promedio de 2020, pero aún está lejos del nivel prepandemia. La inflación se aceleró como consecuencia de la política monetaria expansiva de todos los agregados monetarios y una drástica reducción de la tasa intervención. También la fuerte devaluación del peso ha contribuido significativamente al aumento de la inflación.

El déficit en cuenta corriente se redujo un punto porcentual en 2020, como consecuencia de la menor actividad comercial, y se elevó nuevamente a 5,3% del PIB en 2021. En los últimos 10 años Colombia ha manejado un déficit de cuenta corriente (DCC) sano, por así decirlo, ya que guarda estrecha correlación con la Inversión Extranjera Directa (IED) recibida por el País. Entre 2010 y 2020 el DCC suma 142 mil millones de dólares y la IED 140 mil millones. Preocupa que el aumento del déficit fiscal jalone el déficit comercial y, consecuencia, el DCC, haciendo que su financiación se haga con deuda pública externa.

En 2021, el déficit fiscal cerrará en 8,6% del PIB y para 2022 el Ministerio de Hacienda lo proyecta en 6,8%. En principio creo que el Gobierno no tendrá dificultad en financiar el déficit con endeudamiento adicional.


 

 Es escenario de crecimiento alrededor de 5% es bastante factible con buenos precios del petróleo y el café y, si el COVID deja, se mantiene el crecimiento de la economía mundial y, en especial, el de los principales socios comerciales de Colombia.

Dos cosas preocupan:

1.    El alza exagerada del salario mínimo legal (SML).

2.    Una reforma tributaria alcabalera.

En Colombia hay un SML uniforme para todo el País. Está demostrado que en aquellos departamentos donde el SML es más elevado con relación al salario medio o al PIB per cápita son mayores la informalidad y el desempleo abierto. Seguramente el aumento del SML estará alrededor de 10%, agravando esa situación. Adicionalmente, SML es un indexador legal y consuetudinario del precio de numerosos bienes y servicios, su aumento porcentual se aplica automáticamente a los salarios del sector público y es el piso de las negociaciones salariales del sector privado. Por eso, además de su efecto negativo sobre el empleo y la informalidad, el alza de 10% presionará la inflación y aumentará el déficit fiscal.

Ninguno de los candidatos presidenciales con opción de ganar se inclina por el control del gasto público, al contario, todos ellos son asistencialistas y creen a pie juntillas en los efectos benéficos del déficit fiscal, incluso con financiación monetaria. Por eso es muy probable que cualquiera de ellos impulse una reforma tributaria  

 

III.          Elecciones

En marzo y en mayo, respectivamente, tendremos elecciones de Congreso – Senado y Cámara – y presidenciales, en medio una situación política caracterizada por la debilidad del régimen de partidos. El sistema electoral colombiano – separación de calendarios, doble vuelta en la presidencial y voto preferente en las de cuerpos colegiados – favorece la atomización de las fuerzas políticas dando lugar a la proliferación de partidos y movimientos de vida efímera. Esto pone en riesgo la democracia porque genera gran confusión entre el votante medio y lo hace fácil víctima de la manipulación con ofertas políticas de más y más asistencialismo. Como, a fin de cuentas, el proceso electoral es un intercambio de promesas por votos, ningún político se atreve a tratar de transmitir al elector mensajes ligeramente sofisticados y todos terminan cediendo ante la tentación populista.

 


Desde hace varias décadas lidiamos en Colombia con un régimen electoral que debilita los partidos, favorece el caudillismo y estimula la proliferación de precandidatos y candidatos presidenciales. Actualmente hay unos treinta de los primeros, pero lo más seguro es que lleguen a primera vuelta unos siete u ocho candidatos. Aún es un número muy elevado y genera confusión e incertidumbre.  

Las encuestas dan por ganador en primera vuelta y en todos los escenarios de segunda vuelta a Gustavo Francisco Petro Urrego, un exguerrillero comunista declarado, congresista veterano, que ya fue alcalde de Bogotá y que completa con esta su cuarta participación en unas presidenciales.

A pesar de su favoritismo en las encuestas, es poco probable que Petro gane las presidenciales si los dirigentes y movimientos políticos del establecimiento no cometen la locura de apoyarlo abierta o solapadamente. Eso fue lo que ocurrió en Venezuela con Chávez y recientemente en Perú con Castillo. No está excluido que personajes como Cesar Gaviria Trujillo o Juan Manuel Santos llamen a votar por Gustavo Petro o lo apoyen de forma soterrada.  

IV.          Escenario Petro

La llegada de Petro a la presidencia, afectaría el desempeño macroeconómico, sin que pueda descartarse una fuerte fuga de capitales y gran devaluación.  Petro podría llevar a cabo algunas de sus propuestas más dañinas sin tener mayoría en el Congreso.

·         Técnicamente la propuesta de emisión es la financiación monetaria del déficit fiscal mediante crédito directo del Banco de la República. Petro puede cambiar en su período a todos los miembros de la Junta Directiva y al Gerente del Banco y lograr así el voto unánime para el préstamo directo.

·         Petro puede nombrar el gerente y la Junta Directiva de Ecopetrol y nombrar también al director de la Agencia Nacional de Hidrocarburos y aplicar así su política energética de suspensión de la exploración y explotación petrolera e impulso a las renovables no convencionales.

·         Petro puede nombrar al director de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales y paralizar desde allí los proyectos que a bien tenga por razones ambientales. La Quebradona jamás tendría licencia, no habría fracking en Colombia y hasta la culminación de Hidroituango estaría en riesgo.

 

V.           Conclusiones

Para 2022 debe esperarse que continúe la recuperación de la economía y el empleo. Puede darse una aceleración de la inflación y persistirán las dificultades en el frente fiscal. En un escenario con Petro en la presidencia alteraría gravemente la situación macroeconómica y podría paralizar la inversión minero energética.

LGVA

Diciembre de 2021. 



* Presentada en el Segundo Foro Internacional “Perspectivas económicas y políticas para América Latina en 2022” del Instituto Thomas Jefferson.  Diciembre 15 de 2021.

miércoles, 8 de diciembre de 2021

Los seguros de Hidroituango y una medalla de cuero para el Contralor

 

Los seguros de Hidroituango y una medalla de cuero para el Contralor

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

Por arte de birlibirloque, el señor Carlos Felipe Córdoba Larrarte está a punto de convertir una de las más lamentables actuaciones de la Contraloría General de la República en toda su historia en un “estruendoso éxito” de su gestión de guardián fiscal. Aunque con eso no se impida que se cuelgue su medallita de cuero, no sobra hacer alguna claridad sobre los seguros de Hidroituango.

Tres hechos fundamentales:

·         HIDROITUANGO ERA PROYECTO BIEN ASEGURADO. Los seguros fueron negociados y contratados en 2010 y tenían vigencia para el período comprendido entre el 15 de abril de 2011 y el 24 de junio de 2019. Inicialmente, se tenía una póliza Todo Riesgo Construcción y Montaje, con amparos adicionales de sabotaje y terrorismo, lucro cesante, transporte internacional y nacional para los equipos y cobertura de equipo y maquinaria. La cobertura por daños materiales ascendía a US$ 2074 millones; por lucro cesante a US$ 149 millones y US$ 200 millones por sabotaje y terrorismo. La póliza de responsabilidad civil extracontractual tenía una cobertura de US$ 50 millones.  Posteriormente, el valor asegurado de la póliza todo riesgo para daños materiales se elevó a US$ 2.557 millones y el del lucro cesante pasó a US$ 629 millones, extendiendo su vigencia hasta marzo de 2021. También se extendió la vigencia de la póliza de responsabilidad civil y se le adicionaron otros eventos que podrían afectarla.

·         LA GALERÍA AUXILIAR DE DESVIACIÓN FUE INCLUIDA OPORTUNAMENTE DENTRO DE LA COBERTURA DE LA PÓLIZA.  La compañía de seguros aceptó pagar por la contingencia causada por el colapso de la GAD porque había admitido la inclusión de esta y del conjunto de obras que conformaban el Sistema Auxiliar de Desviación (SAD) dentro de la cobertura de la póliza de todo riesgo. La propuesta del SAD fue conocida por la aseguradora en noviembre de 2013.

·         MAPFRE HABÍA RECONOCIDO QUE EL SINIESTRO ESTABA DENTRO DE LA COBERTURA Y HABIA EMPEZADO A PAGAR.  El 2 de mayo de 2018 se dio aviso de siniestro a Mapfre Seguros Generales de Colombia S.A. El 16 de septiembre de 2019, Mapfre informó a EPM su decisión de otorgar cobertura bajo la póliza “Todo riesgo construcción y montaje” por la contingencia de abril de 2018. Mapfre determinó que la causa de la contingencia estaba enmarcada dentro de la cobertura de dicha póliza que aplica a la reparación de la infraestructura, obras civiles, equipo y lucro cesante. En diciembre de 2019, la aseguradora realizó el primer desembolso de US$ 150 millones, en septiembre de 2020 el segundo por US$ 100 millones y el tercero en agosto de 2021. La decisión de otorgar cobertura significaba que para MAPFRE no hubo en la contingencia ni dolo ni culpa grave puesto que por ley esas situaciones no son asegurables.

A la luz de estos hechos, el fallo de la Contraloría en primera instancia era inexplicable. No hubo corrupción y el seguro estaba pagando, entonces ¿cuál detrimento fiscal?

Aterrada por las consecuencias de su absurdo fallo, la Contraloría, en lugar de hacer lo que correspondía que era admitir que no había habido culpa grave, emite un fallo de segunda instancia más absurdo que el primero pues decide vincular a las aseguradoras para hacerlas pagar vía acto administrativo.

El contrato de seguros entre EPM y MAPFRE es un contrato privado, regido por el código de comercio. Una vez reconocida la cobertura, el asegurado va cobrando demostrando ocurrencia y cuantía y la aseguradora va pagando. Esto es lo que se venía haciendo y a esto están obligadas incluso las entidades estatales que no pueden declarar siniestros de cualquier seguro por la vía de un acto administrativo, que por definición es una decisión unilateral.

Seguramente para no inhabilitarse y para ayudar al País a salir del enredo en el que estamos metidos por culpa de Contralor, la aseguradora va aceptar el ajuste del siniestro por la vía de un fallo de responsabilidad fiscal. A fin de cuentas, ya había reconocido el siniestro y venía pagando. Pero esto deja un precedente muy malo para la reputación de Colombia en el mercado internacional de seguros.

La intervención de la Contraloría en el proceso de Hidroituango causó tres daños, a saber:

·         Generó gran incertidumbre sobre la continuidad del proyecto afectando gravemente la reputación de EPM y del País todo.

·         Al impedir la renovación oportuna del contrato de construcción, ocasionó el retiro del BID de la financiación del proyecto afectando gravemente las finanzas de EPM.

·         Ocasiona grave daño a la reputación de Colombia en el mercado asegurador porque ¿quién querrá dar seguros a entidades o empresas colombianas cuando el ajuste se termina haciendo por la vía de un fallo fiscal?

Muy dañino el contralorcillo, pero ya nada impedirá que se cuelgue su medallita de cuero. ¡Disfrútala, Felipillo!

LGVA

Diciembre de 2021.

 

lunes, 6 de diciembre de 2021

PRESIDENCIALES SIN CABAL: SOLO PETRO Y LOS PETRICOS

 

PRESIDENCIALES SIN CABAL: SOLO PETRO Y LOS PETRICOS

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

“Perversi difficile corriguntur et stultorum infinitus est numerus”

En una ocasión un visitante extranjero interrogó al entonces presidente Juan Domingo Perón por la distribución de las fuerzas políticas en Argentina.

-       Como en todos los países los hay de izquierda, los hay de derecha y los hay de centro, respondió Perón.

-       ¿No hay peronistas? preguntó asombrado el visitante.

-       ¡Claro que sí, peronistas son todos!  exclamó el general.  

Algo similar ocurre con las cuatro decenas de candidatos, precandidatos y candidotes que se disputan las preferencias electorales de los colombianos: los hay a la izquierda, los hay a la derecha y, por su puesto, los hay al centro. Pero eso sí: todos son petristas.  

Alejandro Gaviria es quien mejor ha expresado lo que parece ser compartido por todos los precandidatos, candidatos y candidotes. Hablando de Petro, dijo lo siguiente: 

“Hay un abismo entre su capacidad de diagnosticar los problemas de la sociedad y su capacidad de poner en práctica las reformas que necesita el país. He dicho que tal vez el principal problema de un eventual gobierno de Gustavo Petro sería su ineficacia…”

El diagnóstico de Petro, sobre el cual reposa todo su discurso, se reduce a decir que la economía de libre mercado produce unos pocos ricos muy ricos y muchos pobres muy pobres y mucha desigualdad de ingreso y depredación del medio ambiente. O, dicho de forma un poco más dulce, aunque el sistema de libre mercado y propiedad privada es más eficiente en la producción de bienes y servicios, hay en él algo intrínsecamente malo que debe ser corregido por la acción redistributiva de un estado omnisciente y benevolente que, mediante los impuestos progresivos y repartiendo plata a troche y moche entre la turba de los descamisados, reestablezca la “justicia social”. 

Eso no es un gran diagnóstico, al contrario, es pésimo diagnóstico que no se convierte en bueno por el hecho de que la multitud lo apruebe.

Todos los candidatos saben, o deberían saber, que la incidencia de la pobreza de un país está determinada por su nivel de desarrollo económico y que Colombia, tiene, medida por cualquier indicador, la incidencia de pobreza que corresponde al suyo. Un lugar común repetido sin cesar por los demagogos de todas las épocas y todos los lugares es hacerle creer a la gente que la pobreza puede desaparecer de la noche a la mañana y que si eso no ha ocurrido es por falta de “voluntad política”.

Pero en lugar de desmentir al demagogo mayor, todos se esfuerzan por parecérsele, razón por la cual más que “petristas” son verdaderos “Petricos”. Veamos algunos ejemplos:

Peñalosa, que se pasa la vida comparando su alcaldía con la de Petro, confiesa orgulloso su filiación:

 “Si izquierda significa darles prioridad a los pobres, comparemos quien mejoró más la vida de los pobres, si Gustavo Petro o yo…”

Federico Gutiérrez eleva la apuesta y, queriendo darse aíres de conocedor de datos, repite el numerito mágico en tono apocalíptico:

“Un país con un índice de pobreza de 42,5% no es viable”

Fajardo, el inefable Fajardo, repite la misma monserga, adobada ¡cómo no! con su infaltable condena general a la corrupción, que no a los corruptos con los cuales está aliado:  

“Colombia se enfrenta a desigualdades profundas, a una pobreza en aumento y a la corrupción sin tregua”

Si todavía fuera economista, Alejandro Gaviria estaría diciendo que todo lo que dice Petro sobre la pobreza es una soberana tontería; pero no, prefiere convertirse en apóstol y proclama:    

 "No represento a las élites, he defendido a los pobres".

En fin, Oscar Iván Zuluaga, es todo originalidad, con este increíble descubrimiento:

“Los Colombianos no estamos condenados a ser pobres”

Pero volvamos con Gaviria. En la entrevista citada arriba, confiesa que a Petro “lo respeto éticamente”.

El asunto es que Petro no merece ser respetado éticamente, todo lo contrario. Es obligatorio irrespetarlo, sino por sus crímenes pasados, de los que aún se enorgullece en su libro, o por apología e incitación al crimen durante las nefastas jornadas del paro nacional, a Petro hay que atacarlo moralmente por los crímenes que promete cometer si llega al poder.

Si no son capaces, que no lo son, de defender moralmente el capitalismo liberal, deberían por lo menos condenar la política económica criminal que promete adelantar desde el poder Gustavo Petro: expropiaciones, falsificación de dinero, escasez deliberada de alimentos y bienes de consumo masivo. Pero no, los Petricos son incapaces de un ataque en línea en el terreno moral y se limitan a indicar que los desafueros de su ídolo son meros errores técnicos, que Petro diagnostica bien, pero es un mal ejecutor, que es ineficaz. 

La campaña presidencial será cada vez más sosa con Petro y los Petricos dedicados a exhibir baratijas electorales – subsidios por aquí, subsidios por allá, renta mínima garantizada acullá, etc. – todo lo cual se traducirá en un gobierno más grande con mayores impuestos, que lastran la economía, para financiar el sistema de corrupción legalizada que llaman rimbombantemente “política social”. En esa oferta desmedida de baratijas el demagogo mayor ya les ha tomado ventaja a sus pequeños aprendices.

Increíblemente los Petricos, dedicados a la contabilidad de la pobreza y a la confección de fórmulas mágicas para hacerla desaparecer, no parecen darse cuenta de que la economía de mercado y las instituciones democráticas están bajo ataque y que enfrentan una ofensiva externa, desde Venezuela, una ofensiva jurídica, desde el propio poder judicial, y una ofensiva violenta, cuya más reciente manifestación fue el paro armado de abril, mayo y junio.

La única que parecía entender lo que está en juego, tanto en el terreno económico como en el político, era María Fernanda Cabal, pero el Centro Democrático, en lo que puede convertirse en su más grande equivocación histórica, desechó su candidatura prefiriendo aportar a la contienda presidencial un Petrico más.

LGVA

Diciembre de 2021.