Dos
Julios, dos héroes discretos
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista
No creo que se hubiesen
conocido, pero de haber sido así estoy seguro de que se hubieran apreciado y,
probablemente, habrían sido amigos. Eran buenas personas, ciudadanos ejemplares
y excelentes profesionales en el campo de la administración de negocios. Eran
tocayos e hicieron honor al sentido de fuerza, nobleza y conexión divina que
tiene el nombre que compartieron. Fallecieron sin conocerse el mismo día, 4 de
noviembre. Eran mis amigos. Con ambos compartí tramos de la vida y momentos cuánticos
cuyo recuerdo mitiga la tristeza que me causa su partida.
A Julio Jaime Calderón
Álvarez lo conocí en el Liceo Antioqueño donde ambos hicimos, de primero a
sexto, todo el bachillerato. Las amistades que se forjan en ese período quedan
para siempre y, aunque la vida lleve por caminos alejados, los reencuentros, deliberados
o fortuitos, causan gran felicidad y en ellos siempre surge de manera natural
la antigua complicidad. Esto ocurría invariablemente con Julio Jaime quien
propició siempre los encuentros de ex-liceistas. Con Aníbal Galeano organizó el
de los 25 años, en el Hotel Dann Carlton en 1996, y, luego el de los 50, en El
Club El Rodeo, hace tres años. Fueron encuentros masivos, porque Julio Jaime convocaba
por su liderazgo natural y cariñoso, ajeno a cualquier imposición, y por la
maravillosa alegría que irradiaba.
Mi amistad con Julio
Acosta es una amistad de madurez que, como todo mudo sabe, tiene características
muy distintas a las nacidas en la niñez, la juventud o cualquier otro momento
de la vida. Esas amistades son más intelectuales, por así decirlo, versan sobre
los asuntos de la vida social, pero, especialmente en el caso de Julio, no
excluyen la calidez e interés por los asuntos de la vida doméstica. ¿Cómo está
la Mona?, preguntaba siempre Julio, refiriéndose a Gloria Cecilia, mi esposa, por
cuya intermediación empecé a tener relación con él, cuando se desempañaba como Vicerrector
Administrativo en la Universidad Eafit, donde mi esposa y yo fuimos docentes durante varios años. En ese tiempo, casi todos los días, a veces
en compañía de mi esposa y de amigos comunes como la geóloga Gloria Toro y el
profesor Juan David Escobar, conversábamos sobre economía, política, negocios y
educación, que fue su pasión en los últimos años de su vida. Buscar becas para estudiantes de escasos recursos fue su apostolado.
Acosta se desempeñó en
grandes empresas del sector productivo real como EPM, Fabricato y Coltejer; mientras que Calderón
lo hizo, con lujo de competencia, en la distribución de productos de consumo
masivo, dejando huella en compañías líderes como Cacharrería Mundial, John Restrepo
A & Cia, Dissantamaria, Megadistribuciones y otras más en las que ejerció altos cargos directivos, incluida la gerencia general de varias de
ellas. Después de su exitoso paso por
esas compañías, Julio Jaime empezó a ejercer como Asesor y Consultor
Empresarial, ofreciendo su herramienta POTÉNTHUM, diseñada para mejorar los
resultados de las empresas a través de la potenciación del talento humano.
Ambos se alegraron por mi
candidatura y elección al Concejo de Medellín. Julio Acosta me ofreció su
colaboración y Julio Calderón me aplicó su herramienta POTÉNTHUM, pero sus quebrantos
de salud le impidieron hacer el análisis y darme sus recomendaciones. Con los
consejos de ambos tal vez habría sido mejor concejal, en todo caso trataré
de serlo para honrar su memoria.
LGVA
Noviembre de 2024.