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domingo, 30 de marzo de 2014

Los veinte años de la ley 142


Los veinte años de la ley 142 y algunos aspectos de economía institucional.

 

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista, Docente Universidad EAFIT

 

I.                   Introducción.

Los veinte años de la ley 142 de servicios públicos domiciliarios y de su hermana la ley 143 o ley eléctrica no son un acontecimiento insignificante en el desarrollo institucional de Colombia. El contenido sustantivo de esas normas[1] y la significación de las transformaciones que han propiciado han sido estudiados con relativa amplitud[2]. También se han expuesto y evaluado los avances sectoriales – cobertura, eficiencia, calidad, precios, etc. – durante el tiempo de vigencia de las mismas. Seguramente en el marco de esta efeméride se presentarán nuevos estudios de esa naturaleza. El propósito de este artículo es examinar, desde la perspectiva del análisis económico de las instituciones, otras cuestiones que, si bien están emparentadas con las señaladas, ameritan una reflexión específica. Me propongo, en efecto, hacer algunas anotaciones que pueden contribuir a responder a dos interrogantes que me parecen de interés desde la perspectiva indicada, a saber: i) ¿por qué pudieron adoptarse las reformas mencionadas? y  ii) ¿cuáles son los factores que han permitido su persistencia y consolidación?. Quiero insistir en que se trata de anotaciones más que respuestas concluyentes a los interrogantes formulados; se presentan como sugerencias de investigación para estudios más detallados.

II.                Sobre las circunstancias que propiciaron la adopción de la reforma.

A mi modo de ver la idea central de la economía institucional, en otro tiempo conocida como teoría del desarrollo económico, puede expresarse de la siguiente forma: las diferencias en el crecimiento económico de los países – es decir, de la producción por habitante - se explican más que por la dotación de recursos naturales por los factores que condicionan la orientación de la conducta humana hacia el esfuerzo, la innovación, el ahorro y la inversión. Esos factores reciben el nombre de instituciones y al parecer hay unas que favorecen el crecimiento y otras que lo desalientan. Surge de allí la pregunta obvia que se hiciera Arthur Lewis hace casi 60 años: ¿por qué unas naciones crean instituciones que favorecen el crecimiento y otras crean o mantienen las que se le oponen?[3] Esta, es por supuesto, la misma pregunta que preside el reciente trabajo de Acemoglu y Robinson[4].  

La respuesta de ambas obras es similar. Aquí la interpretamos de la siguiente forma: las instituciones existentes en un momento dado favorecen el interés de ciertas élites o grupos sociales. Aunque sea ostensible que otras instituciones pueden ser más propicias al crecimiento, esas élites o grupos sociales se opondrán a su adopción si anticipan que con el cambio se menoscaban sus intereses. El éxito de esta oposición dependerá del grado en que dichas élites o grupos sociales controlen las instancias del gobierno encargadas adoptar las reformas. Se trata de una hipótesis bastante atractiva. Su aplicación al análisis de un caso específico requiere: i) caracterizar las instituciones prevalecientes que eventualmente serían objeto de la reforma; ii) identificar los grupos de interés que se benefician de su perpetuación y iii) las circunstancias determinantes de la capacidad o incapacidad de esos grupos para oponerse a las transformaciones.   

A principios de los años 90 los servicios públicos domiciliarios eran prestados por empresas públicas – o directamente por las administraciones municipales, especialmente en el caso de los servicios de acueducto, alcantarillado y aseo -  que operaban en monopolísticamente en mercados territoriales de alcance municipal, departamental o nacional. El desempeño de la mayoría de esas empresas era deplorable y buena parte de ellas estaban capturadas por grupos políticos locales que controlaban su nómina y su contratación y por fuerzas sindicales que se beneficiaban de una estabilidad laboral casi total y de remuneraciones que guardaban poca o ninguna relación con la productividad. Los administradores, con frecuencia bien intencionados, las gestionaban casi sin restricción presupuestal pues la insuficiencia de las tarifas para cubrir los costos y financiar la inversión eran suplida periódicamente con aportes presupuestales de los gobiernos o créditos multilaterales avalados por la Nación. Ese estado de cosas, el estatismo y el régimen de monopolios, que se había prolongado durante muchos años, era justificado con la retórica de la rentabilidad social y los deberes del estado de suministrar los servicios a la población más pobre.

En astronomía, una conjunción se define como la situación en la cual dos o más astros, mirados desde otro, tienen la misma longitud geocéntrica o, más sencillamente, parecen estar alineados. Los astrólogos creen que las conjunciones planetarias son presagio de la ocurrencia de grandes acontecimientos, felices o desdichados. La reforma colombiana de los servicios públicos domiciliarios fue el resultado de una poderosísima conjunción de cinco acontecimientos vividos por la sociedad colombiana a finales de los años ochenta y principios de los noventa: la Constituyente de 1991, el vigoroso reformismo de la administración de César Gaviria Trujillo, la crisis financiera del sector eléctrico y el racionamiento, la huelga de Telecom y, finalmente, el colapso del sector de acueducto y alcantarillado. Puede invocarse, acertadamente, como otro componente de la conjunción, el contexto internacional que incitaba a las reformas de los mercados, la regulación competitiva y la privatización. La combinación de esas circunstancias debilitó la capacidad de los grupos de interés para oponerse a la reformas[5]. Pero hay algo más.

A pesar de que el sector estatal era dominante en la prestación de los servicios públicos, a diferencia de lo ocurrido en otros países de América Latina, en Colombia la reforma no se presentó como un proyecto orientado a la privatización de las empresas estatales sino como uno que buscaba su transformación para que pudieran competir en igualdad de condiciones con las empresas del sector privado cuya vinculación a la prestación de los servicios públicos se busca propiciar con la reforma[6]. El aspecto más novedoso de la ley 142 es, en efecto, la creación de la figura jurídica de empresa de servicios públicos (ESP) que estaría regida en todos los aspectos por una misma normatividad independientemente de la naturaleza de su propiedad. No se anunciaba ni se proponía la privatización de las empresas estatales. Si estas se adaptaban de forma exitosa al nuevo marco jurídico y regulatorio podían mantener indefinidamente su condición. Al sector privado se le invitaba a participar en nuevos desarrollos sin ofrecérsele en venta ninguna de las empresas existentes. ¿Quién podía oponerse a una reforma que buscaba que las empresas estatales fueran eficientes, rentables y prestaran servicios de calidad? En el Congreso la ley 142 se aprobó prácticamente sin ninguna oposición. Lo mismo ocurrió con la ley 143. Por el contrario, los políticos integrantes de la poderosa Comisión Quinta del Senado, que se ocupa de asuntos energéticos, contribuyeron decisivamente a su aprobación y aportaron mejoras a su texto, convencidos de que las leyes que estaban aprobando llevarían a mejorar el desempeño de “sus” electrificadoras. La figura de la ESP, con todo lo que ello implicaba, creó una especie de velo rawlsiano de la ignorancia: las empresas estatales estaban llamadas a competir entre ellas y con las privadas que eventualmente aparecieran, pero nadie podía anticipar cuál sería el resultado de esa competencia.

III.             Sobre la persistencia y consolidación de las reformas.

Las leyes 142 y 143 se aprobaron en junio de 1994, en la agonía del mandato del presidente Gaviria. Aunque, con base en los decretos de reforma del estado autorizados por el artículo 20 transitorio de la nueva constitución, el gobierno había puesto en funcionamiento las comisiones de regulación contempladas en la ley 142, la consolidación de la reformas dependía en gran medida de las acciones del gobierno siguiente, presidido por Ernesto Samper Pizano. Aunque en su condición de ministro de desarrollo del gobierno de Gaviria, Samper había firmado el proyecto de lo que sería la ley 142, no tuvo ninguna participación en su trámite ni en su defensa. De hecho, en materia de servicios públicos tenía sus propias ideas, más bien tradicionales, que plasmó en el decreto 1842 de julio de 1991 por medio del cual se adoptó el Estatuto Nacional de Usuarios de los Servicios Públicos Domiciliarios. Pese a todo, el gobierno de Samper contribuyó decisivamente a la consolidación de la reformas por el apoyo de su Ministro de Minas y Energía, Jorge Eduardo Cock, a la CREG[7] y por las privatizaciones realizadas en el sector eléctrico. La puesta en funcionamiento del mercado eléctrico y dichas privatizaciones introdujeron un elemento de irreversibilidad a las reformas[8].

La crisis económica de 1999-2000 puso en riego grave la sostenibilidad de las reformas. El desempleo, que llegó a 20% de la fuerza de trabajo, erosionó la capacidad de pago de las familias en medio del proceso de ajuste tarifario que se venía adelantado para eliminar los subsidios que excedían los niveles definidos en la ley 142.  Desde diversos sectores se cuestionó el esquema tarifario, se propusieron varios proyectos de ley tendientes a modificarlo, incluso se impulsó un proyecto de acto legislativo para modificar el régimen constitucional de los servicios públicos.  

En efecto, uno de los rasgos más notables del régimen colombiano de servicios públicos domiciliarios es su amplio fundamento constitucional.[9] Al menos en América Latina, ninguna de las constituciones vigentes en la época en que fue promulgada la Constitución de 1991 contiene disposiciones expresas tan detalladas sobre servicios públicos domiciliarios como la colombiana.[10]. Ese anclaje constitucional y diversas sentencias de la Corte Constitucional que validaron diversos aspectos cuestionados de la ley 142[11] fueron fundamentales para impedir que, en medio de la crisis económica, se revirtieran las reformas.

La consolidación posterior de las reformas ha dependido de sus resultados. En general, la de los servicios públicos se ha convertido en una actividad sólida desde el punto de vista financiero, ha crecido la cobertura y mejorado la calidad, el régimen de subsidios y contribuciones ha funcionado aceptablemente bien. La participación del sector privado ha crecido de forma sustancial al punto que cualquier intento de contra-reforma resulte extremadamente costoso. En fin, las empresas en las que el estado mantiene una participación significativa están compitiendo sin complejos con sus rivales del sector privado.

A diferencia de muchas otras leyes, probablemente la mayoría, que no parecen tener otro propósito que imponer límites a la acción de los agentes, la ley 142 era – y lo sigue siendo – una invitación al libre actuar. La ley 142 creó nuevas libertades. Ese es su gran mérito y la razón última de su persistencia. Aunque ha sido objeto de varias reformas, todas adjetivas, y de amplios desarrollados regulatorios, creo que aún no se han agotado todas sus posibilidades. La ley 142 fue una invitación a las empresas estatales a explorar el sendero de la competencia, a experimentar, a asumir riesgos. Y les otorgó los instrumentos. Algunas - como EPM, ISA y la EEB - los explotaron de forma exitosa, otras - como EMCALI y Telecom - fracasaron en el empeño.  Entender por qué se dieron trayectorias tan disímiles es un asunto importante de economía institucional aplicada[12]

 

Bibliografía.  

Acemoglu, D. y Robinson, J. (2012). ¿Por qué fracasan los países?. Editorial Planeta, Bogotá.

Atehortúa Ríos, C. A. (2008). Régimen de los servicios públicos domiciliarios en el contexto de la doctrina constitucional. Andesco-Biblioteca Jurídica Diké, Bogotá.

Eastman, J.M. (1993). Constitucionalismo latinoamericano. Fondo de Publicaciones Cámara de Representantes, Bogotá.

Lewis, A. (1964). Teoría del desarrollo económico. Fondo de Cultura Económica, México.

Lora, E. Editor. (2007). El estado de las reformas del Estado en América Latina. Banco Interamericano de Desarrollo, Washington.

Millán, J. (2006). Entre el mercado y el estado: tres décadas de reformas en el sector eléctrico de América Latina. Banco Interamericano de Desarrollo. Washington.

Palacios Mejía, H (1999). El derecho de los servicios públicos. Biblioteca Vigente. Bogotá.

Perez Villa, J. (1995). Constitución política de Colombia comentada. Editorial Leyer, Bogotá.

Vélez Álvarez, L.G. (2010) Génesis de la reforma del sector de agua y saneamiento en Colombia. Banco Interamericano de Desarrollo, Sector Infraestructura y Medio Ambiente, Nota Técnica No 110. Washington, 2010.

Vélez Álvarez, L.G. (2013) Evolución de las empresas de agua y saneamiento de Medellín y Cali en Colombia: ¿Vidas paralelas? Banco Interamericano de Desarrollo, Sector Infraestructura y Medio Ambiente, Nota Técnica No 517. Washington, 2013.

 




[1] Palacios (1999) y Atehortua (2008).
 
[2] Millán (2006).
 
[3] Lewis (1964). Página 11.
 
[4] Acemoglu y Robinson (2012).
 
[5] Estos aspectos fueron estudiados en un trabajo de mi autoría financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo. Remito a los lectores a ese documento: Vélez (2010). Aquí quiero referirme a otro aspecto que no fue tratado allí y que me parece un tanto novedoso.
 
[6] Como consecuencia de una feroz huelga que dejó incomunicado el País, el gobierno de Gaviria había desistido de la privatización de TELECOM. En el caso de las telecomunicaciones optó por abrir al sector privado el desarrollo de la telefonía celular, sin impedir de forma expresa, pero poniéndole trabas, la participación de las empresas estatales. Estas empresas, y en especial sus poderosos sindicatos, quedaron conformes con la explotación monopolística de la telefonía básica. Aceptaron también la apertura de la larga distancia a nuevos operadores en la medida que Telecom mantenía inicialmente su posición dominante.
 
[7] En esos años la CREG realizó un enorme trabajo para traducir en regulación efectiva las disposiciones de las leyes 142 y 143. Lo más importante fue la puesta en funcionamiento de la bolsa de energía en 1995.
 
[8] También deben mencionarse las decisiones de la administración de Antanas Mockus sobre las empresas de servicios públicos de Bogotá a las que se hará referencia más adelante. 
 
[9] Título XII, Capítulo V, “De la finalidad social del Estado y de los servicios públicos”. Artículos 365, 366, 367, 368, 369 y 370. Véase Pérez Villa (1995).
 
[10] Las constituciones de Argentina, Chile y Brasil no incluyen este tipo de disposiciones. La Constitución boliviana contiene dos artículos (132 y 133) que hacen referencia a esta cuestión. Las demás incluyen un solo artículo al respecto: Ecuador (125, literal c), Perú (113), Venezuela (136, numeral 17), Paraguay (177) y Uruguay (65, inciso 2). Véase Eastman (1993: 219-220; 600-601).
 
[11] Véase: Atehortua (2008).
[12] En un estudio realizado con el patrocinio del Banco Interamericano de Desarrollo he explorado esta cuestión para el caso de EPM y EMCALI. Véase: Vélez (2013).

miércoles, 19 de marzo de 2014

Teoría neo-clásica del dinero, el interés y los precios


Pensamiento Económico II – Lección V

Teoría neo-clásica del dinero, el interés y los precios

(Irving Fisher y Knut Wicksell)

 Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT

 
I.                   Introducción

La teoría económica moderna de le presenta dividida en dos grandes campos: la microeconomía y la macroeconomía. La primera se ocupa de la formación de los precios relativos y de la asignación de los recursos productivos en los diferentes usos; la segunda trata de los determinantes del nivel agregado de producción. La distinción procede de Keynes:

“La división de la economía en teoría del valor y la distribución por una parte y teoría del dinero por la otra es, en mi opinión, una separación falsa. Sugiero que la dicotomía correcta es entre la teoría de la industria o firma individual y las remuneraciones y distribución de una cantidad dada de recursos entre diversos usos, por una parte, y la teoría de la producción y la ocupación en conjunto, por la otra”[1]

El de la microeconomía es un mundo sin dinero: la asignación de los recursos y la distribución del producto o remuneración de factores se hace bajo el supuesto de que el dinero no ejerce ninguna influencia en la formación de los precios relativos. El dinero aparece en la macroeconomía. Pero allí también se supone que el dinero no ejerce o no debería ejercer ninguna influencia en la determinación del nivel agregado de producción y empleo. Veamos como presenta las cosas uno de los manuales de macroeconomía más populares, el del profesor Mankiw, de la Universidad de Harvard:

“Ya tenemos una teoría para explicar los determinantes de nivel general de precios de la economía. Esta teoría tiene tres elementos: 1. Los factores de producción y la función de producción determinan el nivel de producción Y; 2. La oferta monetaria M, determina el valor nominal de la producción PY. Esta conclusión se desprende de la ecuación cuantitativa y del supuesto de que la velocidad del dinero se mantiene fija; 3. El nivel de precios, P, es el cociente entre el valor nominal de la producción, PY, y el nivel de producción, Y.  En otras palabras, la capacidad productiva de la economía determina el PIB real; la cantidad de dinero determina el PIB nominal; y el deflactor del PIB es el cociente entre el PIB nominal y el real. Esta teoría explica lo que ocurre cuando el banco central altera la oferta monetaria. Como la velocidad se mantiene fija, cualquier variación de la oferta monetaria provoca una variación proporcional del PIB nominal. Como los factores de producción y la función de producción ya han determinado el PIB real, la variación del PIB nominal debe representar una variación del nivel de precios. Por lo tanto, la teoría cuantitativa implica que el nivel de precios es proporcional a la oferta monetaria. Como la tasa de inflación es la variación porcentual del nivel de precios, esta teoría del nivel de precios es también una teoría de la tasa de inflación (…) Por consiguiente, la teoría cuantitativa establece que el banco central, que controla la oferta monetaria, tiene el control último de la tasa de inflación. Si el banco central mantiene estable la oferta monetaria, el nivel de precios se mantiene estable. Si eleva rápidamente la oferta monetaria, el nivel de precios sube rápidamente”[2]

Esta teoría debe resultar un poco desconcertante para el estudiante de economía al cual se le habla al mismo tiempo de que la política monetaria, es decir, las variaciones en la cantidad de dinero operadas por el banco central, afectan la tasa de interés y por esta vía la demanda de inversión y consumo y por tanto el nivel de producción. Es decir, al menos en el corto plazo y bajo determinadas circunstancias, la moneda puede ejercer alguna influencia en la determinación del nivel y la composición de la producción. El objeto de la teoría monetaria es establece las condiciones bajo las cuales el dinero es o no neutral. El objetivo de la política monetaria es el de gestionar las variaciones en la cantidad de dinero de forma tal que se minimicen las perturbaciones que puede ejercer sobre el sector real.

Después de haber examinado en las lecciones anteriores las contribuciones de Marshall y Walras que están en la base de los dos grandes enfoques de la microeconomía moderna - el de equilibrio parcial, asociado a Marshall, y el de equilibrio general, asociado a Walras- vamos a estudiar en esta parte la génesis de buena parte de las ideas centrales de la teoría monetaria moderna a partir de las contribuciones de un par de economistas especialmente representativos: el norteamericano Irving Fischer y el sueco Knut Wicksell. Pero antes de examinar las contribuciones de estos autores, es conveniente presentar algunos elementos de teoría monetaria básica.

II.                Dinero y formas monetarias.  

En economía el dinero se define por sus funciones[3]. Es dinero todo aquello que sea a la vez medio general de cambio o pago, medida de valor o unidad de cuenta y reserva o depósito de valor. De esas tres funciones la definitiva es la de ser medio general de cambio. Podemos medir el valor en unidades de trabajo o en unidades de cualquier bien. Ser reserva de valor es un atributo general a todos los bienes o cualquier título representativo de propiedad sobre ellos. Una acción o un bono son reserva de valor, pero esto no los convierte en dinero. El atributo necesario para que algo sea dinero es sea dinero es su aceptabilidad general en los intercambios en unas circunstancia sociales e históricas determinadas.

Esta última frase nos lleva a un punto fundamental: el dinero es un fenómeno social. No en todas las sociedades o formas de organización económica existe el dinero. Así mismo, una cosa que funciona como dinero en una sociedad puede no serlo en otra o en una época histórica diferente de la misma. Esto nos lleva a una nueva noción, ligada aunque distinta al concepto abstracto de dinero: la de forma monetaria.

Brevemente dicho las formas monetarias son aquellos objetos que en virtud de la convención social funcionan o han funcionado como dinero. En los textos de historia del dinero[4] o en los trabajos de los antropólogos se encuentra un abigarrado catálogo de objetos que en algún momento de la historia o en diferentes sociedades funcionaron como dinero. Se habla de pieles, conchas, ganado, etc.  La característica común a todas esas cosas que en alguna circunstancia histórica funcionaron como dinero es el hecho de que por alguna razón u otra, percibida por los individuos que comercian, su capacidad de intercambiarse por otras mercancías era mayor que la de las demás. Carl Menger habla de capacidad de venta o de mercancías más vendibles. Modernamente se da a este atributo el nombre de liquidez. Volveremos sobre este concepto. Veamos un par de textos de Menger:

“El interés económico de cada uno de los agentes de la economía les induce, pues, cuando alcanzan un mayor conocimiento de sus ventajas individuales, a intercambiar sus mercancías por otras, incluso aunque esta últimas no satisfagan de forma inmediata su finalidad se uso directo. Y ello sin previos acuerdos, ni presión legislativa e incluso sin prestar atención al interés público. Ocurre de este modo, bajo el poderoso influjo de la costumbre, presente por doquier a medida que aumenta la cultura económica, que un cierto número de bines, que son siempre los que, en razón de tiempo y lugar, mayor capacidad de venta poseen, son siempre aceptados por todos en las operaciones de intercambio y pueden intercambiarse a su vez por otras mercancías”[5]

“El origen del dinero es, como hemos visto, del todo natural y, por consiguiente, sólo en muy contados casos puede atribuirse a influencias legislativas. El dinero no es una invención estatal ni el producto de un acto del legislador. La sanción o aprobación por parte de la autoridad es, pues, un factor ajeno al concepto del dinero. El hecho de que unas determinadas mercancías alcancen la categoría de dinero surge espontáneamente de las relaciones económicas existentes, sin que sea precisas medidas estatales”[6]

Llegados a este punto hay que referirse a la manera en que los metales nobles, el oro y la plata, llegan a convertirse en la forma monetaria o en la forma de dinero más reconocida en a lo largo de la historia universal.

“El oro y la plata no son dinero por naturaleza, pero el dinero es, por naturaleza, oro y plata”[7], escribe Marx. Esta idea se encuentra en la obra de muchas economistas de todas las épocas y todos los países. En el siglo XVIII, Ferdinand Galiani señala que la utilización de los metales preciosos como moneda “no resultó de una elección libre y caprichosa, sino de una necesidad relacionada con la naturaleza misma de los metales y con los requisitos de la moneda”[8].  Finalmente, Menger, tan lejano en el tiempo de Galiani como lejano en la teoría de Marx, se expresa de manera similar: “De la precedente exposición de la naturaleza y origen del dinero se desprende claramente que, en las circunstancias normales de las relaciones comerciales de los pueblos civilizados, los metales nobles se convierten, de manera natural, en dinero económico”[9]

¿Cuáles son pues esos atributos naturales de los metales preciosos que los convierten naturalmente en dinero?

·         Divisibilidad en alícuotas partes sin pérdida de valor.

·         Elevado valor por unidad de volumen o peso determinado por su escasez relativa.

·         Durabilidad pues el paso del tiempo no menoscaba sus atributos físicos.

Hoy entendemos que el dinero no es ni debe ser necesariamente una mercancía. Sin embargo, los atributos señalados de los metales preciosos corresponden a las características que definen el concepto abstracto del dinero y a las que en circunstancias normales debe tener el dinero fiduciario que es la forma predominante del dinero en el mundo moderno.

Un paso adelante en esta historia es la aparición de la acuñación. La utilización de los metales preciosos con fines monetarios no está libre de inconvenientes. Aunque menos problemático que el ganado, los metales preciosos son engorrosos de transportar, pesar, dividir y comprobar su autenticidad y grado de pureza. Esa idea se encuentra en muchos autores. Veamos como la expresa Menger:

“De entre estos inconvenientes que se derivan de la utilización de los metales nobles con fines dinerarios se destacan como los más importantes los debidos a la difícil comprobación de su autenticidad y de su grado de pureza y a la necesidad de dividir estos duros metales en las piezas correspondientes a las transacciones. Son dificultades que no pueden eliminarse sin pérdida de tiempo y sin sacrificios económicos”[10].

La acuñación parece ser algo muy antiguo. Según el historiador griego Heródoto esta innovación es obra de Creso, rey de Lidia, hacia finales del siglo VIII antes de J.C[11]. En cualquier caso con la acuñación se resuelven indicados pero, como veremos, aparecerán otros. Volvamos a Menger.

“La significación para la economía de las monedas acuñadas radica, pues, en que (prescindiendo de la operación mecánica de la división del metal noble en las cantidades requeridas) cuando las recibimos no tenemos que comprobar su autenticidad, pureza y peso y cuando las damos también nos ahorramos esta comprobación”[12]  

Aquí aparece un concepto que es fundamental para el entendimiento de la moneda en todas sus formas: confianza. El que los agentes crean que la moneda acuñada elimina todos los inconvenientes señalados depende de la confianza en la honestidad del acuñador. Frente a esto, Menger deposita su confianza en el gobierno:

“Es de todo punto evidente que quien mejor puede garantizar el peso y la pureza de las monedas acuñadas es el Estado, porque todos le conocen y reconocen y, al mismo tiempo, tiene el poder de amedrentar y castigar a los infractores. De ahí que los gobiernos hayan asumido casi siempre el deber de acuñar las monedas necesarias para el comercio”[13]

Con la acuñación los estados asumen el control de la moneda. Desde los romanos todos los estados – grandes y pequeños – emplearan en su provecho el poder de acuñación. Las discusiones monetarias sobre la circulación metálica tienen que ver con las alteraciones en las monedas acuñadas – los cambios subrepticios en su peso y ley – y las consecuencias de ello sobre la actividad económica.

La cuestión es relativamente simple de explicar. Una moneda de cierta denominación, digamos la libra, está definida por cierta cantidad de metal noble combinado en determinadas proporciones. Una libra es, por ejemplo, una moneda de 20 gramos de peso de ley 900. La ley de la moneda es la porción del metal noble en el peso total. Con 200 gramos pueden acuñarse 11 libras. El acuñador o la casa de moneda, que será una dependencia del gobierno, se queda con una de ellas y entrega las otras 10 al dueño del metal. El cobro por la acuñación se denomina el señoreaje y en el ejemplo equivale a la onceava moneda.

En el curso de la historia los gobiernos se fueron reservando el derecho de acuñación dentro de su territorio. Con frecuencia los gobernantes venales alteraban el peso o la ley de las monedas acuñadas para aumentar de esta forma sus ingresos. Este subterfugio tenía un efecto temporal pues con mayor o menor rapidez el mercado se percataba del dolo y la moneda alterada perdía valor: en el mercado interno disminuía su poder adquisitivo y se devaluaba con relación a las monedas de otros países.

La acuñación eliminaba los inconvenientes del uso de los metales en lingotes o el polvo. Pero de ella resultarán otros problemas. Galbraith los resume de la siguiente forma:

“La acuñación de monedas era sumamente práctica. Pero era también una invitación a grandes fraudes públicos y pequeños fraudes privados. Los gobernantes pródigos o faltos de recursos – que en aquellos tiempos constituyeron una clara mayoría – comprendían a menudo que podían reducir la cantidad de metal en sus monedas o confeccionarlas de calidad inferior, con la esperanza de que nadie lo advertiría, al menos en breve plazo. Así, podía comprarse lo mismo con una cantidad menor de oro o de plata, o podía comprarse más con una cantidad igual. También ocurría que los empresarios privados, después de cerrar un trato, recortaban o limaban unos miligramos de metal de las monedas con que se había concertado el pago. Esto, con el tiempo, producía un agradable aumento marginal de los beneficios. La falsificación fue también un invento antiguo. Ya en el año 540 antes de J. C. se dice que Polícrates de Samos estafó a los espartanos con monedas de oro falsas. Con el transcurso del tiempo, y según las necesidades de los gobernantes, su capacidad de resistir la tentación – que solía ser modesta – y el desarrollo privado de las artes defraudatorias, la moneda tendió caso invariablemente a empeorar (...) En el mundo antiguo y medieval, las monedas de diferentes jurisdicciones convergían en las ciudades comerciales más importantes. Si existía la predisposición a aceptar moneda bajo palabra, se pagaba indefectiblemente con dinero malo y se retenía el bueno. Esta circunstancia dio origen, en 1588, a la máxima de Sir Thomas Gresham, previamente formulada por Oresmo y Copérnico, y reflejada en la acumulación secreta del buen dinero romano, según la cual la moneda mala expulsa siempre la buena”[14].  

Ya en la Edad Media al lado de la circulación metálica se desarrolló una activa y amplia circulación de letras de cambio emitidas por agentes privados, entre los que se destacaron los orfebres lombardos. En las principales ciudades de Europa estaban establecidos orfebres o banqueros que tenían vínculos comerciales y financieros entre ellos. Un comerciante florentino que necesitaba realizar compras en Londres, en lugar de viajar cargado de monedas, exponiéndose a los salteadores de caminos, se presentaba ante un orfebre de Florencia al que entregaba su metálico a cambio del cual éste le libraba una letra pagadera en Londres por su corresponsal. Así, el comerciante hacía el viaje entre las dos ciudades, al llegar a Londres redimía su letra y realizaba sus transacciones. Es fácil imaginar, dada la confianza que inspiraba el emisor, que las letras circularan entre los comerciantes y banqueros durante mucho tiempo y en diversas transacciones antes de su redención efectiva. También podía ocurrir que nunca se redimieran y que se compensaran en las cuentas de los banqueros. En algún momento las letras empezaron a expedirse al portador y circulaban como efectivo al igual que las monedas. De esta forma va apareciendo el billete de banco.

Como ha señalado Galbraith, el proceso de creación de dinero por los bancos “es tan simple que repugna a la mente”[15]. La clave de todo está en que los depositantes del efectivo metálico a cambio del cual reciben los certificados de depósito, las letras y, finalmente, los billetes de banco no se presentan todos al mismo tiempo a reclamar el oro o las monedas depositadas. La práctica les enseñará pronto a los banqueros que para atender el flujo de retiros basta tener en caja en dinero oro o monedas sólo una fracción del monto total de billetes o certificados emitidos. Así, un banquero que ha recibido un depósito de 100 emite a favor del depositante certificados o billetes por ese monto. En esa operación el metálico es reemplazado en la circulación por los billetes. Supongamos ahora que un comerciante solicita un préstamo de 100 al banquero. Éste le entrega sus propios billetes y registra en su contabilidad una cuenta por cobrar en tanto que el comerciante registra una cuenta por pagar. Los billetes son un activo para el comerciante y un pasivo del banco. Y así sucesivamente el banco crea dinero de la nada. El limite a la capacidad de creación de dinero está impuesto por el monto de dinero metálico que el banquero sabe que debe tener para atender el flujo de retiros. En el ejemplo, el banquero mantiene en reserva metálica un 20% de los billetes emitidos. La creación monetaria moderna funciona de la misma forma con la única diferencia de que la reserva está constituida no por metálico sino por dinero del banco central: efectivo o depósitos.

Los primeros bancos de emisión fueron bancos privados[16]. La aparición de los bancos estatales de emisión y del consiguiente monopolio de los gobiernos es un fenómeno del siglo XIX y aún del siglo XX[17].

Llegados a este punto, podemos resumir la pseudo-historia de la evolución de las formas monetarias. La historia de las formas monetarias es la historia de las desmaterialización del dinero.

Etapa 1. El trueque. Partimos de un mundo del trueque o donde todas las mercancías son moneda. Dice Robert Clower: “una mercancía-moneda es (...) cualquier mercancía que puede intercambiarse directamente con todas las demás mercancías. De lo cual resulta que una economía de trueque es una economía en la cual todas las mercancías son mercancía-moneda”[18].

Etapa 2. Los inconvenientes del trueque y la aparición de mercancías-moneda. La doble coincidencia de necesidades es el principal inconveniente del trueque. También hay costos de transacción. El desarrollo de los intercambios lleva a la aparición de bienes que no se demandan por sí mismos sino como intermediarios en el intercambio. Ciertas mercancías se destacan de las demás y se convierten en moneda a medida que se generaliza su aceptación en los intercambios.

Etapa 3. El oro y la plata se destacan como las mercancías más aptas para servir de moneda. Los inconvenientes del uso de los metales en trozos, lingotes o polvo dan lugar a la aparición de la acuñación.

Etapa 4. La acuñación permite superar ciertos inconvenientes, para da lugar al surgimiento de otros problemas. Con la acuñación empieza el proceso de desmaterialización del dinero. El valor del dinero se desprende progresivamente del valor del material del que está hecho.

Etapa 5. Aparición del dinero semi-fiduciario.  La conexión entre el valor de la materia – monedas de oro y plata - y el valor de los títulos representativos (letras, certificados de depósito, billetes) disminuye progresivamente. Se mantiene el vínculo característico del patrón oro. En esta etapa se produce la estatización del dinero. La exigencias del patrón oro imponen cierto límite a la creación monetaria. De todas formas la oferta monetaria es elástica y en gran medida exógena. Este es el régimen monetario en al que se asocian los análisis de Wicksell y Fisher.

Etapa 6. La moneda fiduciaria moderna es una creación de los estados. Con la desaparición del patrón oro en los años 30 y la supresión de la convertibilidad del dólar en 1971, despareció todo vínculo entre la mercancía-moneda oro y la moneda. La moneda se hizo completamente fiduciaria. Otros rasgo de esta época es el monopolio estatal de la emisión de la moneda primaria y el control de la emisión secundaria. La moneda está conformada por las especies puestas en circulación por el banco central (billetes y monedas) y por los depósitos de los particulares en los bancos comerciales. Estos depósitos son simples registros contables que se trasladan de un cliente a otro por mandato de su propietario mediante un cheque, una orden de pago o un traslado electrónico. 

Etapa 7. Desnacionalización del dinero. El dinero no siempre ha sido una creación de los estados. El monopolio de la emisión por los estados nacionales es un fenómeno histórico reciente. Los bancos nacionales son una creación del siglo XIX y en muchos países, Colombia entre ellos, del siglo XX. Se están registrando cambios importantes que indican el surgimiento de nuevas formas de organización monetaria. En 2000 apareció el Euro, una moneda supranacional cuya aparición supuso la desaparición de las monedas nacionales de varios países de Europa. También se ha dado el caso de países – como Ecuador y Panamá – que adoptan como moneda propia la moneda creada en otros países. En fin, en 2008 apareció un sistema descentralizado de transacciones electrónicas que tiene una unidad monetaria denominada el bitcoin.   

III.             Dicotomía, integración y neutralidad.

La teoría clásica y la teoría neo-clásica comparten una característica fundamental. En un y otra los precios relativos, las cantidades producidas y demandadas de todos los bienes y las cantidades demandadas y empleadas de los diversos servicios productivos (y por lo tanto los ingresos de sus propietarios) se determinan en términos del análisis real, es decir, en una economía en la que no existe moneda. En un segundo momento del análisis se introduce o integra la moneda y se determinan las variables nominales: los precios monetarios y la tasa de interés monetaria o nominal y la tasa de cambio, es decir, la relación de cambio de una moneda nacional por otra. 

La separación entre el sector real y el sector monetario recibe el nombre de dicotomía. Por perfecto y riguroso que sea el modelo de economía real no puede eludir el hecho de que exista la moneda, es decir, el hecho de que las economías concretas son economía monetarias. El hecho de que precios observables son monetarios y las transacciones se realizan en dinero. El análisis económico debe dar cuenta de la formación de esos precios monetarios o, de lo que es lo mismo, de la formación del poder adquisitivo de la moneda. Esto es lo que se denomina integración de la moneda. La integración de la moneda no es otra cosa que explicar el valor de la moneda a partir de las acciones de los agentes económicos. El problema no es trivial, especialmente cuando se trata de una moneda fiduciaria.

Una moneda mercancía, como el oro y la plata, tiene utilidad en su condición de mercancía y su producción supone un esfuerzo, es costosa. Eso significa que, en principio, el valor de la moneda mercancía obedece a las mismas reglas de todas las demás mercancías.  Con la moneda fiduciaria el asunto es más complejo. De una parte no es mercancía, es decir, no es algo que tenga una utilidad propia. De la otra, su costo de producción no guarda relación alguna con su valor nominal – el costo de un billete de un dólar es el mismo que el de uno de cien – y es tan bajo que podemos asumir que es inexistente. Por ello la moneda fiduciaria es refractaria al análisis del valor en términos de utilidad o dificultad de producción. Sin embargo, es evidente que la moneda tiene un precio positivo, su poder de compra. El problema de la integración consiste entonces en explicar el precio positivo de la moneda a partir de la conducta de los agentes económicos.

Ahora bien, si para determinar las variables reales pudo prescindirse de la moneda es preciso, lógicamente, que la integración de la moneda no modifique esas variables reales. En efecto, si la integración de la moneda las altera los precios relativos es claro que el análisis en términos reales carece de todo sentido. La dicotomía análisis real – análisis monetario exige, lógicamente, que la moneda sea neutral. No importa cuál sea la teoría del valor subyacente. Si el precio de la mercancía i en términos de la mercancía j es igual a γ en el mundo sin moneda; esa relación de intercambio debe mantenerse una vez que la moneda se incorpora en el análisis. Esto es lo que se denomina neutralidad de la moneda.

Gráfica 1
 Por las razones expuestas, la teoría cuantitativa es la única teoría del valor de la moneda que es compatible con la dicotomía y la neutralidad. En su forma más escueta esta teoría sostiene que el valor de la moneda varía inversamente con su cantidad[19]. Dicho de otra forma: el nivel de precios es proporcional a la cantidad de dinero y las variaciones en la cantidad de dinero inducen variaciones proporcionales en el nivel de precios. Esto puede expresarse empleando la conocida ecuación cuantitativa atribuida a Irving Fisher:

MV = PY

La producción real Y está determinada por fuerzas reales: la función de producción y las dotaciones de capital y trabajo. La velocidad de circulación V es una variable institucional: costumbres de pago de la economía, grado de bancarización, etc. Así las cosas, dadas Y y V, es evidente que si M varía P debe hacerlo en la misma proporción. Pero este no es el final sino el principio de la historia, como la expresa Wicksell:

“Que una cantidad grande o pequeña de dinero puedan asegurar el desarrollo del mismo nivel de actividad si el precio de los bienes se eleva o se reduce proporcionalmente a esa cantidad es una cosa. Otra cosa es mostrar por qué tal cambio en los precios debe seguir siempre a un cambio en la cantidad de dinero y describir cómo se produce eso”[20]

Con el dinero se compran bienes. Cuando cambia la cantidad de dinero disponible en la economía, es preciso, para que se modifiquen los precios, que cambie la demanda de bienes. El meollo de la cuestión radica en entender por qué a un cambio en la cantidad de dinero le sigue necesariamente un cambio en la demanda de bienes. Veamos la forma como Wicksell formula esta cuestión:

“Supongamos que por una u otra razón aumentan los precios de las mercancías mientras que permanecer invariables los stocks de dinero, o que le stock de dinero disminuye mientras los precios permanecen temporalmente invariables. La liquidez de caja se mostrará gradualmente como demasiado pequeña en relación con el nuevo nivel de precios (...) Por tanto, se intenta aumentar la liquidez. Ello sólo puede hacerse – dejando por ahora de lado la posibilidad de pedir préstamos, etc. – reduciendo la demanda de bienes y servicios o aumentando la oferta de los propios bienes o mediante ambos procedimientos. Lo mismo sucede a todos los poseedores y consumidores de bienes. Pero, en realidad, nadie logrará alcanzar su objetivo, ya que la suma de caja líquida de los individuos viene limitada por el stock disponible de dinero o, mejor, es igual a él. Por otra parte, la disminución de general de la demanda y el aumento de la oferta de bienes llevarán necesariamente a un descenso continuo de los precios que cesará sólo cuando los precios hayan alcanzado un nivel al que la liquidez de caja se considere adecuada”[21]

Cada agente mantiene en caja una cantidad de dinero que considera adecuada dados unos precios y un nivel de transacciones.  Cuando se produce un cambio exógeno en el stock de dinero o en los precios, la cantidad de dinero que mantiene cada agente deja de ser la adecuada. En consecuencia, trata de restablecer esa cantidad y sólo puede hacerlo reduciendo su demanda de bienes o servicios o aumentado su oferta. Como todos los agentes actúan de la misma forma, se desencadena un descenso continuo de los preciso que sólo se detiene cuando la liquidez de caja alcance nuevamente el nivel que los agentes consideran adecuado.

La gráfica 2 esquematiza el planteamiento.

Gráfica 2



 

El agente económico (i) recibe de dinero cuando vende bienes y servicios y entrega dinero cuando los compra. Dados el patrón de pagos y su ingreso o nivel de transacciones, para cada conjunto de precios (Pi) habrá una cantidad de dinero (Mi) que el agente estima conveniente mantener en caja, esa es su encaje nominal o demanda nominal de dinero. Su encaje real o demanda real de dinero es esa demanda nominal con relación al volumen total de transacción que el agente realiza:

Mi/PiTi = Ki.

Cada agente tiene una demanda real K. Vamos a profundizar en este punto. Tomemos la situación representada en la gráfica 3. Al principio del período, el mes, el agente-consumidor recibe 100 por la venta de sus servicios productivos. A lo largo del mes realiza pagos por compra de bienes y servicios hasta agotar su ingreso. Los pagos que realiza el agente-consumidor son el ingreso del agente-empresa. A media que el saldo monetario del agente consumidor se agota se aumenta el saldo monetario del agente empresa. La cantidad total de dinero circulando en esta economía es M = 100.

El valor total de las transacciones es de 200. En efecto, la empresa paga al consumidor 100 por la venta de servicios productivos y estos pagan a la empresa 100 cuando adquieren bienes de consumo. Por tanto: PT = 200.

Por otra parte, al principio del período el agente consumidor tiene 100 de dinero y al final 0. Por tanto su saldo medio es de 50. El agente empresa al principio del período tiene 0 y al final tiene 100. Por tanto su saldo medio es 50. El saldo nominal medio o encaje nominal de ambos agentes es 100.

La demanda real de dinero del consumidor es la relación entre su saldo nominal (50) y el ingreso monetario que recibe (100). Por tanto, su demanda real es Kc = 0,5.

La demanda real de dinero de la empresa es la relación entre su saldo nominal y el ingreso monetario que recibe. Por tanto, su demanda real es Ke = 0,5.

La demanda real de dinero de ambos agentes es la relación entre la suma de los saldos nominales de ambos (100) y la suma del ingreso nominal de ambos, que equivale al total de transacciones de la economía (200). Por tanto K = 0,5.

Así, podemos resumir las cosas de esta forma:

Llamaremos oferta monetaria a la cantidad de dinero circulando en la economía: Mo = 100. Mo es una variable exógena:

Llamaremos demanda de dinero el encaje nominal de ambos agentes: Md = 100. La demanda real de dinero es la relación entre el encaje nominal y el volumen total de transacciones. En el ejemplo, K = 0,5.

Por tanto se puede escribir las siguientes ecuaciones:

Mo = KPT ó Mo/PT = K

Ya podemos interpretarla como una condición de equilibrio. Lo cual significa que si Mo/PT es mayor o menor que K, se desencadenan reacciones que tienden a restablecer la igualdad. ¿Qué clase de reacciones? Naturalmente, reacciones de mercado, reacciones de oferta y demanda.

 

Gráfico 3



Antes de examinar con detalle el funcionamiento del efecto de encaje o saldo monetario, es conveniente, para fijar ideas examinar el funcionamiento de la economía de dos agentes suponiendo que modificamos la cantidad de dinero disponible y el patrón de pagos y gastos. Esto se presenta en la gráfica 4. La economía sigue teniendo un volumen total de transacciones PT = 200. Ahora el agente consumidor recibe su pago quincenalmente y como antes lo gasta uniformemente a lo largo de la quincena. Al mismo tiempo el agente empresario reconstruye su encaje. En estas condiciones es claro que el encaje nominal medio de cada uno de los agentes de 25 unidades monetarias, el encaje real es 0,25 de las transacciones y la velocidad de circulación es 4. La cantidad de dinero requerida se reduce a la mitad: Mo = 50. Si el período de pago es semanal el saldo nominal y el saldo real requerido se reduce a la mitad, la velocidad de circulación se duplica y la cantidad requerida de dinero es la mitad: Mo = 25. Todo ello para un mismo nivel de actividad económica.

Gráfico 4



IV.             El efecto encaje real.

Los agentes desean mantener un cierto nivel de liquidez; un encaje nominal que, dados el patrón de pagos y el nivel de actividad, guarda relación con el nivel de precios. Es el encaje real. La demanda de dinero de los agentes es el encaje medio que mantienen. A partir de Keynes la literatura de teoría monetaria considera tres motivos para demandar dinero o mantener encaje de dinero: motivo transacciones, motivo precaución y motivo especulación o liquidez. La demanda por transacciones resulta del conocimiento que los individuos tienen de las entradas y salidas de dinero asociadas a su actividad económica – compras, ventas, créditos, etc. - en un período de tiempo. La demanda por precaución es aquella que se hace para atender pagos que sin hacer parte del giro habitual de la actividad pueden presentarse eventualmente: una oportunidad de compra o la atención de una calamidad. Finalmente, la demanda especulativa es que la que se hace para aprovechar una oportunidad de inversión pueda presentarse. Las dos primeras demandas están asociadas al nivel de transacciones. La segunda al costo de oportunidad de tener un activo no rentable, el dinero, en lugar de uno rentable, un bono del gobierno o de una particular. Ese costo de oportunidad es el interés que se deja de recibir.

Cuando por cualquier razón – típicamente un cambio en la cantidad de dinero o en los precios monetarios – el saldo monetario real aumenta o disminuye con relación al nivel que el individuo considera conveniente; éste tratará de ajustarlo y eso sólo puede hacerlo comprando menos o vendiendo más o adquiriendo un crédito o realizando un préstamo. Es decir, el esfuerzo del individuo por ajustar su encaje o, lo que es lo mismo, los cambios en su demanda de dinero, se traducen necesariamente en cambios en su demanda neta de bienes o servicios o cambios en su demanda neta de créditos. Es de esta forma como el dinero ejerce su efecto sobre la actividad económica: esto es lo que se denomina efecto encaje real.

El efecto encaje real - o efecto saldo monetario o efecto riqueza, como también se le conoce – ha sido estudiado por un gran número de economistas. La razón es muy simple. Para que un cambio en la cantidad de dinero se traduzca en una variación de los precios nominales, es necesario que antes varíe la demanda monetaria. Y para que la demanda monetaria varíe es necesario que los agentes tengan algún motivo racional para comprar más o menos. Ese motivo racional es el que se explica con el efecto encaje real. En economía ninguna explicación es completa sino está asociada a la conducta racional de los agentes.

En la literatura el efecto encaje real se asocia al nombre del economista británico Arthur Cecil Pigou (1877 – 1959). Otros economistas lo han tematizado dando lugar a la identificación de diversos mecanismos por medio de los cuales se producen los cambios en las variables nominales de la economía. Esto se resume en la gráfica 5.  Vamos explicar sucesivamente esos mecanismos empezando por el efecto Pigou.

Gráfica 5
 



Supongamos, siguiendo a Pigou, que los precios nominales se reducen en una proporción cualquiera, permaneciendo inalteradas todas las otras variables reales y nominales. Al reducirse los precios los encajes nominales de todos los agentes se revalorizan, es decir, aumenta su poder de compra, de tal forma que el encaje real detenido en ese momento es mayor que el encaje real deseado. Los agentes sólo pueden reestablecer el equilibrio gastando más en toda clase de bienes y servicios. Todos los agentes actúan de la misma forma. Los precios tenderán a aumentar el proceso de ajuste de los encajes sólo se detendrá cuando los precios hayan retornado a su nivel inicial. Puede hacerse un razonamiento análogo suponiendo no una reducción de precios sino un aumento en la cantidad de dinero nominal (Se sugiere al lector hacer ese razonamiento).

Podemos denominar el efecto descrito como el efecto directo sobre el mercado de bienes. Esta idea se encuentra ya en autores antiguos como Cantillon y Hume. Existe un efecto indirecto por la vía de la tasa de interés. Este ha sido tematizado por muchos autores además de los referenciados en la gráfica 5. Nos limitaremos a esos tres.

Ante un cambio en la cantidad de dinero, los agentes pueden buscar ajustar su saldo mediante operaciones en el mercado de crédito. Tratarán de reducir su saldo prestando parte o la totalidad del exceso de dinero. Como la demanda de créditos está dada, esto debe provocar una reducción en la tasa de interés nominal. Algunos agentes al tener un costo menor de endeudamiento aumentarán sus compras de bines de consumo financiadas con crédito, este es el efecto Metzler. Los empresarios verán que con una tasa de interés menor algunos proyectos de inversión se hacen viables y aumentarán su demanda de bienes de capital. Esto es lo que pensaban Keynes y Wicksell. Esa demanda adicional provocará un alza de precios que solamente se detendrá cuando los precios alcancen el nivel de los saldos reales al nivel deseado por los agentes.

V.                Irving Fisher y la teoría cuantitativa.

Empezamos con Irving Fisher (1867-1947) porque su versión de la teoría cuantitativa y su teoría de la relación entre el interés real y el interés nominal son las generalmente acogidas en los manuales de economía y finanzas. En efecto, la teoría cuantitativa del dinero que se presenta en los manuales de macroeconomía tiene su origen en la obra de Irving Fisher “The Purchasing Power of Money”, publicada en 1911. En el prefacio a esta obra, Fisher indica que su objetivo es “reestablecer y ampliar la vieja teoría cuantitativa del dinero”. El punto de partida es la ecuación general de cambios. Fisher la construye de la siguiente manera:

“En toda compra-venta el dinero y las mercancías son equivalentes ipso facto; por ejemplo, el dinero pagado por el azúcar, es equivalente a la cantidad de azúcar comprada. En el conjunto de cambios de un año, el total de la moneda pagada tiene un valor igual al valor total de los bienes comprados. Tenemos una ecuación con dos miembros, de un lado el dinero, del otro los bienes. El lado del dinero es la cantidad de moneda pagada y que puede ser considerada como el producto de la cantidad de moneda por su velocidad de circulación. El lado de los bienes se compone del producto de la cantidad de bienes por sus precios respectivos”[22]

Sea M la cantidad promedio de dinero en circulación en un país determinado y V la tasa de recuperación del dinero en su función de contrapartida en el intercambio, es decir su velocidad de circulación. Sea P1, P2…Pn los precios de los bienes y Q1, Q2 …Qn  las cantidades cambiadas de cada uno de ellos. Podemos escribir:

MV = P1Q1 + P2Q2 +………..PnQn

MV = ∑PiQi

A esta formulación, que ya está implícita en el análisis clásico, Fisher la introduce dos modificaciones. Reemplaza los precios individuales por un índice ponderado de precios P y todas las cantidades por un volumen global de transacciones T. Adicionalmente, introduce otra forma de dinero además del efectivo: los depósitos bancarios transferibles de una cuenta a otra[23]. M´ es el volumen de esos depósitos y V´ su velocidad de circulación. Se obtiene así la conocida ecuación de cambios:

MV + M´V´ = PT

Esta es una identidad evidente que nadie pone en duda. Para pasar de esa identidad a una teoría del valor de la moneda es preciso establecer las relaciones que existen entre sus términos.

Imaginemos que se duplica la cantidad de efectivo[24], M. ¿Qué ocurre? Los precios de duplican, responde Fisher. Veamos por qué es así:

En primer lugar M´ también se duplica. Según Fisher la relación M´/M está determinada por las prácticas bancarias y es estable. Los bancos mantienen una relación constante entre el volumen de depósitos y sus reservas de efectivo[25] y los agentes económicos también mantienen una relación estable entre sus operaciones en efectivo y sus operaciones mediante depósitos[26].

Las velocidades de circulación V y V´ también permanecen constantes pues ellas dependen de factores tales como la densidad de población, la rapidez de los transportes, los medios técnicos y las costumbres de pago prevalecientes. Pero en todo caso, señala Fisher, no guardan relación alguna con la cantidad de dinero y depósitos en circulación ni con el nivel de precios[27].  Este es un punto fundamental porque si la velocidad de circulación es afectada por la variaciones en M o en P tota la teoría se derrumba. Como veremos más adelante al examinar la obra de Keynes buena parte de su argumentación se apoya en la negación del supuesto de que la velocidad de circulación es constante. Al respecto Fisher señala:

“…nadie ha formulado y, según parece no es posible formular, buenas razones que expliquen por qué las velocidad de circulación del efectivo o de los depósitos difieran según que la cantidad de moneda sea más o menos abundante” [28]

Queda, finalmente, T. Según Fisher, también permanece constante:

 “el nivel corriente de los negocios depende de la abundancia más o menos grande de recursos naturales y del desarrollo más o menos avanzado de las condiciones técnicas de producción”[29]

Con base en estos argumentos, el resultado es evidente. Al duplicarse M se duplica M´, permaneciendo constantes V, V´y T, es forzoso que los precios se dupliquen.

Fisher consideró que para el caso de una economía abierta y bajo patrón oro estricto, es decir, con tipos de cambio fijos, el alza de P tendría un efecto sobre M. Al elevarse los precios la balanza comercial del país se hace deficitaria lo que dará lugar a exportaciones de oro y plata reduciéndose por tanto la cantidad de efectivo, M. Esto hará que los precios se reduzcan en el país al tiempo que aumentan en el extranjero. Este es el mecanismo de ajuste de la balanza comercial, ya expuesto por Hume, que de forma alguna invalida las conclusiones de la teoría cuantitativa.   

Fisher admite, era muy buen economista para no hacerlo, la existencia de efectos transitorios que se producen antes de que se produzcan los efectos duraderos y de largo plazo. Cuando aumenta la cantidad de dinero:

“… los préstamos aumentan como consecuencia del retardo en el ajuste de la tasa de interés. Esta situación es ventajosa para los empresarios, cuyas demandas de crédito tienden a dar más extensión a la circulación de depósitos. A su turno esta extensión tiene a acentuar el alza de los precios lo cual refuerza el crecimiento de la velocidad de circulación, compensada, es verdad, en un cierta medida, por un crecimiento del volumen global de transacciones. Una vez que la tasa de interés ha alcanzado la tasa de crecimiento de los precios, que los préstamos y depósitos en los bancos han llegado al límite que les impone el estado de las reservas bancarias y otras condiciones, del hecho de que los precios dejen de aumentar, se sigue la necesidad de un nuevo ajuste. Aquellos que han dado a sus negocios una extensión exagerada, van a encontrar insoportables esas tasas de interés elevadas. De allí se siguen las quiebras que caracterizan las crisis. Se produce una reacción y un movimiento en el sentido contrario se produce. Cuando los precios empiezan a caer el proceso se acelera por razones exactamente inversas a las que operan en el sentido contrario”[30]

Para entender bien el anterior planteamiento es preciso examinar la teoría del interés de Fisher, quien consagró dos libros al tema, uno de 1907 y otro de 1930[31]. En primer lugar hay que entender la distinción entre tasa de interés real y tasa de interés real. Fisher la formula de la siguiente manera:

“Decir que la tasa de interés es del 4% significa que una cantidad de bienes que este año valen $ 100 equivale a una cantidad de bienes que el año próximo tendrán un valor de $ 104. En esta formulación se observa que los ´bienes´ no están expresados en sus propias unidades – libras, metros, galones, etc. – sino en términos de una medida de valor. Usualmente, el dinero es la medida de valor adoptada. Esas sumas de dinero, $ 100 y $ 104, se cambian nominalmente, pero en realidad son solo las medidas de los ´bienes´ que se intercambian. Cuando un hombre presta $ 100 este año con el propósito de obtener $ 104 el año siguiente, lo que él está sacrificando no son cien dólares de dinero sino una cantidad de bienes como alimentos, ropa, libros o viajes que tienen un valor de $ 100 con el propósito de obtener un año más tarde cierta cantidad de bienes que él desea y que tendrán un valor de $ 104. El hecho de que ambos conjuntos de bienes están expresados en dinero introduce un factor monetario en el problema del interés. El interés entendido como la prima por el intercambio entre el valor monetario de unos bienes presentes y el valor monetario de unos bienes futuros; no es por tanto un asunto sólo de bienes sino también un asunto monetario”[32].

Supongamos que alguien presta a otra persona 100 kilos de papas con el compromiso de recibir un año más tarde 110 kilos de papas. La tasa de interés asociada a esta transacción será del 10% y la podemos llamar “tasa de interés-papa” porque está expresada en las mismas unidades del bien transado. Si todos los bienes se prestaran en especie tendríamos tantas tasas de interés como bienes existen: tasa de interés trigo, tasa de interés casas, etc.  Keynes le dio el nombre de “tasa de interés propia” a la tasa de interés de un bien medida en términos de sus propias unidades[33]. Las llamaremos con Fisher tasas de interés reales.

El concepto central de la teoría del interés real es el de preferencia-temporal. Así como en la teoría de los precios la razón de intercambio de un bien por otro está determinada por la relación de sus utilidades según la apreciación subjetiva de los cambistas; el interés entendido como la razón de intercambio entre los bienes presentes y los bienes futuros surge también de un rasgo propio de la naturaleza humana de acuerdo con el cual la gente prefiere los bienes presentes a los bienes futuros. En lugar de bienes presentes y bienes futuros, Fisher prefiere hablar de ingreso (Income) entendido como un el flujo de disfrute derivado del uso o la posesión de un bien[34]. Todos los bienes proveen un flujo de ingresos entendido de esa forma. Es de la preferencia sobre un flujo de ingresos presente sobre un flujo fe ingreso futuro de donde surge el interés. Y es de la existencia de ese interés de donde surge la diferencia entre el valor presente y el valor futuro de un bien. De esta forma Fisher cree haber superado el razonamiento circular que implica deducir el valor del interés de la diferencia entre el valor presente y el valor futuro de los bienes en la medida en que dicha diferencia depende del interés[35].

La tasa de interés real depende de la magnitud de ingreso esperado, su distribución en el tiempo y la mayor o menor certeza de obtenerlo. La tasa de interés real de algunos bienes medida en sus propias unidades puede ser igual a cero o incluso negativa. Por ejemplo un bien perecedero que digamos se deteriora a una tasa anual de 10% puede ser prestado a una tasa de -10%. Si de 100 kilos de arroz guardados en un silo al cabo de un año sólo serán aprovechables 90; entregar esos cien kilos hoy a cambio de 90 o un poco más un año más tarde, equivale a prestarlos a una tasa de interés negativa. La razón por la cual no se observan tasas de interés negativas resulta del hecho de que los artículos perecederos no son usados como medida de valor. El dinero, la medida usual del valor, es durable y puede ser almacenado a bajo costo. Por esa razón la tasa de interés en términos de dinero o tasa de interés nominal nunca puede ser negativa. La tasa de interés real si puede serlo.

Supongamos un préstamo de 100 barriles de petróleo pactado a una tasa de interés de 10%. Si el precio del petróleo, $ 1 el barril, es el mismo hoy y dentro de un año, la tasa de interés será la misma en términos de petróleo y en términos de dinero: 10%. En efecto, si $ 100 hoy equivalen a 100 barriles de petróleo y $ 110 un año más tarde equivalen a 110 barriles de petróleo.

Tasa de interés petróleo = (110 barriles – 100 barriles)/100 barriles = 10%

Tasa de interés nominal = ($ 110 - $100)/ $ 100 = 10%

Supongamos ahora que el precio del barril de petróleo se incrementa en 20%. En ese caso, $ 100 equivalen hoy a 100 barriles de petróleo y $ 110*1,2 equivalen 110 barriles de petróleo un año después.

Tasa de interés petróleo = (110 barriles – 100 barriles)/100 barriles = 10%

Tasa de interés nominal = ($ 132 - $ 100)/$100 = 32%

La relación existente entre el interés y la apreciación implica que el nivel de la tasa de interés es relativo a la unidad de medida. Sea r la tasa de interés real o tasa de interés petróleo; i la tasa de interés nominal y ṗ la tasa esperada de incremento en el precio. La relación entre la tasa de interés nominal, la tasa de interés real y el incremento esperado de los precios, puede expresarse mediante la siguiente fórmula, conocida como la fórmula de Fisher:

i = r + ṗ + r* ṗ

Podemos ahora volver al problema del impacto transitorio de las variaciones de la cantidad de dinero sobre la actividad económica. En la fórmula de Fisher el ajuste de la tasa de interés nominal supone que los cambios en el nivel de precios son previstos perfectamente. Cuando los precios aumentan rápidamente y la tasa de interés nominal no se ajusta inmediatamente, se produce una reducción en la tasa de interés real y el consecuente incremento de la inversión característico de la fase expansiva del ciclo económico. En el período que media entre el incremento inicial de la cantidad de dinero y la elevación proporcional del nivel de precios, la moneda tiene un efecto sobre la actividad económica real. Este es el enfoque característico de la teoría monetaria neo-clásica el cual le permite explicar al mismo tiempo el efecto del dinero sobre la tasa de interés y sobre los precios. El primero es un efecto transitorio y de corto plazo; en tanto que el segundo es un efecto duradero y de largo plazo.

VI.             Knut Wickell y el mecanismo de la tasa de interés.

Knut Wicksell (1851 – 1926) es un economista sueco especialmente notable en el campo de la teoría monetaria y en el de las finanzas públicas[36].  La política monetaria practicada por los bancos centrales está basada, aunque muchos lo ignoran, en las teorías de Wicksell. La teoría moderna de la elección pública tiene también fundamento en sus trabajos de finanzas públicas.

Su teoría monetaria parte de una crítica de la teoría cuantitativa en su formas más simples que conducen a la idea de que el dinero es completamente neutral. Señala:

“…frecuentemente los economistas van demasiado lejos cuando suponen que las leyes económicas deducidas para una economía de trueque, pueden aplicarse sin calificaciones a las condiciones efectivas de la economía en las cuales la moneda interviene prácticamente en todos los intercambios y las inversiones o transferencias de capital. La máquina ideal funcionando sin fricciones y sin lubricante no se ha inventado todavía.”[37]

Wicksell rechaza el enfoque mecanicista de la teoría cuantitativa según el cual los cambios en la cantidad de dinero se traducen en cambios proporcionales en el nivel de precios y que, en consecuencia, la cantidad de moneda en circulación es irrelevante.

“Que una cantidad grande o pequeña de dinero puedan asegurar el desarrollo del mismo nivel de actividad si el precio de los bienes se eleva o se reduce proporcionalmente a esa cantidad es una cosa. Otra cosa es mostrar por qué tal cambio en los precios debe seguir siempre a un cambio en la cantidad de dinero y describir cómo se produce eso”[38].

Como muchos de sus contemporáneos, Wicksell se interesa por los efectos sobre la actividad económica del desarrollo del sistema bancario de reservas fraccionadas que permite la expansión de la oferta monetaria y del crédito de forma casi ilimitada.  

“El uso o el abuso de la moneda puede influenciar muy activamente los intercambios y las transacciones de capital. Por medio del dinero, por ejemplo por el establecimiento del papel moneda, es posible – y en realidad eso ocurre muy frecuentemente – destruir grandes volúmenes de capital y llevar la vida económica de una sociedad a una confusión desesperante.  Por otra parte, con un uso racional de la moneda es posible promover activamente la acumulación de capital real y la producción en general. No significa esto que la moneda y el crédito sean un sustituto del capital real; pero con su ayuda es posible facilitar el proceso de ahorro y la restricción al consumo presente que es la fuente de acumulación del capital real” [39]

Siguiendo a Wicksell, podemos distinguir entre una economía de crédito simple y una economía de crédito organizado. En la primera no existen bancos ni ninguna clase de intermediarios financieros. Los prestamistas y los prestatarios se relacionan directamente unos con otros para pactar las condiciones de los créditos. La tasa de interés depende del volumen de ahorro que se ofrece en el mercado y de la demanda de fondos de los inversionistas. El rasgo característico de una economía de crédito organizado es la aparición de un nuevo personaje, el banco, cuya presencia modifica radicalmente el mercado de crédito y la determinación de la tasa de interés. 

“Los bancos no son como las personas privadas, limitadas en sus préstamos por sus propios fondos, ni incluso por los medios puestos a su disposición por los ahorradores. Por la concentración en sus manos de los depósitos privados que son constantemente reaprovisionados por nuevas entradas a la misma velocidad en que se producen los retiros, ellos poseen un fondo de préstamos que siempre es elástico y que, bajo ciertas hipótesis, inagotable. Con un sistema de puro crédito, los bancos pueden siempre satisfacer una gran de demanda de préstamos a tasas sin embargo bajas”[40]

Ese es el rasgo fundamental de las economías modernas: la existencia de un sistema de crédito organizado que puede expandir la cantidad de dinero en circulación y la oferta de crédito de forma casi ilimitada. En esa economía la tasa de interés monetaria es fijada por el sistema bancario.

En una economía de crédito organizado y bajo un sistema de reservas fraccionadas las variaciones en la cantidad de dinero son el resultado de la expansión y contracción del crédito otorgado por los bancos. Todo cambio en la cantidad de dinero se traduce, finalmente, en un cambio proporcional en el nivel de precios. El objeto de la teoría monetaria es entender cómo se produce eso, es decir, entender el proceso mediante el cual se llega al resultado de la teoría cuantitativa. ¿Cuál es el mecanismo de transmisión del impulso monetario?

Para explicar el mecanismo de transmisión del impulso monetario, Wicksell distingue, de forma similar a Fisher, entre tasa de interés natural (también la llama real o normal) y tasa de interés bancaria o monetaria. Sobre esta última basta con decir que es la fijada por los bancos por los créditos que otorgan al sector real. Veamos la tasa natural:

“Existe una tasa de interés sobre los créditos que es neutra frente a los precios en el sentido de que a su nivel éstos no tienen ni aumentar ni a disminuir. Esa tasa es necesariamente la misma tasa de interés que se fijaría por la oferta y la demanda si no existiera dinero y los préstamos se efectuaran en la forma de capital real.  Esa esa es la tasa natural de interés”[41]

Es este otro texto Wicksell se sitúa claramente en el terreno de la tradición clásica y neo-clásica que concibe una economía sin moneda en la cual se determinan las variables fundamentales de la economía:

“Puede suponerse en teoría que el empresario presta en especie bienes de consumo a los capitalistas y que los gasta en el pago, también en especie, de salarios y rentas. Al final del período de producción, el empresario reembolsa el crédito tomando de su propio producto, sea directamente o después de haberlo cambiado contra otros bienes – suponiendo que los precios relativos no han cambiado. Si este procedimiento fuera adoptado por todos los empresarios que trabajan con capital prestado, la competencia haría nacer una cierta tasa de interés que debe ser pagada a los capitalistas en la forma de un bien u otro. El monto de esa tasa de interés sería determinado por la oferta y la demanda de capital”[42]

En otro texto Wicksell precisa que la tasa de interés en una economía no-monetaria se igual finalmente a la productividad marginal del capital. La tasa normal de interés es definida como “el beneficio realizado sobre el capital invertido el cual a su turno depende de la productividad y de la abundancia relativa del capital real, o mejor, en el lenguaje de la economía política moderna, de su productividad marginal”[43]

Recapitulemos:

1.      El método de Wicksell consiste en imaginar una economía no-monetaria para posteriormente examinar las consecuencias que se derivan de la introducción del dinero. Este es el enfoque dicotómico característico de toda la economía, clásica y neo-clásica.

2.      En ese mundo sin moneda la tasa de interés está determinada por la oferta y demanda de capital real y en definitiva corresponde a la productividad marginal del capital.

3.      El rasgo distintivo de la economía monetaria es la aparición de un nuevo agente: los bancos.  Los bancos pueden expandir la cantidad de dinero mediante el otorgamiento de créditos.

4.      En una economía monetaria la tasa monetaria está en su nivel natural cuando no se registran tendencias ni al alza ni a la baja en los precios. Es este situación la economía monetaria se comporta exactamente como la economía no-monetaria y la moneda es neutral.

De acuerdo con lo anterior, las divergencias entre la economía no-monetaria y la economía monetaria surgen de la divergencia entre la tasa de interés bancaria y la tasa de interés natural o normal.

Consideremos, inicialmente, una economía monetaria de crédito simple. En este caso, en el mercado de crédito oferente y demandante se relacionan directamente. El agente que por cualquier razón decide ahorrar parte de su ingreso puede elegir entre prestar su dinero a un tercero o emplearlo él mismo de forma productiva. Si el prestador no está dispuesto a pagarle por su ahorro monetario como tasa de interés por lo menos la tasa de rendimiento que él mismo puede obtener empleándolo como capital productivo, evidentemente el ahorrador preferirá la segunda alternativa. Por tanto, esas dos tasas – la tasa monetaria a la cual se otorgan los créditos y la tasa esperada de rendimiento del capital – no pueden deferir de forma significativa. Dada una cierta propensión al ahorro y una función de productividad marginal del capital, el mercado de crédito alcanza su nivel de equilibrio. ¿Qué ocurre si se presenta una perturbación? Para Wicksell esto normalmente ocurre por cambios en el rendimiento esperado del capital (innovaciones, nuevos mercados, etc.)

“Si las perspectivas del empleo de capital se hacen más prometedoras, la demanda aumentará y en principio excederá a la oferta; las tasas de interés aumentará y estimularán el ahorro y al mismo tiempo la demanda de los empresarios se contraerá hasta el punto en que un nuevo equilibrio sea alcanzado a una tasa de interés ligeramente más elevada”[44]  

Como la cantidad de moneda permanece inalterada, Wicksell supone que el ajuste en el mercado de crédito se produce sin afectar el nivel general de precios y alterando solamente los precios relativos. Al respecto señala:

“…la suma de ingresos en dinero excederá ordinariamente el valor monetario de los bienes de consumo anualmente producidos, pero el excedente ingresos – es decir, lo que es anualmente ahorrado e invertido en la producción – no engendra una demanda adicional de bienes presentes sino una demanda de trabajo y tierra para la producción futura”[45]

Consideremos ahora el caso de la economía de crédito organizado. Supongamos que los bancos fijan la tasa de interés bancaria a un nivel inferior a la tasa de interés natural.

“En principio el ahorro se desestimulará y por esta razón habrá una demanda incrementada de bienes y servicios de consumo presente (…) En segundo lugar, aumentarán las oportunidades de beneficio de los empresarios (…) La demanda por la producción futura de bienes aumentará (…) Los precios de los factores de producción se elevarán aumentando los ingresos de los trabajadores, los propietarios de tierra, etc. ”[46]

Este aumento en los ingreso se trasladará al mercado de bienes de consumo cuyos precios tenderán a aumentar.

“Naturalmente no es imposible que el alza de precios sea neutralizada, en cierta medida, por un aumento en la producción, por ejemplo, si anteriormente había desempleo o si los salarios más elevados conducen a horarios de trabajo más largos (...) Pero todas esas consideraciones son secundarias. En una primera aproximación podemos suponer que todos los recursos productivos están empleado plenamente, de tal suerte que una demanda acrecentada de moneda tomará la forma de una rivalidad entre los empleadores por el trabajo, las materias y los recursos naturales; lo cual conducirá a un aumento de sus precios e, indirectamente, como consecuencia del ingreso aumentado de los trabajadores y de los propietarios de tierra a un alza de precios de todos los bienes de consumo, además de la ocasionada por la disminución del ahorro”[47]

Esto es lo que se conoce como el proceso acumulativo de Wicksell. ¿Por qué se detiene? ¿Por qué los precios no suben de forma indefinida? Por dos razones.

La primera por los límites a la expansión del crédito que impone el régimen de patrón oro. En efecto, la oferta monetaria aumenta por la acción de los bancos. Cuando estos reducen su tasa de interés para estimular la demanda de crédito de los empresarios lo hacen en razón de que en el conjunto del sistema se ha presentado un aumento en las reservas de oro. La única forma de poner eso oro o el dinero convertible en circulación es bajar la tasa de interés. Sin embargo, la relación entre reservas y depósitos impone un límite a la expansión del crédito. Una vez alcanzado o superado éste los bancos tienen que limitar la expansión del crédito y esto sólo pueden hacerlo aumentando la tasa de interés.

La segunda razón tiene que ver con la realización de inversiones excesivas en proyectos que finalmente no permiten obtener el rendimiento esperado y ponen a los empresarios arriesgados en la imposibilidad de cumplir con los compromisos crediticios. Los incumplimientos y las quiebras se multiplican elevando el riesgo. Ante esto los bancos empiezan a limitar el crédito elevando las tasas de interés.

El proceso acumulativo también puede desencadenarse por un cambio en el rendimiento esperado de las inversiones, como consecuencia, por ejemplo, de una innovación. Cuando un cambio de este tipo se produce la tasa de interés real se eleva sin que se produzca un aumento inmediato de la tasa monetaria. “Un aumento de la tasa real – escribe Wicksell- no debe provocar inmediatamente un alza correspondiente en la tasa bancaria”[48]. En esas condiciones los empresarios aumentan la demanda de crédito y demanda recursos productivos destinados a las nuevas actividades. Los precios tienen a subir y los empresarios demandan nuevos créditos. Los bancos, por su parte, aumentan sus préstamos sin que crezcan correspondientemente los depósitos. La relación entre reservas y créditos tiene a disminuir, lo cual empieza a provocar un alza en la tasa bancaria. Si el alza es insuficiente, empiezan a aparecer lo que Wicksell denomina “las esperanzas exageradas de ganancias futuras”. A partir de algún momento “la demanda de créditos bancario supera en mucho el nivel normal y, para protegerse, los bancos pueden verse forzados a aumentar las tasa bancaria incluso por encima del nivel normal o natural. Esto ocurre con mayor razón si los signos de una crisis empiezan a aparecer, si la confianza se resquebraja y si el crédito de las grandes instituciones es el único aceptado”[49]

Tanto Wicksell como Fischer explican las fases de expansión y contracción propias del ciclo económico como un resultado de la elasticidad de la oferta monetaria propia de un sistema bancario de reservas fraccionadas. La conclusión que se sigue para la política monetaria es evidente. Como la tasa de interés bancaria está en su nivel natural cuando no se presentan tendencias inflacionarias o deflacionarias, la política que deben seguir los bancos es elevar la tasa de interés bancaria cuando los precios muestran tendencia al alza y reducirlas en caso contrario.

 

Bibliografía

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Wicksell, K. (1934). Lectures on Political Economy. Routledge. London.

 

LGVA

Marzo de 2014.




[1] Keynes, J.M (1936, 2000). Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero. Fondo de Cultura Económica, México. Página 260.
[2] Mankiw, N.G. (2006, 2010). Macroeconomía. Antoni Bosch, Editor; Mayol Ediciones S.A. Bogotá.
 
[3] R. C. Hawtrey escribió lo siguiente: “...la noción de moneda como la de cuchara de té o paraguas, pero contrariamente a la de temblor de tierra o botón de oro, pertenece al grupo de nociones que se definen antes que nada por la función...” Citado por Pascallon, Pierre (1985) Theorie Monetaire. Les éditions de l´epargne. Paris, 1985. Página 11.
[4] Sobre este tema un pequeño texto de agradable lectura es el de Jozsef Robert, Historia del dinero. Ediciones Raza, Madrid, 1973.
 
[5] Menger, Carl. (1871). Principios de economía política. Editorial Folio, Barcelona, 1996. Página 228.
 
[6] Ídem, páginas 231 – 232.
 
[7] Marx, K. (1867). El Capital. Citado por Benetti, Carlo. (1990) Moneda y teoría del valor. Fondo de Cultura Económica, México, 1990. Página 60.
 
[8] Galiani, F. (1751). Della Moneta. Citado por Benetti, Carlo. (1990) Moneda y teoría del valor. Fondo de Cultura Económica, México, 1990. Página 60.
 
[9] Menger, Carl. (1871). Principios de economía política. Editorial Folio, Barcelona, 1996. Página 228.
 
[10] Ídem, página 248.
 
[11] Escribe Heródoto: “Las maneras y costumbres de los lidios no difieren esencialmente de las de Grecia (...) Son el primer pueblo de que se tiene noticia de que acuñó oro y plata en monedas...”. Citado por Galbraith, J. K. (1975,1983). El dinero. Ediciones Orbis S.A. Barcelona, 1983. Página 18.
 
[12] Menger, C. Op. Cit. Página 249.
 
[13] Menger, Carl. Op. Cit. Página 250.
 
[14] Galbraith, J. K. (1975,1983). El dinero. Ediciones Orbis S.A. Barcelona, 1983. Páginas 19 – 20.  
 
[15] Ídem, página 30.
[16] Se dice que fue el Banco de Amsterdam en primer banco de depósitos. El primer banco en emitir billetes estaba radicado en Suecia. Sin embargo, parece que fue en China donde se emitieron billetes por primera vez.
 
[17] El primer banco nacional de emisión fue el Banco de Inglaterra. Nació, a finales del siglo XVIII, como una institución privada a la que el gobierno le otorgó el monopolio de la emisión. La Reserva Federal fue creada en 1913 y el Banco de la República de Colombia en 1923.
 
[18] Clower, R. (1967). “A Reconsideration of the Microfundations of Monetary Theory” en Clower (compilador) Monetary Theory. Penguin Books, 1969.
[19] El valor de la moneda es el recíproco del precio monetario. Si una botella de vino tiene un precio de $ 50.000, el valor de la moneda en términos de vino es 1/50.000. En general, el valor de la moneda – su poder adquisitivo, es el inverso del nivel general de precios.
[20] Wicksell, K. (1934). Lectures on Political Economy. Routledge. London. T II, página 169.
 
[21] Wicksell, K. (1938). Interest and Prices. Citado por Patinkin, D (1959) página 438.
[22] Fisher, I. (1911). The Purchasing Power of Money. Macmillan, New York. Página 18.
 
[23] En el mundo de hoy serían los depósitos en cuentas corrientes y cuentas de ahorro que se transfieren por medios electrónicos.
 
[24] En 1911 rige el patrón oro y algunos países un patrón bimetálico oro-plata. El efectivo en circulación, M, está constituido por billetes convertibles en oro o plata a su presentación a una tasa fija. Por lo tanto, las variaciones en M están determinadas por las importaciones y exportaciones de esos metales, por la producción y uso no monetario de esos metales y por la acuñación y fundición de los mismos. En el mundo de hoy de moneda fiduciaria M está constituido por el dinero emitido por el banco central que esté en manos de los agentes o como reserva de los bancos. Es la llamada base monetaria.
 
[25] Este efectivo puede estar constituido por billetes de un banco central emisor o por especies metálicas. En la época en que escribe Fisher en muchos países no existían bancos centrales. En Estados Unidos el Sistema de la Reserva Federal fue creado en 1913. En la actualidad las reservas de efectivo están constituidas por el dinero emitido por el banco central.
 
[26] Escribe Fisher: “Cuando la caja comienza a vaciarse y la cuenta de depósitos es abundante, se gira un cheque; si ocurre lo contrario, se realiza un depósito. De esta manera la gente está siempre ajustando la forma de los medios de pago de que dispone. Un particular llena su porta-monedas con depósitos; un almacén minorista aumenta sus depósitos con el efectivo que va llenando su caja fuerte”. Fisher, Op. Cit. Página 56.
 
[27] Fisher, Op. Cit. Página 175.
 
[28] Ídem, página 177.
 
[29] Ídem, página 177.
 
[30] Ídem, página 88.
 
[31] The rate of Interest, el primero; The Theory of Interest, el segundo.
 
[32] Fisher, Irving (1907). The rate of interest, Macmillan, New York, página 77-78.
 
[33] Keynes, J.M. (1936). Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero.  FCE, México, Capítulo 17.
 
[34] “…income ultimately consists of the stream of consciousness”. Fisher, Op. Cit. Página 90. 
 
[35] Escribe Fisher: “No podemos estar satisfechos con la afirmación según la cual el interés es la prima incluida en el valor actual de un plantación de árboles sobre el valor futuro de esos mismos árboles, porque el valor de cada árbol depende de la tasa de interés a la cual se descuenta el ingreso futuro esperado de los árboles. Pero cuando el ingreso presente es comparado con el ingreso futuro, la cuestión es diferente porque el valor del ingreso no supone ninguna consideración del interés. Así, al reducir el problema de interés a una comparación de entre el valor de un ingreso disfrutable en el presente y en el futuro se supera la dificultad de hacer depender el interés de magnitudes que a su turno dependen de él” Op. Cit. Página 92. 
[36] Este último aspecto de su contribución a la economía se mantuvo relativamente ignorado hasta que fue “redescubierto” por los economistas de la Escuela de Virginia, James Buchanan y Gordon Tullock.  Las obras principales de Wicksell son: Interest and Prices; Lectures on Political Economy y Value, Capital and Rent.
 
[37] Wicksell, K. (1934). Lectures on Political Economy. Routledge. London. T II, página 6.
 
[38] Wicksell, K. (1934). Lectures on Political Economy. Routledge. London. T II, página 169.
 
[39] Wicksell, K. (1934). Lectures on Political Economy. Routledge. London. T II, página 6.
 
[40] Wicksell, K. (1934). Lectures on Political Economy. Routledge. London. T II, página 194.
 
[41] Wicksell, K. Interest and Prices. Página 102.
 
[42] Wicksell, K. Interest and Prices. Página 103.
 
[43] Citado en Marchal y Lecaillon. (1967) Les flux monátaires. Histoire des théories monétaires. Editions Cujas, Paris. Página 225.
 
[44] Wicksell, K. (1934). Lectures on Political Economy. Routledge. London. T II, página 193.
 
[45] Ídem, página 193.                             
 
[46] Ídem, página 194.
 
[47] Ídem, página 195.
 
[48] Ídem, página 206.
 
[49] Ídem, página 206.