Pensamiento Económico II – Lección II
Alfred Marshall y el análisis de oferta y demanda de
equilibrio parcial
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT
Consultor Fundación ECSIM
Economista, Docente Universidad EAFIT
Consultor Fundación ECSIM
I
Todo
estudiante de economía, aunque probablemente muchos lo ignoren, está
familiarizado con la obra de Alfred Marshall (1842-1924). Los diagramas de
oferta y demanda, que aparecen en todos los manuales introductorios, tienen su
origen en su obra principal, Principios de Economía[1],
que durante muchas décadas fue el texto de economía más empleado en el mundo
anglosajón[2].
La primera edición de los Principios es de 1890 y la octava, en vida de
Marshall, de 1920. En las sucesivas ediciones Marshall introdujo una creciente
cantidad de adiciones, aclaraciones y ejemplos buscando hacer accesible el
texto a un público amplio. Marshall creía firmemente que los principios y leyes
de la economía teórica debía servir de guía para la acción; razón por la cual
su comprensión, debía estar al alcance de los hombres de negocios, los
políticos y de toda persona educada.
“De conformidad con las
tradiciones inglesas, se entiende que la función de nuestra ciencia es recoger,
combinar y analizar los hechos económicos, aplicando los conocimientos
adquiridos por medio de la observación y la experiencia a la determinación de
los que han de ser, con toda probabilidad, los efectos inmediatos y finales de
los diversos grupos de causas; y se entiende que las leyes económicas son
manifestaciones de tendencias expresadas de modo indicativo y no preceptos
éticos de carácter imperativo. Las leyes y los razonamientos económicos no son,
en efecto, sino mera parte del material que toda ciencia humana y el sentido
común han de aprovechar para resolver los problemas prácticos y sentar las
reglas que puedan ser guía en los actos corrientes de la vida”[3]
Buscando
entonces llegar al público ilustrado y atender al mismo tiempo las exigencias
de rigor de sus pares, adoptó un método en el que se combinan la
exposición literaria, la presentación diagramática y la formulación matemática,
esta última en notas de pie de página y apéndices para no interrumpir el hilo
de la exposición. Con relación a la formalización matemática expresó cierto
escepticismo, señalando, en carta a su discípulo Pigou, que:
“… podría
descarriarnos, llevándonos a la persecución de juguetes intelectuales, de
problemas imaginarios que no tuviesen correspondencia con las condiciones de la
vida real, y además podrían deformar nuestro sentido de la proporción, haciendo
que descuidásemos factores que no podrían tratarse fácilmente mediante el
aparato matemático”[4]
II
La
economía clásica - de Smith, Ricardo y Mill - había desarrollado una teoría del
precio basada en las condiciones de producción. Por su parte, Menger y Jevons
pusieron el énfasis en la utilidad y la demanda del consumidor como
determinante fundamental del precio. Oponiéndose a Mill, Jevons expresa de forma tajante el papel determinante
de la teoría de consumo en la teoría de los precios. En efecto, Mill había
señalado:
“La economía política
no tiene nada que ver con el consumo de la riqueza, más allá de su
consideración de como algo inseparable de la producción o de la distribución.
No conocemos ninguna ley del consumo de la riqueza que sea materia de una
ciencia diferenciada, estas leyes no pueden ser otras que las del disfrute
humano”[5]
La
respuesta de Jevons es contundente:
“…es evidente que la
economía descansa sobre las leyes del disfrute humano, y que si esas leyes no
son desarrolladas por ninguna otra ciencia, deben se desarrolladas por los
economistas. Trabajamos para producir con el único objetivo de consumir, y las
clases y cantidades de bienes producidos deben determinarse con respecto a lo
que queremos consumir. Todo fabricante conoce y siente con cuánta aproximación
debe anticipar los gustos y necesidades de sus clientes: Todo su éxito depende
de ello. Y, de manera parecida, la teoría económica debe iniciarse con una
teoría correcta del consumo”[6]
Basta
con mirar cualquier manual de microeconomía para constatar que finalmente
prevaleció el punto de vista de Jevons. Ahora bien, ni Jevons ni Menger, quien
por supuesto sostenía el primado de la teoría de la utilidad y del consumo,
desarrollaron a partir de ésta una teoría explícita de la demanda de mercado.
Esto lo hará Marshall quien buscará conciliar el entonces nuevo punto de vista
con la tradición de los economistas clásicos más orientada hacia las
condiciones de producción o, lo que es lo mismo, al lado de la oferta.
La
divergencia teórica frente al problema de la determinación del precio entre el
enfoque clásico y el enfoque naciente de la utilidad marginal es fundamental.
En la economía clásica el precio natural está determinado exclusivamente por
las condiciones de producción; la demanda interviene en la formación del precio
de mercado el cual gravita en torno al precio natural al que se ajusta
finalmente. Esto equivalía a suponer que valor de los bienes de
consumo final, bienes de primer orden, estaba determinado por el valor de los
bienes que intervienen en su producción, bienes de orden superior. Para Menger
la causalidad era exactamente la inversa:
“…el valor de los
bienes de orden inferior en el momento actual no se rige por el valor de los
bienes correspondientes de órdenes superiores, sino que más bien, y bajo todas
circunstancias, el valor previsible del producto es el principio determinante del
valor de los bienes correspondientes de órdenes superiores”[7]
Jevons,
probablemente por estar más inmerso en la tradición inglesa la economía
política, reconocerá el papel de la oferta en la determinación del valor, pero
negando expresamente que fuese la causa del valor:
“Pero aunque el trabajo
nunca es la causa del valor, es en una gran proporción de los casos la
circunstancia determinante, y de la siguiente manera: el valor depende
únicamente del grado final de utilidad. ¿Cómo podemos variar este grado de
utilidad? Teniendo más o menos mercancía para consumir. ¿Y cómo conseguiremos
más o menos de ella? Gastando más o menos trabajo en obtener un suministro. De
acuerdo con este enfoque hay dos pasos entre el trabajo y el valor. El trabajo
afecta la oferta, y la oferta afecta el grado de utilidad, que gobierna el
valor o relación de intercambio. Para que no haya error posible sobre esta
crucial serie de relaciones, la formularé en forma tabular, como sigue: el
coste de producción determina la oferta; la oferta determina el grado final de
utilidad; el grado final de utilidad determina el valor”[8]
Ahí
está en germen, por así decirlo, la teoría precio basada en la interacción de
la oferta y la demanda. Pero será Marshall, no Jevons, quien la desarrolle. No
puede expresarse de forma más clara lo esencial de la teoría que como lo hace
Marshall:
“El valor normal de
toda cosa (…) se encuentra, como la piedra angular de un arco, en equilibrio
con relación a la fuerzas opuestas que actúan de los lados. Las fuerzas de la
demanda actúan de un lado; las de la oferta del otro…”[9]
III
La
teoría marshalliana del precio puede sintetizarse en tres proposiciones:
1. El
valor de cambio de un bien se determina por la acción conjunta y simétrica de
la fuerzas de oferta y demanda.
2. El
valor de cambio del bien y la cantidad cambiada (y producida) se determinan
simultáneamente por la acción conjunta de la oferta y la demanda.
3. El
valor del bien y la cantidad producida y cambiada se determinan en su propio
mercado; es decir, las fuerzas de oferta y demanda de un mercado son
independientes de las que actúan en otros mercados[10]. Esta
es la cláusula de Ceteris Paribus.
El
mercado se representa por dos relaciones funcionales distintas entre el precio
y la cantidad del bien. Una de ellas es la función de demanda, que relaciona la
cantidad demanda con el “precio de demanda”; la otra la función de oferta, que
relaciona la cantidad ofertada con el “precio de oferta”.
“-----el precio
requerido para atraer los compradores de una cantidad dada de una mercancía durante
un tiempo dado se denomina precio de
demanda; de la misma forma el precio requerido para inducir el esfuerzo de
producción necesario para la producción
de una cantidad dada de mercancía en un tiempo dado se denomina precio de oferta…”[11]
El
precio y la cantidad cambiada de equilibrio son aquellos a los que se igualan
el precio de oferta y el de demanda:
“La demanda (del
comprador) sólo es eficiente cuando el precio al cual el desea comprar se
iguala al precio al cual los otros desean vender”[12]
Gráfico 1
Todo
esto puede representarse con habitual diagrama de oferta y demanda o cruz de
Marshall. El punto A es el punto de equilibrio. Para que tenga sentido
económico es preciso sea el resultado de la acción combinada de las fuerzas de
oferta y demanda. Para ello es preciso que se cumplan tres condiciones:
1. Que
las curvas de oferta y demanda sean significativas en un sentido económico de
tal suerte que cuando el mercado de aleje del punto A se desencadenen fuerzas
que tiendan a reestablecer el equilibrio.
2. Que las desviaciones accidentales con relación al equilibrio sean
de amplitud marginal.
3. Que
el alejamiento del mercado del equilibrio no afecte ningún otro mercado. Para
ello es necesario suponer que las fuerzas equilibrantes en un mercado aislado
sólo operan para alejamiento marginales del punto de equilibrio. Marshall
escribió: “Las curvas habituales de
oferta y demanda solo tienen validez en la vecindad inmediata del punto de
equilibrio”[13].
Estas
observaciones equivalen simplemente a decir que los precios en la vecindad del
punto de equilibrio deben ser significativos para los agentes porque son esos
precios los que ponen en acción los cambios que llevan al equilibrio.
IV
Según
Gary Becker “el hallazgo más importante para la economía es la ´ley´ de la
pendiente negativa de la curva de la demanda”[14]. Marshall deriva la función de la demanda a
partir de la función de utilidad. Después de los trabajos de Hicks y Allen en
los años 30, la derivación de hará a partir de la curvas de indiferencia. Becker,
en la obra citada, prescinde la hipótesis de racionalidad y la deriva a partir
del principio de escasez.
Gráfico 2
Marshall
formula la ley de la demanda en los siguientes términos:
“Existe, pues, una ley
general de la demanda que puede expresarse así: cuanto mayor es la cantidad que
ha de venderse, tanto menor debe ser el precio al que se ofrecerá para que
pueda encontrar compradores; o, en otros términos, la demanda aumenta cuando el
precio baja y disminuye cuando el precio sube”[15]
La
derivación de esta ley de la demanda la desarrolla Marshall en el libro III de
los Principios. Veamos cómo lo hace:
El
punto de partida es un consumidor que tiene a su disposición un ingreso
monetario. El consumidor se enfrenta a un mercado de bienes de consumo cuyos
precios están determinados. El problema al que se enfrenta es el siguiente:
¿cómo gastar su dinero en los diferentes bienes? Se supone que del consumo o
uso de cada mercancía que adquiere el consumidor obtiene una “utilidad” cuya
cuantía es función de las cantidades adquiridas. Se supone que las mercancías
pueden adquirirse en cantidades muy pequeñas.
El
consumidor gastará su ingreso de forma que le proporcione la mayor utilidad
posible. Este es el postulado de racionalidad. La utilidad alcanzará su máximo
cuando el gasto marginal en cualquier mercancía le proporcione el mismo
incremento de utilidad. Si no fuera así, una transferencia de gasto a una
mercancía supondría una pérdida mayor de utilidad de la mercancía cuyo gasto
disminuye que no está compensada por el incremento de utilidad en la mercancía
cuyo gasto aumenta y, por lo tanto, la utilidad total disminuye. Si las
unidades de mercancías son muy pequeñas, puede despreciarse las diferencias de
utilidad marginal de dos unidades sucesivas de la misma mercancía, se concluye
que la utilidad total alcanzará su máximo cuando las utilidades marginales de
las diversas mercancías compradas son proporcionales a sus precios.
La
condición de equilibrio para el consumo de los diferentes bienes se expresa en
la conocida regla de la igualdad de las utilidades marginales de los bienes
ponderadas por sus precios:
U1/P1
= U2/P2
=………Ui/Pi
= Um (1)
Para
un bien cualquiera se tiene que:
Ui=
PiUm (2)
Donde
Um es lo que Marshall denomina la utilidad marginal del dinero o del ingreso. Con
este concepto Marshall se refería a la utilidad de un flujo de dinero en una
unidad de tiempo. El individuo distribuye el gasto de ese flujo de dinero en
los bienes que tiene a su disposición de tal suerte que la utilidad marginal
derivada del gasto marginal en cada uno de los bienes sea igual. Esta es la
utilidad marginal del dinero o del ingreso que se supone constante. Esto
implica que la relación que guarda la utilidad de una mercancía con su precio
es constante.
Supongamos
que el individuo ha alcanzado el equilibrio para todos y cada uno de los bienes
como se presenta en la expresión (1). Imaginemos ahora que el precio del bien
(i) disminuye. Inmediatamente, la igualdad (2) se convierte en desigualdad.
Para restablecer el equilibrio, el agente aumentará el consumo del bien (i)
hasta el punto en que la utilidad derivada de la cantidad adicional se reduzca
hasta igualar el valor de la utilidad marginal del dinero al nuevo precio. Si
imaginamos una nueva reducción del precio se producirá una nueva situación de
desequilibrio que llevará a un incremento de la demanda hasta que se
reestablezca el equilibrio al nuevo precio. De esta forma se obtiene la curva
de demanda a partir de la curva de utilidad como se ilustra en la gráfica 2.
Para
obtener ese resultado es necesario que la utilidad marginal del dinero
permanezca constante. Esto depende de varios supuestos ceteris paribus, a
saber:
·
El período de tiempo de
ajuste es muy corto.
·
Las preferencias del
consumidor no cambian.
·
No cambia la cantidad
de dinero disponible.
·
No hay cambios en los
precios de las demás mercancías.
·
El poder adquisitivo
del dinero permanece constante.
Pero
aún con todos estos supuestos no puede evitarse considerar el efecto que la
reducción del precio de (i) tiene sobre la cantidad de dinero disponible del
agente. Cuando baja el precio de un bien se produce un efecto sustitución que
hace que aumente su demanda. Pero al mismo tiempo el dinero disponible para
otros gastos aumenta a nivel del precio inicial lo que debe llevar a aumentar
la demanda de todos los demás bienes normales. Este es el efecto renta. Probablemente
es por esto que Marshall decía que la racionalización de la pendiente negativa
de la curva de la demanda aplicaba principalmente en el caso de “bienes poco
importantes” en el sentido en que representan una pequeña parte de los gastos
del consumidor. Frecuentemente Marshall recurrió al ejemplo de la demanda del
té.
Otro
problema asociado a la derivación de la curva marshalliana de la demanda – y en
general de toda la teoría del valor basado en la utilidad – tiene que ver con
la medida de esa utilidad. Veamos la forma en que Hicks plantea el asunto:
“En
cualquier teoría del valor es preciso poder definir qué entendemos exactamente
por un consumidor con determinadas
necesidades o gustos determinados.
En la teoría de Marshall (como en la de Jevons, Walras y los austríacos) determinadas necesidades se interpreta
en el sentido de una determinada función de utilidad, una determinada
intensidad de deseo de un conjunto de mercancías. Este supuesto ha parecido
inapropiado a mucha gente, y de la obra de Pareto se desprende que no es, ni
mucho menos indispensable. Es perfectamente legítimo definir el concepto de determinadas necesidades como una escala de preferencias dada; sólo
necesitamos suponer que el consumidor prefiere un conjunto de mercancías a
otro, sin que tenga sentido decir que deseas el primer conjunto 5% más que le
otro, ni nada que se le parezca”[16]
La
mayor parte de las dificultades de racionalización de la curva de la demanda fueron
superadas a partir del análisis de curvas de indiferencia desarrollado por
Hicks en la obra citada[17]. La
curva de oferta plantea problemas teóricos muchos más complejos. El economista
italiano Piero Sraffa llamó la atención sobre estas cuestiones en un par de
artículos publicados en 1924[18]
V
Para
ilustrar claramente el problema en cuestión, considérese la situación
presentada en la gráfica 3. Se tiene una función de oferta de rendimientos
constantes en la cual el costo no varía con la cantidad producida. Este tipo de
función de oferta es la que parece tienen en mente los economistas clásicos. Es
claro en este caso que el precio está determinado exclusivamente por la oferta.
Cualquiera sea la demanda el precio es el mismo. La demanda no interviene
solamente en la determinación de la cantidad. Cualquiera sea la cantidad el
precio es el mismo. En consecuencia, el precio no es un indicador de escasez.
Gráfica 3
Es
claro pues que para que la determinación del precio y la cantidad por la acción
simultánea de la oferta y la demanda como pretendía Marshall es preciso que la
curva de oferta sea una relación directa entre cantidad y precio. Es decir que
el costo aumente con la cantidad lo cual sólo ocurre en presencia de
rendimientos decrecientes.
Marshall
señala:
“Las tendencias de la
utilidad decreciente y de la productividad decreciente se fundamentan, la
primera en las características de la naturaleza humana, la segunda en las
condiciones técnicas de la industria”[19]
Es
claro pues que la validez de la teoría marshalliana depende de la hipótesis
sobre la curva de oferta. Marshall denomina esa hipótesis Ley de los
rendimientos no proporcionales. Veamos cómo se fundamenta.
La
oferta de la industria es la suma de las ofertas individuales de los diferentes
productores. La curva de oferta individual es la curva de costo marginal. Para
que exista una curva de oferta creciente es necesario que el costo aumente con
la cantidad producida.
El
costo de producción es el producto de una cantidad de un insumo por su precio:
Costo
de producción = Cantidad X Precio
El
costo de producción aumenta con la cantidad producida si al aumentar ésta se
eleva el precio de insumo y/o cantidad requerida para producir una unidad
adicional producto. Hay un efecto precio y un efecto cantidad. El efecto precio
debe ser descartado por la hipótesis de equilibrio parcial. Sólo queda pues el
efecto cantidad, lo cual lleva al tema del rendimiento.
A
diferencia de la utilidad marginal decreciente – fundamento la función de
demanda- que se deriva de un postulado
obvio sobre la naturaleza humana; la ley de los rendimientos no proporcionales
o de la productividad marginal decreciente, es de naturaleza empírica.
Marshall
pensaba que los rendimientos no proporcionales – crecientes y decrecientes-
pueden expresarse en una misma función. Los primeros, que también denomina
economías externas, se presentan en los niveles más bajos de producción, en
tanto que los segundos se presentan a niveles más altos. La curva de
rendimientos no proporcionales tiene la forma de una U.
Para
Sraffa el problema de los rendimientos no proporcionales que deben suponerse
para la determinación de la curva de oferta es su incompatibilidad con el
supuesto de equilibrio parcial. En efecto, las llamadas economías externas o
rendimientos crecientes resultan de un mejoramiento general de las condiciones
de producción en todos los sectores lo cual resulta incompatible con la
hipótesis de equilibrio parcial. Por su
parte, los rendimientos decrecientes que resultan de la mayor utilización de un
factor variable plantean el siguiente problema: si la industria emplea una
cantidad reducida del factor variable, la intensidad de la utilización de éste
sólo aumentará si el aumento de la producción es muy significativo; y si la
industria emplea una cantidad muy importante del factor en cuestión un aumento
en su utilización no puede hacerse sin hacer necesaria el traslado de esas
cantidades adicionales de otras ramas de producción: en ambos casos se trata de
una situación incompatible con el equilibrio parcial.
“En definitiva, por las
razones que se han expuesto, no puede existir, en un sistema estático de libre
competencia, y en la determinación de equilibrios parciales, curvas de costos
no proporcionales – salvo en casos excepcionales – sin que sea necesario
introducir hipótesis que contradicen la naturaleza misma del sistema (…) Las causas
de variación de los costos, extremamente importantes desde el punto de vista
del equilibrio general, deben ser consideradas necesariamente como
despreciables en el estudio del equilibrio parcial de una industria. Desde ese
punto de vista, que constituye sólo una primera aproximación a la realidad,
debemos admitir que las mercancías se producen generalmente a costos
constantes”[20]
Los
problemas asociados a la naturaleza de los rendimientos y, por consiguiente, a
la forma de las curvas de oferta derivaron luego en desarrollos particulares en
lo que se conoce como la teoría de las formas de mercado. Así, los rendimientos
crecientes, que dan lugar a una curva de oferta de pendiente negativa, están en
la base de la teoría del monopolio. Otras imperfecciones, como la referente a
los efectos de la publicidad y a la diferenciación de productos sustentan los
desarrollos de la competencia monopolística formulada en los años treinta por
Joan Robinson y Edward Chamberlin. Sin embargo en el terreno de la teoría pura
la concepción de los precios como indicadores de escasez condujo al desarrollo
de la teoría del equilibrio general.
Bibliografía.
Arrow, K.J. y Hahn, F.H. (1971). Análisis general competitivo. Fondo de
Cultura Económica, Madrid, 1977.
Becker, G.S. (1971). Teoría económica. Fondo de cultura
económica, México, 1977.
Deleplace, G. Theories du capitalisme: une introduction.
Paris, Maspero, 1981
Ekelund, R.B. y Hébert, R.F.
Historia de la teoría económica y su
método. Tercera edición. McGrau-
Hill, México, 2005.
Harcourt, G.C. (1971). Teoría del capital. Oikos-tau ediciones,
Barcelona, 1975
Hicks J. R. (1939). Valor y capital. Fondo de Cultura
Económica, México, 1974.
Jevons, W.S. La
teoría de la economía política. Traducción de Juan Perez-Campanero.
Ediciones Pirámide, Madrid, 1998.
Nasar, Sylvia. La
gran búsqueda. Una historia del pensamiento económico.
Marshall, A. Principles of Economics, 8ª edition,
1920, London, Macmillan, 1969.
Menger, C. Principios de economía política.
Ediciones Folio, Barcelona, 1996.
Sraffa, P. Ecrits d´économie politique, Paris, Economica, 1975.
Videos sobre Marshall:
LGVA.
Febrero
de 2014.
[1] Marshall,
A. Principles of Economics, 8ª
edition, 1920, London, Macmillan, 1969.
[2] Gary S. Becker, nobel de economía en 1992, señala: “El instrumento
analítico más importante que se ha inventado para simplificar la comprensión
del mundo económico es el análisis de oferta y demanda, que fue llevado a su
máximo desarrollo por Alfred Marshall”. Becker, G.S. (1971). Teoría económica. Fondo de cultura
económica, México, 1977. Página 17.
[4] Pigou,
A.C. Memorias. Citado en Ekelund, R.B. y Hébert, R.F. Historia de la teoría económica y su método. Tercera edición. McGrau- Hill, México, 2005, página 398.
[5] Mill,
J.S. Essays on some unsettled questions
of political economy. Citado por Jevons, W.S. La teoría de la economía política. Traducción de Juan
Perez-Campanero. Ediciones Pirámide, Madrid, 1998. Página 94.
[6] Jevons, Op. Cit. Página 95.
[7] Menger,
C. Principios de economía política.
Ediciones Folio, Barcelona, 1996. Página 136.
[8] Jevons, Op. Cit. Página 181.
[9]Marshall,
A. Op. Cit. Página 120.
[10] Esta es
la conocida cláusula de Ceteris Paribus: todo lo demás igual, hipótesis
fundamental del análisis de equilibrio parcial.
[11] Marshall,
Op. Cit. Página 118.
[12] Ídem,
página 80.
[13] Marshall,
Op. Cit. Página 384.
[14] Becker, G. S. Op. Cit. Página 23.
[15] Marshall, Op. Cit. Página 87.
[16] Hicks J. R. (1939). Valor y
capital. Fondo de Cultura Económica, México, 1974, página 11.
[17] Los
desarrollos de Hicks, como él mismo lo reconoce, están basados en el trabajo
del economista y estadístico ruso Yevgeni Slusky (1880 – 1948). El trabajo en
cuestión se titula “Sulla teoría del bilancio del consumatore” y fue publicado
en 1915 en la revista Giornale degli Economisti. Dice Hicks: “Este volumen es
la primera exploración sistemática del territorio que descubrió Slustky” Valor
y capital, página 13.
[18] Sraffa, P. Ecrits d´économie politique, Paris,
Economica, 1975. Se sigue la presentación del profesor Deleplace, G. Theories
du capitalisme: une introduction. Paris, Maspero, 1981.
[19] Marshall, Op. Cit. Página 170.
[20] Saraffa,
P. Op. Cit. Página 62.
[21] Johnson, H. (1973) The Theory of Income Distribution.
Citado por Deleplace. Op. Cit. Página 65.
[22] La
condición suficiente para este resultado es que la función de producción sea
homogénea a de primer grado con lo que se puede aplicar el teorema de Euler.
[23] Citado por Deleplace,
Op. Cit. Página 66.
[24] Citado en
Harcourt, G.C. (1971). Teoría del capital.
Oikos-tau ediciones, Barcelona, 1975. Páginas 26 – 27.
[25] Citado en Harcourt, G.C. (1971). Teoría
del capital. Oikos-tau ediciones, Barcelona, 1975. Página 26.
[26] Arrow, K.J. y Hahn, F.H.
(1971). Análisis general competitivo.
Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1977. Página 15.
No hay comentarios:
Publicar un comentario