Pensamiento
Económico II - Lección Introductoria
El
significado de la revolución marginalista
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Docente Universidad EAFIT
I.
Introducción
Revolución
marginalista, revolución neo-clásica o revolución jevoniana son los nombres con
los que se conoce el profundo cambio en el enfoque y en el método de la
economía que se produce en las tres últimas décadas del siglo XIX, al cual
contribuyeron un gran número de economistas de diversos países. Se trata, por
supuesto, de una revolución en el dominio de las ideas, es decir, de una
revolución científica, de la cual va a surgir el conjunto de proposiciones,
problemas, preguntas, enfoques y métodos de análisis que aún hoy conforman el
núcleo de la economía moderna en su corriente principal.
Usualmente se asocia el
inicio de esta revolución a la publicación de las obras fundacionales de
Jevons, Menger y Walras[1].
Sin embargo, como se verá, hay muchos autores y obras anteriores que
anticiparon buena parte de las contribuciones de los mencionados, los llamados precursores;
y muchos otros autores y obras posteriores que las desarrollaron, precisaron o
complementaron, los llamados epígonos.
En este documento se
presentan de forma general los elementos constitutivos de la revolución
marginalista o neo-clásica. Para su comprensión cabal, es decir, para entender
en qué sentido se trata de una “revolución” es necesario contrastarlos los
elementos característicos de la economía clásica para establecer en qué puntos
hay continuidad y en cuáles una ruptura. Esta contrastación se hará empleando
el esquema analítico desarrollado por el historiador de las ciencias Thomas
Khun, en particular sus conceptos de ciencia normal, paradigma, anomalías y
revolución científica.
II.
Ciencia
normal, paradigma, anomalías y revolución científica.
Las ideas que se
resumen a continuación fueron desarrolladas por el físico e historiador de la
ciencia Thomas Khun (1922-1996) en su obra Estructura
de las revoluciones científicas, publicada en 1962[2]. En
1969 se publicó una segunda edición en la que Kuhn añadió una Postdata donde
responde a sus críticos y precisa conceptos.
Kuhn propone una
interpretación de la historia del desarrollo científico que se opone a lo que
él considera es la interpretación tradicional. Esta interpretación tradicional
ve el desarrollo histórico de la ciencia como un proceso acumulativo en el
marco del cual los nuevos conocimientos se van adicionando a los adquiridos
mejorándolos o sustituyéndolos, en el caso de los definitivamente erróneos. Para
Kuhn, el desarrollo de esta clase se da efectivamente al interior de lo que él
denomina la “ciencia normal”. Sin embargo, además de este tipo de desarrollo
existe otra forma de desarrollo o avance de la ciencia que en lugar de mejorar
o perfeccionar los logros de la “ciencia normal” los cuestiona de forma radical
en sus fundamentos mismos y da lugar a otra “ciencia normal” erigida sobre
fundamentos que difieren de forma más o menos sustancial de los
anteriores. Se trata de “episodios
extraordinarios” que dan lugar a cambios en los “compromisos” constitutivos de
la “ciencia normal”. Eso es lo que Kuhn denomina “revoluciones científica”.
Para entender mejor el
planteamiento es necesario definir ciertos conceptos. Empecemos por el de
“ciencia normal”. Kuhn la define de la siguiente forma:
“...investigación
basada firmemente en una o más realizaciones científicas pasadas, realizaciones
que alguna comunidad científica particular reconoce, durante cierto tiempo,
como fundamento de su práctica posterior. En la actualidad esas realizaciones
son relatadas, aunque raramente en su forma original, por los libros de texto,
tanto elementales como avanzados. Esos libros de texto exponen el cuerpo de la
teoría aceptada; ilustran muchas o todas sus aplicaciones apropiadas y comparan
éstas con experimentos y observaciones de condición ejemplar”[3]
El núcleo de la formación
del economista está integrado por cuatro grupos de materias: cuatro o cinco
cursos de matemáticas; unos cuatro cursos de micro-economía; cuatro o cinco
cursos de estadística y econometría y tres o cuatro cursos de macro-economía.
Esto es así en todas la escuelas de economía. ¿Por qué es así?. Porque una
comunidad intelectual está de acuerdo en que eso es lo que define el oficio, su
práctica profesional y científica.
Pero el acuerdo de esa
comunidad intelectual va más allá y tiene que ver con el contenido mismo de la
enseñanza que se imparte en esos cursos o, lo que viene a ser lo mismo, con el
contenido de los libros de texto. Estos contenidos se refieren a las entidades
que componen el campo de estudio, a la forma en que interactúan esas entidades,
al tipo de preguntas que pueden plantearse legítimamente sobre su actuar y a
los métodos y técnicas que pueden emplearse para responderlas. Esto es lo que
Kuhn denomina un Paradigma. Un paradigma es pues un conjunto de proposiciones,
preguntas y métodos aceptados por una comunidad intelectual como el medio
idóneo para acercarse al entendimiento de un objeto de estudio. Así, la ciencia
normal no es otra cosa que el trabajo de los profesionales de un campo dentro
de límites establecidos por el paradigma.
Tomemos el caso de la
llamada micro-economía que es el núcleo de la teoría económica. En el centro
está la teoría del consumidor. El consumidor existe en el mercado por medio de
una función de demanda que se deriva a partir de ciertos postulados sobre su
conducta: la elección racional[4]. Dado
que ese consumidor es representativo de todos los consumidores, la función de
demanda de mercado es la simple agregación de las demandas de todos ellos. El
trabajo de la “ciencia normal” consistiría, por ejemplo, en la estimación,
mediante métodos econométricos, de los parámetros de las funciones de demanda
de ciertos bienes o servicios. También hace parte del trabajo en la “ciencia
normal” el estudio de mercados específicos para establecer el grado de
competencia que prevalece en ellos.
La macroeconomía
postula relaciones entre agregados económicos: el ingreso, la inversión, la
cantidad de dinero, etc. Hace parte del trabajo de la ciencia normal el estudio
teórico y empírico de los efectos que se derivan, por ejemplo, de un cambio en
la cantidad de dinero sobre los demás agregados económicos. Esos efectos
dependerán de si el cambio es o no anticipado por los agentes, de si el marco
de análisis es el corto o el largo plazo, de si la economía es abierta o
cerrada, etc.
El trabajo en la
“ciencia normal” da resultados que pueden ser más o menos consistentes con los
que se esperan de acuerdo con la teoría o teorías comúnmente aceptadas. O, para
decirlo en términos de Kuhn, resultados que son conformes con el paradigma
prevaleciente. Pero también se pueden obtener resultados que no encajan
completamente en el paradigma, a pesar de haber sido obtenidos con los métodos
experimentales o de razonamiento lógico aceptados en dicho paradigma. Esto es
la que Kuhn denomina “anomalías”. La
acumulación de esas “anomalías” empieza a generar entre los miembros de la
comunidad científica un creciente grado de insatisfacción con la teoría o las
teorías prevalecientes que da lugar líneas de investigación más o menos
heterodoxas, es decir, más o menos apartadas del paradigma dominante. Esas nuevas
investigaciones llevan a modificaciones parciales en el paradigma o a su sustitución
total por un paradigma teórico alternativo. En este último caso se estaría en
presencia de una revolución científica en el sentido de Kuhn.
De acuerdo con los
historiadores del pensamiento económico, a partir de 1870 y durante las tres
últimas décadas del siglo XIX, se habría presentado en el campo de la economía
una revolución científica en el sentido de Kuhn.
El historiador
neo-clásico, Mark Blaug, señala:
“...el
término revolución marginal se refiere al descubrimiento casi simultáneo, pero
completamente independiente, del principio de la utilidad marginal decreciente
como bloque de construcción fundamental de una nueva clase de microeconomía
estática realizado por Jevons, Menger y Walras a principios de 1870”[5]
Maurice Dobb,
economista marxista, prefiere el término de revolución jevoniana:
“Jevons
completó esa reacción contra Ricardo (...) implícita en una revolución que
lleva su nombre, y a la cual se lo asocia comúnmente; y aun cuando puede
decirse que Menger representó con más claridad y en forma más completa esa
ruptura con la tradición clásica, Jevons fue al parecer más consciente del
papel que estaba desempeñando al poner al tren de la ciencia económica de nuevo
sobre sus rieles, ya que Ricardo lo había dirigido tan perversamente hacia una
vía equivocad”[6]
Finalmente, la
expresión “economía neoclásica”, que al parecer se debe Veblen, resaltaría el
hecho de que en el nuevo enfoque podía discernirse elementos que estaban ya
presentes en la economía clásica.
“También
se conoce el marginalismo con el nombre de neoclasicismo, en un intento de
resaltar que el nuevo enfoque microeconómico tenía elementos e ideas que podían
vislumbrarse en el análisis clásico, como la aplicación del principio de la
utilidad marginal al lado de la producción y los costes, que tenía cierta
similitud con la ley de rendimientos decrecientes de la tierra y la teoría de
la renta ricardiana. Inicialmente, la mayoría de los autores que introdujeron
el nuevo método marginalista (...) lo diferenciaron del análisis clásico. (...)
creyeron estar proporcionando un método y un modelo teórico completamente nuevo
y que rompía con el sistema clásico anterior...”[7]
III.
Los
rasgos característicos de la economía clásica[8].
La expresión Economía
Clásica fue acuñada por Karl Marx (1818-1883) y adoptada de forma generalizada
en la historia del pensamiento económico. En términos puramente descriptivos y
cronológicos, se da el nombre de economía clásica a las ideas desarrolladas en
un conjunto de obras de economía publicadas entre 1773, año de publicación de La Riqueza de las Naciones de Adam Smith
(1723-1790), y 1871, año de publicación de la séptima edición de los Principios de Economía Política de John
Stuart Mill (1806-1873). Economistas clásicos son denominados los autores de
esas obras. Además de los mencionados, se reconocen como economistas clásicos a
David Ricardo (1772-1823), Thomas Robert Malthus (1766-1834), William Nassau
Senior (1790-1864), Jean Baptiste Say (1767-1832), Frédéric Bastiat (1801-1850)
y, a juicio de muchos autores, el propio Marx. También deben incluirse dentro
de esta escuela un conjunto de autores que podemos denominar economistas
clásicos contemporáneos o economistas neo-ricardianos encabezados por Piero
Sraffa (1898 – 1983) y sus discípulos entre los que se destacan Luigi Pasinetti
(1930), Pierangelo Garegnani (1930-2011) y Ian Steedman (1941).
Desde el punto de vista
analítico, siguiendo a Jean Cartelier, puede darse la siguiente definición de
la economía clásica:[9]
La economía clásica es
aquella que, partiendo de la existencia de un excedente físico, trata de
determinar el sistema de precios correspondiente a cierta norma o regla de
distribución que permite la reproducción de la economía considerada. Por su
parte la economía neo-clásica parte de la noción de factor de producción y
trata de determinar los precios de todos los bienes y de los servicios de los
factores de producción correspondientes al equilibrio de los agentes
económicos.
La economía estudiada
por los economistas clásicos puede caracterizarse por los siguientes atributos:
·
Propiedad privada de la tierra y los
medios de producción.
·
Economía mercantil y trabajo asalariado.
·
Existencia de un excedente físico de
producción.
·
Uniformidad de la tasa de beneficio.
Las dos primeras
características significan simplemente que se trata de una economía de mercado,
propiedad privada y trabajo asalariado; es decir, de una economía capitalista.
La tercera y la cuarta marcan la diferencia específica entre un sistema de
precios clásico y un sistema de precios neo-clásico. En efecto, afirmar que
existe un excedente físico implica suponer que las cantidades empleadas y
producidas son conocidas antes que los precios. Es decir, los métodos de
producción empleados - las cantidades físicas de insumos y productos de todas
las ramas de actividad- están dados antes de los precios. Adicionalmente, el
postulado de la uniformidad de la tasa de beneficio significa que la regla de
distribución es exógena al sistema de precios.
En el sistema de
precios neo-clásico se determina al mismo tiempo los precios y las cantidades
de todos los bienes y de los servicios de los factores de producción. En otras
palabras, se determina simultáneamente los precios y la distribución del
producto. La noción de factor de producción es ajena a la economía clásica así
como la noción de excedente es ajena a la economía neo-clásica.
La obra, Principios de
Economía Política[10], de
John Stuart Mill (1806 – 1873) es la expresión más madura y acabada de la
economía clásica. En muchos aspectos es el referente que tienen ante sí los
autores de la revolución marginalista. Por ello es pertinente presentar las
características de la economía clásica - que serán puestas en cuestión por
Jevons, Menger y Walras- a partir de algunos textos de los Principios. Veamos:
“...las
cosas tienden a cambiarse las unas por las otras a tales valores que permitan a
cada productor resarcirse del costo de producción con la ganancia ordinaria o,
en otros términos, que los precios se equilibren de manera que todos los
productores obtengan la misma tasa de ganancia sobre sus gastos. Pero para que
la ganancia sea igual cuando el gasto, esto es, el costo de producción, es
igual, las cosas tienen que cambiarse por término medio, en la misma proporción
en que se hallan sus costos de producción respectivos: las cosas que tienen el
mismo costo de producción tienen que tener el mismo valor. (...). Adam Smith y
Ricardo han llamado a ese valor de una cosa que es proporcional a su costo de
producción, su valor natural (o precio natural). Querían significar así el
punto alrededor del cual oscila el valor y hasta el cual tiende siempre a
volver; el valor central hacia el cual, según la expresión de Adam Smith, el
valor de mercado gravita constantemente y del cual toda desviación no es sino
una regularidad accidental, que, en el momento en que se produce, pone en juego
fuerzas que tienden a corregirla”[11].
Resumamos los puntos:
·
Estamos interesados en el precio
relativo o, lo que lo mismo, las relaciones de cambio de las mercancías entre
sí.
·
Postulado de uniformidad de la tasa de
ganancia – Distribución exógena.
·
Los precios de mercado gravitan en torno
a los precios naturales.
Tenemos entonces una
teoría del valor basada en el costo de producción: el del trabajo directo y el
de las materias primas e instrumentos que intervienen en la producción. Pero
estos su vez se descomponen en trabajo y materias e instrumentos. Así pues se
llega a la conclusión según la cual:
“el valor de las mercancías depende principalmente
de la cantidad de trabajo que precisa su producción...”[12]
El valor depende de la
cantidad de trabajo y no de la mayor o menor remuneración del trabajo, había
dicho Ricardo. Mill expresa el punto de la siguiente forma:
“El
valor de una cosa tiene que entenderse siempre en relación con alguna otra, o
con las cosas en general. Ahora bien, la relación entre dos cosas no puede
alterarse por ninguna causa que las afecte a ambas por igual. Un alza o una
baja general de los salarios es un hecho que afecta a todas las mercancías de
la misma manera y, por consiguiente, no ofrece ninguna razón para que el cambio
entre unas y otras se realice en distinta proporción”[13]
El valor está
determinado por la condiciones de producción de las mercancías y no por las
condiciones de demanda:
“...podemos
decir con absoluta corrección que el valor de las cosas cuya cantidad puede aumentarse
a capricho no depende (excepto accidentalmente y durante el tiempo necesario
para que se efectúe el ajuste de la producción) de la demanda y de la oferta;
por el contrario éstas dependen de aquel” [14]
Las reglas de la
distribución son exógenas:
“Las
leyes de la distribución, a diferencia de las de la producción, son en parte
obra de las instituciones humanas, ya que la manera según la cual se distribuye
la riqueza en una sociedad determinada depende de las leyes o las costumbres de
la época”[15].
La teoría clásica de
valor de acuerdo con la cual el precio relativo de las mercancías es
proporcional a las cantidades relativas de trabajo directo e indirecto
empleadas en su producción tenía una grave inconsistencia: el hecho de que los
precios relativos dejan de ser proporcionales a las cantidades de trabajo
cuando la relación capital trabajo es diferente entre las distintas ramas de la
producción, bajo el supuesto de una tasa de beneficio uniforme. Ricardo tenía
clara conciencia de esa dificultad:
“El
principio de que la cantidad de trabajo empleada en la producción de los bienes
determina su valor relativo, considerablemente modificado por el empleo de
maquinaria u otro capital fijo y duradero”[16]
Se abandona el supuesto
de que, por ser el producto de la misma cantidad de trabajo, el capital
empleado en todas las ramas tiene el mismo valor y la misma duración. Esto
entraña la siguiente consecuencia:
“Esta
diferencia en el grado de durabilidad del capital fijo, y esta variedad en las
proporciones en que ambas clases de capital pueden combinarse, introduce otra
causa, además de la cantidad mayor o menor de trabajo necesario para producir
los bienes, para las variaciones de su valor relativo: dicha causa es al
aumento o reducción del valor del trabajo”[17]
Veamos la expresión
analítica de esta proposición. Supongamos que la mercancía A requiere para su
producción, además del trabajo directo La,
el empleo de un capital producido en el período anterior con un trabajo Lao.
Ese capital tendrá un precio igual a LaoW*(1+r).
En estas condiciones, el capital avanzado para
la producción de A incluye los salarios del período y el valor de ese capital
producido en el período anterior. La ecuación del precio de la mercancía A
tiene la siguiente expresión:
Pa
= [(1 + r)* LaoW + LaW]*(1 + r) (1)
Supongamos ahora una
mercancía B en cuya producción interviene sólo trabajo directo. El precio de
esa mercancía está dado por la siguiente ecuación:
Pb= Lb*W
+ r* Lb*W =
(1 + r)* Lb*W (2)
Así las cosas, el
precio relativo de A en términos de B o, lo que es lo mismo, el valor de cambio
de A por B, viene dado por la siguiente expresión:
Valor
de cambio de A por B = Pa /
Pb
= [(1
+ r)* Lao + La]/Lb (3)
El valor de cambio o
precio relativo de los bienes depende ahora de las condiciones de producción de
las mercancías – cantidades trabajo directo e indirecto empleado en su
producción – y del nivel de la tasa de ganancia. En esto consiste la “modificación” de la que habla Ricardo.
Este resultado es
desastroso para la pretensión teórica de establecer una relación inversa
precisa entre los salarios y las utilidades. No obstante, Ricardo aparentemente
minimiza su importancia:
“…el
lector observará que esta causa de variación de los bienes produce efectos
relativamente leves (…) los mayores efectos que podrían producirse sobre los
precios relativos (…) no podrían excedes del 6% ó 7% (…) no ocurre los mismo
con la otra principal causa de la variación del valor de los bienes, o sea el
aumento o la disminución de la cantidad de trabajo necesario para producirlos”[18]
En Marx encontraremos
un problema análogo al que enfrenta Ricardo: la incompatibilidad entre la
teoría del valor trabajo y la regla de la uniformidad de la tasa de beneficio. De
acuerdo con la ecuación (3), la determinación del valor de cambio de las
mercancías por las cantidades relativas de trabajo empleadas en su producción
sólo es válida cuando r = 0. Evidentemente esta es una situación sin ninguna
significación analítica que evidentemente no corresponde a lo que Ricardo
quiere demostrar: la relación inversa entre salarios y beneficios. Piero
Sraffa, discípulo de Ricardo, aportará una solución a este problema.
Mill encuentra y deja
el problema en el mismo estado en que lo había formulado Ricardo:
“De la desigual proporción en que se
diferentes empleos entras las ganancias en los anticipos del capitalista y, por
tanto, en los ingresos que precisa, se desprenden dos consecuencias por lo que
respecta al valor. La primera es que las mercancías no se cambian entre sí en
la proporción simple de las cantidades de trabajo que precisa su producción
(...) La segunda es que toda alza o baja general de las ganancias afectará los
valores. No elevándolos o bajándolos en general (...) sino alterando la
proporción en la que afectan a los valores de las cosas las desigualdades en el
tiempo durante el cual hay que pagar la ganancia”[19]
Esta es pues la
situación de la economía política clásica a mediados del siglo XIX: la teoría
del valor trabajo es incompatible con el postulado de la uniformidad de las
tasas de beneficio cuando las proporciones entre capital fijo y circulante
difieren entre las distintas ramas de producción.
IV.
La
revolución marginalista.
Ambas escuelas –
clásica y neo-clásica – parten de la misma concepción de la riqueza. La riqueza
está constituida por las cosas útiles, escasas y cuya obtención supone alguna
dificultad. Estas cosas son apropiables y se asignan, distribuyen y transfieren
mediante relaciones voluntarias de intercambio.
Explicar el valor de cambio de las mercancías es pues la cuestión
central de para la teoría económica. La revolución marginalista fue antes que
nada un ataque frontal contra el núcleo de la teoría económica tal como la
había desarrollado la economía clásica. No se trataba de una mejora o de un
cambio accesorio. Lo que se planteaba era una nueva forma de concebir la
economía desde su propio fundamento: la teoría del valor; y esto llevará a
cambios en las preguntas relevantes, en los métodos de investigación, etc. Es por ello que el surgimiento de la economía
neo-clásica ha sido interpretado como un cambio de paradigma al interior de la
teoría económica. Esto puede apreciarse mejor considerando los cambios más
significativos que supuso el marginalismo en el objeto, las preguntas y métodos
de la economía.
La cuestión central
tiene que ver, naturalmente, con la teoría del valor. El marginalismo supuso
antes que nada el desarrollo de una teoría del valor basada en la evaluación
individual o subjetiva; trasladando, por así decirlo, el énfasis del lado de la
oferta, característico de la escuela clásica, al lado de la demanda derivada
esta última los cálculos subjetivos del consumidor. Veamos algunos ejemplos de la forma como
Jevons, Menger y Walras expresaron este punto.
Dice Jevons:
“La
continua reflexión y la investigación me han conducido a la idea, algo
novedosa, de que el valor depende por entero de la utilidad. Las opiniones
prevalecientes establecen que es en el trabajo, más que en la utilidad, donde
se encuentra el origen del valor (...) Con frecuencia se encuentra que es el
trabajo el que determina el valor, pero sólo de una manera indirecta, al hacer
variar los grados de utilidad de una mercancía mediante el incremento en la
oferta”[20]
Ahora, Menger:
“El
valor de los bienes se fundamenta en la relación de los bienes con nuestras
necesidades, no en los bienes mismos. (...) el valor no es algo inherente a los
bienes, no es una cualidad intrínseca de los mismos, ni menos aún una cosa
autónoma, independiente, asentada en sí misma. Es un juicio que se hacen los
agentes económicos sobre la significación que tienen los bienes de que disponen
para la conservación de su vida y de su bienestar y, por ende, no existe fuera
del ámbito de su conciencia”[21].
Finalmente, Walras:
“La
escasez es la causa del valor de cambio (...) Son escasas las cosas útiles y
limitadas en cantidad (...) Los precios corrientes o precios de equilibrio son
iguales a las relaciones de las escaseces. Dicho de otra forma: los valores de
cambio son proporcionales a las escaseces (...) Dadas dos mercancías en estado
de equilibrio en el mercado sí, permaneciendo todas las demás cosas iguales, la
utilidad de una de ellas aumenta o disminuye para uno o más de los cambistas,
el valor de esa mercancía con relación al valor de la otra, es decir su precio,
aumenta o disminuye. Sí, permaneciendo todas las otras cosas iguales, la
cantidad de una de las dos mercancías aumenta o disminuye para uno o vario
cambistas, el precio de esa mercancía disminuye o aumenta”[22].
Los economistas
clásicos no ignoraron la utilidad ni el papel de la demanda en la formación de
los precios. Para todos ellos era algo evidente que sólo las cosas útiles y
cuya adquisición supone la realización de un esfuerzo son bienes económicos, es
decir, apropiables y objeto del cambio. Escribe Mill:
“Para
que una cosa tenga algún valor en cambio son precisas dos condiciones. Tiene
que tener algún uso; esto es (...) tiene que convenir a algún fin, satisfacer
algún deseo. Nadie pagará un precio o se desprenderá de alguna cosa que le
sirva para algo, para obtener una cosa que no le sirve para nada. Pero, en
segundo lugar, la cosa no sólo tiene que ser de alguna utilidad, sino que tiene
que haber alguna dificultad para obtenerla”[23].
Es posible encontrar
pasajes semejantes en Smith, Ricardo y todos los economistas clásicos. Todos
ellos sabían que la demanda depende de los gustos, modas, caprichos de los
consumidores. Es decir, que es algo evidentemente subjetivo. Considerar la
dificultad de producción como determinante del valor de cambio expresa algo más
profundo que la discusión un tanto trivial de si el valor es subjetivo u
objetivo. En equilibrio son una y otra cosa.
El punto de partida de
la economía clásica, hay que insistir en ello, es la existencia de un excedente
físico, por ello los métodos de producción deben ser conocidos antes que los
precios. El problema que resuelve el sistema de precios es la distribución de
ese excedente entre los agentes que concurren a su producción – capitalistas,
trabajadores y terratenientes – dada una regla de distribución: la uniformidad
de la tasa de beneficio que remunera el capital invertido en las diferentes
ramas de producción. Es por esa razón que los “precios naturales” o que
garantizan la reproducción de la economía están determinados exclusivamente por
las condiciones de producción o si se prefiere por la oferta. La demanda
interviene en la formación de los precios de mercado que se ajustan o gravitan
alrededor de los precios de producción. Lo que está en juego en la teoría del
valor, más que si este es subjetivo u objetivo, es toda una concepción del
sistema económico.
La estructura misma de
los Principios de Mill refleja claramente lo que es esa concepción para los
economistas clásicos. La obra se divide en cinco libros: la producción, la
distribución, el cambio, influencia del progreso de la sociedad sobre la
producción y la distribución y sobre la influencia del gobierno. Aquí interesan
los tres primeros. En el Libro I sobre la producción, ésta se examina desde un
punto de vista físico-tecnológico. En el Libro II sobre la distribución, Mill
profundiza en la idea según la cual las leyes de la distribución dependen de
las instituciones humanas. El punto de partida es la discusión sobre la
propiedad. Veamos las proposiciones fundamentales:
·
La leyes que y condiciones que rigen la
producción de la riqueza participan del carácter de realidades físicas. En
ellas no hay nada arbitrario ni facultativo.
·
No sucede lo propio con la distribución
de la riqueza. Esta depende tan sólo de las instituciones humanas. La
distribución de la riqueza depende (...) de las leyes y costumbres de la
sociedad.
·
Nuestra atención se dirige en primer
lugar hacia aquella institución primaria y fundamental (...) la institución de
la propiedad privada[24].
Después viene una
discusión sobre el comunismo, los orígenes de la propiedad, las leyes de
herencias y otros asuntos. Más adelante a cada uno de los llamados requisitos
de la producción – tierra, capital, trabajo - que ha examinado en el libro I asocia
un propietario de suerte que “la comunidad industrial puede considerarse
dividida en terratenientes, capitalistas y trabajadores”[25].
Para cada uno de estos agentes su participación en la distribución del producto
está regida por una ley particular. Enunciemos para cada clase esa ley sin
preocuparnos de su validez:
·
Trabajadores- salario. “...los salarios
dependen de la proporción entre el número total de trabajadores y el capital u
otros fondos dedicados a la compra de trabajo”[26]
·
Capitalistas – ganancia. “Después de
tener en cuenta la parte atribuible a esas diversas causas de desigualdad (...)
la tasa de ganancia del capital tiende a igualarse en todos los empleos”[27]
·
Terratenientes – renta. “...la renta es
el efecto de un monopolio (...) La razón por la que los dueños de la tierra
pueden exigir una renta por la misma es que la tierra es una mercancía que
muchos necesitan y que nadie puede obtener si no es a través de ellos”[28]
Sólo después de haber
establecido estas “leyes de la distribución”, procede Mill, en el Libro III, el
cambio, pasa a estudiar la formación de los precios. Todo esto desaparece en la
representación más acabada de la teoría neo-clásica: el modelo walrasiano de
equilibrio general competitivo.
·
No existe nada semejante a la noción de
un excedente físico pues no hay forma de conocer las cantidades producidas ni
los recursos empleados en su producción antes de conocer los precios.
·
Desaparecen los agentes económicos
diferenciados por la ley que rige su participación en el ingreso. La
distribución se convierte en un caso particular de la teoría del valor: la
determinación del precio de los servicios de los factores productivos. El precio de los servicios de los factores
productivos está regido por una misma ley: la productividad marginal
decreciente.
·
El problema que resuelve el sistema de
precios no es ya el de la distribución de un excedente sino el de la asignación
de unos recursos dados en unos alternativos[29]. Esto
implica la introducción del principio de sustitución que no tiene equivalente
en el pensamiento clásico. En la teoría del consumo se asume que un conjunto de
bienes es sustituible a otro, en el de la producción que una combinación de factores
es sustituible a otra.
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Editorial – Ediciones Folio, Barcelona, 1996.
Éléments d´économie
politique pure ou theorie de la richesse sociale, Léon Walras publicada en 1874.
Existe traducción al español: Elementos
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Madrid, 1987.
[2]
Kuhn, Thomas (1962, 1971). La estructura de las revoluciones
científicas. Fondo de Cultura Económica, México, 1971.
[3] Kuhn (1962, 1971). Página 33.
[4]
En términos generales el
postulado de elección racional puede plantearse de la siguiente forma.
i)
El
agente tiene preferencias. Son esas preferencias lo que lo caracterizan y nada
más. Esto es válido para la madre Teresa de Calcuta o para Jack el destripador.
ii)
El
dominio de sus preferencias es un conjunto de acciones disponibles.
Dado el conjunto de acciones disponibles, el agente
elige racionalmente si no está a su disposición otra acción cuyas consecuencias
prefiera a la acción escogida.
Véase: Hahn, Frank y Hollis, Martin (1979, 1986). Filosofía y teoría económica. Fondo de
Cultura Económica. México, 1986. Páginas 12 – 14.
[5] Blaug, M. (1978, 2001). Teoría económica en retrospección.
Fondo de Cultura Económica. México, 2001. Página 319.
[6]
Dobb, Maurice. (1973). Teorías del valor y de la distribución
desde Adam Smith. Ideología y teoría económica. Siglo XXI Editores. Madrid.
1998. Página 185.
[7] Méndez Ibisate, Fernando. (2004) Marginalistas y neoclásicos. Síntesis
Editorial. Madrid, España, 2004. Página 12.
[8]
Véase: Vélez, L.G. (2012) Pensamiento Económico I. Lección VI.
Economía Clásica-Visión de conjunto. http://luisguillermovelezalvarez.blogspot.com/2012/09/pensamiento-economico-leccion-vi.html
[9] Cartelier, Jean. Excedente y reproducción. La formación de
la economía política clásica. Fondo de Cultura Económica, México, 1986.
Páginas 20 – 21 y 30 – 35.
[10]
Los Principios se
publicaron por primera vez en 1848 y alcanzaron 7 ediciones en vida de Mill, la
última de ellas en 1871. Rápidamente se convirtió en el texto empleado para la
enseñanza de la economía en Inglaterra. Mill no reclama para su obra mayor
originalidad, aunque no carece de ella. La obra tenía el propósito de resumir,
sistematizar y ordenar el conocimiento alcanzado. Puede decirse que los
Principios de Mill son el libro de texto de la economía clásica. En términos de
Kuhn: la exposición del paradigma clásico.
[11] Mill, J.S. (1948). Principios de economía política. Fondo
de Cultura Económica, México, 1978.
[12] Mill. Op. Cit. Página 403.
[13] Mill. Op. Cit. Página 404.
[14] Mill. Op. Cit. Página 401.
[15] Mill. Op. Cit. Página 45.
[16]
Ricardo, David. (1821, 1997). Principios de Economía Política y Tributación. Fondo de Cultura
Económica, México, 1997. Página 23.
[17] Ídem, página 23.
[18] Ídem, página 27.
[19] Mill. Op. Cit. Página 49.
[20] Jevons. (1871) The Theory of Political Economy. Citado
por Dobb, M. Op. Cit. Página 187.
[21] Menger, C. (1871). Principios de
economía política. Biblioteca de economía. Editorial Folio. Barcelona, 1996.
Página 108.
[22] Walras, L. (1900). Éléments d´économie politique pure ou
theorie de la richesse sociale. LGCJ. Paris. 1976. Páginas 99, 101 y 106.
[23] Mill. Op. Cit. Página 390.
[24] Mill. Op. Cit. Páginas 101 – 102.
[25] Mill. Op. Cit. Página 223.
[26] Mill. Op. Cit. Página 314.
[27] Mill. Op. Cit. Página 364.
[28] Mill. Op. Cit. Página 374.
[29]
Jevons escribió: “...el
problema económico puede formularse como sigue: dada una población con diversas
necesidades y posibilidades de producción, en poder de ciertas tierras y de
otras fuentes de recursos, debe determinarse el modo de distribuir el trabajo
de la mejor manera posible para dar la máxima utilidad al producto”. Citado por
Screpanti, E. y Zamagni, S. Panorama de
historia del pensamiento económico. Editorial Ariel, Barcelona, 1993.