El oligopolio
de los textos escolares
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Docente, Universidad EAFIT
Los textos escolares representan un 40% del mercado
del libro en Colombia, por número de ejemplares, y un 36%, por facturación. En
2012 se vendieron poco más de 15 millones de ejemplares por un valor cercano a los
220.000 millones de pesos, según reporta la Cámara Colombiana del Libro[1]. Esto
arroja un precio de unos $ 15.000 por ejemplar. Esta cifra es un tanto sorprendente cuando se
la compara con los precios efectivos al consumidor final. Debe haber problemas
en el reporte de la información o de lo contrario el margen de los
distribuidores sería insólitamente alto.
Del lado de la oferta, el mercado de los textos
escolares está integrado por unos cuantos productores. Cuatro de ellos –
Santillana, SM, Norma y Editorial Educar – abastecen un 70% del mercado. Las editoriales ofertan colecciones integradas
por textos para cada grado y grupo de materias: matemáticas, ciencias sociales,
lenguaje, ciencias naturales, etc. Los precios no difieren de un grado o de una
materia a otra: generalmente son los mismos para todos los textos de la
colección. La tabla muestra los precios
de los textos ofrecidos por las editoriales mencionadas en sus colecciones para
educación secundaria. No hay grandes diferencias. No parece haber competencia
de precios; tampoco de calidad: el contenido es el mismo, similar la
presentación. A las editoriales no les debe resultar excesivamente difícil repartirse
el mercado llegando a acuerdos con los directores de los colegios para que en
cada materia se exija a los alumnos adquirir un texto producido por determinada
empresa. De esta forma no hay competencia por los textos a nivel de consumidor
final: los alumnos o, mejor, sus familias. Se debe adquirir el texto indicado
en la “lista”, no otro.
Las editoriales han desarrollado también ingeniosas
prácticas para impedir la competencia de los textos nuevos con los textos
usados. Frecuentemente lanzan nuevas ediciones o nuevas colecciones que
supuestamente tienen un contenido diferente al de las anteriores. En la mayoría
de los casos se trata de cambios puramente cosméticos que son avalados por las
directivas de los colegios al exigir perentoriamente en la lista la última
edición o la nueva colección. También recurren a una práctica especialmente
odiosa como es la inclusión en el texto de ejercicios y cuestionarios que deben
ser respondidos sobre el mismo libro buscando de esta forma reducir las
posibilidades de reutilización. Otrora se instruía a los alumnos a hacer buen
uso de los libros de texto – no escribir en ellos, ni rayarlos - para que
pudieran ser usados de un curso a otro por sus hermanos o familiares. (En mi
familia, un venerable ejemplar del álgebra de Baldor sirvió a más de 10 cohortes
de hermanos y allegados). Ahora, las editoriales y los colegios, inducen a los
educandos a escribir sobre los libros de texto de suerte que al final de cada
curso no tengan destino distinto al tarro de la basura. Otra práctica ingeniosa
es la de dividir el texto en dos: el de estudio y el de ejercicios que se venden
en “combo”, naturalmente a un precio mayor que el del texto unificado. El
Ministerio de Educación que se complace en regular las matrículas hace poco o
nada frente al mercado de los textos escolares. Hace algunos años se habló de
la expedición de un catálogo de textos escolares que orientara su escogencia
por parte de los colegios. El proyecto se quedó en promesas. En Perú el
Ministerio de Educación difunde un catálogo textos.
No soy partidario de establecer un control directo
de los precios de los textos escolares. Pero si se pueden tomar medidas para
inducir un mayor grado de competencia en ese mercado. La primera de ellas
buscaría acabar con la segmentación del mercado prohibiendo a los colegios
exigir un texto de determinada editorial. En lugar de ello, para cada materia,
se daría un menú de 3 ó 4 opciones de textos ajustados a los programas
establecidos por el Ministerio de Educación. En segundo lugar podría
incentivarse la reutilización de los textos obligando a los colegios a incluir
dentro de las opciones solamente a aquellos que no incluyan ejercicios o
cuestionarios que obliguen a los alumnos a escribir sobre sus páginas.
Finalmente, aprovechando el abaratamiento de los dispositivos informáticos,
hacer que los alumnos tengan la opción de usar versiones digitales de los
textos escolares. Increíblemente, en Colombia, sólo el 1,5% de las ventas
corresponde a libros en soporte digital[2].
Aunque inicialmente estas medidas puedan afectar el interés del oligopolio, a
mediano plazo deberían llevar a un abaratamiento de los textos y a la
ampliación del mercado beneficiando de esta forma a los alumnos y sus familias
y al conjunto de la industria editorial.
Los padres de familia también podrían contribuir,
por medio de sus asociaciones, a hacer más competitivo el mercado y a reducir
los costos que deben asumir, obligando a las directivas de los colegios a
avanzar en la adopción de medidas como las propuestas. Deben impulsar la
creación de bancos de textos usados, la realización de ferias de cambio de
textos, la adopción de buenas prácticas en el uso de los libros y el avance en
los procesos de digitalización de la enseñanza.
LGVA
Enero de 2014.
[1]
Cámara Colombiana del
Libro. Estadísticas del libro en
Colombia. Informe anual 2012. Tabla 1. Cuadro resumen cifras del sector,
página 6. www.camlibro.com.co
[2]
Ídem, gráfico 24, página
Excelente entrada, parece que esas editoriales actuan como un cartel, deberian ser investigadas por la SIC o el gobierno deberia intervenir ese mercado. El gobierno deberia ademas proveer contenidos y entrar a competir con esas editoriales.
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