Pensamiento
Económico II- Lección VI.
Keynes
y el nacimiento de la macroeconomía moderna
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Docente Universidad EAFIT
I
John Maynard Keynes
(1883-1946) es uno de los economistas más reconocidos dentro y fuera de la
profesión. Al él debemos la división habitual de la disciplina en las dos
grandes áreas familiares a los estudiantes de economía del mundo entero: la
macroeconomía y la microeconomía. Esa división se inicia en efecto con su obra
más importante, Teoría General de la
ocupación, el interés y el dinero, donde expresamente escribió:
“La
división de la economía en teoría del valor y la distribución por una parte y teoría
del dinero por la otra es, en mi opinión, una separación falsa. Sugiero que la
dicotomía correcta es entre la teoría de la industria o firma individual y las
remuneraciones y distribución de una cantidad dada de recursos entre diversos
usos, por una parte, y la teoría de la producción y la ocupación en conjunto,
por la otra”. [1]
La Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero ocupó la
atención de la profesión durante más de cuatro décadas. Aunque en muchos
aspectos las teorías macroeconómicas más aceptadas en la actualidad distan de
forma apreciable de las de Keynes – y en muchos aspectos son un resurgimiento
de la teoría clásica que él criticó - la estructura analítica de la
macroeconomía y los problemas que se plantean siguen la tradición inaugurada
por Keynes. La crisis de 2008 y la lenta recuperación que la ha seguido, han
reavivado el interés por sus ideas promovido por economistas prominentes como
Krugman y Stiglitz[2].
Adicionalmente, un gran número de
economistas de diferentes países sostienen interpretaciones de las ideas de
Keynes que se apartan de la visión tradicional. Se les conoce con el nombre de
los post-keynesianos[3].
Cuando Keynes publica
la Teoría General es un economista
reconocido e influyente en el mundo de la academia y de la política. En 1913
publica una obra, India Currency and
Finance, sobre el patrón oro y el impacto de su adopción sobre la economía
de la India, que le da reputación como experto monetario. En 1915 se vincula al
Departamento del Tesoro, donde permanece hasta el final de la primera guerra
mundial. Hace parte de la delegación inglesa a la conferencia de Versalles
donde se negociaba el tratado de paz que puso término a la guerra. En 1919
publica el folleto The Economic
Consequences of the Peace donde ataca las condiciones impuesta a Alemania
por el Tratado de Versalles, argumentando que impedirán la pronta recuperación
económica de ese país y de toda Europa. Durante los años 20, Keynes se
desempeña como profesor en Cambridge, ocupándose especialmente de teoría y
política monetaria. En 1923 publica un libro titulado Tract on Monetary Reform en donde argumenta en favor de un manejo
más discrecional de la oferta monetaria en oposición al automatismo del patrón
oro. En 1930 publica su Treatise on Money,
su obra teórica más reconocida después de la Teoría General y donde, según el propio Keynes, se anticipan
algunas de las ideas fundamentales de esta última. Keynes fue también un
prolífico divulgador de las ideas económicas y participante en las discusiones
de política pública. En su obra Essays in
Persuasion de 1931 recoge parte de su producción en ese campo. Se interesó
también en la historia del pensamiento económico. En 1933 publicó sus Essays in Biography donde expone las
contribuciones a la economía de autores como Malthus, Marshall, Edgeworth,
entre otros. Después de la publicación de la General Theory of Employment, Interest and Money en 1936, Keynes adelanta
un intensa actividad literaria en defensa de las tesis de esta obra y una gran
actividad pública como asesor y representante del gobierno en diversas
negociaciones internacionales. En 1944 preside la delegación británica en la
conferencia de Bretton Woods, donde se definieron las bases del sistema
monetario internacional algunos de cuyos componentes persisten en la
actualidad. Keynes muere en 1946, a la edad de 63 años.
II
La obra de Keynes, como
la de todos los autores influyentes, está sujeta a múltiples interpretaciones. Su
obra toca los más diversos aspectos de la teoría económica. Por otra parte, La Teoría General (TG) es un libro complejo
y en ocasiones oscuro. Sin pretender que lo que se expone es “lo que realmente
quiso decir Keynes”, se presenta a continuación una síntesis de sus
planteamientos fundamentales tratando de seguir de forma estrecha el texto de
la TG.
La obra se presenta
como una crítica de la economía ortodoxa o economía clásica. Keynes utiliza la
expresión “economía clásica” en un sentido diferente al que habitualmente se le
da en la historia del pensamiento económico. Usualmente se distingue entre
economía clásica y economía neo-clásica. La distinción está basada en la teoría
de los precios. Para la primera, los precios relativos de las mercancías están
determinados por la dificultad de producción medida por las cantidades
relativas de trabajo empleadas en la producción. Para la segunda, es la utilidad
marginal de las mercancías la que determina las relaciones de intercambio.
Keynes no está interesado en esa distinción. Para él la economía clásica y
neo-clásica son una misma cosa con relación a la determinación del nivel
agregado de ocupación, que es el problema principal del que se ocupa en la TG.
Según Keynes, esa
economía clásica u ortodoxa está en desgracia[4] no
por su “superestructura, que ha sido elaborada con gran cuidado con por lo que
respecta a su consistencia lógica, sino
por la falta de claridad y generalidad de sus premisas”[5],
escribe en el prefacio a la TG. Las premisas o postulados de la economía
clásica son los que tienen que ver con la determinación del nivel agregado de
ocupación.
1.
El
nivel agregado de ocupación se determina exclusivamente en el mercado de
trabajo. Se supone que existe una función de oferta de
trabajo y una función de demanda de trabajo. La oferta de trabajo depende de la
población económicamente activa (PEA) y de la desutilidad del trabajo. No se
trabaja por placer. Para quien lo
realiza, el trabajo supone un sacrificio de ocio, de disfrute, en suma una
desutilidad. A mayor trabajo, mayor es
la desutilidad. Por tanto, es preciso que crezca lo que se recibe en cambio de
ese trabajo, es decir, el salario real, y que compensa esa desutilidad. Por
ello, la oferta de trabajo es una función creciente del salario real.
La
demanda de trabajo la realizan las empresas que buscan maximizar su beneficio.
El empleo de una unidad adicional de trabajo depende del su costo, salario
real, y del producto adicional que genera. De acuerdo con la ley de los
rendimientos decrecientes[6],
la productividad marginal del trabajo es decreciente. Por tanto, el empresario sólo empleará una
unidad adicional de trabajo si disminuye lo que debe pagar por ella, el salario
real. Por ello, la demanda de trabajo es una función decreciente del salario
real.
Existen
tantas funciones de oferta y demanda de trabajo como individuos y modalidades
de trabajo existen. De la agregación de todas ellas resulta el mercado total de
trabajo conformado por funciones de oferta y demanda que tienen las
características indicadas. El nivel de ocupación se establece en el punto donde
el producto marginal del trabajo iguala la desutilidad de ese nivel de
ocupación.
Se
sigue de lo anterior que de existir desempleo, éste sólo puede ser voluntario o
friccional. Voluntario: cuando uno o muchos trabajadores prefieren permanecer
desocupados por considerar que el salario real prevaleciente no compensa la
desutilidad del trabajo adicional. Friccional: cuando la tasa de destrucción de
empleo en actividades que declinan es superior a la tasa de creación de empleo
en las actividades que se expanden.
2. La ley de Say. Ahora
bien, los empresarios emplean trabajo y alquilan capital para producir bienes y
servicios que esperan vender en el mercado. Por bajo que sea el salario real,
es claro que un empresario no empleará trabajo adicional si no espera que el
producto adicional puede ser vendido rentablemente en el mercado. Es aquí donde
interviene el otro postulado fundamental de la economía clásica: la ley de Say.
A nivel de empresarios individuales se están presentando siempre situaciones en
la cuales la cantidad ofrecida de bienes y servicios determinados excede la
demanda. Al lado de ellos existirán empresarios cuyos productos tienen demandas
superiores a las cantidades ofrecidas. Esta es la situación normal de una
economía dinámica y puede dar lugar a situaciones de desocupación mientras se
producen los ajustes requeridos para llevar trabajo y capital de las
actividades declinantes a las actividades en expansión. Esto no es en forma
alguna incompatible con la teoría clásica.
La
idea de la ley de Say o ley de las salidas[7] se
refiere a la imposibilidad de que el valor de la producción total exceda el
valor total de los ingresos asociados a esa producción y por tanto exceda el
valor total de la demanda total por esa producción. Keynes lo enuncia de la
siguiente forma. “Que la oferta crea su propia demanda en el sentido de que el
precio de la demanda global es igual al precio de la oferta global para
cualquier nivel de producción y de ocupación”[8].
En otras palabras, la ley de Say excluye la imposibilidad de que se presente
una situación de sobre-producción total o, para expresarlo en términos de
Keynes, excluye la posibilidad de que se presente una deficiencia en la demanda
efectiva.
La
figura 1 presenta lo que Keynes llama los postulados de la economía clásica. En
el panel inferior se tiene el mercado de trabajo. Allí se determina el salario
real y el nivel de ocupación. Dado ese nivel de ocupación, se determina, con la
función de producción, el nivel de producción. En el panel superior se muestra
que la oferta y la demanda agregadas son iguales para cualquier nivel de
producción. Es decir que, a nivel agregado, no puede existir una insuficiencia
en la demanda que limite la expansión de la producción hasta el nivel de pleno
empleo de los recursos disponibles dada la tecnología existente.
Figura 1
3. La tasa de interés y el mercado de
capitales. Es un hecho que la gente no gasta en bienes de
consumo todo el ingreso que recibe de los empresarios por el alquiler de sus
servicios productivos. La genta ahorra – es decir, se abstiene de consumir –
parte de ese ingreso. Surge entonces la pregunta: ¿es ahorro no se traduce en
una deficiencia en la demanda total? No, es la respuesta de la economía clásica
a esta pregunta y se fundamenta en el funcionamiento del mercado de capitales.
La
teoría postula que la gente prefiere el consumo presente al consumo futuro:
preferencia por el presente. Para un individuo y para la colectividad en su
conjunto el ahorro tiene, por así decirlo, un costo sicológico que tiende a ser
mayor cuanto mayor sea dicho ahorro. Por esa razón sólo se estará dispuesto a
hacer un mayor sacrificio del consumo presente si la recompensa en término de
consumo futuro se acrecienta. Esa recompensa es la tasa de interés real. Por
tanto el ahorro, que es al mismo tiempo la oferta de bienes de capital, es
función creciente de la tasa de interés real.
Por
el lado de la demanda de bienes de capital están los empresarios. Su demanda de
bienes de capital o, lo que es lo mismo, la inversión que están dispuestos a
realizar, depende del rendimiento esperado. Aquí aparece una vez más la ley de
la productividad marginal decreciente: adiciones sucesivas al stock de capital,
dada la función de producción, se traducen en rendimientos menos que proporcionales.
De ahí que los empresarios sólo demandarán más capital si el costo de éste, la
tasa de interés real, disminuye. Por ello la demanda de bienes de capital, la
inversión, es una función decreciente de la tasa de interés real.
Se
tiene de esta forma todo el cuadro completo. El ahorro – abstención de consumo
– se transforma en inversión en el mercado de bienes de capital donde la tasa
de interés real iguala el ahorro deseado por los perceptores de renta con la
inversión deseada por los empresarios.
4. La teoría cuantitativa. Todo
el análisis anterior se ha desarrollado en términos reales. Sin embargo,
vivimos en una economía monetaria, es decir, en una economía donde los ingresos
se pagan en dinero, no en bienes, y los contratos se pactan también en dinero.
Surge entonces la pregunta obvia: ¿la existencia del dinero modifica los
resultados obtenidos en la economía real?. No, es la respuesta de la economía
clásica y dicha respuesta se fundamenta en la teoría cuantitativa. Esto remite
a las cuestiones de la dicotomía y la neutralidad del dinero ya expuestas en
lecciones anteriores. Aquí basta con recordad que se asume una oferta de dinero
exógena y que la gente demanda una cantidad real de dinero, es decir, la
requerida para cierto nivel de transacciones dado un nivel de precios. Si la
cantidad nominal de dinero aumenta, la gente buscará ajustar su encaje real al
nivel deseado y esto sólo puede hacerlo comprando más bienes y servicios. El
proceso sólo se detendrá cuando los precios nominales se eleven tanto que su
relación con la nueva cantidad de dinero sea exactamente igual al nivel deseado
del encaje real. En otras palabras, la demanda nominal de todos los bienes y
servicios es proporcional a las variaciones en la cantidad nominal de dinero.
Como
los préstamos se hacen en dinero y no en especie, lo que existe en el mercado
es una tasa de interés nominal y no tasas de interés reales. La teoría
cuantitativa es compatible con el hecho de que se presente divergencias entre
la tasa de interés nominal y la tasa de interés real, lo que puede dar lugar a
procesos acumulativos de expansión y contracción de la actividad económica,
analizados por Wicksell y otros autores. En la versión más estándar de la
teoría el efecto de las variaciones de la cantidad de dinero sobre la tasa de
interés se produce por la vía de su efecto sobre los precios, de tal suerte que
la tasa de interés nominal es la suma de la tasa de interés real y la tasa de
crecimiento de los preciso tal como se presenta en la conocida ecuación de
Fischer.
Figura 2
Ya todas las piezas del
rompecabezas están sobre la mesa y pueden ensamblarse en el esquema explicativo
de la teoría clásica que se presenta en la figura 2[9]. Esta
representación corresponde también a la forma en que se presenta la economía clásica
en los textos de macroeconomía como el del profesor Mankiw[10]. El
título de la obra de Keynes indica claramente a los aspectos de la teoría
clásica que son objeto de su crítica: teoría de la ocupación y ley de Say,
teoría del interés y teoría del dinero. Antes de abordar esta cuestión es
conveniente detenerse en el aspecto de consistencia entre las predicciones que
se derivan de la teoría clásica y el desempeño observado de las economías.
III
A lo largo de todo el
siglo XIX y hasta la actualidad, el desempeño observado de las economías
capitalistas en lugar de seguir una trayectoria más o menos uniforme de
crecimiento, de acuerdo con el crecimiento de la población y la acumulación de
capital, se caracteriza por fases expansión y contracción más o menos prolongadas
de las variables fundamentales: producción, precios, empleo, inversión, etc.
Las economías avanzan siguiendo una especie de trayectoria cíclica. En 1862,
Clement Juglar (1819-1905) publicó una obra notable, Las crisis comerciales y su reaparición periódica en Francia,
Inglaterra y Estados Unidos, en la que documentó estadísticamente que la
actividad económica de esos países había seguido una trayectoria cíclica en la
que se alternaban fases de expansión y prosperidad con fases de contracción y
crisis económicas. Estimó que el ciclo en cuestión tenía una duración – medida
de cima a cima o de sima a sima - de entre 8 y 10 años. Desde entonces se habla
del Ciclo de Juglar. Después del trabajo seminal de Juglar se realizaron y se
continúan realizando trabajos estadísticos cada vez más refinados sobre el
ciclo económico[11].
El desempeño cíclico de
las economías, en principio, no parece consistente con las predicciones de la
teoría clásica. En efecto, dada la población y la tecnología, el crecimiento de
la producción está determinado por la tasa de acumulación de capital y ésta por
la tasa de ahorro de la economía, como en el modelo de Solow. No hay ninguna
razón lógica – es decir, al interior del modelo de la economía - para suponer
que la tasa de acumulación esté sometida a grandes variaciones y menos aún que
éstas deben producirse de forma periódica como en los ciclos económicos.
Para conciliar las
predicciones del modelo con las observaciones, los economistas clásicos
recurrieron las variables exógenas del modelo: la oferta monetaria y la
tecnología. Surgen así las teorías monetarias del ciclo económico y las teorías
del ciclo económico real.
Figura
3
En una lección anterior
se examinó la contribución de Wicksell, probablemente el autor que ofrece la
presentación más coherente de la teoría monetaria del ciclo económico. Aquí
basta con referirse a la presentación de la teoría del ciclo económico real de
Schumpeter. Originalmente la expuso en su obra Teoría del desenvolvimiento económico, de 1912; la completó y
amplió, especialmente desde el punto de vista de las ilustraciones empíricas,
en el libro Los ciclos económicos,
publicado en 1939. Las innovaciones tecnológicas no se producen, como supone el
modelo de Solow, a una tasa constante. Las innovaciones económicas[12] son
cambios discontinuos en las funciones producción que dan lugar a estructuras de
costos desconocidas por el mercado, excepción hecha del innovador, quien puede
de esta forma apropiarse de beneficios extraordinarios resultantes de la diferencia
entre los costos y los valores reconocidos por el mercado. Según, Schumpeter,
las innovaciones se difunden mediante un proceso de imitación que da lugar a
las fases de expansión propias del ciclo económico. Las fases de contracción
serían la forma en que el sistema económico asimila las innovaciones con la
desaparición progresiva de los beneficios extraordinarios y el ajuste de los
precios a las nuevas estructuras de costos que se han generalizado. Así, las
fluctuaciones de la producción, el empleo, el consumo, la inversión, los
precios, etc. son la forma en que la economía se adapta a los cambios exógenos
que Schumpeter denomina innovaciones.
Así las cosas, en el
marco de la teoría monetaria y la teoría real del ciclo económico, las
fluctuaciones económicas en lugar de contradecir la teoría clásica la
confirmarían pues se trata de desajustes temporales de sistema, en cierta forma
inevitables, que se corregirían más rápidamente si el mecanismo de precios se
deja operar libremente y la política monetaria se ajusta para evitar las
expansiones exageradas de la actividad económica – las burbujas especulativas –
y las recesiones profundas.
IV
La teoría clásica de la
ocupación reposa sobre la idea según la cual el valor de la oferta global es
igual al valor de la demanda global para cualquier nivel de producción. A este
postulado Keynes opone el llamado principio de la demanda efectiva. Veamos su
formulación:
“El
bosquejo de nuestra teoría puede expresarse como sigue: cuando aumenta la
ocupación aumenta también el ingreso real de la comunidad; la psicología de
ésta es tal que cuando aumenta el ingreso, el consumo total crece paro no tanto
como el ingreso. De ahí que los empresarios resentirán una pérdida si el
aumento total de la ocupación se destinara a satisfacer la mayor demanda de
consumo inmediato. En consecuencia, para justificar cualquier cantidad dada de
ocupación debe existir cierto volumen de inversión que baste para absorber el
excedente que arroja la producción total sobre lo que la comunidad decide
consumir cuando la ocupación se encuentra a dicho nivel; porque a menos que
exista este volumen de inversión, los ingresos de los empresarios serán menores
que los requeridos para inducirlos a ofrecer la cantidad de ocupación de que se
trate. Se desprende, por tanto, que dado lo que llamaremos propensión a
consumir de la comunidad, el nivel de equilibrio de la ocupación, es decir, el
nivel que no induce a los empresarios a ampliar o contraer la ocupación,
dependerá de la magnitud de la inversión corriente. El monto de ésta dependerá,
a su vez, de lo que llamaremos el incentivo para invertir, que, como después se
verá, depende de la relación entre la curva de eficiencia marginal del capital
y el complejo de tasas de interés para préstamos de diversos plazos y riesgos.
Así, dada la propensión a consumir y la tasa de nueva inversión, sólo puede
existir un nivel de ocupación consistente con el equilibrio, ya que cualquier
otro produciría una desigualdad entre el precio de oferta global de la
producción en su conjunto y el precio de demanda global.”[13]
Ahí está la esencia del
asunto, pero hay que desentrañarla, por supuesto.
·
La demanda efectiva está integrada por
la demanda de consumo y la demanda de inversión.
·
La demanda de consumo – y por tanto el
ahorro – depende del nivel de ingreso por una ley psicológica fundamental que
Keynes denomina propensión a consumir. Obsérvese que el consumo no depende de
la tasa de interés, como ocurre en la teoría clásica. Esta es sin duda la
novedad del análisis de Keynes con relación a la teoría clásica. La tasa de
interés no juega ningún rol en la distribución del ingreso entre consumo y
ahorro. Por el contrario, será el nivel de producción e ingreso el que dependa
de esa distribución.
·
El nivel de producción depende de la de
la demanda efectiva.
Con esto elementos se
puede presentar el modelo keynesiano al nivel más abstracto, confrontándolo con
la ley de Say[14].
El gasto que absorbe la producción agregada, es decir, la demanda global (D),
es función del nivel del nivel de ocupación (N) y es siempre suficiente para
cubrir la totalidad de los costos de la producción global o lo que es lo mismo,
el valor de la oferta global (O), que es también función del nivel de
ocupación.
D = f (N)
O = g(N)
Con g´ = f´ = 1
Por tanto, la ley de
Say implica que: f(n) = g(n) para cualquier nivel de ocupación. Los costos de
producción son recuperados siempre a través de la venta de la producción. La demanda
nunca es insuficiente a nivel global.
Para romper con la ley
de Say, Keynes diferencia en dos componentes la demanda global:
D
= C
+ I
Un componente, C,
depende
del nivel de ocupación, el otro I no.
C
=
f1
(N)
I ≠ f (N)
Ahora bien, la relación
entre el consumo y el ingreso está regida por la ley de “la propensión al
consumo” según la cual cuando el ingreso crece el consumo lo hace también pero
en menor proporción, es decir, que 0 < f´1 <
1.
Esto significa entonces
que la demanda global D será igual a la oferta global (0) sólo para un nivel de
ocupación que puede ser o no el nivel de pleno empleo. Señala Keynes:
“Este
nivel no puede ser mayor que el de ocupación plena (...) pero no existe razón,
en general, para esperar que sea igual a la ocupación plena. La demanda
efectiva que trae consigo la plena ocupación es un caso especial que sólo se
realiza cuando la propensión a consumir y el incentivo para invertir se
encuentran en una relación mutua particular. Esta relación particular, que
corresponde a los supuestos de la teoría clásica, es, en cierto sentido, una
relación óptima; pero sólo puede darse cuando por accidente o por designio, la
inversión corriente provea un volumen de demanda justamente igual al excedente
del precio de la oferta global resultante de la ocupación plena, sobre lo que
la comunidad decidirá gastar en consumo cuando la ocupación se encuentre en ese
estado”[15]
Figura
4
La figura 4 presenta el
mundo clásico, regido por la ley de Say, el mundo keynesiano, regido por la
demanda efectiva. En el mundo clásico, el nivel de ocupación se determina en el
mercado laboral y dado este nivel de ocupación se determina la producción. En
el mundo keynesiano, la demanda efectiva determina el nivel de producción y de
ahí se derive el nivel de ocupación. Las flechas marcan el sentido de la
causalidad.
Ahora bien, la demanda
de inversión depende del incentivo para invertir que depende a su turno de la
relación entre la eficiencia marginal del capital, es decir, los rendimientos
esperados de la inversión y la tasa de interés que hay que pagar por los
préstamos que financian esa inversión. Dada la eficiencia marginal del capital,
el volumen de inversión depende de la tasa de interés. Pero en la medida en que
el ahorro no depende ya de la tasa de interés, no hay un mercado donde la
inversión – demanda de capital – se iguale al ahorro – oferta de capital – por
la vía del ajuste de la tasa de interés.
Antes de examinar los
determinantes de la tasa de interés, examinemos dos modelos keynesianos básicos
que también pueden denominarse modelos Keynes-Kalecki[16]. En
el primer modelo la inversión es exógena, en el segundo la inversión depende de
la tasa de interés.
En el primer modelo
presentado en la figura 5, el consumo (C) y por tanto el ahorro es función del
nivel de ingreso (Y) y de la propensión marginal al consumo β. Con 0 < β
< 1. El nivel de ingreso depende de
la demanda efectiva C + I. Dado que el consumo se determina en forma endógena,
el nivel de ingreso dependerá del gasto exógeno C* e I y del multiplicador
1/(1-β). La recta O representa la función de oferta global. A priori no hay
ninguna razón para que el punto en el que la demanda global intercepta la
oferta global sea exactamente en el nivel de ingreso de pleno empleo.
Figura
5
En la figura 6 se
introduce la función de inversión. La inversión depende de la eficiencia
marginal del capital y de la tasa de interés. La curva de eficiencia marginal
del capital (EMC) es simplemente la curva de las tasas de rendimiento asociadas
a diferentes niveles de inversión[17]. Dada
la EMC, el volumen de inversión depende inversamente de la tasa de interés. Es
importante anotar que la EMC es una expectativa. Esto significa que en lugar de
una curva única puede existir toda una familia de curvas de eficiencia marginal
del capital según el estado de las expectativas. De ahí surge la idea de la
inestabilidad de la inversión. Lo cual significa que una misma tasa de interés
puede dar lugar a diferentes niveles de inversión dependiendo del estado de las
expectativas o, en términos de la gráfica, de que la posición de la curva de
está más hacia la derecha. En todo caso, dada la EMC, el nivel de inversión, y
por tanto el nivel de producción, dependen de la tasa de interés.
Figura
6
En el mundo clásico, como ya vimos la tasa de
interés depende de la oferta y demanda de capital real. Es decir, de la función
de ahorro real y de la función de inversión real. En Keynes, la tasa de interés
es un fenómeno monetario. La tasa de interés de determina por la oferta y la
demanda de dinero. Aquí aparece otro concepto crucial en la teoría de Keynes:
la preferencia por liquidez. Esto supone romper con la teoría cuantitativa y
con el supuesto de la neutralidad del dinero. Las variaciones de la cantidad de
dinero no se traducen en variaciones proporcionales del nivel de precios.
Llevan a cambios en la tasa de interés y por esta vía en el nivel de inversión
y por tanto en el nivel de producción y empleo. Por esa razón el dinero no es
neutral.
La diferencia
fundamental entre la macroeconomía ortodoxa, la que se enseña en textos como el
del profesor Mankiw, y la llamada escuela pos-keynesiana radica en este punto.
Para la primera, las variaciones en la cantidad de dinero pueden tener efectos
sobre la tasa de interés y sobre la inversión temporales, de corto plazo. Pero
en el largo plazo la moneda es neutral y la economía está regida por los
postulados de la teoría clásica. Para los segundos, la economía capitalista es
siempre una economía monetaria, es decir, donde la moneda no es nunca neutral.
De hecho, para los pos-keynesianos, el análisis macroeconómico debe hacerse
todo en términos de flujos monetarios y es irreductible a un análisis en
términos reales.
Volvamos a Keynes para
ver la forma en que plantea el problema de la determinación de la tasa de
interés:
“Las
preferencias psicológicas de tiempo de un individuo requieren dos clases de
decisiones para realizarse por completo. La primera se relaciona con el aspecto
de preferencia de tiempo que he denominado propensión a consumir, la cual,
actuando bajo la influencia de varios motivos (...) determina la parte del
ingreso que consumirá cada individuo y cuanto guardará en alguna forma de poder
adquisitivo de consumo futuro.
Pero
una vez tomada esta decisión, le espera otra, es decir, en qué forma conservará
el poder adquisitivo de consumo futuro que ha reservado, ya sea de su ingreso
corriente o de ahorros previos. ¿Desea conservarlo en forma de poder
adquisitivo líquido, inmediato (es decir, en dinero o su equivalente)? ¿O está
dispuesto a desprenderse de poder adquisitivo inmediato por un período
específico o indeterminado, dejando a la situación futura del mercado la
fijación de las condiciones en que puede, si es necesario, convertir el poder
adquisitivo diferido sobre bienes específicos en inmediato sobre bienes en
general? En otras palabras, ¿cuál es el grado de su preferencia por liquidez
–cuando la preferencia por liquidez está representada por una curva del volumen
de recursos, valuados en dinero o en unidades de salarios, que deseará
conservar en forma de dinero en diferentes circunstancias?
Veremos
que el error de las teorías aceptadas sobre la tasa de interés está en que
intentan derivarla del primero de estos dos elementos constitutivos de la
preferencia psicológica de tiempo, menos preciando el segundo; u es este
descuido el que debemos tratar de enmendar.
Debiera
parecer evidente que la tasa de interés no puede ser recompensa al ahorro o a
la espera como tales; porque si un hombre atesora sus ahorros en efectivo no
gana interés, aunque ahorre lo mismo que antes. Por el contrario, la mera definición
de tasa de interés no dice, en muchas palabras, que la tasa de interés es la
recompensa por privarse de liquidez durante un período determinado; porque
dicha tasa no es, en sí misma, más que la inversa de la proporción que hay
entre una suma de dinero y lo que puede obtenerse por desprenderse del control
del dinero a cambio de una deuda durante un período determinado de tiempo”[18]
La figura 7 esquematiza
el planteamiento de Keynes. En el mundo clásico la preferencia por el tiempo es
una decisión entre consumo presente y consumo futuro y está determinada por la
tasa de interés. La tasa de interés garantiza, por otra parte, el equilibrio
entre ahorro e inversión para cualquier nivel de ocupación. Es el mecanismo por
medio del cual se garantiza la validez de la ley de Say. En el mundo keynesiano
la preferencia por el tiempo está determinada por la propensión al consumo, que
nada tiene que ver con la tasa de interés. Hay una segunda decisión: la de la
forma en que se mantendrá la parte del ingreso que no se consume. Ésta puede
tenerse en forma de poder adquisitivo inmediato – dinero, que no devenga
interés- o de otros activos menos líquidos – bonos o deudas que devengan
interés. Esta última decisión depende de la preferencia por liquidez y de la
tasa de interés. Así, la tasa de interés convierte en un fenómeno puramente
monetario.
Figura
7
La pregunta que surge
en este punto tiene que ver con las razones por las cuales un individuo
prefiera tener sus ahorros en forma líquida, que no reporta ningún rendimiento,
en lugar de tenerlo activos financieros o reales que sí lo reportan. En otras
palabras, ¿por qué existe algo como la preferencia por liquidez? Escribe
Keynes:
“...volamos
ahora hacia atrás y veamos por qué existe lo que se llama preferencia por
liquidez. A este respecto convendrá usar la vieja distinción entre el uso del
dinero para las operaciones de negocios corrientes y el que tiene como reserva
de valor. Por lo que respecta al primero de estos usos es evidente que vale la
pena sacrificar, hasta cierto punto, algún interés para aumentar la liquidez.
Pero dado que la tasa de interés nunca es negativa ¿por qué preferiría alguien
guardar su riqueza en una forma que rinde poco o ningún interés a conservarla
en otra que sí lo da (suponiendo, claro está, por el momento, que el riego de
pérdida es igual para un saldo bancario que para un bono)? (...) Hay una
condición necesaria sin la cual no podría haber preferencia por liquidez por el
dinero como medio para conservar riqueza. Esta condición es la existencia de incertidumbre respecto al futuro de la
tasa de interés...”[19]
Es este el aspecto sustancial
y a la vez más complejo de la Teoría General. A los motivos tradicionales para
demandar encajes monetarios – transacción y precaución – Keynes añade un
tercero, el motivo especulación que define como “el propósito de conseguir
ganancias por saber mejor que el mercado lo que el futuro traerá consigo”[20].
Es aquí donde interviene la noción de incertidumbre. Nadie puede conocer con
certeza la evolución futura de las tasas de interés[21].
Lo que existe es una diversidad de percepciones. Cada uno augura el porvenir a
su propia manera y toda aquel cuya percepción difiera de la opinión dominante
en el mercado puede estar tentado a guardar sus recursos en forma líquida a fin
de realizar un beneficio si su pronóstico es acertado. Los individuos deben
decidir entre conservar su liquidez y adquirir activos financieros, bonos del
gobierno, por ejemplo. Aquellos que esperan que las tasas de interés suban – y
por tanto el precio de los bonos baje – tenderán a conservar su riqueza en
forma líquida y serán vendedores en el mercado. Los que por el contrario
esperan que las tasas de interés bajen – y por tanto el precio de los bonos
suba – tenderán a deshacerse de su liquidez y serán compradores en el mercado. Es la incertidumbre sobre las tasas de
interés lo que genera la tendencia a preferir la liquidez, a conservar la
riqueza en forma líquida, la tendencia a atesorar.
Demos un paso más:
“La
tasa de interés – escribe Keynes – no es el precio que pone en equilibrio la
demanda de recursos para invertir con la buena disposición para abstenerse del
consumo presente. Es el precio que equilibra el deseo de conservar riqueza en
forma de efectivo, con la cantidad disponible de este último – lo que implica que
si la tasa de interés fuese menor, es decir, si la recompensa por desprenderse
de efectivo se redujera, el volumen total de éste que el público desearía
conservar excedería la oferta disponible y que si la tasa de interés se elevara
habría un excedente de efectivo que nadie estaría dispuesto a guardar. Si esta
explicación es correcta, la cantidad de dinero es el otro factor que combinado
con la preferencia por liquidez determina la tasa de interés en circunstancias
determinadas. La preferencia por liquidez es una potencialidad o tendencia que
fija la cantidad de dinero que el público guardará cuando conozca la tasa de
interés; de tal manera que si r es la tasa de interés, M la cantidad de dinero
y L la función de preferencia por liquidez, tendremos M = L(r). Tal es la forma
y lugar en que la cantidad de dinero penetra el mecanismo económico”[22].
Ya el cuadro está
completo. Para mayor inteligibilidad podemos suponer, sin pérdida de
generalidad, que la oferta monetaria varía exclusivamente mediante operaciones
de mercado abierto. Cuando el banco
central quiere expandir la oferta monetaria compra bonos o títulos de deuda en
el mercado secundario, haciendo que su precio se eleve y en consecuencia
haciendo descender la tasa de interés. Cuando quiere contraer la oferta
monetaria vende títulos que tiene en su cartera, haciendo que su precio baje y
suba en consecuencia la tasa de interés.
La figura 8 presenta lo
que sería el modelo de Keynes-Kalecki incorporando la preferencia por liquidez
y la oferta monetaria. En la figura de la izquierda se muestra la preferencia
por liquidez como función de la tasa de interés. En la derecha se incorpora la oferta
monetaria como variable exógena. La lógica es la siguiente: dada la preferencia
por liquidez, la oferta monetaria determina la tasa de interés; dada la
eficiencia marginal del capital, la tasa de interés determina el nivel de
inversión y, finalmente, dada la propensión al consumo, el nivel de inversión
determina el nivel de ingreso y por tanto el nivel de ocupación. El ahorro se
ajusta a le inversión por el mecanismo del multiplicador.
Figura
8
Finalmente, en la
figura 9 se presenta el esquema explicativo completo de la teoría keynesiana.
Figura
9
V
En la macroeconomía
ortodoxa contemporánea el análisis de Keynes se presenta bajo la forma del
modelo IS-LM. En el canon actual, la teoría clásica es la representación
adecuada del funcionamiento de la economía en su conjunto en el largo plazo. El
análisis keynesiano – en la forma del modelo IS-LM – permite estudiar las fluctuaciones
económicas de corto plazo. Esto es lo que se ha denominado la síntesis
neo-clásica[23].
El origen del modelo
IS-LM se encuentra en el artículo “Mr. Keynes y los clásicos: una
interpretación sugerida” publicado por J.R. Hicks[24]
en 1937[25]. Los
presentaremos brevemente.
El modelo IS-LM es un
modelo de equilibrio general. La economía está compuesta por 3 mercados: el
mercado de bienes y servicios, el mercado de bonos o activos financieros y el
mercado de dinero. En cada uno de esos mercados está definida una función de
oferta un una función de demanda. La condición de equilibrio global requiere la
igualdad de oferta y demanda en todos los mercados.
Como en todo modelo de
equilibrio general, si n-1 mercados están en equilibrio, el enésimo mercado
también lo estará. Por eso el modelo IS-LM se limita a dos mercados: el de
bienes y el de dinero. Equilibrio sobre este último mercado implica que el
mercado de bonos también está en equilibrio.
La especificación de la
funciones de oferta y demanda del modelo IS-LM se presenta en la tabla.
Y: producción o ingreso
global.
C: Consumo corriente,
con un componente autónomo y una componente dependiente del nivel de ingreso.
La propensión marginal a consumir es β.
I: Inversión total.
r: tasa de interés.
Mo: oferta de dinero.
Md: demanda de dinero o
preferencia por liquidez. Tiene dos componentes: L1: la demanda para
transacciones y L2: la demanda especulativa.
Las condiciones de
equilibrio sobre los dos mercados son:
Mercado de bienes: Y =
C + I ó S = I.
Mercado de dinero: Mo =
Md = L1 + L2
De la condición de
equilibrio sobre el mercado de bienes se deriva la curva IS:
Y = f (r) con f´< O.
Dada la tasa de interés
y la eficiencia marginal del capital se determina el nivel de inversión. El
multiplicador indica el nivel de renta requerido para que el ahorro sea igual a
la inversión. Así las cosas, la curva IS muestra la relación entre la el ingreso
y la tasa de interés que garantiza la igualdad entre el ahorro y la inversión.
Un aumento en la tasa de interés reduce la inversión y por tanto el nivel de
ingreso. Por esa razón la curva IS tiene pendiente negativa.
De la condición de
equilibrio sobre el mercado de dinero se deriva la curva LM:
Y = g (r) con g´> 0.
La curva LM muestra la
relación entre el ingreso y la tasa de interés que garantiza la igualdad entre
la oferta y la demanda de dinero. Dada la oferta de dinero, un aumento en
ingreso eleva la demanda de dinero, mientras que un aumento en la tasa de
interés tiende a hacerla disminuir. Por esa razón, la curva LM tiene pendiente
positiva.
Figura
10
El modelo IS-LM es
probablemente el modelo macroeconómico más popular y el artículo de Hicks
probablemente el más influyente en la macroeconomía. El modelo IS-LM se convirtió en la
presentación estándar de la teoría de Keynes. Y ésta se interpretó como una
aproximación acertada al funcionamiento de las economías en el corto plazo.
Bibliografía
Cuevas, H. (2007). Teorías económicas del mercado. Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 2007.
Delfaud, P. (1980). Keynes et le keynésianisme. Presses
Univeritaires de Frances, ¿Qué sais-je?. Paris, 1980.
Ekelund, R. y Hébert,
R. (2005). Historia de la teoría
económica y de su método. McGrawHill, México, 2005.
Hicks, J.R. (1937) “Mr.
Keynes y los clásicos: una interpretación sugerida” reproducido en Fellner y
Haley. Ensayos sobre la teoría de la
distribución de la renta. Aguilar, Madrid, 1961.
Kalecki, M. (1971) Ensayos escogidos sobre dinámica de la
economía capitalista. Fondo de Cultura Económica, México, 1977.
Keynes, J.M. (1936). Teoría general de la ocupación, el interés
y el dinero. Fondo de Cultura Económica, México, 2000.
Mankiw, N.G. (2006). Macroeconomía. Antoni Bosch, Editor,
S.A. Impreso en Colombia, Mayol Ediciones, S.A. 2010.
Piégay, P. y Rochon,
L.F. Editores. (2006). Teorías
monetarias poskeynesianas. Ediciones Akal, Madrid, 2006.
Screpanti, E. y
Zamagni, S. (1997). Panorama de la
historia del pensamiento económico. Ariel, Barcelona, 1997.
Schumpeter, J.A. (1912)
Teoría del desenvolvimiento económico.
Cuarta edición, Fondo de Cultura Económica, México, 1967.
LGVA
Abril de 2014.
[1]
Keynes, J.M (1936, 2000). Teoría General de la ocupación, el interés
y el dinero. Fondo de Cultura Económica, México. Página 260.
[2]
Paul Krugman (1953) premio
nobel en 2008 y Joseph Stiglitz (1943) nobel en 2001. Véase: Krugman, P (2012).
Acabemos ya con la crisis. Editorial
Crítica y De vuelta a la economía de la
gran depresión y la crisis de 2008. Stiglitz Caída libre y El malestar en la
globalización
[3]
Entre los más destacado se
encuentran Paul Davidson fundador y director del Journal of Post Keynesian Economics. Hyman Minsky
[4]
La Teoría General fue
escrita durante la depresión económica de los años 30. En los países avanzados
la tasa de desocupación llegó a un 25% de la fuerza laboral. El desprestigio de
la teoría ortodoxa se refiere a su incapacidad para explicar la crisis y la
depresión y de ofrecer propuesta de política económica que permitieran
superarla.
[5] Keynes (1936, 2000) Página 9.
[6]
La llamada ley de los
rendimientos decrecientes es una generalización de la teoría ricardiana de la
renta del suelo. Las tierras difieren en calidad. El empleo sucesivo de dosis
iguales de capital y trabajo a tierras de menor calidad se traduce en
cantidades de producto cada vez menores. Este es el llamado margen extensivo.
Igualmente, el empleo de cantidades crecientes de capital y trabajo en una
porción de tierra de la misma extensión y de igual calidad lleva a incrementos
menos proporcionales en la producción obtenida. Este es el margen
intensivo. Surge de ahí la ley de la
productividad marginal decreciente que puede enunciarse de esta forma: dada una
función de producción, el aumento en el empleo de un factor, permaneciendo
constantes los demás, lleva a incrementos de la producción menos que
proporcionales.
[7]
La enunciación original de
esta se encuentra en el capítulo XV del Tratado de Economía Política del
economista francés Jean Baptiste Say, titulado Des débouchés: Sobre las
salidas. Escribió: “un producto terminado ofrece, desde ese instante, una
salida a otros productos por todo el monto de su valor”.
[8] Keynes (1936, 2000) Página 31.
[9] Adaptada de Delfaud, P. (1980).
Página 6.
[10] Véase: Mankiw (2006). Segunda
parte: La teoría clásica: la economía a largo plazo. Páginas 99- 287.
[11]
Entre las gran literatura
que se produjo al respecto, deben mencionarse dos obras fundamentales: Les crises périodiques de surporduction,
de Alfred Aftalion y Business Cycles de Wesley Clair
Mitchell publicadas ambas en 1913.
[12]
Schumpeter considera que
existen cinco clases de innovaciones económicas: introducción de un nuevo
producto, adopción de un nuevo proceso para la producción de bienes existentes,
apertura de un nuevo mercado, descubrimiento de una nueva materia prima y
cambios en la estructura de los mercados (paso de una estructura competitiva a
una monopolística).
[13] Keynes (1936, 2000) Página 35.
[14] Véase: Davidson, P. “¿Cuáles son
los elementos esenciales de la teoría monetaria keynesiana?”. En Piégay, P. y
Rochon, L.F. Editores. (2006). Páginas 27 – 45.
[15] Keynes (1936, 2000). Página 36.
[16]
Michel Kalecki (1899-1970).
Es un economista polaco que en los años 30 y antes de la aparición de la Teoría
General, publicó tres ensayos en los que presentó el principio de la demanda
efectiva de forma casi igual a Keynes.
Eso ensayos, publicados originalmente en polaco, se publicaron en inglés en
1971. En la introducción a esa publicación, Kalecki escribió: “La primera parte
incluye tres artículos publicados en 1933, 1934 y 1935, en polaco, antes de que
apareciera la Teoría General de Keynes y que, según mi opinión, contienen lo
esencial de esa teoría...” Kalecki (1977) página 7.
[17]
La eficiencia marginal del
capital es la tasa de descuento (e) que iguala el valor presente de los flujos
de beneficios derivados de un proyecto de inversión durante su vida útil con el
costo de realizar esa inversión. Lo primero es lo que Keynes denomina precio de
demanda del capital, el segundo el precio de oferta. Un empresario ordena los
proyectos de inversión de forma decreciente con relación a (e) y adelantará
primero las inversiones que reporten un mayor valor de (e). Sólo acometerá
aquellas inversiones donde e > r. Si r baja, adelantará otras inversiones.
Por eso, dada la curva de eficiencia marginal, la inversión será una función
inversa de la tasa de interés. La suma de las funciones de eficiencia marginal
del capital de todos los empresarios da la función agregada de eficiencia
marginal del capital o, lo que es lo mismo, la función agregada de demanda de
inversión en función de la tasa de interés.
[18] Keynes (1936) Páginas 150 – 151.
[19] Keynes (1936, 2000) Página 152.
[20] Keynes (1936, 2000) Página 154.
[21]
Escribe Keynes: “si
pudieran preverse con certeza las que dominen en todo tiempo futuro, todas las
tasas venideras podrían inferirse de las presentes para las deudas de diversos
plazos, las que se ajustaría al conocimiento de las tasas futuras” Keynes (1936,
2000) Página 152.
[22] Keynes (1936, 2000) Página 152.
[23]
El profesor Mankiw presenta
el modelo IS-LM en la los capítulos 10 y 11 de la cuarta parte de su libro
titulada “La teoría de los ciclos económicos: la economía a corto plazo”. El
modelo clásico se presenta en la segunda parte titulada “La teoría clásica: la
economía a largo plazo”.
[24] John Hicks (1904-1989).
Economista inglés, recibió en nobel de economía en 1972.
[25] Publicado en Econometrica, volumen V, 1937, páginas 147- 159.