El club colombiano de la miseria
(Para Juan David Escobar Valencia)
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Hace algunos años, en 2008 para ser exactos, el
economista británico Paul Collier publicó un provocador libro titulado “El club
de la miseria”, en el que explica de forma heterodoxa, es decir, sin
miramientos por la corrección política, por qué el grupo de países que tienen
membresía en tan indeseable club se mantienen atrapados en unas condiciones de
vida y de muerte similares a las de la Edad Media.
En esos países - la mayoría de África, pero también de
Asia y América Latina - habitan más de 1.000 millones de personas. Algunos
tienen características geográficas adversas, como carecer de salida al mar – lo
cual no ha impedido que Suiza y Austria, pero ejemplo, sean extremadamente
ricos – o de ser azotados frecuentemente por huracanes y tifones, como Honduras
y Haití, al igual que muchos estados del sur de Estados Unidos, que después de
cada huracán reconstruyen sus casas y la infraestructura afectada y continúan
progresando.
Otro rasgo característico de los países del Club de la
miseria es el de darse, de manera casi sistemática, gobiernos ineficientes y
corruptos y el de estar convencidos por la narrativa según la cual todas sus
tribulaciones son causadas por agentes externos como los antiguos colonialistas
y los nuevos imperialistas que han robado y roban la riqueza guardada en las
entrañas de su suelo.
Esa narrativa, persistentemente alimentada por sus
mediocres y corruptos dirigentes políticos y por las agencias internacionales
de desarrollo, los ha convertido en especie de limosneros con garrote que
exigen y obtienen la llamada ayuda externa – donaciones en especie y en dinero,
créditos blandos que terminan siendo condonados – que no ha dejado de crecer a
lo largo de los años, pero que siempre resulta insuficiente.
Ayuda que mata – Dead Aid – la llamó la economista
africana Dambisa Moyo en un esclarecedor libro del mismo nombre, publicado en
2009. Como el de Collier, el de Moyo es un libro despiadado con la sabiduría
convencional de las universidades norteamericanas y las agencias
internacionales de desarrollo y con los corruptos gobernantes de esos países y
con sus propios pueblos que los padecen con una pasividad y sumisión que
escapan a la comprensión racional. Escribe Moyo con singular contundencia:
“Pero, ¿más de 1 billón en asistencia
para el desarrollo durante las últimas décadas ha mejorado a los africanos? No.
De hecho, en todo el mundo los beneficiarios de esta ayuda están en peor
situación; mucho peor. La ayuda ha contribuido a que los pobres se vuelvan más
pobres y que el crecimiento sea más lento. Sin embargo, la ayuda sigue siendo
una pieza central de la política de desarrollo actual y una de las ideas más
importantes de nuestro tiempo”
Los colombianos no necesitamos desplazarnos a África
ni a otros lugares de América Latina para experimentar cómo son las cosas en
los países del club de la miseria, nos basta con observar lo que ocurre en
ciertos departamentos para constatarlo. Colombia tiene, en efecto, su propio
club de la miseria, conformado por departamentos enteros – como Chocó, Cauca,
Nariño y La Guajira – y regiones de otros departamentos más prósperos, como el Catatumbo, en Norte de Santander, o el Bajo Cauca, en Antioquia.
Estos departamentos y regiones del club de la miseria
colombiano comparten las características institucionales y sociológicas de los
países del club de Collier. Dirigentes políticos mediocres y corruptos, por los
que sus habitantes votan una y otra vez, y la convicción profundamente
arraigada de que todos los males que padecen son causados por los habitantes de
otros lugares más prósperos del País de quienes reclaman, de forma airada y
violenta, el pago de una supuesta deuda histórica que se remonta al pasado
colonial.
Si los departamentos del club de la miseria fueran
naciones soberanas, seguramente registrarían cuantiosos déficits en su balanza
comercial y de cuenta corriente y estarían, si es que alguien les presta,
endeudados hasta el cogote. Como no se llevan cuentas de comercio exterior
entre departamentos, no es posible conocer la magnitud de las “importaciones”
que son incapaces de financiar con sus “exportaciones”. Pero esa financiación
se produce por la vía de las transferencias fiscales, es decir, de los impuestos
pagados por los “opresores” que habitan en los demás departamentos de la
Nación. Esas transferencias se realizan por diversas vías, la más importante de
la cuales es el Sistema General de Participaciones (SGP).
El SGP es la cosa más perversa que se haya podido
alguien inventar, porque todos los incentivos están alineados para que
departamentos y municipios gasten más y más y pidan de la Nación más y más
recursos para financiar su gasto incontrolado. El SGP premia la ineficiencia,
estimula el fraude y la corrupción y alienta la pobreza; a pesar de los loables
esfuerzos del DNP por darle a la distribución de las participaciones una
apariencia técnica.
Como la pobreza es un criterio de asignación, resulta
bueno que haya muchos más pobres a los cuales subsidiar. Proliferan los
escolares inexistentes y los beneficiarios fantasmas del régimen subsidiado en
salud. Convertidos en dependientes crónicos del SGP, los municipios de los
departamentos de club de la miseria renuncian a ajustar las tarifas y montos de
sus propias bases gravables. Dan grima los recaudos por predial e industria y
comercio de esos municipios. Pero, ¿por qué razón habrían de cobrar más
impuestos a sus propios habitantes si ahí están los de los otros municipios del
País? El SGP es la ayuda externa de los departamento y municipios del club de
la miseria colombiano y tiene los mismos efectos deletéreos que la recibida por
los países del club de la miseria internacional. Ayuda que mata, eso es el SGP.
Lo que hay que hacer con los departamentos del club colombiano
de la miseria es lo mismo que recomienda Moyo hacer con los países del club
internacional: tratarlos como se trata a la gente grande. La principal
característica de la gente grande es que financia sus gastos con sus propios
ingresos y, si no puede aumentar los ingresos al nivel de sus deseos, reduce
sus deseos al nivel de sus ingresos.
Si en mi poder estuviera, les declararía la
independencia a los departamentos del club de la miseria, especialmente a La
Guajira, Chocó, Cauca y Nariño, cuyos habitantes acostumbran expresar con
especial violencia – bloqueos, marchas, ataques contra la fuerza pública y
vandalismo - el odio que sienten contra sus opresores que somos los demás
colombianos.
Como segunda opción, menos buena, está darles el
control absoluto de los tributos locales – la definición autónoma las bases
gravables y las tarifas – y cederles la mayor parte de los impuestos
nacionales, IVA y renta, para que se encarguen también de sus tarifas y bases
gravables y, sobre todo, del recaudo y la asignación del gasto según sus
preferencias y caprichos.
La descentralización política – elección popular de
alcaldes y gobernadores – y la descentralización del gasto debe acompañarse de
una total descentralización fiscal. Colombia están en mora de avanzar hacia el
federalismo fiscal – o, mejor aún, hacia el federalismo puro y simple – si no
quiere continuar sumida en el sistema de corrupción legalizada que surge de una
nación que concentra los ingresos fiscales que se disputan por todos los medios
unas entidades territoriales de barriga grande y brazos y piernas raquíticos.
El federalismo fiscal – el control total por departamentos
y municipios de sus ingresos y gastos fiscales - tendría muchos efectos
saludables en todo el País, pero en especial en los departamentos y regiones
del club de la miseria. La gente aprendería a votar con los pies abandonando
los municipios y regiones donde la oferta de bienes públicos es mediocre con
relación al nivel de tributación. La supervivencia de formas de producción
atrasadas – resguardos y tierras de propiedad colectiva – estaría en entredicho
al ser los propios habitantes locales los encargados de subsidiarlas. También
debería mejorar el orden público porque las autoridades locales tendrían que
combatir a los criminales y predadores, que toleran en sus territorios y por
cuyos vejámenes se han acostumbrado a pasar factura a la Nación.
Quizás lo más importante es que la narrativa de
responsabilizar a los opresores externos de todas las calamidades sufridas y
por sufrir iría perdiendo prestigio entre los habitantes de club de la miseria
quienes progresivamente aprenderían a elegir mejor a sus dirigentes políticos,
a esperar menos de las dádivas del estado y valerse más por sí mismos.
LGVA
Septiembre de 2020.
Creo que el profesor confunde el SGP con el SGR.El último sistema citado es el que da origen a la pereza fiscal, a la corrupción, etc.Uno no puede desconocer el SGP por la existencia de unas cifras enanas de colados en educación y salud.La presión fiscal en departamentos y municipios andan por los lados del 3% del PIB y la de la nación por un 16%, pues la última entidad tiene bases gravables nacionales, lo que justifica la existencia del SGP.No creo que sea valido desconocer el SGP por lo que pasa en Nariño, Guajira o Chocó. No creo que los habitantes de Medellín, Cali y Bogotá, donde se pagan más impuestos, vayan a votar con los pies, al ir a vivir y trabajar en municipios con poca presión fiscal.
ResponderEliminarNo confundo nada con nada. Estoy hablando del SGP y pienso que es un lastre grandísimo para el desarrollo del País. Es un sistema perverso que genera corrupción.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste es un debate muy interesante al que se le debería dar continuidad con comentarios como el expresado por Unknown, y artículos de otros líderes de opinión, retomando los estudios del Sr. Jorge Garay, en el tema fiscal, y de Alejandro Reyes Posada, en relación al desarrollo rural, entre otras fuentes, que ayuden a dar luces, para enriquecer y profundizar los temas. No se que opine al respecto el Sr. Luis Guillermo Vélez, y si se le apunta.
ResponderEliminarMe le apunto a cualquier debate con buena teoría y buenos datos. Garay y Reyes tienen mala teoría que les impide leer bien los datos. Pero bienvenido el debate.
ResponderEliminarBuenísimo. El asistencialismo mata cualquier iniciativa de desarrollo.
ResponderEliminarExtraordinario artículo Dr Luis Guillermo, espero que se vuelva viral!!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo!! Y que curioso que los países totalitarios como China y Rusia , son los que están aplicando la esclavitud moderna en África y de eso nadie dice ni escribe nada !!Lo otro es que la descentralización o la federalizacion de los dptos que menciona hará que haya diáspora hacia los otros y con esa misma llegan los delincuentes!!hay que asumir y poner un gobierno sin políticos y con profesionales técnicos, empresarios, que les duela el país y la gente !!!
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