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jueves, 10 de abril de 2025

Guerra de aranceles mejor que guerra nuclear

 

Guerra de aranceles mejor que guerra nuclear

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economistas

Cuando yo era joven, lo único que llegaba de China era los libros de Mao Tse Tung: sus obras escogidas en 4 tomos, sus escritos militares y los libritos rojos con sus cinco tesis filosóficas y la colección de citas recogidas por Lin Biao.



Esos libros, traducidos a todos los idiomas, se repartían gratuitamente por el mundo entero y llegaban a muchos jóvenes e intelectuales que estaban fascinados con la Gran Revolución Cultural Proletaria. No solo el inefable Jean Paul Sartre, incluso economistas de prestigio como Joan Robinson, discípula Keynes, y el planificador francés Charles Bettelheim cayeron bajo el embrujo de Mao y la utopía de las comunas populares de economía de subsistencia sin lujos ni acumulación de capital.

Después se supo que el Gran Salto Adelante, la Revolución Cultural, la política de las cien flores abiertas y las demás grandes movilizaciones en un país que vivía en estado de revolución permanente fueron desastrosas para la población china causando la muerte de millones de personas por asesinato, tortura o física hambre. La literatura china ha dado cuenta, en textos conmovedores, de esos desastres.



Mao Tse Tung es probable el líder de la época moderna con la mayor mentalidad criminal. En reunión en Moscú con los líderes del comunismo mundial propuso a Stalin desencadenar una guerra nuclear contra Occidente para acabar el capitalismo. Morirían mil millones de personas, dijo, pero con los dos mil millones restantes construiríamos el comunismo. La negativa de Stalin a compartir con China tecnología nuclear fue el origen de la división del comunismo internacional en los años 60.



A principios de los 70, Kissinger y Nixon, buscaron apaciguar a Mao quien con fuego nuclear propio era una amenaza permanente para la humanidad. Establecieron relaciones diplomáticas y comerciales y China empezó a mostrarse menos agresiva pues los pueblos que comercian son más propensos a la paz. Todo estuvo a punto de venirse al suelo en 1976 con la muerte de Mao. La sucesión se la disputaron, de un lado, la llamada banda de los cuatro, encabezada por la propia viuda de Mao, y los partidarios de Deng Xiaoping.

La banda de los cuatro, para decirlo brevemente, compartía la visión de Kim Il Sung y sus descendientes y con ellos hoy China sería una Corea multiplicada por 50 en población, por 80 en extensión territorial y quién sabe por cuántas veces en poder nuclear.

La historia de China después del triunfo de Deng es la que conocemos, con sus luces y sus sombras, la que ha llevado a China a convertirse en la segunda economía mundial, a multiplicar prodigiosamente su PIB per cápita y a sacar a miles de chinos de la pobreza. Me impresiona y asombra el tipo de arreglo institucional de China. Se me antoja muy parecido a lo que defendiera Quesnay y sus fisiócratas: una combinación de liberalismo económico con fuerte despotismo político.

Hace años estuve en China y percibí una población alegre, animada y deseosa de lujo, el verdadero motor de la actividad económica. No me pareció que les importara mucho la participación en la vida política. Les importaba más la libertad de los modernos, que la libertad de los antiguos, diría Benjamín Constant.

A la vista de lo que es Corea del Norte, no es difícil imaginar a grandes rasgos la historia contrafactual de China de haber triunfado la banda de los cuatro. Muy probablemente hoy en lugar de una guerra de aranceles tendríamos una guerra nuclear. Las cosas no están tan malas como parecen.

LGVA

Abril de 2025.

 

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