¡Uribe, libre!
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Una periodista muy bien informada, de la clase que los
jueces utilizan para filtrar sus decisiones o el sentido de las mismas, puso en
circulación la especie de que la Corte Suprema de Justicia se dispone a ordenar
el encarcelamiento del Presidente Álvaro Uribe. Esta sería la culminación de la
ofensiva iniciada el 7 de septiembre de 2011, por el dirigente comunista Iván
Cepeda cuando acusó al Presidente Uribe de para-militarismo. Todo en esa
ofensiva es turbio y descaradamente anti-jurídico.
El denunciante, Iván Cepeda, quien durante años ha
ejercido como defensor y vocero oficioso de las Farc, es un claro enemigo
político del Presidente Uribe, responsable de la derrota de la guerrilla de sus
afectos. Cepeda, como si fuera un fiscal, se paseó por todas las cárceles de
Colombia y Estados Unidos buscando testimonios entre los para-militares. En
cualquier tribunal del mundo esta circunstancia habría bastado para desechar la
acusación de Cepeda por su evidente motivación política y para encausarlo a él
por el delito de falsa denuncia.
Los testigos son criminales condenados a duras penas
por la justicia ordinaria y que aspiran a incorporarse a la JEP, para obtener
el tratamiento especial que esta jurisdicción ofrece a los peores delincuentes
dispuestos a confesar cualquier pecadillo. Casualmente, la esposa de Cepeda,
Pilar Rueda, es asesora de la JEP, en la Unidad de Investigaciones, que es la
encargada de formular las acusaciones en los procesos. El odio hacia el
Presidente Uribe y el deseo de recibir beneficios jurídicos a cambio de sus
acusaciones, hacen poco creíble el testimonio de personajes como Pablo Hernán
Sierra y Juan Guillermo Monsalve, quienes, en lugar de estar siendo procesados
por el delito de falso testimonio, gozan de beneficios carcelarios, incluida la
dotación de computadores y teléfonos celulares.
Por el lado de los jueces, las cosas no son mejores. Son
escandalosos los atropellos de la CSJ al derecho a la defensa y al debido
proceso del Presidente Uribe. Después de desechar la denuncia por falsedad de
testigos interpuesta contra Cepeda, el magistrado Barceló inicia una
investigación contra el Presidente Uribe, investigación que mantiene en secreto
durante más de cinco meses y en desarrollo de la cual, durante un mes, se
intercepta ilegalmente al Presidente Uribe y varias personas que le son
cercanas. Ningún escrúpulo tuvo el magistrado Barceló para incorporar esas
interceptaciones ilegales al proceso contra el expresidente. Quizás no sea
ocioso recordar que el magistrado Barceló presidía la sala penal de la CSJ en
agosto de 2011, cuando ese tribunal decidió que los documentos de los computadores
de Raúl Reyes no podían ser prueba en ningún proceso penal por haber sido
obtenidos ilegalmente.
A pesar de que, en mayo de 2018, el Presidente Uribe
solicita a la CSJ le certifique la existencia de investigaciones en su contra,
solo dos meses más tarde se le notifica el proceso y es llamado a indagatoria,
sin haber sido escuchado en versión libre, a lo que tienen derecho los
aforados, a pesar de haberlo solicitado en varias oportunidades, después de
haberse enterado de la existencia del proceso en su contra por filtraciones del
sumario.
Durante todo el proceso han sido constantes las
violaciones a la reserva del sumario, del cual parecen tener copia
permanentemente actualizada periodistas abiertamente hostiles al Presidente
Uribe, como Daniel Coronel.
En septiembre de 2019, el magistrado Cesar Reyes
recibe testimonios en el proceso contra el Presidente Uribe, absteniéndose de
escuchar los de varios para-militares que afirman haber recibido presiones de
Iván Cepeda para que testificaran en contra de Álvaro Uribe y de su hermano
Santiago.
Los cinco magistrados de la Sala Penal de la CSJ
tienen en sus manos la oportunidad de revindicar un tribunal cuyo prestigio
está por el suelo después del escándalo del Cartel de la Toga y la afrentosa
liberación del delincuente Santrich, entre otros desafueros.
Si la Corte vuelve a equivocarse, el Presidente de la
República está en la obligación de negarse a acatar una decisión
ostensiblemente violatoria del derecho al debido proceso consagrado en el artículo
29 de la Constitución. La separación de poderes no puede invocarse para violar
la Constitución.
El Centro Democrático debe demostrar que es algo más
que una mera coalición de políticos que han buscado promover su carrera a la
sombra del prestigio de Uribe. Si, con una respuesta endeble y pusilánime,
decepcionan a los ciudadanos, tendrán que prepararse para recibir la dura lección
de que en Colombia hay más uribismo que Centro Democrático.
LGVA
Agosto de 2020.
La politización de la justicia: ¡qué horror!
ResponderEliminar