Fedesarrollo y el asistencialismo tecnocrático
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Fedesarrollo ha presentado un conjunto de propuestas para
realizar en Colombia lo que denominan, siguiendo una moda que hace carrera en
el mundo entero, un nuevo “contrato social” post COVID-19. Hay buenas
propuestas, otras regulares y algunas definitivamente malas.
Pero el principal defecto del documento no proviene
tanto de su contenido como de lo que le falta y de los errores del diagnóstico
implícito. Abundan las propuestas de reforma tendientes a la distribución de la
riqueza y escasean las que promueven su creación. Mucho sobre la repartición de
la “torta” y poco sobre su crecimiento.
Mucho sobre un estado que redistribuye y poco sobre la
actividad privada, que, en un ambiente de libertad económica y seguridad de la
propiedad, es la que crea la riqueza que supuestamente se debe distribuir.
Mucho sobre sacudir el árbol para hacer caer sus frutos y poco sobre su
siembra, abono y cuidados para hacerlo crecer vigorosamente y fructificar con
abundancia hoy y en el futuro.
Las últimas reformas y acciones tendientes a estimular
el crecimiento del árbol, para seguir con la metáfora, fueron las realizadas en
la presidencia de Gaviria Trujillo y, después del penoso interregno de Samper y
Pastrana, en las de Uribe Vélez, especialmente en la primera. Los cambios
estructurales de la administración Gaviria – apertura económica, la reforma a
la seguridad social, la laboral, la financiera y a los servicios públicos domiciliarios
– se ahondaron y consolidaron en los gobiernos de Uribe, cuya política de
seguridad democrática reestableció la confianza sin la cual no hay inversión ni
crecimiento sostenido.
No se puede ocultar el hecho de que el País estaba mal
parado fiscalmente cuando sobrevino la pandemia, como consecuencia de las
acciones de los gobiernos Santos y sus ministros de hacienda que dilapidaron,
en gasto burocrático y clientelista, la bonanza petrolera y dejaron el país
extremadamente endeudado. En los ocho años de Santos, la deuda pública externa casi
se duplicó en términos absolutos y se elevó en más de 8 puntos como porcentaje
del PIB, pasando de 13,8%, en 2010, a 21,9%, en 2018.
Entregado como estaba a sacar a cualquier costo los
acuerdos de La Habana, Santos Calderón pospuso la continuación de la reforma a
la seguridad social, la eliminación de parafiscalidad, la focalización de gasto
público en subsidios y otras reformas al mercado laboral, que desde hace mucho
tiempo se sabe son necesarias para reducir la informalidad y el desempleo estructural. En fin, las reformas
tributarias de Santos tuvieron un corte meramente fiscalista para atender la
incontinencia del gasto que caracterizó sus gobiernos.
Hay que decirlo con toda claridad: Santos Calderón es
responsable de la fragilidad fiscal del estado para hacer frente a la pandemia
y de lo que pudorosamente Fedesarrollo llama los “grandes problemas
estructurales de la economía colombiana” que supuestamente se deben superar con
el “nuevo contrato social”. Fueron ocho años durante los cuales nada se hizo en
lo laboral, lo tributario y lo pensional para impulsar la inversión y el
crecimiento económico sostenible.
Pero además de dejar un estado frágil fiscalmente y
una economía con “grandes problemas estructurales”, los gobiernos de Santos,
con los acuerdos de La Habana, dejaron no solo un estado sino toda una sociedad
debilitada en los valores republicanos de la libertad y el orden. Hoy la
libertad económica no es vista, por gran parte de la población imbuida por el
discurso igualitarista, como un derecho de los individuos que el estado está
obligado garantizar y respetar, sino como una concesión graciosa que ese estado
otorga o suprime a voluntad. Las condenas políticas y mediáticas a la acción de
la fuerza pública cuando reprime a los vándalos en las ciudades o combate a los
criminales en las selvas muestran un grave debilitamiento del respeto por el
orden democrático.
Ninguna propuesta sobre Colombia puede ignorar el
estado de la libertad económica y del orden democrático y las amenazas que
pesan sobre la seguridad de las personas y sus propiedades. Hay una curiosa
clase de economistas que, supuestamente, se inclinan por la economía de
mercado, pero omiten decir una palabra sobre el tema de la propiedad, como si
el mercado no fuera otra cosa que un intercambio de derechos de propiedad,
ignorando así que ese mercado se marchita cuando los derechos de propiedad son
frágiles y no reciben del gobierno la protección debida.
Nadie puede estar en desacuerdo con focalizar mejor el
gasto social, con proteger a la vejez desamparada o aliviar temporalmente la
situación de las personas que pierden su trabajo. El desacuerdo surge cuando se
discute la forma de lograr esos y otros loables objetivos, es decir, el
problema de saber si eso se hace con la profundización del asistencialismo
mendicante, que vuelve a las personas dependientes del gobierno, o mediante una
economía privada que crece vigorosamente y se diversifica en su estructura
productiva y genera empleos de calidad y bien remunerados.
Aparte de una reforma laboral muy limitada, toda la
propuesta de Fedesarrollo está orientada a profundizar y perfeccionar el
asistencialismo, financiando, claro está, con más y mejores impuestos. No hay
una sola palabra sobre la reducción del gasto público burocrático, como si el
gobierno de Santos no hubiera resucitado tres ministerios suprimidos por Uribe y creado
como 20 “Agencias” para acompañar, ¡háganme el favor!, el trabajo de los
ministerios o como si el gobierno de Duque no se hubiera inventado otros dos
ministerios y múltiples consejerías.
En lo referente a la tributación, Fedesarrollo se
inclina por la idea facilista de desplumar las empresas manteniendo una elevada
tasa corporativa cuando todos los países del mundo la están reduciendo. Propone
también un impuesto a la riqueza o al patrimonio, que ha sido eliminado por la
mayoría de los países que en algún momento lo adoptaron, porque todo mundo
entiende que de la riqueza de los ricos es en último término el capital
productivo de la economía que se acrecienta con la inversión.
El elevado desempleo estructural y la informalidad no
son problemas económicos sino creaciones de la política laboral. Está
demostrado hasta la saciedad que un salario mínimo uniforme para todo el País
produce desempleo o informalidad por la sencilla razón de que no se le puede
pagar a un mesero en Quibdó lo mismo que se le paga en Bogotá. Está demostrado
hasta la saciedad que los elevados costos de despido inhiben a los empresarios
de ampliar la nómina sin tener la seguridad casi absoluta de que las ventas esperadas se
van a materializar.
El salario mínimo y los elevados costos de despido
protegen a los trabajadores de la economía moderna y a los empleados públicos y
castigan a los desempleados y los trabajadores menos capacitados. Puede ser que
esas cosas sea difíciles hacerlas entender a los políticos y que provocan la
reacción airada de los sindicatos de izquierda, pero el deber de los
economistas es combatir los prejuicios y no ceder a los intereses creados.
La propuesta de asistencialismo tecnocrático de
Fedesarrollo – que con algunos mases y menos puede ser acogida por los
estatistas de izquierda o derecha – contrasta desde el título mismo con los
planteamientos vigorosamente liberales presentados por Libertank https://www.libertank.com/ en un sólido documento titulado Tres propuestas
para el crecimiento y el empleo que se puede consultar en este vínculo https://www.libertank.com/publicaciones
Como voy a dedicar otra nota su análisis, me limito
por ahora a reproducir la introducción al documento que invito a consultar en
el enlace citado:
“En su objetivo de ayudar a
construir un país con mayor libertad económica, Libertank da a conocer a la
opinión pública tres novedosas propuestas, que, de ser aplicadas correctamente,
promoverían el crecimiento económico y la generación de empleo formal en
Colombia; sentidas necesidades actuales.
- Reducción de la burocracias y eficiencia
en el gasto público
- Impuesto sobre la renta proporcional y
simplificado
- Salario mínimo diferenciado por
regiones
Cabe resaltar que dichas
propuestas han sido estudiadas juiciosamente y puestas en consideración de
diversos expertos durante varios meses, cuyos aportes fueron fundamentales en
su análisis y construcción”.
El documento de Libertank es
una gran contribución para establecer los términos del debate político y
económico que debe encarar Colombia:
·
La primera opción es la del estatismo
asistencialista de izquierda o derecha que, con una economía raquítica y
agobiada por la tributación expropiatoria, busca hacerle llevadera la pobreza a
unos pobres minados en su dignidad y cada vez más dependientes del gobierno y
de la clase política corrupta.
·
La segunda opción es la de una economía
liberada de las ataduras normativas y tributarias que limitan la capacidad
individual de comprar, vender, invertir, crear empresas y asumir riesgos por
personas ricas o pobres, pero en todo caso responsables de su propio destino y
solidarias con aquellas a las que definitivamente les vaya mal.
LGVA
Marzo de 2021.
Se pudo decir de frente que el director de Fedesarrollo fue subdirector y luego director del DNP en los gobiernos Santos
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