PRESIDENCIALES SIN CABAL: SOLO PETRO Y LOS PETRICOS
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
“Perversi difficile corriguntur et stultorum infinitus
est numerus”
En una ocasión un visitante extranjero interrogó al
entonces presidente Juan Domingo Perón por la distribución de las fuerzas
políticas en Argentina.
-
Como
en todos los países los hay de izquierda, los hay de derecha y los hay de
centro, respondió Perón.
-
¿No
hay peronistas? preguntó asombrado el visitante.
-
¡Claro
que sí, peronistas son todos! exclamó el
general.
Algo similar ocurre con las cuatro decenas de
candidatos, precandidatos y candidotes que se disputan las preferencias
electorales de los colombianos: los hay a la izquierda, los hay a la derecha y,
por su puesto, los hay al centro. Pero eso sí: todos son petristas.
Alejandro Gaviria es quien mejor ha expresado lo que parece
ser compartido por todos los precandidatos, candidatos y candidotes. Hablando
de Petro, dijo lo siguiente:
“Hay un abismo entre su capacidad de diagnosticar los
problemas de la sociedad y su capacidad de poner en práctica las reformas que
necesita el país. He dicho que tal vez el principal problema de un eventual
gobierno de Gustavo Petro sería su ineficacia…”
El diagnóstico de Petro, sobre el cual reposa todo su
discurso, se reduce a decir que la economía de libre mercado produce unos pocos
ricos muy ricos y muchos pobres muy pobres y mucha desigualdad de ingreso y depredación
del medio ambiente. O, dicho de forma un poco más dulce, aunque el sistema de
libre mercado y propiedad privada es más eficiente en la producción de bienes y
servicios, hay en él algo intrínsecamente malo que debe ser corregido por la
acción redistributiva de un estado omnisciente y benevolente que, mediante los
impuestos progresivos y repartiendo plata a troche y moche entre la turba de
los descamisados, reestablezca la “justicia social”.
Eso no es un gran diagnóstico, al contrario, es pésimo
diagnóstico que no se convierte en bueno por el hecho de que la multitud lo
apruebe.
Todos los candidatos saben, o deberían saber, que la incidencia
de la pobreza de un país está determinada por su nivel de desarrollo económico y
que Colombia, tiene, medida por cualquier indicador, la incidencia de pobreza
que corresponde al suyo. Un lugar común repetido sin cesar por los demagogos de
todas las épocas y todos los lugares es hacerle creer a la gente que la
pobreza puede desaparecer de la noche a la mañana y que si eso no ha ocurrido
es por falta de “voluntad política”.
Pero en lugar de desmentir al demagogo mayor, todos se
esfuerzan por parecérsele, razón por la cual más que “petristas” son verdaderos
“Petricos”. Veamos algunos ejemplos:
Peñalosa, que se pasa la vida comparando su
alcaldía con la de Petro, confiesa orgulloso su filiación:
“Si
izquierda significa darles prioridad a los pobres, comparemos quien mejoró más
la vida de los pobres, si Gustavo Petro o yo…”
Federico Gutiérrez eleva la
apuesta y, queriendo darse aíres de conocedor de datos, repite el numerito
mágico en tono apocalíptico:
“Un país con un índice de
pobreza de 42,5% no es viable”
Fajardo, el inefable Fajardo,
repite la misma monserga, adobada ¡cómo no! con su infaltable condena general a
la corrupción, que no a los corruptos con los cuales está aliado:
“Colombia se enfrenta a
desigualdades profundas, a una pobreza en aumento y a la corrupción sin
tregua”
Si todavía fuera economista,
Alejandro Gaviria estaría diciendo que todo lo que dice Petro sobre la pobreza es
una soberana tontería; pero no, prefiere convertirse en apóstol y
proclama:
"No represento a las élites, he defendido
a los pobres".
En fin, Oscar Iván Zuluaga, es
todo originalidad, con este increíble descubrimiento:
“Los Colombianos no estamos
condenados a ser pobres”
Pero volvamos con Gaviria. En la entrevista citada
arriba, confiesa que a Petro “lo respeto éticamente”.
El asunto es que Petro no merece ser respetado
éticamente, todo lo contrario. Es obligatorio irrespetarlo, sino por sus
crímenes pasados, de los que aún se enorgullece en su libro, o por apología e
incitación al crimen durante las nefastas jornadas del paro nacional, a Petro
hay que atacarlo moralmente por los crímenes que promete cometer si llega al
poder.
Si no son capaces, que no lo son, de defender
moralmente el capitalismo liberal, deberían por lo menos condenar la política
económica criminal que promete adelantar desde el poder Gustavo Petro:
expropiaciones, falsificación de dinero, escasez deliberada de alimentos y bienes
de consumo masivo. Pero no, los Petricos son incapaces de un ataque en línea en
el terreno moral y se limitan a indicar que los desafueros de su ídolo son
meros errores técnicos, que Petro diagnostica bien, pero es un mal ejecutor, que
es ineficaz.
La campaña presidencial será cada vez más sosa con
Petro y los Petricos dedicados a exhibir baratijas electorales – subsidios por
aquí, subsidios por allá, renta mínima garantizada acullá, etc. – todo lo cual
se traducirá en un gobierno más grande con mayores impuestos, que lastran la
economía, para financiar el sistema de corrupción legalizada que llaman rimbombantemente
“política social”. En esa oferta desmedida de baratijas el demagogo mayor ya
les ha tomado ventaja a sus pequeños aprendices.
Increíblemente los Petricos, dedicados a la
contabilidad de la pobreza y a la confección de fórmulas mágicas para hacerla
desaparecer, no parecen darse cuenta de que la economía de mercado y las
instituciones democráticas están bajo ataque y que enfrentan una ofensiva
externa, desde Venezuela, una ofensiva jurídica, desde el propio poder
judicial, y una ofensiva violenta, cuya más reciente manifestación fue el paro
armado de abril, mayo y junio.
La única que parecía entender lo que está en juego, tanto
en el terreno económico como en el político, era María Fernanda Cabal, pero el
Centro Democrático, en lo que puede convertirse en su más grande equivocación
histórica, desechó su candidatura prefiriendo aportar a la contienda
presidencial un Petrico más.
LGVA
Diciembre de 2021.
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