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jueves, 30 de agosto de 2012

Pensamiento Económico - Lección V - Fisiocracia


Lección V

La fisiocracia

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT

I
La fisiocracia es la primera escuela de pensamiento económico que puede definirse como tal. Estaba conformada por un grupo más o menos amplio de intelectuales que formularon y difundieron una teoría sobre el funcionamiento de la sociedad económica y extrajeron de ésta conclusiones de política pública que trataron de aplicar. Se llamaron a sí mismos “economistas”, sus críticos los denominaron “la secta” y los estudiosos posteriores del pensamiento económico les dieron el nombre de “fisiócratas”.
 
La escuela fisiocrática aparece en Francia a mediados del siglo XVIII, bajo el reinado de Luis XV (1715 – 1774)[1]. Su principal expositor fue Francois Quesnay (1694-1774)[2] a quien debemos lo esencial de la teoría. Entre sus discípulos pueden mencionarse a Pierre Samuel Dupont de Nemours (1739-1817), Pierre Paul Merciere de la Riviere (1720 – 1793) y, sobre todo, Victor Riquetti Marqués de Mirabeau (1715-1789)[3].  También se mencionan como pensadores cercanos a la fisiocracia a Vincent de Gurnay (1712-1759) y Anne Robert Jacques Turgot (1727-1781). Este último sería ministro de hacienda de Luis XVI.

II

Fisiocracia quiere decir gobierno de la naturaleza. La idea de que la sociedad, en general, y la sociedad económica, en particular, están regidas por leyes naturales objetivas independientes de la voluntad de los hombres, discernibles por la razón  y que se imponen a todos los actores es el elemento central de la teoría fisiocrática y uno de sus aportes más significativos al desarrollo de la economía como ciencia. El objeto de la economía es el descubrimiento de dichas leyes y su aplicación al gobierno de las sociedades. Quesnay hablaba de orden natural:

“…experimentamos que los objetos que llamamos cuerpo o materia están ellos mismos dentro del orden natural, son las causas físicas de todas las ideas representativas diferentes, de los diversos efectos, de la felicidad, de la desgracias, de las voluntades, de las pasiones, de las determinaciones de nuestro ser sensitivo; y que esos objetos nos instruyen y nos afectan según leyes ciertas y constantes. Estos mismos objetos, sean cuales fueren, y estas leyes están, entonces, dentro del orden natural de las causas necesarias de nuestros sentimientos, de nuestros conocimientos y de nuestras voluntades”[4]

El concepto de que la sociedad, al igual que la naturaleza, está regida por un orden natural es de gran importancia epistemológica pues es el hace posible el estudio de la sociedad sobre la base de un modelo análogo al de las ciencias naturales con pretensiones de cientificidad.   Así lo expresa Dupont de Nemours:

“La ciencia económica, por no ser más que la aplicación del orden natural en el gobierno de las sociedades, es tan constante en sus principios y tan susceptible de demonstración como las ciencias físicas más ciertas”[5]

Las leyes positivas, es decir, las leyes promulgadas por las autoridades humanas, pueden diferir, por ignorancia, de las leyes que rigen el orden natural de las sociedades. Cuando esto ocurre la sociedad padece crisis o entra en decadencia. De ahí que, para los fisiócratas, no solamente sea importante descubrir las leyes del orden natural sino también buscar instituirlas en la legislación positiva para mejorar así el funcionamiento de la sociedad.

“…el derecho natural de los hombres – escribe Quesnay - difiere del derecho legítimo o del derecho otorgado por las leyes humanas en que es reconocido con evidencia por las luces de la razón, y que por esta sola evidencia es obligatorio independientemente de cualquier limitación; en cambio, el derecho legítimo limitado por una ley positiva es obligatorio en razón de la pena ligada a la transgresión por la sanción de esta ley…”[6]

Ahora bien, Quesnay es materialista, es decir, para él las sociedades están determinadas en sus estructuras y funcionamiento por la producción material: “La forma de las sociedades dependen del mayor o del menor monto de bienes que cada uno posee o puede poseer y cuya conservación y propiedad se quiere asegurar”[7]

Más precisamente:

“El fundamento de la sociedad es la subsistencia de los hombres y las riquezas necesarias a la fuerza que debe defenderlos, así sólo sería la ignorancia la que pudiera, por ejemplo, favorecer la introducción de leyes positivas contrarias al orden de la reproducción y de la distribución regular y anual de las riquezas del territorio de un reino”[8]

Lo expuesto hasta ahora puede resumirse en los siguientes puntos:

·         Al igual que la naturaleza la sociedad está regida por leyes objetivas – leyes naturales – independientes de la voluntad de los hombres. Dichas leyes son discernibles por la razón.

·         Las leyes que rigen la sociedad, su estructura y funcionamiento están determinadas por la producción material.

·         Las leyes positivas o leyes humanas pueden apartarse de las leyes naturales ocasionando la crisis y decadencia de la sociedad.

·         El objeto de la ciencia económica es el descubrimiento de las leyes naturales y la búsqueda de su aplicación al gobierno de la sociedad para garantizar la reproducción del orden social.

III

Corresponde también a los fisiócratas el mérito de haber construido una representación simplificada de la sociedad económica, es decir, de haber elaborado un modelo económico.  El Tableau Economique es la representación condensada de su sistema de economía política. Por ello el estudio del Tableau es fundamental para la comprensión del pensamiento fisiocrático.  Pero antes de proceder a su estudio es conveniente dilucidar ciertas categorías importantes.

Está en primer lugar la noción de riqueza. La riqueza, para Quesnay, es riqueza venal o comercializable, es decir, riqueza que se puede cambiar por riqueza pecuniaria, es decir, por dinero. No todos los bienes son riqueza venal: no lo son los bienes superabundantes o comunes a todos los hombres.  Para Quesnay - y para la economía política - sólo son riqueza los bienes útiles y limitados en cantidad. Sólo estos son apropiables y pueden tener valor de cambio o valor venal. Las siguientes citas expresan con claridad esos conceptos que definen al mismo tiempo el ámbito de conocimiento de la economía política:

“Los bienes más buscados por los hombres, los que les atraen a un país, los que les fijan el él, son las riquezas comercializables, los precios y las riquezas pecuniarias. Las riquezas comercializables son las que se cambian por riquezas pecuniarias de acuerdo con un precio, que constituye su valor de venta. Las riquezas son venales o comercializables en la medida en que sus poseedores pueden venderlas y en la medida en que son buscadas por los compradores. Por tanto, no todos los bienes son riquezas venales: el aire que respiramos o el agua que sacamos de un río, es decir, todos los bienes o riquezas superabundantes o comunes a todos los hombres, no son comercializables: son bienes, no riqueza”[9].

“El precio es el valor de venta de las riquezas comerciables. No debe confundirse el precio de las riquezas con su valor de uso, ya que a menudo ambos valores no tienen nada en común. El valor de uso es siempre el mismo, siempre más o menos interesante para los hombres, de acuerdo con la relación que el bien tenga con sus necesidades o con sus deseos de disfrutar de él; por el contrario, el precio varía y depende de diferentes causas, tan inconstantes como independientes de la voluntad de los hombres, de tal forma que no guarda relación con las necesidades humanas ni posees un valor arbitrario o de convención entre los comerciantes”[10]. 

La riqueza de que se ocupa la economía política es la que tiene valor de cambio, o simplemente valor. Ahora bien, Quesnay distingue entre valor o precio venal y valor o precio fundamental.

“El precio fundamental – precio de coste – de las mercancías se establece por los gastos que han de hacerse por sus producciones o por sus preparaciones. Si las mercancías se venden a un precio menor del que han costado, se sufren pérdidas; si se venden lo bastante caras como para procurar una ganancia suficiente que incite a mantener o a aumentar la producción, se venden a buen precio”[11]

De las nociones de valor venal y de valor fundamental se deriva la categoría central del sistema fisiocrático: el producto neto (PN). ¿Qué es el producto neto?. La diferencia entre el valor venal (VN) y el valor fundamental (VF):

PN = VV – VF

Como diferencia entre dos valores, el producto neto es un valor que se expresa como una suma de dinero. Esto nos lleva al problema del origen del producto neto y al de la productividad exclusiva de la agricultura. En Granos, artículo escrito para la Enciclopedia, Quesnay señala lo siguiente:

“No hay multiplicación de riquezas en la producción de obras de la industria, ya que el valor de esas obras no aumenta más que del precio del sustento que los obreros consumen”[12]

Y aún más:

“El producto del trabajo del artesano no vale más que los que consume; si costara más habría pérdida. El producto del trabajo del cultivador sobrepasa su propio consumo; cuanto más lo sobrepasa, más es ventajoso y más aumenta la opulencia de la nación”[13]

En esas citas está enunciada la tesis fisiocrática de la productividad exclusiva de la agricultura. La agricultura es productiva porque produce producto neto, es decir, porque en esa actividad el valor venal excede al valor fundamental. No ocurre así en la industria o en la artesanía.  El producto neto supone la existencia de un excedente físico, es decir, que las cantidades de bienes producidas por la economía exceden consumidas en la producción. Y su apropiación por los propietarios bajo la forma de renta es expresión de la supremacía social de esta clase. 

IV

Para describir el Tableau, es conveniente partir de la presentación que hace el propio Quesnay[14]:

“La nación está compuesta por tres clases de ciudadanos: la clase productiva, la clase de los propietarios y la clase estéril.

La clase productiva es la que hace renacer por el cultivo del territorio las riquezas anuales de la nación, la que hace los avances de los gastos de los trabajos de la agricultura y la que paga anualmente los ingresos de los propietarios de la tierra. De esta clase dependen todos los trabajos y todos los gastos que se hacen hasta la venta de sus productos finales; es por esa venta final que se conoce el valor de la reproducción anual de las riquezas de la nación.

La clase de los propietarios incluye al soberano, los propietarios de las tierras y los que viven del diezmo. Esta clase subsiste por el ingreso o producto neto  de la agricultura, que le paga anualmente la clase productiva, después de que ésta ha tomado, de la producción anual, lo necesario para reembolsar los avances anuales y para el mantenimiento de los medios de explotación.

La clase estéril está formada por todos los ciudadanos que se ocupan de otros servicios y otros trabajos diferentes la agricultura y cuyos gastos son pagados por la clase productiva y por la clase de los propietarios, que obtienen sus propios ingresos de la clase productiva.

Para seguir y calcular claramente las relaciones entre esas diferentes clases, es necesario fijar un caso cualquiera; porque no se puede establecer un cálculo positivo sobre simples abstracciones.

Supongamos por tanto un gran reino cuyo territorio en el más alto grado de su agricultura produzca todos los años un reproducción por un valor de 5 mil millones; y donde el estado permanente de esa valor haya sido establecido por los precios constantes que se fijan entre naciones comerciantes en condiciones de libre concurrencia y de una entera seguridad de la propiedad de las riquezas que se explotan en la agricultura”[15]

Figura 1
 

Un concepto central del sistema fisiocrático es el de reproducción. Se trata de establecer las relaciones económicas cuantitativas que deben darse entre las clases a fin de garantizar que el sistema se reproduzca al nivel alcanzado.

Al principio del período los propietarios tienes su ingreso o producto neto de 2M, la clase estéril y la clase productiva tienen 1M y  2M que constituyen los “avances”. Los “avances” o “adelantos” son adquirir las materias primas, los bienes de consumo de los trabajadores de cada sector y los que reponen el capital duradero. El sistema se reproduce si permite la reposición de los avances y de producto neto.

Los propietarios gastan la mitad de su ingreso en bienes agrícolas (1M) y otro tanto en productos de la clase estéril (1M). Ésta compra con las avances (1M) materias primas agrícolas y con los que recibe de los propietarios (1M) compra bienes de subsistencia agrícolas que consumirá en el período. La clase productiva consagra lo que recibe de los propietarios (1M) a la compra de productos de la clase estéril. Con ésta suma la clase estéril reconstituye los avances. La clase productiva con el producto de sus ventas a la clase estéril (2M)  paga la renta a los propietarios. Los avances de la clase productiva dan lugar a intercambios a su interior. Al final del período la clase productiva y la clase estéril han reproducido sus avances y los propietarios tienen sus rentas. El ciclo económico puede continuar.

Figura 2
 
La reproducción de sistema exige la realización de los cambios en las proporciones indicadas. Escribe Quesnay:

“La marcha de ese comercio entre las diferentes clases y sus condiciones esenciales no son hipotéticas. Quien reflexione en ello verá que están fielmente copiadas de la naturaleza; pero los datos de los que nos hemos servido sólo son aplicables al caso del que se trata aquí. Los diversos estados de prosperidad o de retroceso de una nación agrícola ofrecen una multitud de otros casos y consecuencia otros datos; de los cuales cada uno es el fundamento de un cálculo particular que le es propio rigurosamente”[16]

Que el sistema genere las proporciones adecuadas en los intercambios depende de dos circunstancias:

“…suponen que la libertad de comercio permita la venta de los productos a un buen precio (…) y que el cultivador no tenga que pagar directa o indirectamente otras cargas diferentes a la renta de los propietarios…”[17]

Si el agricultor tuviera que pagar además de la renta un impuesto, este tendría que salir de la parte dedicada a los avances, con lo cual en el siguiente período la escala de la producción se vería disminuida y la producción entraría en decadencia. Lo mismo ocurría si el impuesto cayera sobre la clase estéril que se vería obligada a trasladarlo a la clase productiva o vería reducidos sus avances y con ello el nivel de producción. De estas consideraciones surge la doctrina del impuesto único:

“Los propietarios, el soberano y toda la nación tienen todo el interés de que el impuesto sea establecido totalmente sobre el ingreso de los propietarios; porque toda otra forma de impuesto sería contraria al orden natural, porque sería perjudicial a la reproducción y al impuesto…”[18]

En efecto, si el impuesto cae sobre el producto neto no se alteran los intercambios entre las clases, sino que se presenta una distribución diferente de éste entre los miembros de la clase de los propietarios.

V

El criterio de la política económica fisiocrática es el aumento del producto neto: es bueno todo lo que permita incrementarlo y nefasto todo lo que lo reduzca. La política económica fisiocrática puede resumirse en los siguientes puntos:

1.      Libertad de comercio y libre circulación de las mercancías pues de esta forma se garantiza que los precios que se forman cubran los costos, permitan la recuperación de los avances y las rentas. Así escribe Dupont de Nemours:

“Hace falta la libertad, pero hace falta que sea entera, completa, general, despojada de restricciones, de limitaciones, de inspecciones. ¿Por qué?. Porque es la primera fuente de todas las producciones y de todas las riquezas”[19].

2.      Seguridad en la propiedad pues de otra forma no habrá incentivos a la producción. Así escribe Mirabeau:

“La seguridad en la propiedad es el fundamento esencial del orden económico de la sociedad (…) ya que es la seguridad de la posesión permanente la que provoca el trabajo y el uso de las riquezas para la mejora y cultivo de las tierras y para las empresas del comercio y de la industria”[20]

3.      Impuesto único sobre el producto neto o renta de los propietarios. Así escribe Quesnay:

“Uno de los objetos más temibles en los gobiernos sujetos a la autoridad absoluta del Príncipe es la contribución impuesta a los súbditos arbitrariamente y que parece no tener reglas prescritas por las leyes naturales. No obstante, el autor de la naturaleza fijó el orden de manera decisiva (…) la contribución anual necesaria para el Estado sólo puede ser una porción de del producto anual del territorio cuya propiedad pertenece a los poseedores entre los cuales está repartido el territorio, y que de esta manera la contribución sólo puede ser una porción de del producto de la tierra perteneciente a  los poseedores; del producto, digo, que excede los gastos del trabajo del cultivo y los gasto de los demás adelantos necesarios para la explotación de ese cultivo[21].

 

Bibliografía

Cartelier, J. Excedente y Reproducción. La formación de la economía política clásica. FCE, México 1981.

Meek, R. La fisiocracia. Ariel, Barcelona, 1975.

Quesnay, F. El Tableau Economique y otros escritos fisiocráticos. Editorial Fontamara, Barcelona, Sin fecha de publicación.

Quesnay, F. Tableau Economique des Physiocrates.  Calmann-Levy, Paris 1969.

 



[1] Ronald Meek sitúa el nacimiento de la escuela fisiocrática en julio de 1757, cuando se produce el encuentro entre Francios Quesnay y el Marqués de Mirabeau.
 
[2] Quesnay nació en Méré en 1694. Hijo de una familia de agricultores acomodados, estudia medicina y cirugía en París. También de manera autodidacta estudia filosofía en las obras de Descartes y Malebranche. Como médico y cirujano alcanza gran notoriedad llegando a ser médico de la Marquesa de Pompadour y del mismo rey, Luis XV. En una edad relativamente avanzada, hacia 1750, empieza interesarse en la filosofía y en la economía. Colabora con varios artículos (Evidencia, Función del alma, Agricultores, Cereales, Hombres, Impuestos e Interés del dinero) a la Enciclopedia de Diderot. En 1758 presenta la primera versión del Tableau Economique, que dará lugar a numerosos desarrollos y estudios que constituyen el núcleo de la literatura fisiocrática. Quesnay muere en 1774 a la edad de 80 años.
 
[3] No debe ser confundido con su hijo, Honoré Gabriel Riquetti Conde de Mirabeau (1749 -1791), quien tuvo gran protagonismo en la Revolución Francesa.
[4] Citado por Cartelier (1976,1986). Página 66.
 
[5] Ídem, Página 65.
 
[6] Ídem, Página 69.
 
[7] Ídem, Página 70.
 
[8] Ídem, Página 70
 
[9] Quesnay, F. El Tableau Economique y otros escritos fisiocráticos. Editorial Fontamara, Barcelona, Sin fecha de publicación. Página 211-212.
 
[10] Ídem, página 213.
 
[11] Ídem, página 217.
[12] Ídem, página 158.
 
[13] Citado por Cartelier (1976,1986). Página 76.
 
[14] Quesnay hizo diversas presentaciones del Tableau. La más sistemática y en la que mejor se expresan las hipótesis del modelo es la contenida en el texto: “Analyse de la formule arithmétique du tableau economique de la distribution des dépenses annuelles d´une nation agricole”.
[15] Quesnay, F. Tableau Economique des Physiocrates.  Calmann-Levy, Paris 1969. Páginas 45-47.
[16] Ídem, páginas 49-50.
 
[17] Ídem, página 50.
 
[18] Ídem, página 51.
 
[19] Cartelier (1976). Página 108.
 
[20] Cartelier (1976). Página 107.
 
[21] Cartelier (1976). Página 106.

domingo, 19 de agosto de 2012

En defensa del cargo fijo


En defensa del cargo fijo

Luis Guillermo Vélez Alvarez
Economista, Docente, Universidad EAFIT

Nota: Este artículo fue escrito hace casi 10 años  con el propósito, a la postre infructuoso, de oponerse a la eliminación del cago fijo de la tarificación de los servicios públicos domiciliarios. Fue publicado en la revista Letras Jurídicas de Empresas Públicas de Medellín y se reproduce como apareció con esta nota como única adición. Al cabo de muchos años la Comisión de Regulación de Energía reconoció su equivocación y propone el restablecimiento del cargo fijo. Las asociaciones de usuarios se oponen y el gobierno, en cabeza del propio presidente de la república, dispuesto a hacer cualquier cosa para mejorar su popularidad, las apoya y desautoriza de paso al Ministro y a la CREG. Como se argumenta en este artículo, el cargo fijo está ajustado a los buenos criterios de tarificación. Pero además, no es cierto que su eliminación, como se sostiene, beneficie a los ricos y perjudique a los pobres. Al contrario. El peso del cargo fijo en el precio unitario de kwh o del metro cúbico depende del nivel de consumo: a más elevado nivel de consumo menor es el efecto y viceversa. Cuando se eliminó el cargo fijo los principales beneficiados fueron los hogares de menor número de personas y las personas que tienen residencias secundarias – fincas o apartamentos de recreo – que sólo hace uso de los servicios durante breves períodos de tiempo. Por otra parte, el cargo fijo está estratificado y no resulta especialmente difícil calcular el nivel al cual su incorporación en la fórmula tarifaria sería perfectamente neutral para los usuarios de bajos ingresos.

I

Los usuarios de los servicios energía eléctrica, gas natural, telefonía básica o acueducto y alcantarillado imponen a las empresas que se los suministran unos costos que son independientes del nivel de consumo o uso. Haya o no consumo, deben leerse los medidores y las facturas deben generarse y distribuirse.  Adicionalmente, todo usuario de servicios públicos tiene a su disposición una capacidad de producción, almacenamiento, transporte y procesamiento de la que hace uso en el momento en que decide abrir una llave, operar un interruptor o descolgar un teléfono. Aquí hay algo que cuesta.
Cuando un usuario sale de vacaciones o, por cualquier razón, cierra su establecimiento durante algún tiempo la empresa solo puede saber que ha desaparecido ese consumo leyendo el medidor. Durante ese lapso el usuario no deja de ser cliente de la empresa. Usualmente, en esos casos, no pide el usuario le sea suspendido el servicio y el retiro de su nombre de la base de clientes de la empresa. A su regreso el servicio está ahí, al alcance de su mano, disponible. Aquí hay algo que vale.
Un consumo de electricidad de 24 Kwh. realizado encendiendo un lámpara de un Kw. durante  24 horas cuesta menos que un consumo de esos mismos 24 Kwh. realizado encendiendo 24 lámparas de 1 Kw. durante una hora. Ni en el corto ni en el largo plazo los consumos de electricidad – tampoco los de agua, telefonía o gas - se distribuyen de manera uniforme en el tiempo. Las demandas de estos servicios son más altas o más bajas en diferentes  momentos y las empresas de servicios públicos deben planificar sus inversiones para responder, en el corto y en el largo plazo, a la demanda máxima y evitar la suspensión del suministro – de electricidad, agua o gas – o la congestión de tráfico telefónico. Aquí también hay algo que cuesta y algo que vale.

Estos hechos, que en términos microeconómicos equivalen simplemente a decir que el costo marginal de corto plazo es, por lo general, inferior al costo medio y que puede verse sometido a grandes oscilaciones, suministran el fundamento de las tarifas no lineales o tarifas en dos partes. La estructura tarifaria de acueducto y alcantarillado con su cargo fijo, para cubrir los costos de clientela, y su cargo por unidad de consumo, es un ejemplo de esta clase de tarifas. Otro ejemplo bien importante es la antigua tarifa de potencia y energía, en mala hora eliminada.  

II
La importancia y significación económica del cargo fijo fue reconocida por el legislador al disponer desde la ley su inclusión en las fórmulas tarifarias. El artículo 90 de la ley 142 dice así:

“Elementos de las fórmulas tarifarias. Sin perjuicio de otras alternativas que puedan definir las comisiones de regulación, podrán incluirse los siguientes cargos:
90.1 Un cargo por unidad de consumo, que refleje siempre tanto el nivel y la estructura de los costos económicos que varíen con el nivel de consumo como la demanda por el servicio.
90.2 Un cargo fijo que refleje los costos económicos involucrados en garantizar la disponibilidad permanente del servicio para el usuario, independientemente del nivel de uso.
Se consideran como costos necesarios para garantizar la disponibilidad permanente del suministro aquellos costos denominados fijos de clientela, entre los cuales se incluyen los gastos adecuados de administración, facturación, medición y los demás servicios permanentes que, de acuerdo a definiciones que realicen las respectivas comisiones de regulación, son necesarios para garantizar que el usuario pueda disponer del servicio sin solución de continuidad y con eficiencia”.
90.3 Una cargo por aportes de conexión el cual podrá cubrir los costos involucrados en la conexión del usuario al servicio (…)”

El numeral 2 de este artículo fue demandado. La  Corte Constitucional lo declaró exequible en sentencia C-401 de 2003. Vale la pena leer un aparte de esta sentencia:

“La tarifa que se paga por la prestación de un servicio público domiciliario está vinculada no sólo con el nivel de consumo del usuario, sino con los costos en que incurre la empresa respectiva para poder brindar el bien o servicio en condiciones de competitividad y está determinada por el beneficio que finalmente recibe el usuario. El solo hecho de que el prestador del servicio esté disponible para brindar el mismo genera costos, los cuales son independientes del consumo real que se efectúe. A juicio de la Corte, la norma acusada, en cuanto contempla un cargo fijo que debe pagar el usuario, no vulnera la Carta Política toda vez que tal concepto se ve reflejado en su propio beneficio, es decir, en la prestación eficiente y permanente del servicio”[1]

En la ley 143 o ley eléctrica es aún más expreso e imperativo el mandato del legislador al regulador en el sentido de considerar el cargo fijo en el diseño de las tarifas:

“Artículo 46. La Comisión de Regulación de Energía y Gas tendrá en cuenta los siguientes componentes en la estructura de tarifas:
a)      Una tarifa por unidad de consumo de energía;
b)      Una tarifa por unidad de potencia, utilizada en las hora de demanda máxima;
c)      Un cargo fijo que refleje los costos económicos involucrados en garantizar la disponibilidad del servicio para el usuario, independientemente del nivel de consumo;
d)      Un cargo de conexión que cubrirá los costos de la conexión cada vez que el usuario se conecte al servicio de electricidad (…)”

Es clara pues la forma en que el marco legal y la jurisprudencia reconocen el fundamento económico del cargo fijo – la existencia de un costo para la empresa y un valor para el usuario – y disponen acertadamente su inclusión en la estructura tarifaria. En el caso de la ley 142, por estar referida a todos los servicios públicos y a todas sus actividades complementarias, es comprensible que el legislador hubiese otorgado al  regulador la facultad discrecional de incluir o no el cargo fijo, dejando a su criterio la decisión sobre la existencia de un fundamento económico para hacerlo. En el caso del sector eléctrico no ocurre lo mismo. En la misma ley el legislador reconoce la existencia de tal fundamento económico y ordena al regulador tener en cuenta  un cargo fijo al definir la estructura tarifaria. Por ello puede ser discutible la legalidad de la fórmula tarifaria  del mercado regulado de electricidad que excluyó el cargo fijo.
III

Las tarifas en dos partes pasan por un mal momento: les resultan antipáticas a los consumidores y los reguladores las ven como rezagos abominables de un régimen de mercado y regulatorio dominado por monopolistas abusivos. A los consumidores no les falta algo de razón e, incluso, en muchos casos de la vida real, la tienen en demasía. Los reguladores tienen menos excusas, salvo que se acepte como tal la enorme confusión intelectual que los anima en su propósito misionero de promover la competencia a cualquier costo.

Probablemente, el descrédito de la tarifa en dos partes - o, mejor aún, del cargo fijo – entre los consumidores es el resultado de un fenómeno demográfico: la disminución del tamaño medio de los hogares. En las grandes ciudades del país los hogares de un solo miembro bordean el 25% del total, abundan los hogares de dos o tres personas y cada vez son menos los de 7 ó más miembros, tan frecuentes hace una generación[2]. La consecuencia de esto casi evidente: cuando el consumo es relativamente elevado el peso del cargo fijo en la factura total no es muy sustancial. Como la tarifa media decrece a medida que aumenta el consumo, el cargo fijo opera como un mecanismo para  hacer descuentos por volumen. Naturalmente, todo lo contrario ocurre con los consumos pequeños que resultan castigados por la existencia del cargo fijo. La tabla 1 ilustra lo descrito con un ejemplo hipotético de uno cualquiera de los servicios mencionados.
 La solución de este problema no pasa necesariamente por la eliminación del cargo fijo. Bastaría con ofrecer a los consumidores la posibilidad de elegir entre varias tarifas no lineales con diferentes niveles de cargos fijos y unitarios para que éstos escojan según sus preferencias, ingresos y consumos proyectados. Este punto se retoma más adelante.

Los reguladores tienen una marcada preferencia por las tarifas unitarias o lineales. Las ven como un mecanismo que facilita la entrada de competidores y tratan de aplicarlas a pesar de que esto suponga hacer caso omiso de los criterios económicos, reconocidos por la ley, sobre la forma en que deben ser incorporados en las estructuras tarifarias los costos que no guardan relación con el nivel de consumo. La eliminación del cargo fijo no  suprime los costos subyacentes: estos deben se recuperados y esto sólo es posible hacerlo incorporándolos en el cargo unitario[3]. Esto se conoce con el horroroso nombre de “variabilización”. La “variabilización” tiene dos consecuencias inmediatas:

  1. Los usuarios de altos consumos terminan cubriendo los costos fijos de los que consumen poco o nada y pagando por ellos el beneficio que supone la disponibilidad del servicio[4].
  2. Cuando existe competencia en el segmento de comercialización se propicia de entrada al facilitarse el descreme del mercado.
El primer punto es evidente, el segundo amerita alguna explicación.

La competencia a la que se alude es la de los llamados comercializadores puros, es decir, de aquellos que venden a usuarios regulados energía eléctrica[5] producida por otros empleando redes igualmente ajenas.  
La tabla 2 ilustra la situación de un mercado donde el operador establecido tiene las cifras que se presentan en la columna “Inicial”. Este operador atiende un mercado compuesto por un gran consumidor con la mitad de la demanda y 99 pequeños con la otra mitad.  Cuando el cargo fijo de 10 unidades por usuario se variabiliza, el cargo unitario debe incrementarse en 2. El entrante puede coger la demanda del gran consumidor ofreciéndole un precio de comercialización muy inferior a esta suma.  Al peder el gran cliente los costos de comercialización se duplican para los consumidores cautivos del establecido[6] 
La supresión del cargo fijo o, más exactamente, la eliminación de una tarifa no lineal única puede hacerse sin causar ninguno de los efectos indicado si – por efecto de la competencia o la regulación –la tarifa eliminada es sustituida  por un conjunto de tarifas no lineales – con diferentes componentes fijos y unitarios – entre las cuales puedan elegir los consumidores. Mientras mayor sea la discriminación de precios y más tarifas se ofrezcan mejor se adaptará el esquema tarifario a las preferencias y restricciones presupuestarias de los consumidores. Para lograr esto es necesario que el sistema de opciones sea diseñado de tal suerte a mayor componente fijo menor sea el componente variable. De hecho, entre las opciones puede incluirse una opción lineal siempre que el cargo unitario cubra la totalidad de los costos fijos y variables[7].

Un sistema de opciones no es incompatible con el régimen de libertad regulada que se aplica a los pequeños consumidores de electricidad y gas por red y a todos los consumidores de acueducto y alcantarillado y telefonía básica. Lo importante es que, a pesar de estar abastecidos por una empresa monopolística o con  un bajo nivel de competencia, los clientes tengan la posibilidad de elegir las combinaciones de precio y cantidad que mejor se ajusten a sus preferencias e ingresos. En este caso no se regularía una o varias tarifas en particular. La restricción regulatoria se aplicaría  a toda la canasta de opciones de tal suerte que la tarifa media sea a lo sumo igual cierto techo o que su crecimiento se ajuste a determinada tasa.

IV

El cargo fijo ya ha sido eliminado de la tarificación de electricidad. Los reguladores de telecomunicaciones y de agua y saneamiento parecen inclinados a suprimirlo en sus respectivos sectores. El análisis precedente sugiere que eso es inconveniente y, probablemente, ilegal. 

Mas que de la existencia misma de un cargo fijo, la insatisfacción – comprensible – de muchos consumidores de servicios públicos en los mercados regulados se deriva – aunque eso no sea totalmente claro para ellos – de la falta de opciones tarifarias que se acomoden a sus preferencias y presupuestos. La evidencia de los mercados de telefonía móvil y larga distancia sugiere que el consumidor no rechaza los cargos fijos y que, por el contrario, los acepta de buen grado estando dispuesto incluso a pagarlos de forma anticipada.

Por la competencia de sustitutos, la telefonía básica parece estar madura para un régimen de libertad vigilada, por lo menos. Si el cargo fijo se elimina,  debería optarse simultáneamente por la libertad de tarifas, de tal suerte que las empresas ofrezcan a los consumidores toda  clase de tarifas no lineales, planas y unitarias.  En el caso de que se mantenga un régimen de regulación más restrictivo para los estratos bajos, deberían admitirse  las opciones, imponiendo la restricción regulatoria a la tarifa media. Aunque sería preferible que no existiera, de adoptarse una opción mandataria, el cargo unitario debe garantizar la recuperación de los costos plenos.

En acueducto y alcantarillado podría buscarse la adopción de un sistema de opciones que no es incompatible con el régimen de libertad regulada del sector como quiera que las comisiones de regulación, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 90 de la ley 142,  están facultadas para diseñar y hacer públicas diversas opciones tarifarias.   

Finalmente, en comercialización de energía eléctrica para el mercado regulado, cuya fórmula tarifaria está en proceso de revisión,  debería aprovecharse esa circunstancia para introducir nuevamente el cargo fijo, corrigiendo un error grave de la regulación.

Abril de 2003. 





[1] Véase: Atehortua, Carlos. Servicios Públicos Domiciliarios. Legislación y jurisprudencia. Andesco, Bogotá, 2003. Página 623.

[2] Hacia 1990 en las proyecciones de demanda para el acueducto de EEPPM se utilizaba la cifra de 5.2 personas por hogar. Para 1997 se trabajaba con 4.1. Finalmente, en 2003 el DANE, en su encuesta de hogares, encontró un tamaño de 3.8 personas por hogar en las cabeceras urbanas. 

[3] Esto no es enteramente cierto. La forma óptima, que conduce a resultados eficientes en el sentido de Pareto, sería pagar a la empresa forzada a vender al costo marginal un subsidio igual a las pérdidas en que incurre por no alcanzar el costo medio.  El subsidios se financia con un impuesto pagado por todos los contribuyentes, consuman o no el servicio. En parte alguna se ha ensayado esta solución.

[4] No sería sorprendente que esto tuviera efectos distributivos regresivos si, como parece ser el caso, las familias pobres son de mayor tamaño que las familias de mayor ingreso.

[5] Esta figura se ha propuesto también para gas y acueducto.

[6] El ejemplo es hipotético, pero esto es lo que ha ocurrido en el mercado de EADE y otras distribuidoras del país.

[7] Un buen tratamiento completo de las tarifas no lineales se encuentra en  Laceras, La regulación económica de los servicios públicos,  Editorial Ariel, Barcelona, 1999. Capítulo 2.