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lunes, 24 de julio de 2017

Por qué apoyo a Uribe (Respuesta a Antonio Caballero)

Por qué apoyo a Uribe
(Respuesta a Antonio Caballero)

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista


“Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en épocas de crisis moral”
(Dante, La Comedia)


Antonio Caballero ha publicado en Semana una columna titulada “San Antoñito”, en el estilo insultante y prepotente al que tiene habituados a sus lectores, de los que usualmente no hago parte. Dejé de leerlo hace muchos años a causa de la infinita aburrición que me producía encontrarme siempre con uno de los dos tipos de columnas que sabe escribir.

Cuando se ocupa de asuntos generales – pobreza, desigualdad, narcotráfico, economía, etc. – Caballero aparece inevitablemente como un eximio representante de las teorías de la conspiración. Todas las tragedias del mundo son, a sus ojos, el resultado de la actividad de algún grupo de perversos que desde oscuros antros o desde espléndidas oficinas conjuran para joder a los demás. Si hay pobres es porque los ricos avarientos deciden que así sea; si la economía marcha mal es porque los  neo-liberales lo disponen de esa forma; si la gente pierde sus empleos o los precios de las cosas suben es porque las multinacionales infames así lo deciden, etc., etc. etc.

La otra columna tipo es la que dedica a particulares: políticos, funcionarios públicos, empleados, empresarios, comerciantes y toda clase de personas que desarrollan alguna actividad en el gobierno o en los negocios privados. En estos casos, Caballero, en medio de la dosis habitual de insultos, pontifica ex – cátedra sobre todos los asuntos. Sin excepción, los criticados son ineptos e incompetentes que, con dolo o sin él, hacen mal las cosas. Sólo él es inmaculado y libre de todo error. Y en esto último tiene toda la razón: Caballero nunca se ha equivocado en nada porque nunca ha hecho nada. No ha creado una empresa ni ha tenido un trabajo digno que produzca valor para la sociedad. Su vida ha sido la de un niño rico y consentido que se la ha pasado en cocteles, bebiendo whiskey y hablando mal de los demás.

Leí la columna de marras por sugerencia de Daniel Coronel, quien en su twitter recomienda leerla dos veces, lo cual llamó mi atención. Pasé rápidamente mis ojos por ella, salvo el primer párrafo que sí leí con atención. Caballero arranca con este interrogante “¿Por qué a medio país le gusta Álvaro Uribe con todos sus defectos?” Y se responde: “Por todos sus defectos”. Dos renglones más abajo dice que los partidarios de Uribe lo son por “La nostalgie de boue”. La añoranza del fango, traduce Caballero entre paréntesis.

La boue es, en efecto, el barro, el lodo, el fango, el sedimento, el limo. Pero es también, en sentido figurado, lo sucio, lo infame, lo vergonzoso, lo abyecto, lo bajo, lo vil, la basura, la alcantarilla y,  cómo no,  la mierda (la crotte). Los uribistas lo son porque tienen nostalgia de la mierda. Eso fue lo que quiso decir Caballero.

Naturalmente ese es un insulto muy descomedido contra millones de colombianos, muchos de los cuales se sentirán ofendidos. En lo personal, a mí me resbala. Los sicólogos hablan de un mecanismo de defensa llamado proyección, consistente en atribuir a los demás las propias pulsiones. No tengo inclinación alguna por la coprofagia, aberración en la cual pareciera que Caballero encuentra especial deleite. No soy coprófago y no creo que lo sean los millones de personas a quienes Caballero atribuye su propia perversión. Pero no voy a hablar por ellas, voy a hablar por mí.

Apoyé a Uribe en sus dos candidaturas porque prometía enfrentar a las FARC que, después de los ocho años de los gobiernos ineptos de Samper y Pastrana, estaban a punto de tomarse el poder. De la guerra de guerrillas habían pasado a la guerra de posiciones y se habían lanzado ya a tomarse una capital de departamento. Sobre las principales capitales del País, las FARC habían tendido un cerco estratégico. En Medellín, era riesgoso aventurarse a más de 20 kilómetros de la ciudad, los hombres de negocios evitaban viajar para no padecer el temor que suponía desplazarse en carro al aeropuerto, buena parte de los medellinenses habían renunciado a dar la Vuelta Oriente – sí, Caballero, el paseo dominical de los paisas montañeros – por temor a ser secuestrados. La economía estaba en ruinas, el desempleo desbordado y la inversión casi inexistente. Estado fallido era la expresión preferida por los medios internacionales para referirse a Colombia. Hoy, casi 20 años después, son muchos los jóvenes que no saben de estas cosas y muchos otros, menos jóvenes, las han casi olvidado. A unos y otros, la propaganda oficial y los turiferarios del régimen buscan anestesiarlos para que no se enteren de nada, para que no recuerden nada.   

Para que no recuerden que al final del segundo gobierno de Uribe, la economía estaba en crecimiento, la tasa de desempleo era reducida y la inversión – nacional y extranjera – estaba pujante como nunca en las tres décadas anteriores. Las FARC estaban derrotadas estratégicamente, sus principales dirigentes neutralizados, sus fuerzas remanentes refugiadas en lo más profundo de la selva, el cerco a las ciudades había sido levantado y los colombianos podían viajar libremente a cualquier sitio del País. Y entonces se produce lo inesperado. Juan Manuel Santos decide enviarles a las FARC agonizantes un balón de oxígeno, con su hermano Enrique, burgués vergonzante que desde su juventud propugna por la socialización de la riqueza de los colombianos al tiempo que pone la suya a buen recaudo. Y empiezan las conversaciones de La Habana basadas en una agenda confeccionada en secreto por Enrique y sus compadres de las FARC.

Aunque la agenda de Enrique era ya en extremo generosa, los delegados del gobierno llegaron a La Habana como si fueran la parte derrotada que se apresta a firmar un armisticio y, ante estupor de los colombianos e ignorando cualquier crítica, procedieron a entregar todo lo que pudieron – el régimen electoral, la política de agraria, el SGP, la mitad de la constitución – a cambio de la promesa de dejación de armas y desmovilización  que parece no haber sido cumplida a cabalidad. Las FARC se inventaron una disidencia para continuar combinando todas las formas de lucha, entregaron pocas armas y a sus dirigentes, que se pavonean como señorones por todo el País, bajo los incensarios de periodistas como Caballero, les dejaron una guardia pretoriana de 1.000 hombres perfectamente entrenados en asesinar.

Al mismo tiempo que se realizaba la entrega de La Habana, el santismo  puso todo su empeño en liquidar políticamente a Uribe. Le arrebataron su partido y emprendieron la más pavorosa persecución judicial contra sus seguidores políticos y sus familiares. Increíblemente Uribe reacciona, se defiende y ataca con su twitter, en cuestión de semanas monta un nuevo partido y en las legislativas de 2014 se hace a una representación parlamentaria que le permite continuar su desigual batalla contra el régimen que más ha atropellado la democracia colombiana en las últimas décadas. Las elecciones presidenciales de 2014 son el perfecto ejemplo de texto sobre el abuso del poder para configurar por todos los medios el más descarado fraude electoral. La cereza del postre fue el desconocimiento del plebiscito, que el gobierno había convocado para conseguir la refrendación de sus tropelías convencido de que sus mañas la garantizarían un resultado favorable.  

Un congreso servil y una corte constitucional cooptada se han encargado de dar desarrollo constitucional y legislativo a los acuerdos. Las dádivas y los favores políticos, el desprestigio, el chantaje y la intimidación han sido los instrumentos para alinear a la gente alrededor de unos textos legales, que parecen redactados por los abogados de las FARC y a los que no se les puede cambiar una coma sin ser motejado de enemigo de la paz. Afortunadamente – o ¿será mejor decir, sorprendentemente? -  todavía el presidente Santos no ha seguido, a su mejor amigo y mentor político, el dictador Maduro, en la realización del peor atropello que puede hacerse contra la democracia: la  suspensión  las elecciones previstas en el calendario electoral. Todavía quedan las elecciones de 2018 y en ellas es mucho lo que está en juego.

La actual coyuntura está signada por el riesgo de que la derrota militar de las FARC, que fue obra de los dos gobiernos de Uribe, se transforme, como ya lo es en parte, en una victoria política, si llegara a triunfar en las elecciones de 2018 una coalición de las fuerzas de izquierda totalitaria (farianos, petristas, robledistas, claristas, etc.), de la multitud de “idiotas útiles” de buena voluntad (fajardistas, claudistas, delacallistas) y de toda la caterva de oportunistas de los partidos de la unidad nacional que no vacilaran en aliarse hasta con el diablo para mantener su porción de poder. Por eso, como millones de colombianos, apoyo a Uribe.

LGVA

Julio de 2017.

jueves, 20 de julio de 2017

¡Viva la prensa libre e irresponsable y viva Twitter libre e insolente!

¡Viva la prensa libre e irresponsable y viva Twitter libre e insolente!

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista

“Confieso que no tengo por la libertad de prensa ese amor completo e instantáneo que sentimos por las cosas soberanamente buenas por naturaleza. La amo por la consideración de los males que ella evita más que por los beneficios que produce”

“En materia de prensa no hay realmente término medio entre la servidumbre y la licencia. Para recoger los bienes inestimables que asegura la libertad de prensa, hay que saber someterse a los males inevitables que hace nacer”

(Alexis de Tocqueville)


En otro texto ya fijé mi posición sobre el asunto Uribe-Samper, no pienso abundar sobre el tema. Voy a referirme a un par de declaraciones a las que ha dado lugar: la de los periodistas solidarios con Samper y la de los políticos seguidores de Uribe que, con ciertas reservas difíciles ocultar, apoyaron a su jefe.

Dejando de lado la ostensible antipatía contra el expresidente que se destila a lo largo de ese comunicado, lo expuesto por los periodistas puede resumirse en tres puntos:

1.    Uribe calumnió a Samper al llamarlo violador de niños. Lo hizo a sabiendas de que esa afirmación era falsa y con el propósito de dañarlo.

2.    Uribe hizo semejante calumnia “frente a sus más de cuatro millones de seguidores de Twitter”. Esto es grave puesto que “en las redes sociales se ha vuelto común hostigar a los periodistas hasta ponerlos en peligro”

3.    La acción de Uribe es un “premeditado ataque contra la prensa y la libertad de expresión (…) que es una arremetida contra la democracia”.

En otro artículo ya traté el primer punto. Voy a referirme a los otros dos, empezando por el tercero.

Los periodistas, los novelistas, los compositores de canciones, los pastores religiosos, los que hacen cine, los políticos, en fin, todos aquellos que hacen públicos los productos de su mente son productores y difusores de ideas. Como cualquier acto de producción, la de ideas supone el empleo de recursos materiales más o menos cuantiosos  que podrían dedicarse a otros usos. Desde este punto de vista, la producción de ideas en nada se diferencia de la producción de cualquier otra cosa, como alimentos o productos farmacéuticos. Al igual que los productores de objetos materiales, los productores de ideas lanzan sus productos al mercado buscando, con desigual fortuna, la aprobación de los consumidores que se expresa en el acto de la compra. Existe pues un mercado de las ideas.

La mayoría de la gente acepta la intervención del gobierno en un gran número de mercados para evitar, según se dice, que el consumidor sea dañado por un producto mal hecho o defectuoso. En Colombia existe, para controlar la calidad de alimentos y medicamentos, el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos. Para llegar legalmente al mercado, la más miserable galleta debe portar su sello IMVIMA. No existe un INVIMA para el mercado de las ideas, pero es indudable que, bien vistas las cosas, muchos de los productos que se lanzan a ese mercado podrían calificarse de deficientes y mal confeccionados y que pueden dañar, por lo menos, el buen gusto del consumidor.  

La libertad de prensa no es buena porque los periodistas escriban o hablen bien o porque estén bien informados o porque sepan de las cosas que tratan o porque siempre digan la verdad. Muchos escriben mal y hablan peor, son superficiales e ignorantes y mienten con frecuencia. Buena parte de los productos de la prensa son de pésima calidad y eventualmente pueden ser nocivos para el consumidor. Dejamos llegar al mercado de las ideas productos claramente defectuosos o con bajos estándares de calidad porque asumimos que la valoración de esa calidad por parte de la autoridad pública será siempre subjetiva y arbitraria y que admitir esa intervención entraña más peligros que beneficios.

Prensa libre pero responsable es una frase vacía que puede invocar cualquier dictador para justificar sus tropelías. Los Castro, tan apreciados hoy en Colombia, y sus aventajados discípulos Correa, Maduro, Morales y Ortega pueden decir que no reprimen la libertad de prensa sino su irresponsabilidad. A los amigos de Uribe, con ánimo conciliatorio, pero con una escandalosa ignorancia de la historia, les pareció apropiado traer a cuento la famosa frasecita que profiriera Núñez  el 11 de noviembre de 1885 en la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente: “La prensa debe ser antorcha y no tea, cordial y no tósigo, debe ser mensajera de verdad y no de error y calumnia, porque la herida que se hace a la honra y al sosiego es con frecuencia la más grande de todas”.

Apoyado en esa frasecita, Núñez, después de sacar del poder a Payan por blandengue con los periodistas opositores,  expidió por decreto, en 1888, la que Don Fidel Cano llamó “La ley de los Caballos”, la cual, entre otras infamias,  autorizaba el destierro y el confinamiento de periodistas. Bajo el imperio de esta ley y de su sucesora, la ley de prensa de 1896, que definió como delito de prensa “las publicaciones ofensivas, o sea las que vulneren la honra de cualquier persona, y las subversivas, que son las que atentan contra el orden social y la tranquilidad pública” se cerraron numerosos periódicos y se persiguieron a los periodistas. Debe estar removiéndose en su tumba Don Fidel al ver uno de sus descendientes firmando una declaración en contra de la libertad de expresión. Cuenta Jorge Orlando Melo que, en conversaciones con el General Máximo Nieto, Núñez manifestó que la prensa era “un enemigo natural de la humanidad, y como tal deben tratarla los gobiernos”.  ¡Este es el nuevo paladín de la libertad de prensa!

Entre los firmantes de la declaración de los periodistas están algunos que presumen de liberales, como el señor Darío Arismendi Posada y  el señor Héctor Riveros Serrato, director de un tal Instituto de Pensamiento Liberal. ¿Liberales? Liberales, los constituyentes de Rionegro que 1863 decretaron la libertad de imprenta absoluta y la libertad de expresión de palabra o por escrito sin limitación alguna. Esos si eran liberales.

Llama la atención la defensa unánime que de su colega “agredido” hacen los mismos periodistas que hace poco más de un año dejaron sola a Vicky Dávila, quien sorprendentemente también firma la declaración,  en medio de un incidente similar al que hoy atrae la atención de la gente. A la periodista Dávila la botaron de su medio por hacer público un video que revelaba la orientación sexual de una persona que quería mantenerla en secreto. Ninguno, de quienes hoy defienden el derecho de Samper, que lo tiene, a decir lo que le venga en gana en sus escritos y que le niegan a Uribe el derecho a responder como le dé la gana, que también lo tiene, salió a defender a la maltrecha Vicky, quien tuvo que refugiarse durante varios meses en el estercolero de twitter hasta purgar su culpa. ¿Por qué callaron entonces? Por la simple razón de que también a ellos los podían botar. Dejémonos de hipocresía. El límite a la libertad de expresión de los periodistas lo impone el propietario de los medios que los emplean y el poder de los anunciantes. Como cualquier derecho, el derecho a la libre expresión, surge y está limitado por el derecho de propiedad.

En Colombia, los medios tradicionales que aún sobreviven son propiedad de algún rico y, desafortunadamente, tenemos muy pocos de ellos. Con un estado tan poderoso por sus contratos y su desmedida capacidad de regular la vida económica, malquistarse con el gobierno de turno, cualquiera sea su orientación, puede ser extremadamente costoso. Un articulillo en decreto o en una resolución o unos términos de referencia amañados en una licitación o la demora de algún trámite, pueden ocasionar grandes pérdidas al propietario del medio donde labora el periodista deslenguado. Ya pasaron los tiempos en que se podía decir, como el gran Calibán, que la libertad de prensa era para hablar mal del gobierno. Tendremos más libertad de prensa cuando tengamos un gobierno más chico y menos intervencionista y, por supuesto, muchos más ricos. Entre tanto, tenemos a Twitter.

Yo no sé qué estaban pensando sobre la libertad de expresión los creadores de Twitter, Facebook y todas esas redes  sociales, pero lo cierto es que la han hecho avanzar mucho más que desde invención de la imprenta hasta nuestros días. Twitter - ágora insolente, desafiante y grosera, donde no se pide ni se da cuartel – acabó con el poder de mercado que en el mercado de las ideas detentaban los periodistas. Con su twitter Trump acorraló y tiene acorralados a los grandes medios de Estados Unidos y Uribe a los colombianos. Esa es la verdad monda y lironda. Pero el problema no es Trump, ni Uribe que algún día se van a morir. El problema, señores periodistas,  es Twitter y las otras redes sociales y las que aparezcan en el futuro y todos los medios digitales que permiten entrar a bajo costo al mercado de las ideas a cualquiera que tenga un computador, un teléfono inteligente y una cámara digital. En lugar de quejarse porque en twitter los hostigan y los amenazan, lo que pasa con todo el mundo, y de reclamar una libertad de expresión que no le reconocen a Uribe, los periodistas deberían tomar en serio el chiste según el cual Twitter es a los periodistas lo que Uber es a los taxistas. ¡Viva twitter libre e insolente!

LGVA

Julio de 2017

lunes, 17 de julio de 2017

No existe el derecho a no ser insultado ni a no ser difamado

No existe el derecho a no ser insultado ni a no ser difamado

(A propósito de la escaramuza entre el expresidente Uribe y el periodista Samper)

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Universidad EAFIT

Estamos en presencia de un nuevo episodio de la picaresca político-periodística colombiana que pone sobre el tapete, una vez más, el problema de los límites a la libertad de expresión. El título de este artículo deja en claro lo que es mi posición al respecto, de tal suerte que quien comparta ese enunciado, que para mí es apodíctico, puede ahorrarse la lectura de los argumentos que siguen.

Tomo insulto como sinónimo de injuria y difamación como sinónimo de calumnia. Los delitos de injuria y calumnia están tipificados en el código penal colombiano: Título V, capítulo único, artículos 220 a 228. Digo esto de entrada para que ningún despistado salga a recordármelo. Tampoco ignoro que la mayoría de los países del mundo, sino todos, los tienen tipificados en sus respetivos códigos penales.  Creo, como la mayoría de las personas razonables, que insultar, injuriar, difamar, calumniar, ridiculizar, zaherir, ultrajar, agraviar, afrentar, baldonar, improperar, vilipendiar, denostar, increpar, despotricar, denigrar, avergonzar, humillar, desacreditar, motejar, vejar, etc. son conductas reprochables que deberían estar excluidas de la discusión entre personas educadas y, especialmente, entre aquellas que son notorias, por cualquier razón, y que por ello deberían dar buen ejemplo. Sin embargo, pienso que lo referente a todas estas conductas tiene que ver más con don Manuel Antonio Carreño que con el Marqués de Beccaria. Eso es lo que voy a tratar de demostrar.

Tomo como cierta la siguiente proposición: la libertad es el derecho de hacer ciertas cosas y de oponerse a la imposición de otras. Todos los derechos surgen de un derecho primigenio cual es la propiedad de todo individuo sobre su propia persona, cuerpo y mente. Esto es un axioma, el axioma de la autoposesión, quien no lo acepte puede parar aquí pues tendrá que rechazar todo lo que sigue. Todo individuo es libre de hacer lo que quiera con su propia persona, excepto venderse como esclavo. Los resultados de la acción de cada individuo combinada con los recursos naturales libres o con los adquiridos legítimamente son de su propiedad. Esta es una consecuencia lógica del primer axioma.

En particular, son propiedad de cualquier individuo todos los productos de su mente: ideas, pensamientos, prejuicios, conceptos, opiniones, conocimientos, ocurrencias, doctrinas, creencias, visiones, suposiciones, teorías, concepciones, caprichos, fantasías, ideales, prenociones, etc. Es inherente a la propiedad de los productos de la mente el derecho a difundirlos, comunicarlos, proclamarlos, exponerlos, divulgarlos, anunciarlos, esparcirlos, publicarlos, propagarlos, transmitirlos, contarlos, revelarlos, notificarlos, expandirlos, declararlos, etc. empleando para ello los atributos de su propia persona y los medios materiales de su propiedad legítimamente adquiridos y los medios propiedad de otros puestos a su disposición de forma voluntaria.

Quién haya llegado hasta aquí debe admitir que es difícil estar en desacuerdo con lo enunciado. Si este no es el caso, aconsejo volver atrás y releer lo expuesto. Si una vez hecho esto, no se llega a las mismas conclusiones, es mejor que se abandone la lectura pues las ideas expuestas no admiten otra demostración  que su deducción por la propia mente del lector a partir de la aceptación del axioma de la autoposesión.

El punto que sigue está implícito en la definición extensiva que se hizo de los productos de la mente. Allí se incluyen toda clase de cosas sin prejuzgar sobre su contenido de verdad o su moralidad. El individuo es propietario de todos los productos de su mente sin que importe que sean genialidades o estupideces, nobles o ruines,  beatíficos o inmorales, honorables o despreciables, vejatorios o laudatorios y, también, y por sobre todo, para nuestro caso, verdaderos o falsos. Y como es inherente a la propiedad de los productos de la mente el derecho a difundirlos; todo individuo tiene derecho a mentir, embustear, engañar, embustir, trapalear, inventar, bolear, trufar, embrollar, tramar, enredar, es decir,  faltar a la verdad; y también tiene derecho a calumniar, difamar, deshonrar, denigrar, agraviar, envilecer, insultar, malsinar, ahijar, achacar, es decir, proferir cualquier clase de vergajadas sobre cualquier otro; siempre que para hacerlo haga uso de los atributos de su propia persona y de los medios materiales de su propiedad legítimamente adquiridos o puestos a su disposición por terceros de forma voluntaria.

De lo anterior se sigue que Samper, sin ampararse ladinamente en su condición de “humorista”, desde Semana o desde cualquier medio que lo acoja, tiene todo el derecho de decir que Uribe es asesino, homicida, sicario, sayón, linchador, paramilitar, corrupto, cohechador, venal, estraperlista, etc. Y que Uribe, desde su twitter o montado en un silla con un megáfono, tiene a su turno el derecho a decir que Samper es pederasta, pedófilo, sodomita, invertido, marica, maricón, homosexual, lechuguino, pisaverde, inversado, voyerista, etc.

En esta altura de la partida el despistado, que no ha entendido nada, sacará de su manga el derecho al buen nombre, a la buena reputación, la integridad moral y otros espantajos del mismo jaez.  Seamos indulgentes con el despistado y expliquémosle por qué esas invocaciones carecen de todo sustento lógico en una teoría genuinamente liberal de los derechos y los delitos.

Un delito es la agresión contra la persona o las posesiones de los individuos. La reputación o el buen nombre no es un ente físico o algo que esté dentro de la persona. El buen nombre o la reputación es un juicio subjetivo que los demás tienen sobre un individuo. Como tal ese juicio está en la mente de las otras personas y quien quiera ser dueño de ese juicio se asume propietario de las mentes de los demás y esto es inaceptable porque los individuos solo pueden ser propietarios de su propia mente. Esto debería ser suficiente para quien haya seguido la argumentación con la debida atención, pero abundaremos en el asunto para aliviar la perplejidad del despistado. Analicemos el caso que nos ocupa.

Uribe dijo: “Samper es un pedófilo”. Lógicamente solo existen tres posibilidades sobre el contenido de esta aseveración, a saber: i) Es cierta, ii) es falsa y iii) está en esa zona gris donde suelen situarse los alegatos de esta naturaleza.

Basta con tomar la segunda opción y plantearla en los términos más extremos, que son estos: Uribe i) afirmó que Samper era pedófilo ii) a sabiendas de que eso es falso y iii) lo hizo con la pérfida intención de perjudicar a Samper. Debo repetir, en beneficio del despistado, que no se está discutiendo la moralidad o la estética de esa acción. Tampoco se está discutiendo si a la luz de la ley positiva sea o no un delito. La discusión se plantea desde una teoría de la libertad y los derechos basada en el axioma de la autoposesión.

La legalidad o ilegalidad de una acción no puede depender de las intenciones del individuo sino de las manifestaciones objetivas de la acción. Una persona que tenga en su casa un arma fuego para defenderse de un eventual agresor seguramente tendrá en su mente la intención o la disposición de dispararle en caso de que irrumpa en su morada. Pero sería absurdo enjuiciarla por esa intención antes de que ocurra el hecho. Anoto que sobre ese absurdo reposan las restricciones a la libre posesión de armas de fuego.

Objetivamente considerada una acción – por inmoral o antiestética que sea – solo puede ser un delito si invade los derechos ajenos. Uribe, que se sepa, no ha agredido físicamente a Samper. Tampoco irrumpió en la propiedad de este para gritarle ¡pedófilo!, ¡pederasta!. ¿De qué se queja entonces Samper? Ah, de que Uribe atentó de forma grave contra su “integridad moral” puesto que su twitter tiene cuatro millones de seguidores antes los cuales verá menguada su buena reputación. ¿Cómo diablos puede saber Samper lo que pasa por la mente de todas esas personas? ¿Qué lo lleva a suponer que lo valoran como el gran humorista que él se imagina que es? Aun admitiendo que el humorista tenga el don de leer la mente de todo mundo, no puede reconocérsele, ni a él ni a nadie, ningún derecho de propiedad sobre las mentes ajenas en la actividad de las cuales se funda la buena o mala reputación de las demás personas. No existe pues un ente objetivo llamado reputación sobre el cual pueda ejercerse un derecho de propiedad. Sin que importe que sea falsa o verdadera la afirmación de Uribe, y cualesquiera hayan sido sus intenciones al proferirla, puede decirse, sin asomo de duda, que Uribe no cometió ningún delito porque no puede invadirse una propiedad inexistente.
   
A los despistados que a esta altura de la partida estén pensando todavía en el Título V del Código Penal les informo, sino se han percatado de ello, que el punto de vista que aquí se sigue es profundamente iusnaturalista, es decir, el de aquella  teoría de la libertad que parte de la aceptación de la existencia una ley natural al alcance de la razón en la cual se fundamenta, cuando la contraviene, como es ciertamente el asunto en discusión, la crítica radical a la ley positiva impuesta por los estados. En un código penal verdaderamente liberal no tienen cabida los delitos de injuria y calumnia. Me importa un higa que la ley positiva de todos los países del mundo los consagre como tales. Me siento cómodo al lado de Locke y  de Rothbard en cuyas ideas, como se habrá percatado el lector informado, se sustenta todo lo expuesto.

Dudo que sea posible educar a toda la gente en las buenas maneras de Carreño o transmitirle la elegancia intelectual  en la que pensaba el Conde de Buffon  cuando dijo aquello de que el estilo es el hombre mismo. Pero, como dice también el Conde, el estilo no puede robarse ni transportarse, mucho me temo que nuestros periodistas y políticos continuarán insultándose como verduleras. Propongo, en consecuencia, derogar el Título V del Código Penal y legalizar la caballeresca y noble institución del duelo, porque cuando se trata de cuestiones de honor, como decía Don Francisco Quevedo y Villegas en El capitán Alatriste, no queda sino batirse.

LGVA
Julio de 2017.



Conversación con Mauricio Alviar Ramirez, Rector de la Universidad de Antioquia

Conversación con Mauricio Alviar Ramirez, Rector de la Universidad de Antioquia

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT.

Mauricio Alviar Ramirez es economista de la Universidad de Antioquia, Magister de la Universidad de Duke y Doctor de la Universidad de Oklahoma.  La economía ambiental es su área de especialización y estudio. Ha consagrado su vida profesional a la docencia, la investigación y la administración universitaria. Desde hace poco más de dos años se desempeña como Rector de la Universidad de Antioquia. Al Poniente conversó con él sobre esa experiencia y sobre sus ideas académicas.

Al Poniente. Rector son ya dos años al frente de nuestra Alma Mater. ¿Qué es lo que ha ocurrido de más destacable en este período?

Rector.  Lo primero es algo que no deberíamos destacar como un logro de una universidad corriente, pero que en nuestro caso debe destacarse: hemos conseguido regularizar el calendario académico. Veníamos con catorce calendarios académicos. Desde 2016, toda la Universidad viene con los semestres regulares. Eso ha permitido, incluso, la realización de cursos inter-semestrales, algo que no se hacía desde hace mucho tiempo. El año pasado, por ejemplo, más de cinco mil estudiantes tomaron cursos inter-semestrales, unos para adelantar en su carrera, otros para desatrasarse. Ese es un logro clave, pero es un poco penoso tener que celebrar eso que debería ser lo normal.

Hemos logrado también que la Universidad participe en dos proyectos de investigación de talla mundial. El primero es en el Instituto Max Plank, de Alemania, donde hay tres investigadores de la Universidad investigando sobre enfermedades tropicales y bio-diversidad, financiados por Alemania. Y el otro es que logramos vincular tres investigadores nuestros al proyecto del acelerador de partículas, el Gran Colisionador de Hadrones, en Suiza y Francia. Eso requiere una inversión. Pero yo he planteado que la Universidad debe invertir en esto. No podemos continuar pidiendo limosna al mundo. Para participar en esto hay que poner plata. Ya tenemos tres investigadores del Instituto de Física y próximamente se vincularán otros dos de la Facultad de Ingeniería. Esto permitirá avances en tesis de maestría y doctorado y generar publicaciones en revistas indexadas que dan visibilidad y prestigio a la Universidad. Un artículo que se publique en una revista indexada de ese experimento, tendría un gran impacto. Pero además de ese tema de la visibilidad, lo importante es la formación de talento humano en las grandes ligas. Gracias a unos recursos de estampilla que nos llegaron adicionales a lo que estaba presupuestado, tomamos la decisión de invertir $ 1.300 millones en ese experimento. Eso da para financiar como tres años pasantías de investigadores y estudiantes de maestría y doctorado en esos laboratorios. Se creó un Fondo de Movilidad Profesoral, de dos mil millones, para enviar nuestros investigadores a esos laboratorios y a otros en Japón, Israel y Estados Unidos. 

Al Poniente. Quiero que hablemos sobre todo de cuestiones académicas, de investigación y de docencia. Pero me veo obligado a preguntarle por una de esas cosas que deberían ser la norma en la vida de la Universidad. Lo veo empeñado en tomar medidas para la recuperación del control del Campus, adelantando acciones que involucran la intervención de la policía y otras autoridades. Hábleme de eso, antes de volver a aquellas cosas que son de la esencia de la Universidad.

Rector. Desafortunadamente, en los últimos años, ha venido creciendo en la Universidad de Antioquia un fenómeno de informalidad y de ilegalidad, vinculado al desarrollo de actividades que están completamente por fuera de misión de la Universidad. Esas actividades incluyen la venta informal de mercancías legales de distinto tipo. Pero también venta de mercancías ilegales: películas piratas, música pirata y libros piratas. Y además la venta de alcohol y sustancias sicoactivas. Frente a todo esto ha habido mucha permisividad en los últimos años, pero la situación se salió de todo límite. Desde las redes sociales se convocaban “Rumbas en la U de A”, sin ninguna autorización, en las que se presentaban desordenes con borrachos hasta las dos de la mañana en el Campus. A esto hay que ponerle corte para reestablecer el orden y el respeto por la Institución. Nos tocó tomar una medida con el acompañamiento de la policía, la personería, la fiscalía, la secretaría de gobierno para hacer, inicialmente, un operativo de revisión del Campus, pues teníamos el temor de que la Universidad estuviera llena de esas mercancías.  Solo se encontró marihuana, lo cual me lleva a pensar que estas actividades son desarrolladas principalmente por personas externas a la Universidad. Adicionalmente, tomamos la medida de exigir el carnet de la Universidad y el documento de identidad e inmediatamente las ventas de todo tipo pasaron de 70 a 15 puestos.  En el caso de la venta de mercancías por estudiantes nos proponemos adelantar una política Bienestar Universitario para ayudarles a los jóvenes que  alegan hacer esto para poder sostenerse económicamente en la Universidad. La idea es que algunos puedan permanecer en la Universidad sin ejercer este tipo de actividades comerciales o que las ejerzan de forma regulada por la Institución.

Al Poniente. Y en cuanto a los problemas de seguridad, delincuencia y terrorismo que se han presentado con fuerza en la Universidad, ¿qué puede decirnos?

Rector. Para alegría de la sociedad y de la Universidad, hay que decir que, en el último año y medio, los disturbios y problemas de orden público se ha reducido a su mínima expresión. En gran parte, es por eso que hemos podido tener tres semestres de actividad académica sin interrupción. Es eso pudo haber influido la firma de los acuerdos de paz de La Habana. En febrero de 2016, tuve una conversación con los líderes de las FARC en La Habana y les solicité, en nombre de todas las universidades públicas, que nos ayudaran a bajar la violencia en los campus de las universidades. Estos señores se comprometieron a ayudar y yo francamente creo que lo hicieron. 

Al Poniente. Todas esas son muy buenas noticias. Volvamos ahora a los temas propiamente universitarios. Háblenos de la investigación, de los grupos, las publicaciones, las revistas. Denos un panorama de esto.

Rector. En las dos últimas décadas, la investigación se consolidó como el eje misional más importante de la Universidad. Tenemos 268 grupos de investigación, de los cuales el 15% son grupos A1, es decir, de primer nivel en la clasificación de COLCIENCIAS. Dichos grupos representan el 22% de los grupos de investigación de esa categoría en el País. Sobresalen grupos del área de la salud, grupos de ingeniería y también del área de las ciencias sociales y humanas. Eso se ha traducido en publicaciones en revistas indexadas en las bases SCOPUS e ISI. Tenemos unos muchos artículos en esos índices internacionales. Unos 1.400 en SCOPUS y unos 1.200 en la base ISI, acumulados en los últimos cinco años. Eso nos pone en el segundo lugar después de la Universidad Nacional.  Hay otro indicador que me parece muy importante y es el de las coautorías con instituciones del mundo. Tenemos 138 coautorías con investigadores de universidades de Estados Unidos. También tenemos con la Comunidad Europea, Australia y países de Sur América. Hoy la Universidad de Antioquia tiene unos 260 convenios activos con instituciones de más de 30 países. Convenios de movilidad académica y de cooperación en investigación científica.

Al Poniente. Rector, ese avance en la investigación parece haber implicado sacrificios en otro eje misional tan importante como es la docencia y la formación de los muchachos del pregrado. Me decía usted, hace días, que tenía como cinco mil profesores de cátedra y que la relación entre profesores de cátedra y los de tiempo completo estaba en 70-30 en muchos pregrados. ¿No hay allí un sacrificio de este eje misional?

Rector.  Así es. Estamos hoy con ese problema. Todos  en la Universidad la sabemos. Ese no es ningún secreto. Sabemos que el avance en investigación ha implicado, en efecto, un sacrificio del pregrado. Los profesores con doctorado han venido dedicando más tiempo a la investigación que a la docencia. Si bien es cierto que todos los profesores de la Universidad tenemos obligación de dictar cursos en el pregrado y los posgrados, la verdad es que la consolidación de la investigación pero también el aumento de la cobertura nos ha llevado a esa situación de tener el 70% de los cursos de pregrado en manos de profesores de hora cátedra. Y eso me parece problemático.

Al Poniente. A mí me parece que es bueno que haya esa mezcla de docentes de tiempo completo y de docentes de cátedra. Me parece que el aporte de los que están en el terreno aplicado es importante. Pero creo que las materias del núcleo de formación deben ser impartidas por profesores de tiempo completo y mejor aún sin son doctores. Pero me dicen que los doctores de la Nacional y la de Antioquia no gustan de enseñar en el pregrado. Yo estudié con Carlo Benetti, uno de los mejores economistas del mundo, y él era el profesor de Economía 1 en Nanterre.  Impartía su enseñanza en un auditorio grandísimo a 200 estudiantes, lo cual no le impedía estar en los doctorados, investigar, publicar y todo eso. En la Universidad de Chicago, el curso de introducción a la economía estuvo a cargo de Jacob Viner, Milton Friedman y Gary Becker, los dos últimos ganadores del premio Nobel. En Harvard, el curso de macroeconomía del pregrado lo dicta Greg Mankiw, el autor del manual de macroeconomía más empleado en el mundo. No sé cómo será en otros campos, hablo de la economía que es lo que conozco.

Rector.  Ese es un tema en el que yo les he insistido a los profesores. A nosotros nos contrata la Universidad para ser profesores universitarios, no para ser investigadores. Hoy en el mundo la tendencia que uno observa es que el profesor universitario es integral. Yo digo que los profesores universitarios son estudiosos, y ese estudio se materializa en investigación pero también en cursos para estudiantes de pregrado y posgrado, proyectos de consultoría aplicados y actividades de extensión. Uno como profesor no debe estar parcelado. Un profesor integral, con vocación docente, no le puede sacar el cuerpo a la docencia. Y mientras más investigador sea un profesor, más tiene que aportarles a sus estudiantes. Uno observa, en universidades desarrolladas, que un profesor titular tiene más de 150 alumnos de pregrado. Y tiene unos asistentes de docencia, que son estudiantes de maestría o doctorado, que lo apoyan en esa actividad. Eso es lo que estamos tratando de hacer en la Universidad para bajar esa proporción. Hay que hacer que esos profesores titulares se vinculen más a la docencia en el pregrado, con el apoyo de asistentes estudiantes de maestría y doctorado. Uno entiende que un investigador no pueda ponerse a atender y calificar a 150 estudiantes, hacer talleres o dirigir laboratorios. Para eso debe tener ese pool de apoyo de estudiantes avanzados con vocación académica que así se están formando como docentes. Pienso que la Universidad no ha sido lo suficientemente activa para proceder de esta forma que permite mejorar la calidad y de paso capacitar a los futuros profesores, sin recargar a los investigadores. Yo puedo decir todo esto con autoridad moral, porque a mí me encantan los cursos de los primeros semestres del pregrado.  Antes de ser rector, Introducción a la Economía era uno de mis cursos. En esos cursos se detectan los mejores talentos y eso lo puede hacer alguien con mucha experiencia académica e investigativa. Un reto grande que tiene la universidad hoy, y lo digo en general, es ese: lograr que los mejores investigadores y profesores estén vinculados a los pregrados en los primeros semestres. Ahí es donde uno puede estimular a los jóvenes y también ayudarlos a comprender si el programa en el que están es el que les conviene. Ahí ayudamos también a disminuir la deserción.

Al Poniente. Muchos problemas de deserción y fracaso académico tienen que ver con una elección desafortunada del programa. Le cometo algo. En una época, cuando yo estudié, existieron programas de estudios generales que daban a los estudiantes un núcleo de formación común a muchas carreras. Tenía una duración de cuatro semestres y daba al alumno la oportunidad de familiarizarse con la vida universitaria y  elementos para confirmar o revisar su elección inicial. Si el joven cambiaba de parecer sobre el programa de su elección,  podía hacerlo sin costos muy elevados para él o el sistema educativo. Esto se acabó en la Universidad de Antioquia y en todas las demás, hasta donde sé. Pero hace poco me enteré de que la Universidad de los Andes montó un programa similar al de estudios generales, de tres semestres, orientado a los jóvenes que no han decidido la carrera de sus preferencias. El rector Juan Luis Mejía, de EAFIT, me comentó que estaban estudiando el asunto. Usted ¿qué opina de esto, señor Rector?

Rector.  Ese es uno de mis grandes anhelos en la Universidad. La Universidad pasó de ese esquema de estudios generales a la total atomización de los saberes. Esto es un retroceso. En la Facultad de Economía, donde yo estudié y donde usted fue mi profesor, me tocó ver los cursos de matemáticas, estadística, programación lineal y muchos otros, con los estudiantes de los tres programas: administración, contaduría y economía. Pero llegamos a un punto en el que nos perdimos y ahora estamos en que los estudiantes de contaduría, por ejemplo, tienen que ver una matemática distinta, una microeconomía distinta. Y así ocurre en toda la Universidad. Estamos cometiendo un crimen de lesa academia. Y esto tiene consecuencias. Por ejemplo, en la Facultad de Economía, cuando era decano, se me acercaban estudiantes de Administración y Contaduría que quería matricularse en la Maestría de Economía, pero se sentían temeroso de hacerlo por creer que los cursos especiales que recibían, de estadística, econometría, macro y micro economía, no les suministraban la formación necesaria. Se sacrifican ganancias académicas por esa parcelación del conocimiento.   Lo mismo pasa en el área de la salud. Hoy resulta, por ejemplo,  que un curso de biología básica es distinto para un médico, un biólogo o un odontólogo. Eso no tiene sentido. Y eso tiene también consecuencias administrativas, de infraestructura y financieras. Estamos tratando de volver a ese modelo. El año entrante se cumplen 50 años de la Ciudad Universitaria.  Esto es importante mencionarlo porque lo que inspiró a Ignacio Vélez y a su equipo para impulsar su construcción fue la idea de integración de los saberes bajo el modelo académico de estudios generales. Antes de la Ciudad Universitaria, las facultades estaban regadas en diferentes edificios. Ahora que nos toca elaborar un plan de desarrollo para los próximos diez años hay que pensar en algo similar. Tenemos que ampliar la infraestructura, pero esta ampliación debe responder a un modelo académico. Hacer edificios es fácil, lo difícil es llenar esos edificios de contenido. Queremos impulsar un modelo integrador. Estamos empezando por el área de la salud. Queremos que todos los jóvenes que quieran estudiar medicina, odontología, biología, enfermería y demás, tengan una formación básica homogénea.

Al Poniente. Rector, hace días, cuando nos encontramos en un aeropuerto, me comentó usted que después de unos viajes al exterior, durante los cuales visitó algunas universidades, había llegado un poco triste, porque había visto que las universidades de los países desarrollados estaban avanzando mucho y que las nuestras se estaban quedando atrás. Háblenos de esa tristeza, de lo qué vio, de los asuntos en los cuales nos están dejando a la saga.  

Rector. Lo que observo es que en Japón, Israel y Estados Unidos las universidades están dando el paso de la investigación a la innovación. Es decir, avanzando en cómo integrar el conocimiento a la solución de problemas de la sociedad. Y eso implica sector productivo, estado, comunidades y universidad. Nosotros, en el mejor de los casos, el de las universidades de alta calidad, públicas y privadas, estamos apenas en el proceso de consolidar la investigación, tanto básica como aplicada. El reto que tenemos es dar ese salto a la innovación. Una innovación anclada en el sector productivo y apoyada por el estado. En esto nos falta mucho todavía. Hemos avanzado en algunas cosas, en particular en Medellín, con el Comité Universidad Empresa Estado, que lleva ya 13 años y ha hecho una tarea muy importante de generar confianza, pero hace falta tener un modelo de negocio claro, donde la universidad tenga la total certeza y el compromiso de aportar recursos para que la universidad resuelva sus problemas con el concurso de un estado facilitador. Eso fue lo que vi en Israel y Japón. El Comité es un logro importante.  Es algo que, por ejemplo, en Bogotá no se ha podido hacer. Pero también siento gran tristeza porque aún veo sectores de la Universidad muy anclados en un pasado que ya no tiene vigencia en el mundo de hoy. La conclusión que yo saqué de esos viajes es: si las universidades no nos transformamos en esa dirección de la innovación y de la innovación interna, porque no es solo innovar pensando en artefactos y tecnología dura, sino la propia institución innovarse. Si no la hacemos tendemos a desaparecer, o sino a seguir siendo unas instituciones del siglo XX, incapaces de responder a la dinámica del mundo contemporáneo, en áreas tan importantes como las “bios”. Hoy el mundo se orienta hacia todo lo que sea “bio”. Bio-tecnología, bio-desarrollo, bio-diversidad. No me refiero tan solo a los temas de los ambientalistas. Me refiero a todas las aplicaciones que tienen que ver con el desarrollo y más en un país como Colombia, absolutamente rico en bio-diversidad. Aquí tenemos toda la potencialidad para poner el conocimiento al servicio del desarrollo basado en bio-tecnologías para resolver problemas de la sociedad.

Al Poniente. Usted nos ha contado cosas muy buenas que vienen sucediendo en la de Antioquia y seguramente también en la Nacional, en la del Valle. Y también en EAFIT, en la de los Andes y otras buenas universidades privadas.

Rector. Sí, me refiero a las buenas universidades, públicas y privadas. Ese dilema para mí no existe. Yo ya pasé esa hoja hace mucho rato.

Al Poniente. Llegados a este punto le tengo que preguntar por el programa Ser Pilo Paga, con el cual pasó una cosa que ha dado lugar a un debate que vuelve a abrir ese viejo debate por el hecho de que la mayoría de los Pilos escogieron universidades privadas. ¿Por qué cree usted que los Pilos no se van para la de Antioquia y otras universidades públicas de gran calidad?

Rector. Creo que hay varias razones. Yo comparto la filosofía del programa. Me parece que es un programa muy importante que tiene dos virtudes, que para el común de las personas no son tan claras. El primer punto es que el Ministerio de Educación planteó ese programa solo para universidades acreditadas. Supe que se le decía al Gobierno que hiciera extensivo ese programa a todas las universidades para ampliar su cobertura, para triplicar el número de beneficiarios. El Ministerio, afortunadamente no lo hizo y con eso dio un mensaje sobre la importancia de la calidad. Eso me parece valioso. Lo segundo es que el programa estaba pensado para buenos estudiantes de bachillerato, muchos de los cuales pueden tener vocación académica e investigativa y optar por adelantar estudios de maestría y doctorado. Esto no lo podrían hacer si al terminar el pregrado están endeudados, de ahí la importancia de la condonación para los mejores. Esa es otra ventaja que yo le veo al programa. Ahora la pregunta, ¿por qué no van a las públicas? Te doy un dato: solamente el 18% de los pilos está en universidades públicas. Tengo dos explicaciones, sobre todo para el caso de la Nacional y la de Antioquia que son las más grandes. La primera es que nuestros procesos de admisión excluyen a muchos de los pilos. Te voy a dar este dato, para la de Antioquia. En las tres últimas versiones del programa, en la de Antioquia se presentaron en promedio 1.800 aspirantes con características de Pilo y solo pasaron el examen de admisión 350 muchachos. A mí eso me genera muchas preguntas. ¿Cómo es posible que un muchacho que sea tan bueno en las pruebas Saber 11 no pase el examen de admisión de la Universidad? La respuesta que me dio es que nuestro examen de admisión tiene problemas. Por eso fue que recién llegué a rectoría propuse modificar nuestro procedimiento de admisión.

Al Poniente. Pero a usted se le emberriondaron por eso.

Rector. Se emberriondaron por razones políticas. Mis detractores decían que lo que yo quería era que solo llegaran a la Universidad muchachos de colegios privados. Y eso no es cierto. Y la prueba está en que el examen que se aplicó con mi reforma no cambió para nada la composición socio-económica ni de los aspirantes ni de los admitidos, ni los colegios de origen; pero si mejoró el punto de corte. Yo lo que creo es que nuestro proceso de admisión tiene problemas.

Al Poniente. Ustedes en la de Antioquia y en la Nacional, ¿por qué se sienten tan aristócratas en eso del examen de admisión y tienen sus exámenes propios en lugar de acogerse a los resultados de las pruebas Saber 11, como todo el mundo, y evitarse así un gasto innecesario? 

Rector. Eso se trató de hacer hace años y fue rechazado por el movimiento estudiantil y el movimiento profesoral con el argumento de que con eso se beneficiaba a los estudiantes de los colegios privados.

Al Poniente. ¡Qué tontería! Voy a ponerle otro temita. Cuando yo estudié y cuando estudió usted también, la Universidad era una mezcla social muy sabrosita,  con muchachos ricos, pobres y de clase media;  y procedentes de toda suerte de colegios. Eso me parece que eso era muy bueno pues es un ingrediente fundamental de cohesión social. Los radicales franceses tenían una consigna muy bonita, se la voy a recordar: “Escuela nacional, laica y única”. Y en cierta forma las universidades públicas de la época en que estudiamos usted y yo tenían esa característica. Pero eso se ha perdido y hay incluso algunos que señalan, como si eso fuera muy meritorio, que hoy en las universidades públicas no hay sino estrato uno, dos y tres.

Rector. Sí, parecen creer que la universidad pública es para pobres. Una educación pobre para pobres. No puede ser así. Las universidades públicas y privadas deben distinguirse por la calidad. La educación superior debe ser de calidad en todas ellas. Yo tengo una frase que me ha costado muchos enemigos: en educación el tema es primero de calidad, no de equidad. Si logramos resolver el tema de la calidad avanzamos en el de la equidad. Una educación sin calidad es frustración para la sociedad. No podemos seguir alimentando esa idea de que lo público es para los pobres. El subsidio que tenemos del estado nos impone el compromiso de hacer que esos muchachos adquieran un gran valor agregado para la sociedad. Pero el criterio no puede ser que para estar en las universidades públicas el criterio es ser pobre, no, el criterio es ser bueno; y va a ser mejor si pasa por la universidad. Para mi ese dilema entre público y privado está superado. Y hoy la relación que tenemos con las universidades privadas como EAFIT, Bolivariana, Medellín, Escuela de Ingeniería y otras debe ser una relación de complementariedad. Y tiene que ser así, en un país con recursos escasos. Lo que debemos es complementarnos, ayudarnos, buscar fortalezas.

Al Poniente. Como profesor en EAFIT me tocó recibir en mis clases muchachos de la de Antioquia. En un programa que se llamaba Sígueme, si no estoy mal. Me daba mucha alegría ver que los chicos de mi antigua facultad eran muy buenos y en nada desmerecían frente a los demás.

Rector. Ese es un programa bien bonito que tenemos con varias universidades de Medellín e inclusive con algunas de Bogotá: Javeriana, los Andes. Hemos tenido muchos muchachos que han ido a esas universidades y les ha ido muy bien. Por eso es que yo digo que hay que acabar con esos estigmas y esos prejuicios que hay con los estudiantes de las universidades públicas y privadas. Lo bonito de la educación es que equilibra y se trata de darles a los muchachos la oportunidad de que compitan con sus pares de otras universidades públicas y privadas. Ese programa ha sido muy exitoso para la Universidad de Antioquia y para todas. Además les facilita a los chicos resolver problemas de horarios pues si no pueden tomar un curso en su propia universidad pueden hacerlo en otra. Lo único que importa es el rendimiento.

Al Poniente. Hablemos ahora de financiamiento. De ley 30 y todo lo demás.

Rector.  Ese es un tema fascinante. La ley 30 de 1992 corrigió una serie de problemas que se habían vuelto crónicos. Por esa época, a las universidades públicas le pasaba lo mismo que a los hospitales públicos. Cada año había que ir al Congreso a hacer lobby para que nos dieran la platica para el funcionamiento en el año siguiente. La ley 30 corrige eso y, a mi modo de ver, lo hace muy bien para el momento. Se fijó un año base, 1993, y a partir de allí las transferencias a las universidades han crecido a la misma tasa que el IPC. Eso fue excelente en su momento. Pero ¿qué pasó después? Se inicia un período en el que la Nación empieza a exigirles a las universidades públicas mayor cobertura, mayor cualificación del profesorado, profesores con maestrías y doctorados, más investigación, más publicaciones. También por esa época aparece el decreto 1444 que después se reforma con el 1279 que regula los salarios de los profesores. Y todos esos títulos y publicaciones empiezan a ser factor salarial. Llevamos más de 20 años con la ley 30. Con los ingresos creciendo al IPC y los gastos, especialmente los salariales, por la aplicación de esos factores, creciendo en promedio cuatro puntos por encima del IPC.  Te doy este dato, la Universidad de Antioquia en el año 2000 tenía sólo el 8% de sus profesores con doctorado, hoy es el 44% de los profesores de planta, sin contar los ocasionales. Imagínate el impacto de eso en los salarios. Por ejemplo, un profesor que tenga maestría y hace el doctorado obtiene un incremento de 80 puntos salariales de forma permanente. La publicación de artículos también da puntos salariales para toda la vida.

Al Poniente. Oiga rector. Yo me muero de la envidia de eso de los artículos que se pagan para siempre. Usted sabe que yo soy consultor. ¡Cómo me gustaría que un trabajo de consultoría me lo pagaran a perpetuidad! Allí hay una distorsión.

Rector. Sí, allí hay una situación bastante compleja. Mi posición es que si ese decreto no se modifica no hay sostenibilidad. Lo que yo he propuesto al Congreso de la República y al Ministerio es lo siguiente. Es cierto que los salarios de enganche son muy bajos en las universidades públicas. Hay que hacer un estudio financiero que permita incrementar los salarios de enganche y hacer unos tránsitos entre categorías. Pero los artículos deberían tener bonificaciones por una sola vez.

Al Poniente. Yo creo que ese incentivo a la publicación ya cumplió su papel. Se ha generado una masa crítica y los profesores se habituaron a escribir y publicar. Aunque me dicen que hay mucha basurita.

Rector. Puede ser verdad, pero no en el caso de las universidades como la de Antioquia la Nacional que han manejado con mucha responsabilidad ese decreto. En la de Antioquia no es fácil que a uno le den un punto por publicaciones. Tiene que ser en una revista internacional de prestigio y con la evaluación de pares académicos. Pero hay otras instituciones, y eso hay que decirlo, que han dado puntos hasta por publicar en la hoja parroquial del domingo. Hubo un caso notable. El Heraldo de Barranquilla tenía una publicación en Miami en inglés. Entonces alguien reclamó que lo que había publicado allí era un artículo internacional.

Al Poniente. Bueno rector, para cerrar, qué más quisiera decirle usted a los lectores de Al Poniente.

Rector.  Hay un tema que a mí me tiene completamente desvelado. Es el tema de la formación técnica y tecnológica en este País. Yo soy rector de una universidad que pertenece al grupo de las tradicionales. De esa categoría que se llama universidades comprensivas, es decir, las que ofrecemos todos los programas en todas las ciencias y las artes. Pero este País necesita formar tecnólogos del más alto nivel. Desgraciadamente en nuestra sociedad existen un estigma según el cual la formación tecnológica es para gente de bajos ingresos y de bajo coeficiente intelectual. Eso no puede seguir siendo así. Hay que establecer un vínculo entre las universidades comprensivas y las universidades politécnicas. Dentro de las universidades tecnológicas yo agruparía toda la formación técnica, incluido el SENA. Este año el SENA cumple 60 años de creado y se creó con el propósito de calificar la mano de obra del País, es decir, formar operarios. El mundo cambió: hoy no se trata de forma operarios. El SENA hoy tiene características para hacer el tránsito a una universidad politécnica.  Ese tránsito lo permitiría el vínculo con las universidades tradicionales que ofrecen la formación en las ciencias básicas. Eso es lo que el Ministerio de Educación ha llamado educación terciaria, pero ha sido mal entendido. Creo que en Antioquia tenemos las condiciones para armar un verdadero sistema de educación superior que contemple la formación politécnica y la formación tradicional del más alto nivel. Pero hoy lo que tenemos es una pista de carros chocones: las universidades queriendo formar tecnólogos y las instituciones tecnológicas queriendo volverse universidad. Este es un tema que me apasiona y le he dicho muchas veces al Ministerio que nos metamos en eso. Que hagamos unos pilotos en donde la formación básica en ciencias naturales y sociales sea homogénea para técnicos, tecnólogos y profesionales universitarios, y que después cada uno vaya eligiendo su orientación. No todos los jóvenes quieren ser médicos, ni abogados, ni ingenieros. Los pelados de ahora quieren cosas rápidas y aplicadas y eso no tiene nada que ver con el estrato. En Alemania los jóvenes de clase media y alta se forman también como técnicos especializados, ingenieros de campo. La población que quiere seguir una carrera científica es minoría, pero aquí creemos que todos los que llegan a la universidad deben salir como profesionales.

Al Poniente. Muchas ideas y de seguro son más las que se nos quedaron en el tintero. Eso me lleva a la última pregunta: ¿tres años no es nada?

Rector. Veinte años no es nada. Sí, para un proyecto universitario de tanta complejidad para la coyuntura del País y de Antioquia. De un País que quiere ser distinto y que necesita ser distinto. Que necesita transitar por caminos de productividad, de competitividad, el rol que juega la Universidad de Antioquia es fundamental. Hay que afianzar proyectos de largo plazo, pensar en una universidad para los próximos cincuenta años, hay que afianzar muchas cosas y poner unos pilotes de mucha profundidad. En eso estamos.

LGVA
Julio de 2017.