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sábado, 19 de abril de 2014

Keynes y el nacimiento de la macroeconomía moderna. Pensamiento Económico II- Lección VI.


Pensamiento Económico II- Lección VI.

Keynes y el nacimiento de la macroeconomía moderna

 

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista, Docente Universidad EAFIT

I

John Maynard Keynes (1883-1946) es uno de los economistas más reconocidos dentro y fuera de la profesión. Al él debemos la división habitual de la disciplina en las dos grandes áreas familiares a los estudiantes de economía del mundo entero: la macroeconomía y la microeconomía. Esa división se inicia en efecto con su obra más importante, Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero, donde expresamente escribió:

“La división de la economía en teoría del valor y la distribución por una parte y teoría del dinero por la otra es, en mi opinión, una separación falsa. Sugiero que la dicotomía correcta es entre la teoría de la industria o firma individual y las remuneraciones y distribución de una cantidad dada de recursos entre diversos usos, por una parte, y la teoría de la producción y la ocupación en conjunto, por la otra”. [1]

La Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero ocupó la atención de la profesión durante más de cuatro décadas. Aunque en muchos aspectos las teorías macroeconómicas más aceptadas en la actualidad distan de forma apreciable de las de Keynes – y en muchos aspectos son un resurgimiento de la teoría clásica que él criticó - la estructura analítica de la macroeconomía y los problemas que se plantean siguen la tradición inaugurada por Keynes. La crisis de 2008 y la lenta recuperación que la ha seguido, han reavivado el interés por sus ideas promovido por economistas prominentes como Krugman y Stiglitz[2].  Adicionalmente, un gran número de economistas de diferentes países sostienen interpretaciones de las ideas de Keynes que se apartan de la visión tradicional. Se les conoce con el nombre de los post-keynesianos[3].

Cuando Keynes publica la Teoría General es un economista reconocido e influyente en el mundo de la academia y de la política. En 1913 publica una obra, India Currency and Finance, sobre el patrón oro y el impacto de su adopción sobre la economía de la India, que le da reputación como experto monetario. En 1915 se vincula al Departamento del Tesoro, donde permanece hasta el final de la primera guerra mundial. Hace parte de la delegación inglesa a la conferencia de Versalles donde se negociaba el tratado de paz que puso término a la guerra. En 1919 publica el folleto The Economic Consequences of the Peace donde ataca las condiciones impuesta a Alemania por el Tratado de Versalles, argumentando que impedirán la pronta recuperación económica de ese país y de toda Europa. Durante los años 20, Keynes se desempeña como profesor en Cambridge, ocupándose especialmente de teoría y política monetaria. En 1923 publica un libro titulado Tract on Monetary Reform en donde argumenta en favor de un manejo más discrecional de la oferta monetaria en oposición al automatismo del patrón oro. En 1930 publica su Treatise on Money, su obra teórica más reconocida después de la Teoría General y donde, según el propio Keynes, se anticipan algunas de las ideas fundamentales de esta última. Keynes fue también un prolífico divulgador de las ideas económicas y participante en las discusiones de política pública. En su obra Essays in Persuasion de 1931 recoge parte de su producción en ese campo. Se interesó también en la historia del pensamiento económico. En 1933 publicó sus Essays in Biography donde expone las contribuciones a la economía de autores como Malthus, Marshall, Edgeworth, entre otros. Después de la publicación de la General Theory of Employment, Interest and Money en 1936, Keynes adelanta un intensa actividad literaria en defensa de las tesis de esta obra y una gran actividad pública como asesor y representante del gobierno en diversas negociaciones internacionales. En 1944 preside la delegación británica en la conferencia de Bretton Woods, donde se definieron las bases del sistema monetario internacional algunos de cuyos componentes persisten en la actualidad. Keynes muere en 1946, a la edad de 63 años.

II

La obra de Keynes, como la de todos los autores influyentes, está sujeta a múltiples interpretaciones. Su obra toca los más diversos aspectos de la teoría económica. Por otra parte, La Teoría General (TG) es un libro complejo y en ocasiones oscuro. Sin pretender que lo que se expone es “lo que realmente quiso decir Keynes”, se presenta a continuación una síntesis de sus planteamientos fundamentales tratando de seguir de forma estrecha el texto de la TG.

La obra se presenta como una crítica de la economía ortodoxa o economía clásica. Keynes utiliza la expresión “economía clásica” en un sentido diferente al que habitualmente se le da en la historia del pensamiento económico. Usualmente se distingue entre economía clásica y economía neo-clásica. La distinción está basada en la teoría de los precios. Para la primera, los precios relativos de las mercancías están determinados por la dificultad de producción medida por las cantidades relativas de trabajo empleadas en la producción. Para la segunda, es la utilidad marginal de las mercancías la que determina las relaciones de intercambio. Keynes no está interesado en esa distinción. Para él la economía clásica y neo-clásica son una misma cosa con relación a la determinación del nivel agregado de ocupación, que es el problema principal del que se ocupa en la TG.

Según Keynes, esa economía clásica u ortodoxa está en desgracia[4] no por su “superestructura, que ha sido elaborada con gran cuidado con por lo que respecta a su consistencia lógica, sino por la falta de claridad y generalidad de sus premisas[5], escribe en el prefacio a la TG. Las premisas o postulados de la economía clásica son los que tienen que ver con la determinación del nivel agregado de ocupación.

1.      El nivel agregado de ocupación se determina exclusivamente en el mercado de trabajo. Se supone que existe una función de oferta de trabajo y una función de demanda de trabajo. La oferta de trabajo depende de la población económicamente activa (PEA) y de la desutilidad del trabajo. No se trabaja por placer.  Para quien lo realiza, el trabajo supone un sacrificio de ocio, de disfrute, en suma una desutilidad.  A mayor trabajo, mayor es la desutilidad. Por tanto, es preciso que crezca lo que se recibe en cambio de ese trabajo, es decir, el salario real, y que compensa esa desutilidad. Por ello, la oferta de trabajo es una función creciente del salario real.

La demanda de trabajo la realizan las empresas que buscan maximizar su beneficio. El empleo de una unidad adicional de trabajo depende del su costo, salario real, y del producto adicional que genera. De acuerdo con la ley de los rendimientos decrecientes[6], la productividad marginal del trabajo es decreciente.  Por tanto, el empresario sólo empleará una unidad adicional de trabajo si disminuye lo que debe pagar por ella, el salario real. Por ello, la demanda de trabajo es una función decreciente del salario real.

Existen tantas funciones de oferta y demanda de trabajo como individuos y modalidades de trabajo existen. De la agregación de todas ellas resulta el mercado total de trabajo conformado por funciones de oferta y demanda que tienen las características indicadas. El nivel de ocupación se establece en el punto donde el producto marginal del trabajo iguala la desutilidad de ese nivel de ocupación.

Se sigue de lo anterior que de existir desempleo, éste sólo puede ser voluntario o friccional. Voluntario: cuando uno o muchos trabajadores prefieren permanecer desocupados por considerar que el salario real prevaleciente no compensa la desutilidad del trabajo adicional. Friccional: cuando la tasa de destrucción de empleo en actividades que declinan es superior a la tasa de creación de empleo en las actividades que se expanden.   

 

2.      La ley de Say. Ahora bien, los empresarios emplean trabajo y alquilan capital para producir bienes y servicios que esperan vender en el mercado. Por bajo que sea el salario real, es claro que un empresario no empleará trabajo adicional si no espera que el producto adicional puede ser vendido rentablemente en el mercado. Es aquí donde interviene el otro postulado fundamental de la economía clásica: la ley de Say. A nivel de empresarios individuales se están presentando siempre situaciones en la cuales la cantidad ofrecida de bienes y servicios determinados excede la demanda. Al lado de ellos existirán empresarios cuyos productos tienen demandas superiores a las cantidades ofrecidas. Esta es la situación normal de una economía dinámica y puede dar lugar a situaciones de desocupación mientras se producen los ajustes requeridos para llevar trabajo y capital de las actividades declinantes a las actividades en expansión. Esto no es en forma alguna incompatible con la teoría clásica.

La idea de la ley de Say o ley de las salidas[7] se refiere a la imposibilidad de que el valor de la producción total exceda el valor total de los ingresos asociados a esa producción y por tanto exceda el valor total de la demanda total por esa producción. Keynes lo enuncia de la siguiente forma. “Que la oferta crea su propia demanda en el sentido de que el precio de la demanda global es igual al precio de la oferta global para cualquier nivel de producción y de ocupación”[8]. En otras palabras, la ley de Say excluye la imposibilidad de que se presente una situación de sobre-producción total o, para expresarlo en términos de Keynes, excluye la posibilidad de que se presente una deficiencia en la demanda efectiva.

 

La figura 1 presenta lo que Keynes llama los postulados de la economía clásica. En el panel inferior se tiene el mercado de trabajo. Allí se determina el salario real y el nivel de ocupación. Dado ese nivel de ocupación, se determina, con la función de producción, el nivel de producción. En el panel superior se muestra que la oferta y la demanda agregadas son iguales para cualquier nivel de producción. Es decir que, a nivel agregado, no puede existir una insuficiencia en la demanda que limite la expansión de la producción hasta el nivel de pleno empleo de los recursos disponibles dada la tecnología existente.

Figura 1


 

 

3.      La tasa de interés y el mercado de capitales.  Es un hecho que la gente no gasta en bienes de consumo todo el ingreso que recibe de los empresarios por el alquiler de sus servicios productivos. La genta ahorra – es decir, se abstiene de consumir – parte de ese ingreso. Surge entonces la pregunta: ¿es ahorro no se traduce en una deficiencia en la demanda total? No, es la respuesta de la economía clásica a esta pregunta y se fundamenta en el funcionamiento del mercado de capitales.

La teoría postula que la gente prefiere el consumo presente al consumo futuro: preferencia por el presente. Para un individuo y para la colectividad en su conjunto el ahorro tiene, por así decirlo, un costo sicológico que tiende a ser mayor cuanto mayor sea dicho ahorro. Por esa razón sólo se estará dispuesto a hacer un mayor sacrificio del consumo presente si la recompensa en término de consumo futuro se acrecienta. Esa recompensa es la tasa de interés real. Por tanto el ahorro, que es al mismo tiempo la oferta de bienes de capital, es función creciente de la tasa de interés real.

Por el lado de la demanda de bienes de capital están los empresarios. Su demanda de bienes de capital o, lo que es lo mismo, la inversión que están dispuestos a realizar, depende del rendimiento esperado. Aquí aparece una vez más la ley de la productividad marginal decreciente: adiciones sucesivas al stock de capital, dada la función de producción, se traducen en rendimientos menos que proporcionales. De ahí que los empresarios sólo demandarán más capital si el costo de éste, la tasa de interés real, disminuye. Por ello la demanda de bienes de capital, la inversión, es una función decreciente de la tasa de interés real.

Se tiene de esta forma todo el cuadro completo. El ahorro – abstención de consumo – se transforma en inversión en el mercado de bienes de capital donde la tasa de interés real iguala el ahorro deseado por los perceptores de renta con la inversión deseada por los empresarios.

 

4.      La teoría cuantitativa. Todo el análisis anterior se ha desarrollado en términos reales. Sin embargo, vivimos en una economía monetaria, es decir, en una economía donde los ingresos se pagan en dinero, no en bienes, y los contratos se pactan también en dinero. Surge entonces la pregunta obvia: ¿la existencia del dinero modifica los resultados obtenidos en la economía real?. No, es la respuesta de la economía clásica y dicha respuesta se fundamenta en la teoría cuantitativa. Esto remite a las cuestiones de la dicotomía y la neutralidad del dinero ya expuestas en lecciones anteriores. Aquí basta con recordad que se asume una oferta de dinero exógena y que la gente demanda una cantidad real de dinero, es decir, la requerida para cierto nivel de transacciones dado un nivel de precios. Si la cantidad nominal de dinero aumenta, la gente buscará ajustar su encaje real al nivel deseado y esto sólo puede hacerlo comprando más bienes y servicios. El proceso sólo se detendrá cuando los precios nominales se eleven tanto que su relación con la nueva cantidad de dinero sea exactamente igual al nivel deseado del encaje real. En otras palabras, la demanda nominal de todos los bienes y servicios es proporcional a las variaciones en la cantidad nominal de dinero.

Como los préstamos se hacen en dinero y no en especie, lo que existe en el mercado es una tasa de interés nominal y no tasas de interés reales. La teoría cuantitativa es compatible con el hecho de que se presente divergencias entre la tasa de interés nominal y la tasa de interés real, lo que puede dar lugar a procesos acumulativos de expansión y contracción de la actividad económica, analizados por Wicksell y otros autores. En la versión más estándar de la teoría el efecto de las variaciones de la cantidad de dinero sobre la tasa de interés se produce por la vía de su efecto sobre los precios, de tal suerte que la tasa de interés nominal es la suma de la tasa de interés real y la tasa de crecimiento de los preciso tal como se presenta en la conocida ecuación de Fischer.

 
Figura 2
 

 

Ya todas las piezas del rompecabezas están sobre la mesa y pueden ensamblarse en el esquema explicativo de la teoría clásica que se presenta en la figura 2[9]. Esta representación corresponde también a la forma en que se presenta la economía clásica en los textos de macroeconomía como el del profesor Mankiw[10]. El título de la obra de Keynes indica claramente a los aspectos de la teoría clásica que son objeto de su crítica: teoría de la ocupación y ley de Say, teoría del interés y teoría del dinero. Antes de abordar esta cuestión es conveniente detenerse en el aspecto de consistencia entre las predicciones que se derivan de la teoría clásica y el desempeño observado de las economías.

III

A lo largo de todo el siglo XIX y hasta la actualidad, el desempeño observado de las economías capitalistas en lugar de seguir una trayectoria más o menos uniforme de crecimiento, de acuerdo con el crecimiento de la población y la acumulación de capital, se caracteriza por fases expansión y contracción más o menos prolongadas de las variables fundamentales: producción, precios, empleo, inversión, etc. Las economías avanzan siguiendo una especie de trayectoria cíclica. En 1862, Clement Juglar (1819-1905) publicó una obra notable, Las crisis comerciales y su reaparición periódica en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, en la que documentó estadísticamente que la actividad económica de esos países había seguido una trayectoria cíclica en la que se alternaban fases de expansión y prosperidad con fases de contracción y crisis económicas. Estimó que el ciclo en cuestión tenía una duración – medida de cima a cima o de sima a sima - de entre 8 y 10 años. Desde entonces se habla del Ciclo de Juglar. Después del trabajo seminal de Juglar se realizaron y se continúan realizando trabajos estadísticos cada vez más refinados sobre el ciclo económico[11].

El desempeño cíclico de las economías, en principio, no parece consistente con las predicciones de la teoría clásica. En efecto, dada la población y la tecnología, el crecimiento de la producción está determinado por la tasa de acumulación de capital y ésta por la tasa de ahorro de la economía, como en el modelo de Solow. No hay ninguna razón lógica – es decir, al interior del modelo de la economía - para suponer que la tasa de acumulación esté sometida a grandes variaciones y menos aún que éstas deben producirse de forma periódica como en los ciclos económicos.

Para conciliar las predicciones del modelo con las observaciones, los economistas clásicos recurrieron las variables exógenas del modelo: la oferta monetaria y la tecnología. Surgen así las teorías monetarias del ciclo económico y las teorías del ciclo económico real.

Figura 3
 

En una lección anterior se examinó la contribución de Wicksell, probablemente el autor que ofrece la presentación más coherente de la teoría monetaria del ciclo económico. Aquí basta con referirse a la presentación de la teoría del ciclo económico real de Schumpeter. Originalmente la expuso en su obra Teoría del desenvolvimiento económico, de 1912; la completó y amplió, especialmente desde el punto de vista de las ilustraciones empíricas, en el libro Los ciclos económicos, publicado en 1939. Las innovaciones tecnológicas no se producen, como supone el modelo de Solow, a una tasa constante. Las innovaciones económicas[12] son cambios discontinuos en las funciones producción que dan lugar a estructuras de costos desconocidas por el mercado, excepción hecha del innovador, quien puede de esta forma apropiarse de beneficios extraordinarios resultantes de la diferencia entre los costos y los valores reconocidos por el mercado. Según, Schumpeter, las innovaciones se difunden mediante un proceso de imitación que da lugar a las fases de expansión propias del ciclo económico. Las fases de contracción serían la forma en que el sistema económico asimila las innovaciones con la desaparición progresiva de los beneficios extraordinarios y el ajuste de los precios a las nuevas estructuras de costos que se han generalizado. Así, las fluctuaciones de la producción, el empleo, el consumo, la inversión, los precios, etc. son la forma en que la economía se adapta a los cambios exógenos que Schumpeter denomina innovaciones.

Así las cosas, en el marco de la teoría monetaria y la teoría real del ciclo económico, las fluctuaciones económicas en lugar de contradecir la teoría clásica la confirmarían pues se trata de desajustes temporales de sistema, en cierta forma inevitables, que se corregirían más rápidamente si el mecanismo de precios se deja operar libremente y la política monetaria se ajusta para evitar las expansiones exageradas de la actividad económica – las burbujas especulativas – y las recesiones profundas.

 

IV

La teoría clásica de la ocupación reposa sobre la idea según la cual el valor de la oferta global es igual al valor de la demanda global para cualquier nivel de producción. A este postulado Keynes opone el llamado principio de la demanda efectiva. Veamos su formulación:

“El bosquejo de nuestra teoría puede expresarse como sigue: cuando aumenta la ocupación aumenta también el ingreso real de la comunidad; la psicología de ésta es tal que cuando aumenta el ingreso, el consumo total crece paro no tanto como el ingreso. De ahí que los empresarios resentirán una pérdida si el aumento total de la ocupación se destinara a satisfacer la mayor demanda de consumo inmediato. En consecuencia, para justificar cualquier cantidad dada de ocupación debe existir cierto volumen de inversión que baste para absorber el excedente que arroja la producción total sobre lo que la comunidad decide consumir cuando la ocupación se encuentra a dicho nivel; porque a menos que exista este volumen de inversión, los ingresos de los empresarios serán menores que los requeridos para inducirlos a ofrecer la cantidad de ocupación de que se trate. Se desprende, por tanto, que dado lo que llamaremos propensión a consumir de la comunidad, el nivel de equilibrio de la ocupación, es decir, el nivel que no induce a los empresarios a ampliar o contraer la ocupación, dependerá de la magnitud de la inversión corriente. El monto de ésta dependerá, a su vez, de lo que llamaremos el incentivo para invertir, que, como después se verá, depende de la relación entre la curva de eficiencia marginal del capital y el complejo de tasas de interés para préstamos de diversos plazos y riesgos. Así, dada la propensión a consumir y la tasa de nueva inversión, sólo puede existir un nivel de ocupación consistente con el equilibrio, ya que cualquier otro produciría una desigualdad entre el precio de oferta global de la producción en su conjunto y el precio de demanda global.”[13]

Ahí está la esencia del asunto, pero hay que desentrañarla, por supuesto.

·         La demanda efectiva está integrada por la demanda de consumo y la demanda de inversión.

·         La demanda de consumo – y por tanto el ahorro – depende del nivel de ingreso por una ley psicológica fundamental que Keynes denomina propensión a consumir. Obsérvese que el consumo no depende de la tasa de interés, como ocurre en la teoría clásica. Esta es sin duda la novedad del análisis de Keynes con relación a la teoría clásica. La tasa de interés no juega ningún rol en la distribución del ingreso entre consumo y ahorro. Por el contrario, será el nivel de producción e ingreso el que dependa de esa distribución.

·         El nivel de producción depende de la de la demanda efectiva.

Con esto elementos se puede presentar el modelo keynesiano al nivel más abstracto, confrontándolo con la ley de Say[14]. El gasto que absorbe la producción agregada, es decir, la demanda global (D), es función del nivel del nivel de ocupación (N) y es siempre suficiente para cubrir la totalidad de los costos de la producción global o lo que es lo mismo, el valor de la oferta global (O), que es también función del nivel de ocupación.

D = f (N)

O = g(N)

Con g´ = f´ = 1

Por tanto, la ley de Say implica que: f(n) = g(n) para cualquier nivel de ocupación. Los costos de producción son recuperados siempre a través de la venta de la producción. La demanda nunca es insuficiente a nivel global.

Para romper con la ley de Say, Keynes diferencia en dos componentes la demanda global:

D = C + I

Un componente, C, depende del nivel de ocupación, el otro I no.

C = f1 (N)

I ≠ f (N)

Ahora bien, la relación entre el consumo y el ingreso está regida por la ley de “la propensión al consumo” según la cual cuando el ingreso crece el consumo lo hace también pero en menor proporción, es decir, que 0 < f´1 < 1.

Esto significa entonces que la demanda global D será igual a la oferta global (0) sólo para un nivel de ocupación que puede ser o no el nivel de pleno empleo. Señala Keynes:

“Este nivel no puede ser mayor que el de ocupación plena (...) pero no existe razón, en general, para esperar que sea igual a la ocupación plena. La demanda efectiva que trae consigo la plena ocupación es un caso especial que sólo se realiza cuando la propensión a consumir y el incentivo para invertir se encuentran en una relación mutua particular. Esta relación particular, que corresponde a los supuestos de la teoría clásica, es, en cierto sentido, una relación óptima; pero sólo puede darse cuando por accidente o por designio, la inversión corriente provea un volumen de demanda justamente igual al excedente del precio de la oferta global resultante de la ocupación plena, sobre lo que la comunidad decidirá gastar en consumo cuando la ocupación se encuentre en ese estado[15]  

Figura 4
 

 

La figura 4 presenta el mundo clásico, regido por la ley de Say, el mundo keynesiano, regido por la demanda efectiva. En el mundo clásico, el nivel de ocupación se determina en el mercado laboral y dado este nivel de ocupación se determina la producción. En el mundo keynesiano, la demanda efectiva determina el nivel de producción y de ahí se derive el nivel de ocupación. Las flechas marcan el sentido de la causalidad.

Ahora bien, la demanda de inversión depende del incentivo para invertir que depende a su turno de la relación entre la eficiencia marginal del capital, es decir, los rendimientos esperados de la inversión y la tasa de interés que hay que pagar por los préstamos que financian esa inversión. Dada la eficiencia marginal del capital, el volumen de inversión depende de la tasa de interés. Pero en la medida en que el ahorro no depende ya de la tasa de interés, no hay un mercado donde la inversión – demanda de capital – se iguale al ahorro – oferta de capital – por la vía del ajuste de la tasa de interés.

Antes de examinar los determinantes de la tasa de interés, examinemos dos modelos keynesianos básicos que también pueden denominarse modelos Keynes-Kalecki[16]. En el primer modelo la inversión es exógena, en el segundo la inversión depende de la tasa de interés.

En el primer modelo presentado en la figura 5, el consumo (C) y por tanto el ahorro es función del nivel de ingreso (Y) y de la propensión marginal al consumo β. Con 0 < β < 1.  El nivel de ingreso depende de la demanda efectiva C + I. Dado que el consumo se determina en forma endógena, el nivel de ingreso dependerá del gasto exógeno C* e I y del multiplicador 1/(1-β). La recta O representa la función de oferta global. A priori no hay ninguna razón para que el punto en el que la demanda global intercepta la oferta global sea exactamente en el nivel de ingreso de pleno empleo.

Figura 5
 


En la figura 6 se introduce la función de inversión. La inversión depende de la eficiencia marginal del capital y de la tasa de interés. La curva de eficiencia marginal del capital (EMC) es simplemente la curva de las tasas de rendimiento asociadas a diferentes niveles de inversión[17]. Dada la EMC, el volumen de inversión depende inversamente de la tasa de interés. Es importante anotar que la EMC es una expectativa. Esto significa que en lugar de una curva única puede existir toda una familia de curvas de eficiencia marginal del capital según el estado de las expectativas. De ahí surge la idea de la inestabilidad de la inversión. Lo cual significa que una misma tasa de interés puede dar lugar a diferentes niveles de inversión dependiendo del estado de las expectativas o, en términos de la gráfica, de que la posición de la curva de está más hacia la derecha. En todo caso, dada la EMC, el nivel de inversión, y por tanto el nivel de producción, dependen de la tasa de interés. 

Figura 6
 

 En el mundo clásico, como ya vimos la tasa de interés depende de la oferta y demanda de capital real. Es decir, de la función de ahorro real y de la función de inversión real. En Keynes, la tasa de interés es un fenómeno monetario. La tasa de interés de determina por la oferta y la demanda de dinero. Aquí aparece otro concepto crucial en la teoría de Keynes: la preferencia por liquidez. Esto supone romper con la teoría cuantitativa y con el supuesto de la neutralidad del dinero. Las variaciones de la cantidad de dinero no se traducen en variaciones proporcionales del nivel de precios. Llevan a cambios en la tasa de interés y por esta vía en el nivel de inversión y por tanto en el nivel de producción y empleo. Por esa razón el dinero no es neutral.

La diferencia fundamental entre la macroeconomía ortodoxa, la que se enseña en textos como el del profesor Mankiw, y la llamada escuela pos-keynesiana radica en este punto. Para la primera, las variaciones en la cantidad de dinero pueden tener efectos sobre la tasa de interés y sobre la inversión temporales, de corto plazo. Pero en el largo plazo la moneda es neutral y la economía está regida por los postulados de la teoría clásica. Para los segundos, la economía capitalista es siempre una economía monetaria, es decir, donde la moneda no es nunca neutral. De hecho, para los pos-keynesianos, el análisis macroeconómico debe hacerse todo en términos de flujos monetarios y es irreductible a un análisis en términos reales.

Volvamos a Keynes para ver la forma en que plantea el problema de la determinación de la tasa de interés:

“Las preferencias psicológicas de tiempo de un individuo requieren dos clases de decisiones para realizarse por completo. La primera se relaciona con el aspecto de preferencia de tiempo que he denominado propensión a consumir, la cual, actuando bajo la influencia de varios motivos (...) determina la parte del ingreso que consumirá cada individuo y cuanto guardará en alguna forma de poder adquisitivo de consumo futuro.

Pero una vez tomada esta decisión, le espera otra, es decir, en qué forma conservará el poder adquisitivo de consumo futuro que ha reservado, ya sea de su ingreso corriente o de ahorros previos. ¿Desea conservarlo en forma de poder adquisitivo líquido, inmediato (es decir, en dinero o su equivalente)? ¿O está dispuesto a desprenderse de poder adquisitivo inmediato por un período específico o indeterminado, dejando a la situación futura del mercado la fijación de las condiciones en que puede, si es necesario, convertir el poder adquisitivo diferido sobre bienes específicos en inmediato sobre bienes en general? En otras palabras, ¿cuál es el grado de su preferencia por liquidez –cuando la preferencia por liquidez está representada por una curva del volumen de recursos, valuados en dinero o en unidades de salarios, que deseará conservar en forma de dinero en diferentes circunstancias?

Veremos que el error de las teorías aceptadas sobre la tasa de interés está en que intentan derivarla del primero de estos dos elementos constitutivos de la preferencia psicológica de tiempo, menos preciando el segundo; u es este descuido el que debemos tratar de enmendar.

Debiera parecer evidente que la tasa de interés no puede ser recompensa al ahorro o a la espera como tales; porque si un hombre atesora sus ahorros en efectivo no gana interés, aunque ahorre lo mismo que antes. Por el contrario, la mera definición de tasa de interés no dice, en muchas palabras, que la tasa de interés es la recompensa por privarse de liquidez durante un período determinado; porque dicha tasa no es, en sí misma, más que la inversa de la proporción que hay entre una suma de dinero y lo que puede obtenerse por desprenderse del control del dinero a cambio de una deuda durante un período determinado de tiempo”[18]

La figura 7 esquematiza el planteamiento de Keynes. En el mundo clásico la preferencia por el tiempo es una decisión entre consumo presente y consumo futuro y está determinada por la tasa de interés. La tasa de interés garantiza, por otra parte, el equilibrio entre ahorro e inversión para cualquier nivel de ocupación. Es el mecanismo por medio del cual se garantiza la validez de la ley de Say. En el mundo keynesiano la preferencia por el tiempo está determinada por la propensión al consumo, que nada tiene que ver con la tasa de interés. Hay una segunda decisión: la de la forma en que se mantendrá la parte del ingreso que no se consume. Ésta puede tenerse en forma de poder adquisitivo inmediato – dinero, que no devenga interés- o de otros activos menos líquidos – bonos o deudas que devengan interés. Esta última decisión depende de la preferencia por liquidez y de la tasa de interés. Así, la tasa de interés convierte en un fenómeno puramente monetario.

Figura 7
 

La pregunta que surge en este punto tiene que ver con las razones por las cuales un individuo prefiera tener sus ahorros en forma líquida, que no reporta ningún rendimiento, en lugar de tenerlo activos financieros o reales que sí lo reportan. En otras palabras, ¿por qué existe algo como la preferencia por liquidez? Escribe Keynes:

“...volamos ahora hacia atrás y veamos por qué existe lo que se llama preferencia por liquidez. A este respecto convendrá usar la vieja distinción entre el uso del dinero para las operaciones de negocios corrientes y el que tiene como reserva de valor. Por lo que respecta al primero de estos usos es evidente que vale la pena sacrificar, hasta cierto punto, algún interés para aumentar la liquidez. Pero dado que la tasa de interés nunca es negativa ¿por qué preferiría alguien guardar su riqueza en una forma que rinde poco o ningún interés a conservarla en otra que sí lo da (suponiendo, claro está, por el momento, que el riego de pérdida es igual para un saldo bancario que para un bono)? (...) Hay una condición necesaria sin la cual no podría haber preferencia por liquidez por el dinero como medio para conservar riqueza. Esta condición es la existencia de incertidumbre respecto al futuro de la tasa de interés...”[19]

Es este el aspecto sustancial y a la vez más complejo de la Teoría General. A los motivos tradicionales para demandar encajes monetarios – transacción y precaución – Keynes añade un tercero, el motivo especulación que define como “el propósito de conseguir ganancias por saber mejor que el mercado lo que el futuro traerá consigo”[20]. Es aquí donde interviene la noción de incertidumbre. Nadie puede conocer con certeza la evolución futura de las tasas de interés[21]. Lo que existe es una diversidad de percepciones. Cada uno augura el porvenir a su propia manera y toda aquel cuya percepción difiera de la opinión dominante en el mercado puede estar tentado a guardar sus recursos en forma líquida a fin de realizar un beneficio si su pronóstico es acertado. Los individuos deben decidir entre conservar su liquidez y adquirir activos financieros, bonos del gobierno, por ejemplo. Aquellos que esperan que las tasas de interés suban – y por tanto el precio de los bonos baje – tenderán a conservar su riqueza en forma líquida y serán vendedores en el mercado. Los que por el contrario esperan que las tasas de interés bajen – y por tanto el precio de los bonos suba – tenderán a deshacerse de su liquidez y serán compradores en el mercado.  Es la incertidumbre sobre las tasas de interés lo que genera la tendencia a preferir la liquidez, a conservar la riqueza en forma líquida, la tendencia a atesorar.

Demos un paso más:

“La tasa de interés – escribe Keynes – no es el precio que pone en equilibrio la demanda de recursos para invertir con la buena disposición para abstenerse del consumo presente. Es el precio que equilibra el deseo de conservar riqueza en forma de efectivo, con la cantidad disponible de este último – lo que implica que si la tasa de interés fuese menor, es decir, si la recompensa por desprenderse de efectivo se redujera, el volumen total de éste que el público desearía conservar excedería la oferta disponible y que si la tasa de interés se elevara habría un excedente de efectivo que nadie estaría dispuesto a guardar. Si esta explicación es correcta, la cantidad de dinero es el otro factor que combinado con la preferencia por liquidez determina la tasa de interés en circunstancias determinadas. La preferencia por liquidez es una potencialidad o tendencia que fija la cantidad de dinero que el público guardará cuando conozca la tasa de interés; de tal manera que si r es la tasa de interés, M la cantidad de dinero y L la función de preferencia por liquidez, tendremos M = L(r). Tal es la forma y lugar en que la cantidad de dinero penetra el mecanismo económico”[22].

Ya el cuadro está completo. Para mayor inteligibilidad podemos suponer, sin pérdida de generalidad, que la oferta monetaria varía exclusivamente mediante operaciones de mercado abierto.  Cuando el banco central quiere expandir la oferta monetaria compra bonos o títulos de deuda en el mercado secundario, haciendo que su precio se eleve y en consecuencia haciendo descender la tasa de interés. Cuando quiere contraer la oferta monetaria vende títulos que tiene en su cartera, haciendo que su precio baje y suba en consecuencia la tasa de interés.

La figura 8 presenta lo que sería el modelo de Keynes-Kalecki incorporando la preferencia por liquidez y la oferta monetaria. En la figura de la izquierda se muestra la preferencia por liquidez como función de la tasa de interés.  En la derecha se incorpora la oferta monetaria como variable exógena. La lógica es la siguiente: dada la preferencia por liquidez, la oferta monetaria determina la tasa de interés; dada la eficiencia marginal del capital, la tasa de interés determina el nivel de inversión y, finalmente, dada la propensión al consumo, el nivel de inversión determina el nivel de ingreso y por tanto el nivel de ocupación. El ahorro se ajusta a le inversión por el mecanismo del multiplicador.

Figura 8
 

Finalmente, en la figura 9 se presenta el esquema explicativo completo de la teoría keynesiana.

Figura 9
 

V

En la macroeconomía ortodoxa contemporánea el análisis de Keynes se presenta bajo la forma del modelo IS-LM. En el canon actual, la teoría clásica es la representación adecuada del funcionamiento de la economía en su conjunto en el largo plazo. El análisis keynesiano – en la forma del modelo IS-LM – permite estudiar las fluctuaciones económicas de corto plazo. Esto es lo que se ha denominado la síntesis neo-clásica[23].

El origen del modelo IS-LM se encuentra en el artículo “Mr. Keynes y los clásicos: una interpretación sugerida” publicado por J.R. Hicks[24] en 1937[25]. Los presentaremos brevemente.

El modelo IS-LM es un modelo de equilibrio general. La economía está compuesta por 3 mercados: el mercado de bienes y servicios, el mercado de bonos o activos financieros y el mercado de dinero. En cada uno de esos mercados está definida una función de oferta un una función de demanda. La condición de equilibrio global requiere la igualdad de oferta y demanda en todos los mercados.

Como en todo modelo de equilibrio general, si n-1 mercados están en equilibrio, el enésimo mercado también lo estará. Por eso el modelo IS-LM se limita a dos mercados: el de bienes y el de dinero. Equilibrio sobre este último mercado implica que el mercado de bonos también está en equilibrio.

La especificación de la funciones de oferta y demanda del modelo IS-LM se presenta en la tabla.
 
 

Y: producción o ingreso global.

C: Consumo corriente, con un componente autónomo y una componente dependiente del nivel de ingreso. La propensión marginal a consumir es β.

I: Inversión total.

r: tasa de interés.

Mo: oferta de dinero.

Md: demanda de dinero o preferencia por liquidez. Tiene dos componentes: L1: la demanda para transacciones y L2: la demanda especulativa.

Las condiciones de equilibrio sobre los dos mercados son:

Mercado de bienes: Y = C + I  ó S = I.

Mercado de dinero: Mo = Md = L1 + L2

De la condición de equilibrio sobre el mercado de bienes se deriva la curva IS:

Y = f (r) con f´< O.

Dada la tasa de interés y la eficiencia marginal del capital se determina el nivel de inversión. El multiplicador indica el nivel de renta requerido para que el ahorro sea igual a la inversión. Así las cosas, la curva IS muestra la relación entre la el ingreso y la tasa de interés que garantiza la igualdad entre el ahorro y la inversión. Un aumento en la tasa de interés reduce la inversión y por tanto el nivel de ingreso. Por esa razón la curva IS tiene pendiente negativa.

De la condición de equilibrio sobre el mercado de dinero se deriva la curva LM:

Y = g (r) con g´> 0.

La curva LM muestra la relación entre el ingreso y la tasa de interés que garantiza la igualdad entre la oferta y la demanda de dinero. Dada la oferta de dinero, un aumento en ingreso eleva la demanda de dinero, mientras que un aumento en la tasa de interés tiende a hacerla disminuir. Por esa razón, la curva LM tiene pendiente positiva.

Figura 10
 
El modelo IS-LM es probablemente el modelo macroeconómico más popular y el artículo de Hicks probablemente el más influyente en la macroeconomía.  El modelo IS-LM se convirtió en la presentación estándar de la teoría de Keynes. Y ésta se interpretó como una aproximación acertada al funcionamiento de las economías en el corto plazo.

 

Bibliografía

Cuevas, H. (2007). Teorías económicas del mercado. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007.

Delfaud, P. (1980). Keynes et le keynésianisme. Presses Univeritaires de Frances, ¿Qué sais-je?. Paris, 1980.

Ekelund, R. y Hébert, R. (2005). Historia de la teoría económica y de su método. McGrawHill, México, 2005.

Hicks, J.R. (1937) “Mr. Keynes y los clásicos: una interpretación sugerida” reproducido en Fellner y Haley. Ensayos sobre la teoría de la distribución de la renta. Aguilar, Madrid, 1961.

Kalecki, M. (1971) Ensayos escogidos sobre dinámica de la economía capitalista. Fondo de Cultura Económica, México, 1977.

Keynes, J.M. (1936). Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. Fondo de Cultura Económica, México, 2000. 

Mankiw, N.G. (2006). Macroeconomía. Antoni Bosch, Editor, S.A. Impreso en Colombia, Mayol Ediciones, S.A. 2010.

Piégay, P. y Rochon, L.F. Editores. (2006). Teorías monetarias poskeynesianas. Ediciones Akal, Madrid, 2006.

Screpanti, E. y Zamagni, S. (1997). Panorama de la historia del pensamiento económico. Ariel, Barcelona, 1997.

Schumpeter, J.A. (1912) Teoría del desenvolvimiento económico. Cuarta edición, Fondo de Cultura Económica, México, 1967.

LGVA

Abril de 2014.

 




[1] Keynes, J.M (1936, 2000). Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero. Fondo de Cultura Económica, México. Página 260.
 
[2] Paul Krugman (1953) premio nobel en 2008 y Joseph Stiglitz (1943) nobel en 2001. Véase: Krugman, P (2012). Acabemos ya con la crisis. Editorial Crítica y De vuelta a la economía de la gran depresión y la crisis de 2008. Stiglitz  Caída libre y El malestar en la globalización
 
[3] Entre los más destacado se encuentran Paul Davidson fundador y director del Journal of Post Keynesian Economics. Hyman Minsky
[4] La Teoría General fue escrita durante la depresión económica de los años 30. En los países avanzados la tasa de desocupación llegó a un 25% de la fuerza laboral. El desprestigio de la teoría ortodoxa se refiere a su incapacidad para explicar la crisis y la depresión y de ofrecer propuesta de política económica que permitieran superarla.
 
[5] Keynes (1936, 2000) Página 9.
 
[6] La llamada ley de los rendimientos decrecientes es una generalización de la teoría ricardiana de la renta del suelo. Las tierras difieren en calidad. El empleo sucesivo de dosis iguales de capital y trabajo a tierras de menor calidad se traduce en cantidades de producto cada vez menores. Este es el llamado margen extensivo. Igualmente, el empleo de cantidades crecientes de capital y trabajo en una porción de tierra de la misma extensión y de igual calidad lleva a incrementos menos proporcionales en la producción obtenida. Este es el margen intensivo.  Surge de ahí la ley de la productividad marginal decreciente que puede enunciarse de esta forma: dada una función de producción, el aumento en el empleo de un factor, permaneciendo constantes los demás, lleva a incrementos de la producción menos que proporcionales.
[7] La enunciación original de esta se encuentra en el capítulo XV del Tratado de Economía Política del economista francés Jean Baptiste Say, titulado Des débouchés: Sobre las salidas. Escribió: “un producto terminado ofrece, desde ese instante, una salida a otros productos por todo el monto de su valor”.
 
[8] Keynes (1936, 2000) Página 31.
[9] Adaptada de Delfaud, P. (1980). Página 6.
 
[10] Véase: Mankiw (2006). Segunda parte: La teoría clásica: la economía a largo plazo. Páginas 99- 287.
 
[11] Entre las gran literatura que se produjo al respecto, deben mencionarse dos obras fundamentales: Les crises périodiques de surporduction, de Alfred Aftalion  y Business Cycles de Wesley Clair Mitchell publicadas ambas en 1913.
[12] Schumpeter considera que existen cinco clases de innovaciones económicas: introducción de un nuevo producto, adopción de un nuevo proceso para la producción de bienes existentes, apertura de un nuevo mercado, descubrimiento de una nueva materia prima y cambios en la estructura de los mercados (paso de una estructura competitiva a una monopolística).
[13] Keynes (1936, 2000) Página 35.
[14] Véase: Davidson, P. “¿Cuáles son los elementos esenciales de la teoría monetaria keynesiana?”. En Piégay, P. y Rochon, L.F. Editores. (2006). Páginas 27 – 45.
 
[15] Keynes (1936, 2000). Página 36.
[16] Michel Kalecki (1899-1970). Es un economista polaco que en los años 30 y antes de la aparición de la Teoría General, publicó tres ensayos en los que presentó el principio de la demanda efectiva de forma casi igual a   Keynes. Eso ensayos, publicados originalmente en polaco, se publicaron en inglés en 1971. En la introducción a esa publicación, Kalecki escribió: “La primera parte incluye tres artículos publicados en 1933, 1934 y 1935, en polaco, antes de que apareciera la Teoría General de Keynes y que, según mi opinión, contienen lo esencial de esa teoría...” Kalecki (1977) página 7.
[17] La eficiencia marginal del capital es la tasa de descuento (e) que iguala el valor presente de los flujos de beneficios derivados de un proyecto de inversión durante su vida útil con el costo de realizar esa inversión. Lo primero es lo que Keynes denomina precio de demanda del capital, el segundo el precio de oferta. Un empresario ordena los proyectos de inversión de forma decreciente con relación a (e) y adelantará primero las inversiones que reporten un mayor valor de (e). Sólo acometerá aquellas inversiones donde e > r. Si r baja, adelantará otras inversiones. Por eso, dada la curva de eficiencia marginal, la inversión será una función inversa de la tasa de interés. La suma de las funciones de eficiencia marginal del capital de todos los empresarios da la función agregada de eficiencia marginal del capital o, lo que es lo mismo, la función agregada de demanda de inversión en función de la tasa de interés.
[18] Keynes (1936) Páginas 150 – 151.
[19] Keynes (1936, 2000) Página 152.
 
[20] Keynes (1936, 2000) Página 154.
[21] Escribe Keynes: “si pudieran preverse con certeza las que dominen en todo tiempo futuro, todas las tasas venideras podrían inferirse de las presentes para las deudas de diversos plazos, las que se ajustaría al conocimiento de las tasas futuras” Keynes (1936, 2000) Página 152.
 
[22] Keynes (1936, 2000) Página 152.
[23] El profesor Mankiw presenta el modelo IS-LM en la los capítulos 10 y 11 de la cuarta parte de su libro titulada “La teoría de los ciclos económicos: la economía a corto plazo”. El modelo clásico se presenta en la segunda parte titulada “La teoría clásica: la economía a largo plazo”.
 
[24] John Hicks (1904-1989). Economista inglés, recibió en nobel de economía en 1972.
 
[25] Publicado en Econometrica, volumen V, 1937, páginas 147- 159.