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domingo, 27 de enero de 2013

Viva Colombia y el bienestar de la gente


Viva Colombia y el bienestar de la gente

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, consultor.

 
¿Quién es toda esa gente que está haciendo fila? – pregunté. Son los pasajeros de Viva Colombia esperando el bus. No van a bajarse a Medellín en un taxi que les costaría más que lo que pagan por el pasaje de avión – respondió Orlando, el conductor que habitualmente me transporta desde o hacia el aeropuerto de Rionegro.

Esa misma noche la empleada de mi casa me pidió que le comprara un pasaje a Montería para viajar el 4 de abril y regresar tres días más tarde. Y lo hicimos, en el portal de Viva Colombia, al increíble precio de $ 57.000 por trayecto. Esta será la primera vez que Maria viaja en avión. Hasta ahora, para ir a visitar a sus parientes, viajaba en bus pagando $ 66.000 por trayecto es un azaroso viaje que podía demorar 8 o más horas.

No soy accionista de Viva Colombia, ni conozco a nadie que lo sea. Se quiénes son algunos de sus directivos pero no tengo con ninguno de ellos relación alguna de negocios o amistad. Tampoco soy publicista oficioso ni de oficio. Soy un simple economista liberal, partidario de la economía de mercado y de iniciativa privada, y me encanta destacar sus contribuciones al bienestar.
Son miles las personas que están viajando en los aviones de Viva Colombia. Muchos de ellos, como María, jamás habían viajado en avión. Ni siquiera habían soñado con hacerlo algún día.  Buscando su propio beneficio, los empresarios de Viva Colombia están contribuyendo más al bienestar de la gente pobre que la mayor parte de entidades benevolentes o de las agencias estatales que supuestamente tienen ese bienestar como objetivo de su acción. También, y los ejemplos pueden multiplicarse ad-libitum, buscando sus propias ganancias las empresas de telefonía móvil han puesto en el bolsillo de todos los colombianos un teléfono celular. ¡Qué tal que hubiera prosperado la idea de hacer de esa telefonía un servicio público necesario provisto por el estado o sus empresas! Todos estaríamos en lista de espera.

A la gente pobre le sirve la competencia, la economía abierta y la inversión extranjera. Todo ello finalmente se traduce en aumento de la oferta de bienes y servicios, en menores precios y en el incremento de su ingreso real. Curiosamente los defensores de los pobres son en su mayoría enemigos de esas cosas. Probablemente ello se deba a su ignorancia en materia de economía. Pero es posible también que prefieran que los pobres sean siempre pobres pues de otra forma, ¿a quién defenderían?

El éxito de Viva Colombia puede hacer que sobre ella se ciernan diversas amenazas. Pronto empezarán a quejarse los transportadores terrestres por la disminución de su demanda. Les tocará reinventar su propio negocio, pero inicialmente lo más seguro es que busquen con toda clase de argumentos la protección del gobierno. Nos es improbable que las demás aerolíneas muevan sus influencias y que en el gobierno o en el congreso se empiece a hablar de cuestiones de seguridad aérea o incluso de higiene. Hay que estar alerta a todo ello. Esperemos que el experimento se consolide y dure para que María y mucha otra gente pobre puedan viajar por primera y muchas veces más en los aviones de Viva Colombia.

LGVA.

Enero 2013.

Pensamiento II Lección I Menger


Pensamiento Económico II – Lección I

La revolución marginalista o el nacimiento de la economía neo-clásica

Carl Menger y la utilidad marginal

 

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT
Consultor, Fundación ECSIM.

I

Ha mediados del siglo XIX John Stuart Mill consideraba que las cuestiones teóricas fundamentales de la economía política estaban resueltas y que en lo sucesivo la investigación debía orientarse hacia las cuestiones empíricas. Poco más de 20 años después de esta declaración autocomplaciente verían la luz una serie de obras que cuestionarían la economía política clásica desde su fundamento mismo: la teoría del valor.

En 1871 Carl Menger publica sus Grundsätze der Volkswirtschaftslehre [1] y William Stanley Jevons The Theory of Political Economy[2].  Dos años más tarde, Léon Walras publica Éléments d´économie polique pure ou théorie de la richesse social[3]. Un austríaco, un inglés y un francés de manera independiente desarrollarán una nueva teoría del valor que al cabo de unas tres o cuatro décadas, bajo la influencia de Marshall, se convertirá el en el cuerpo central de la teoría económica dominante desde entonces hasta la actualidad.

En esta lección se examina el surgimiento de la teoría subjetiva del valor a partir de la obra de Menger con referencias ocasionales al trabajo de Jevons. Incidentalmente se aludirá al trabajo de otros economistas que contribuyeron el desarrollo de esta teoría.

II

El punto de partida es la noción de bien económico. Toda cosa capaz de satisfacer una necesidad humana o, lo que es lo mismo, toda cosa dotada de una utilidad reconocida por el hombre,  es un bien. No todo bien es un bien económico; para serlo debe ser escaso, es decir, la necesidad o la demanda debe exceder a la cantidad disponible. Escribe Menger:

“La utilidad es la capacidad que tiene una cosa de servir para satisfacer las necesidades humanas y, por consiguiente, un presupuesto general de la cualidad de los bienes. También los bienes no económicos son útiles, en cuanto tienen tanta capacidad como los económicos para la satisfacción de nuestra necesidad. Esta capacidad debe ser reconocida por los hombres, pues en caso contrario tampoco podrían adquirir la cualidad de bienes. Los que distingue a un bien no económico de otros económico, esto es, de otro que se halla inserto en la relación cuantitativa sobre la que se fundamenta el carácter económico, es la circunstancia de que la satisfacción de las necesidades humanas no depende de unas cantidades concretas del primero, y sí, en cambio, de cantidades concretas del segundo tipo. Por consiguiente, aunque los primeros tienen, desde luego, utilidad para nosotros, sólo los segundos tienen además de utilidad aquella significación que hemos llamado valor”[4]

Utilidad y escasez son los atributos que convierten a una cosa – material o inmaterial – en un bien económico.

Ciento cincuenta años antes, el abate Galiani había escrito:

“Es evidente que el aire y el agua, muy útiles para la vida humana, no tienen ningún valor porque no escasean. Por otra parte, un saco de arena de las costas de Japón sería una cosa extremadamente rara, pero, a menos que tenga cierta utilidad, carece de valor”[5].

Walras aporta una fórmula condensada y elegante:  

“Las cosas útiles y limitadas en cantidad son valiosas e intercambiables; las cosa valiosas e intercambiables son  a la vez útiles y limitadas en cantidad”.

O esta otra:

“La economía política pura es esencialmente la teoría de la determinación de los precios bajo el régimen hipotético de libre competencia absoluta. El conjunto de todas las cosas, materiales o inmateriales, que son susceptibles de tener un precio porque son escasas, es decir a la vez útiles y limitadas en cantidad, forman la riqueza social. Es por eso que la economía política pura es también la teoría de la riqueza social”[6]
 

III

Los bienes útiles y escasos son valiosos. Pero ese valor no es en forma alguna una cualidad inherente a los bienes; depende de la relación de éstos – o mejor, de su cantidad - con  las necesidades de los hombres en determinadas circunstancias de tiempo, modo y lugar.

“…valor es la significación que unos concretos bienes o cantidades parciales de bienes adquieren para nosotros, cuando somos conscientes de que dependemos de ellos para satisfacer nuestras necesidades”[7].

“…el valor no es algo inherente a los bienes, no es una cualidad intrínseca de los mismos, ni menos aún una cosa autónoma, independiente, asentada en sí misma. Es un juicio que se hacen los agentes económicos sobre la significación que tienen los bienes de que disponen para la conservación de su vida y de su bienestar y, por ende, no existe fuera del ámbito de su conciencia”[8]

El valor que atribuimos a un bien surge de un cálculo individual de la significación que para cada uno de nosotros tienen cantidades concretas de un bien en circunstancias determinadas.  El carácter económico de los bienes y su valor es subjetivo y se define al margen de toda relación social. “El carácter económico de los bienes no está en modo alguno vinculado a la condición previa de que la economía humana tenga una dimensión social”[9], escribe Menger. La base de la reflexión económica no es un tipo particular de sociedad. Lo económico parte de la existencia de un  sujeto consciente y racional; el individuo calculador- maximizador.

Ahora bien, una vez que sabemos qué hace que un bien tenga valor y que ese valor no es otra cosa que la significación que cantidades concretas de ese bien tienen para un agente económico dado, surge la pregunta sobre qué es lo que hace que un bien tenga más o menos valor que otro. Es aquí donde radica la “revolución marginalista”, en el desarrollo del concepto de utilidad marginal. Es conveniente precisar este punto.

El hecho de que el carácter económico de los bienes derive de su utilidad y su escasez es una intuición obvia que está en la conciencia de cualquier agente económico y, por supuesto, en la de cualquier economista. Pero otra cosa es pasar de esa intuición a la elaboración, a partir de ella, de una teoría del valor de cambio. Esto no es posible sin la noción de utilidad marginal. Recordemos la forma en que Adam Smith plantea esa dificultad es su famosa paradoja del valor:

“Las cosas que tienen un gran valor en uso tienen comúnmente escaso o ningún valor en cambio, y al contrario, las que tienen un gran valor en cambio no tienen, muchas veces, sino un pequeño valor en uso o ninguno. No hay nada más útil que el agua, pero con ella apenas se puede compra cosa alguna ni recibir nada en cambio. Por el contrario, el diamante apenas tiene valor en uso, pero generalmente se puede adquirir, a cambio de él, una gran cantidad de otros bienes”[10]

En Ricardo encontramos también esa dificultad expresada, probablemente, con más claridad:

“El agua y el aire son sumamente útiles; son además, indispensables para la vida; sin embargo, en circunstancias ordinarias, no se puede obtener nada a cambio de ellos. El oro, por el contrario, a pesar de tener poco uso, en comparación con el aire y el agua, podrá cambiarse por una gran cantidad de otros bienes. Por consiguiente, la utilidad no es la medida del valor en cambio, aunque es absolutamente esencial éste. Si un bien no fuera, de ningún modo útil – en otras palabras, si no puede contribuir de ninguna manera a nuestras satisfacciones – no tendría ningún valor en cambio, por escaso que pudiera ser, o sea cual fuere la cantidad de trabajo necesaria para obtenerlo. Por poseer utilidad, los bienes obtienen su valor en cambio de dos fuentes: de su escasez y de la cantidad de trabajo requerida para obtenerlos. Existen ciertos viene cuyo valor está determinado tan sólo por su escasez”[11].

Los economistas clásicos tenían la noción de utilidad absoluta. A partir de ella no es posible fundamentar el valor de cambio de los bienes. Se precisa de la noción de utilidad marginal[12] que resulta de la interacción de la pareja utilidad/escasez[13]. Veamos la forma en que Menger la construye.

“Una vez , pues, exhaustivamente descrita la naturaleza del valor de los bienes y establecido que, en definitiva, para nosotros sólo tiene importancia la satisfacción de nuestras necesidades y que todo valor no es sino una traslación de esta significación a los bienes económicos, se deduce claramente que la diferencia de la magnitud del valor de cada bien concreto se fundamenta – tal como podemos observarlo en nuestras propias vidas – en la diferencia de la magnitud de la significación que tienen para nosotros aquellas necesidades cuya satisfacción depende de aquel bien[14].

Dos observaciones:

1.      Estamos tratando de pasar de lo subjetivo: magnitud de la significación, a lo objetivo: magnitud del valor.

  
2.      El método es apriorístico-deductivo. Frecuentemente Menger emplea expresiones como “tal como podemos observarlo en nuestras propias vidas”; “tal como nos lo enseña nuestra propia experiencia”; “es un hecho de la más común experiencia”; “un cuidadoso análisis de los fenómenos de la vida”; “como enseña la experiencia”[15]; etc. Estas expresiones son definitorias de su método y mediante ellas nos está invitando a derivar de nuestra propia experiencia sus propias conclusiones.

Son dos problemas los que deben resolverse:

1.      Establecer que para los hombres las necesidades concretas tienen diferente importancia.

2.      El grado en que la disposición de un bien determinado satisface una necesidad concreta.

Menger lo expresa claramente:

“Si en el curso de nuestra investigación se descubre que la satisfacción de cada una de las necesidades concretas tiene para los hombres una diferente significación y, además, que de nuestra disposición sobre cada uno de los bienes económicos dependen satisfacciones de muy diversa significación, queda al mismo tiempo solucionado el anterior problema, es decir, queda explicado por sus últimas causas aquel fenómeno de la vida económica cuya solución nos hemos propuesto como punto capital de este análisis. Es decir, queda explicada la razón de la diferencia de magnitud del valor de los bienes”[16]

El punto de partida es el individuo que conoce sus necesidades y puede clasificarlas en orden de importancia: “… es un hecho de la más común experiencia que los hombre suelen atribuir la máxima importancia a la satisfacción de aquellas necesidades de las que depende la conservación de la vida que la medida de la significación de las restantes satisfacciones responde al grado del bienestar que se alcanza con ellas” [17]. Dada esa clasificación el individuo atribuirá una mayor significación o un mayor valor a la unidad de un bien que satisface la primera necesidad. Una unidad adicional de ese bien que satisface la segunda necesidad tendrá para nuestro individuo un valor menor y así sucesivamente. Esto se resume en la siguiente tabla:
 

Los números asignados no tienen significación cardinal. No son medida de la utilidad o la significación. Simplemente expresan un orden de significación de cada unidad del bien con relación a las necesidades. El valor de una unidad decrece a medida que decrece la importancia de la necesidad que satisface: eso es todo.

Ahora bien, con relación a una misma necesidad la significación o el  valor de una unidad también decrece a medida que se dispone de unidades adicionales. Escribe Menger: “Un cuidadoso análisis de los fenómenos de la vida nos revela que la diferente significación de cada una de las satisfacciones de necesidades puede darse no sólo con respecto de la satisfacción de las diversas necesidades consideradas en conjunto, sino también respecto de la satisfacción más o menos completa de las mismas”[18]. Así, si tomamos una necesidad dada, la primera unidad del bien que consumimos para satisfacerla tendrá una mayor significación que la segunda; la segunda mayor que la tercera y así sucesivamente. Esto se representa en la tabla:
 
Podemos reunir las dos escalas de satisfacción en la siguiente tabla:
 
Aquí está todo lo que el individuo necesita para realizar su cálculo económico. Como es hedonista usará las cantidades disponible de los bienes de forma que maximice su utilidad. Por ejemplo, si nuestro agente tiene 10 unidades de un bien apto para satisfacer todas sus necesidades empleará 4 en la satisfacción de la primera necesidad, tres en la segunda, dos en la tercera y la última en la cuarta pasando de una a otra a medida que la utilidad decrece. De esta forma el agente económico garantiza que el valor del bien sea para él igual a su utilidad marginal. La valoración según la utilidad marginal es un rasgo propio de la psicología humana, pensaba Menger[19]. 

IV

A Robinson Crusoe, aislado en su isla la anterior tabla probablemente le serviría para distribuir el empleo de su tiempo en procurase los diversos bienes que satisfacen sus necesidades. En una sociedad en la que existen múltiples individuos la valoración de los bienes según la utilidad marginal debe explicar la formación del precio o valor de cambio. El cambio no es otra cosa que entregar una cantidad de un bien a cambio de cierta cantidad de otro bien. La relación entre esas cantidades es el precio o el valor de cambio.

Menger empieza explicando la formación del precio en un intercambio asilado. Señala:

“…la posibilidad de un intercambio económico de bienes está vinculada a la condición de que estos bienes tengan para su propietario menor valor que los bienes de que dispone otro sujeto económico, mientras que en este segundo se da un cálculo de valor de sus bienes de signo opuesto”[20]

Además es necesario suponer, cuando se trata de establecer el principio general, que ninguno de los cambistas tienen ventajas de información o habilidad comercial sobre el otro. Ninguno de ellos goza tampoco de una condición monopolio.

Así las cosas, el mecanismo de determinación del precio es un simple regateo de precios. Dada la diferencia de valoraciones que posibilita el intercambio, existe la posibilidad de que ambos agentes obtengan mayores ventajas por ello “…es claro que cada uno de ellos intentará sacar el mayor beneficio económico que le sea posible. Surge así el fenómeno de la vida cotidiana que llamamos regateo de precio. Cada uno de los contratantes se esfuerza por obtener la mayor porción posible en la realización práctica de la ocasión de cambio y por conceder al otro la menor parte posible da las ganancias” [21]

Con una unidad del bien A, un individuo aumenta su satisfacción en una medida igual a la utilidad marginal de ese bien. A cambio de ello entrega cierta cantidad del bien B que por definición le reporta una utilidad menor que la unidad de A. Naturalmente la entrega de B disminuye su utilidad y tratará por ello de dar la menor cantidad posible de ese bien a cambio de la unidad de A. El otro cambista se comporta exactamente de la misma manera: al entregar A en cambio de B, él busca aumentar su satisfacción por el bien que recibe en mayor medida en que la disminuye por el bien que entrega. Los individuos entrarán entonces en un proceso de regateo de precio que sólo culminará cuando el valor atribuido por ambos a una unidad de A sea igual al valor atribuido a la cantidad de B que por esa unidad se entrega. Así el precio de A, es decir, la cantidad de B contra la cual se cambia, es igual a la razón de las utilidades marginales de A y de B.

Pa / Pb = Uma/Umb

Uma / Pa = Umb / Pb

Este resultado se puede generalizar a todos los bienes:

Uma / Pa = Umb / Pb = Umc / Pc ……………= Umb / Pb

Esta es la ley de la igualdad de las utilidades marginales ponderadas por los precios.

V

Lo expuesto hasta aquí se aplica a los bienes que satisfacen directamente las necesidades de los hombres, los bienes de consumo, que Menger denominaba bienes de primer orden. Los bienes de segundo orden son aquellos que sirven para producir los primeros;  los bienes de tercer orden sirven para producir los de segundo orden y así sucesivamente. El valor de los bienes de orden superior “…está condicionado siempre y sin excepciones por el valor previo de aquellos bienes de orden inferior a cuya producción sirven”[22]. Los bienes de orden superior de los que un individuo dispone en el presente constituyen su capital: “por capitales sólo se entienden aquellas cantidades de bienes económicos de las que disponemos en la actualidad para uno períodos de tiempo futuros”.

El valor de los bienes de orden superior es derivado del valor de los bienes de orden inferior, mas no del valor actual de éstos sino del valor que puedan tener en el futuro cuando se produzcan como resultado de la combinación productiva de dichos bienes de orden superior: “…el valor previsible del producto es el principio determinante del valor de los bienes correspondientes de órdenes superiores”[23].

Aunque se trata de un valor esperado o previsible, el valor de los bienes de primer orden determina el valor de los de orden superior conforme al mismo principio de la utilidad marginal:

“Suponiendo en cada caso que todos los bienes disponibles de orden superior se utilizan del modo más económico, el valor de una cantidad concreta de un bien de orden superior es igual a la diferencia entre la significación de aquellas satisfacciones que podríamos obtener en el caso de que dispusiéramos de la cantidad del bien de orden superior, cuyo valor analizamos, y aquellas otras que podríamos obtener si no pudiéramos disponer de esta cantidad”[24]

Tomemos el caso de un bien como el vino cuyo valor está asociado al tiempo de añejamiento. Así, una cantidad  (x) de vino de un año dado cuyo propietario decida guardarla durante un tiempo se convierte en un bien de orden superior con el cual se produce un bien de primer orden algunos años después. Así, el valor actual del vino (Va) está determinado por el valor esperado (Ve) del vino en un momento futuro. Se cumple que: 

Va(X) = Ve(X)/(1+r)

Si la cantidad disponible de vino para añejar se reduce en una cantidad Y, su valor actual varía en la misma proporción en que se cambia el valor esperado. En principio, asumiendo que no hay cambio alguno en la escala de preferencias futuras, la disposición de una menor cantidad en el futuro reduce la su valor y por consiguiente el valor del vino actual considerado como bien de orden superior.

Va(X-Y) = Ve(X - Y)/(1+r)

VI

La principal contribución de Menger es sin duda alguna la construcción de la noción de utilidad marginal. Su teoría está concebida para explicar el intercambio de cantidades dadas de bienes y servicios. No tiene una teoría de la producción. Por otra parte, su teoría de la distribución tampoco está suficientemente desarrollada. Sobre la renta de suelo, señala:

“…el valor de la utilización del suelo se halla sujeto a las mismas leyes generales que regulan, por ejemplo, la utilización de la máquinas, herramientas, viviendas, fábricas y de todos los restantes bienes económicos”[25]

Mientras que sobre el valor del trabajo retoma la teoría clásica del salario de subsistencia:

“El mínimo existencial (…) se convierte así en el principio a tenor de cual se regula el precio del trabajo más común, mientras que el mayor precio de las restantes prestaciones laborales se explicaría por las inversiones de capital o, respectivamente, por las rentas del talento o cosas similares”[26]

Bibliografía:

Deleplace, Ghislain. (1981). Théories du capitalisme: une introduction. Maspero, Paris.

Ekelund, R.B y Hébert, R.F. (2006). Historia de la teoría económica y de su método. McGrawHill, México.

Jevons, W. S. (1911). The Theory of Political Economy.  Fifth edition, Macmillan. London.

Menger, Carl. (1871, 1996). Principios de Economía Política. Biblioteca de economía, Editorial Folio, Barcelona.

Walras, L. (1900, 1976). Éléments d´économie polique pure ou théorie de la richesse social. Librairie generale de droit et de jurisprudence, Paris.

LGVA. Enero de 2013.



[1] Menger, C. (1871, 1996) Principios de Economía Política. Editorial Folio, Barcelona.
 
[2] Jevons, W. S. (1911). The Theory of Political Economy.  Fifth edition, Macmillan. London.
 
[3] Walras, L. (1900, 1976). Éléments d´économie polique pure ou théorie de la richesse social. Librairie generale de droit et de jurisprudence, Paris.
[4] Menger, C.  Op. Cit. Página 107.
 
[5] Galiani, Della Moneta, citado por Rothbard en Historia del pensamiento económico Volumen I. El pensamiento económico hasta Adam Smith. Unión Editorial, Madrid, España, 1999. Página 447.
 
[6] Walras, L. Op. Cit. Página XI.
[7] Menger, Op. Cit. Página 103.
 
[8] Ídem, página 108.
 
[9] Ídem, página 90.
[10] Smith, A. (1776, 1979). La riqueza de las naciones. Fondo de Cultura Económica, México. Página 30.
 
[11] Ricardo, D. (1823, 1997). Principios de economía política y tributación. Fondo de Cultura Económica, México. Página 9.
 
[12]  Se emplea aquí el término finalmente adoptado en la teoría económica estándar.   En 1918, Irving Fisher discute aún sobre el término  más adecuado para designer el nuevo concepto.:  “The concept called "final degree of utility" by Jevon's, "effective utility", "specific utility", and "marginal efficiency" by J. B. Clark, "marginal utility" and "marginal desirability" by Marshall, Gide and others, "Grenznutzen" by the Austrians, "Werth der letzten Atome" by Gossen, "rareté" by Walras, and "ophélimité" by Pareto, seem still in need of really satisfactory terms by which to express it” . Fisher, I. “Is "Utility" the Most Suitable Term for the Concept It is Used to Denote?” American Economic Review, volume 8 (1918), pp. 335-7.
 
[13] Perdida en los Principios, el capítulo titulado “Valor y Riqueza”, se encuentra esta frase: “la escasez sube el valor de las mercancías”.  Ricardo, Op. Cit. Página 207.
 
[14] Menger, C. Op. Cit. Página 109.
 
[15] Menger, Op. Cit. Páginas 109, 110, 111, 112.
 
[16] Menger, Op. Cit. Página 110.
 
[17] Menger, Op. Cit. Página 110.
 
[18] Ídem, pagina 111.
[19] El análisis del valor era para Menger “…un campo de la sicología tan difícil como poco explorado hasta ahora” Menger, Op. Cit. Página 114.
 
[20] Ídem, pagina 172.
 
[21] Ídem, página 173.
[22] Ídem, página 135.
 
[23] Ídem, página 136.
 
[24] Ídem, pagina 138.
[25] Ídem, página 153.
 
[26] Ídem, página 154.