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sábado, 14 de diciembre de 2013

Si no puedes con los ebrios delincuentes, castiga a los sobrios inocentes


Si no puedes con los ebrios delincuentes, castiga a los sobrios inocentes

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista, Docente Universidad EAFIT

 
Tomarse una cerveza o una copa de vino los viernes con los amigos a la hora del almuerzo se ha convertido en delito por obra de un congreso mediocre, que ve en ello su máxima realización, y con el aplauso unánime de unos medios de comunicación irreflexivos y bobalicones. Ante la incapacidad de un sistema judicial que no puede condenar a los ebrios al volante que provocan accidentes y causan muertes todos los días, el congreso ha decidido castigar a las personas de bien impidiéndoles beberse un par de cervezas o imponiéndoles multas y sanciones desproporcionadas si se atreven a hacerlo y son sorprendidas conduciendo sus vehículos. En lugar de reformar el código penal para impedir que los borrachos evadan la sanción por sus delitos; se ha decidido castigar a los que podrían cometerlos si llegaran a emborracharse. La mayor parte de los accidentes de tránsito con pérdidas de vidas los provocan personas que estaban sobrias pocas horas antes de embriagarse. Impidamos pues, con multas y amenazas, que se embriaguen, restrinjamos su libertad, castiguémoslas preventivamente para evitar que comentan un delito.

Por increíble que parezca, el congreso ha hecho suya la teoría del abogado Francisco Malgaz, personaje de ficción creado por Giovanni Papini en su inolvidable GOG: castigar a los inocentes antes de que comentan sus delitos. “La salvación de la moral y de la sociedad no se obtiene con vanos y costosos procesos contra los culpables, sino con interminables procesos contra los inocentes. La mayor parte de los crímenes los realizan hombres que parecían, una hora antes, inocentes y que así eran considerados por la ley. Los pretendidos inocentes son el semillero del cual salen los malhechores más repugnantes. (...) Nadie en la tierra, examinado de dentro a afuera, puede llamarse inocente. Procesar a un supuesto inocente significa, precisamente, salvarle a él y a nosotros del delito que podría cometer mañana”. Ésta es la teoría de Malgaz y del congreso colombiano.

Es dudoso que la nueva ley reduzca los accidentes de tránsito provocados por los ebrios o que modifique la propensión de algunas personas a beber exageradamente. Una cosa es segura: la ley anti-ebrios crea una nueva oportunidad de corrupción. En lugar de ocuparse de aligerar el tráfico, ya veremos a los guardas de tránsito agazapados en las cercanías de los restaurantes y bares prestos a caer sobre los imprudentes que violen la norma. Una multa millonaria, la suspensión de la licencia y la incorporación a la lista negra de infractores bien valen un pequeño soborno de doscientos o trecientos mil pesos.

Pero lo más grave de todo esto es la forma complacida o indiferente en que la mayoría de las personas parece aceptar esta nueva restricción a la libertad. Los castigos preventivos con sus limitaciones a la libertad están más extendidos de lo que gente llega a percatarse. En todas partes somos manoseados bajo sospecha de portar armas; es ilegal llevar un cortaúñas o un aerosol en un avión y el humor está sometido a normas legales para garantizar su corrección política. Hace algunos meses una actriz fue puesta en la picota pública por hacer chistes flojos supuestamente ofensivos contra la dignidad de las gordas y un político vulgar fue sancionado por una expresión vulgar sobre el uso de los recursos públicos por los políticos del Chocó. En ambos casos la codena social fue unánime convirtiendo en delito una estupidez.

Una sociedad verdaderamente libre es un tanto desordenada y en ella pueden ocurrir y ocurren cosas ética o estéticamente desagradables. Es imposible evitar su ocurrencia sin imponer grandes restricciones a la libertad.  La señora ebria que atropelló seis personas y mutiló un niño debe ser sin duda sancionada; pero no hay ninguna razón para convertir en delincuentes potenciales a todas señoras que conducen un auto y que eventualmente se toman una copa. Esto es lo que hace ley aprobada por el congreso y aplaudida de forma casi unánime por la sociedad. Pero por qué sorprenderse si hace más de cuatro siglos Étienne de La Boétie descubrió que la servidumbre es voluntaria.

LGVA

Diciembre, 2013.