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martes, 31 de marzo de 2020

Pandemias y globalizaciones


Pandemias y globalizaciones


Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista


La pandemia de COVID-19 les ha dado a los modernos enemigos del comercio otro motivo para detestar la globalización.  Y en cierto sentido tienen razón.  La expansión del comercio y los vínculos que crea entre los pueblos propicia la difusión, hacia otros territorios y países, de enfermedades nacidas en cualquier lugar, incluso en los más remotos. Pero esa globalización - que vincula hoy a todos los países del mundo al movimiento incesante de mercancías, servicios, capitales y personas - no es la creación deliberada del “neo-liberalismo” sino el resultado de lo que Adam Smith llamara la propensión humana a cambiar que se ha manifestado desde los tiempos más remotos. 

En su fascinante libro El mundo hasta ayer, Jared Diamond habla de informes arqueológicos que “demuestran que nuestros antepasados de la época glacial ya comerciaban hace decenas de miles de años”. Revela que en yacimientos cromañones al interior de Europa se encontró ámbar del Báltico y conchas del mediterráneo, además de obsidiana, sílex, jaspe y otras piedras de gran dureza trasladadas a miles de kilómetros desde el lugar donde habías sido extraídas.


  
No es improbable que con los objetos que intercambiaban los hombres de la época glacial llevaran de un sitio a otro las enfermedades que padecían. Probablemente los cromañones se extinguieron al ser contaminados por un virus incrustado en un trozo de sílex comprado a un comerciante neandertal.   Como no es imposible la ciencia de la arqueología médica, a lo mejor ya hay por ahí algún artículo o tesis de doctorado que nos informe de las pandemias asociadas a la globalización paleolítica.



La antigüedad greco-romana también fue muy globalizada. Del relato de la Ilíada se deduce que los intrépidos navegantes de entonces combinaban el comercio con el saqueo y, cuando tenía oportunidad, el rapto de las mujeres ajenas, lo que daba lugar a tremendas guerras como la de Troya.



En su obra Las guerras del Peloponeso, Tucídides describe la peste que llegó a Atenas procedente de Etiopía y causó la muerte de 4.400 de los 29.000 hoplitas y    3.000 de los 12.000 soldados de caballería. El gran Pericles fue una de las víctimas.

 
Pericles

Los trirremes romanos surcaban el Mediterráneo llevando mercancías y personas de Alejandría a Bríndisi, de Sidón a Éfeso. Probablemente en uno de esos barcos se alojó la bacteria o el virus ¡váyase a saber! que desencadenó la peste de Agrigento de la que se contagió Publio Virgilio Marón, el poeta de La Eneida.

Publio Virgilio Marón

Se reportan muchas otras pestes en la antigüedad romana, como la Peste Antonina, en el siglo II, descrita por Galeno, y, la más terrible de todas, la Peste Justiniana, en el siglo VI, descrita por Procopio, que diezmó la población del Imperio de Oriente con un saldo de 25 a 50 millones de personas muertas.   

 
Peste Justiniana. Nicolas Poussin. Museo del Louvre

En la Edad Media es mucha le gente que ha debido morir a causa de enfermedades infeccionas endémicas o epidémicas. Como medida sanitaria, los pueblos situados en las riveras de los ríos, embarcaban sus apestados, sus leprosos y sus locos en naves que soltaban aguas abajo. Todos se esforzaban por evitar que llegaran a sus puertos esos sombríos bajeles portadores de la peste, la locura y también del mal, porque - como recuerda Jaques Le Goff en Lo maravilloso y lo cotidiano en el occidente medieval- en la cosmovisión de la época el pecado se expresa por la tara física o la enfermedad.
 
La nave de los locos. El Bosco. Museo del Louvre

La gran pandemia de la época medieval es la llamada Peste Negra o Peste Bubónica, de cuya aparición y procedencia el gran Boccaccio, en el Decamerón, informa lo siguiente:

“…ya habían, los años de la fructífera encarnación del Hijo de Dios llegado al número de mil trecientos cuarenta y ocho, cuando en la egregia ciudad de Florencia, bellísima entre todas las de Italia, sobrevino una mortífera peste. La cual, bien por obra de los cuerpos superiores, o por nuestros inicuos actos, fue en virtud de la justa ira de Dios, enviada a los mortales para corregirnos, tras haber comenzado algunos años atrás en las regiones orientales, en las que arrebató innumerable cantidad de vidas y desde donde, sin detenerse en lugar alguno, prosiguió, devastadora, hacia Occidente, extendiéndose de continuo. Y no valía contra ella previsión no providencia humana alguna, como limpiar la ciudad operarios nombrados al efecto, y prohibirse que ningún enfermo entrase en la población, y darse muchos consejos para conservar la salud…”



Muy seguramente la peste llegó a Europa por La ruta de la Seda, trasegada desde el siglo anterior por intrépidos comerciantes florentinos y venecianos, entre los que se destaca el célebre Marco Polo. Según Henri Pirenne, en su Historia económica y social de la Edad Media, a causa de la Peste Negra, entre 1347 y 1350, pereció la tercera parte de la población de Europa. En Asia y África los muertos se cuentan también por millones.

La del cólera morbo en siglo XIX es, tal vez, la primera pandemia de la que se tenga registro en la historia republicana de Colombia. García Márquez, en su novela El amor en los tiempos del cólera, la imaginó de la siguiente forma:

“La epidemia de cólera morbo, cuyas primeras víctimas cayeron fulminadas en los charcos del mercado, había causado en once semanas la más grande mortandad de nuestra historia (...) En las dos primeras semanas del cólera, el cementerio fue desbordado, y no quedó sitio disponible en las iglesias, a pesar de que habían pasado al osario común los restos carcomidos de nuestros próceres sin nombre (...) Desde que se proclamó el bando del cólera, en el alcázar de la guarnición local se disparó un cañonazo cada cuarto de hora, de día y de noche, de acuerdo con la superstición cívica de que la pólvora purificaba el ambiente (...) Cesó de pronto como había empezado, y nunca se conoció el número de sus estragos..."



Según el Doctor Emilio Quevedo Vélez, historiador de la medicina, el brote de cólera que azotó a Cartagena, matando la cuarta parte de su población, ocurrió en 1849. Con la licencia propia de la literatura, García Márquez lo sitúa hacia mil ochocientos setenta y algo, para que pueda asesinar al padre, también médico, del Doctor Juvenal Urbino, protagonista principalísimo de su historia. En la novela, el doctor Urbino dirige con éxito el combate contra un segundo brote que solo existió por obra de la imaginación de García Márquez, puesto que, según el doctor Quevedo, las tres grandes pandemias de cólera de la segunda mitad del siglo XIX (1865-75,1881-86 y 1889-91), contemporáneas de la época en que discurre la acción de la novela (1850-1930), no tocaron a Colombia.


De la epidemia de 1849-1850, tenemos, además de la recreación literaria de García Márquez, el testimonio ilustrado de Salvador Camacho Roldán, comerciante y político de la época, quien dedica al tema el capítulo XI de sus Memorias. Dice así Don Salvador:

“El año de 1849 fue cruel para las poblaciones de nuestra costa atlántica por la visita de un viajero despiadado: el cólera asiático. Procedente de Europa a los Estados Unidos, de Nueva York vino a Colón, en donde hizo estragos entre los pasajeros de California y la ciudad de Panamá. Luego pasó a Cartagena y Barranquilla, en donde el flagelo se encarnizó en los meses de junio y julio. Se dijo que en Cartagena pasaron sus víctimas de 2.400, o sea la cuarta parte de la población (…) con referencia a (…) Barranquilla (…) las víctimas de los diez y ocho días de su aparición pasaron de 600 (…) en una población que no pasaba de 6.000 habitantes (…) se calculó que, entre las ciudades del litoral y las márgenes del Magdalena hasta Honda, el azote había causado la muerte, en tres meses, de más de 20.000 personas”

Esa cifra corresponde al 1% de la población de la época. Si el Covid-19 nos atacara con igual ferocidad cobraría la vida de 500.000 compatriotas. Las siete pandemias de cólera del siglo XIX mataron entre 10 y 20 millones de personas, es decir, entre el 1% y el 2% de la población mundial hacia 1850.   

No se sabe cuánto tiempo le tomó a la Peste Negra llegar a Europa desde su lugar de origen, pero ha debido ser muchísimo puesto que, el cólera, con unos medios de transporte considerablemente más rápidos que los de la Edad Media, tardó más de 40 años en llegar a Colombia desde la China donde, en 1817, comenzó su propagación por el mundo. La Gripa Española tardó varios meses en llegarnos; COVID-19 solo unas cuantas semanas.

La llamada Gripa Española fue tremendamente mortífera y se expandió con gran velocidad. Entre enero de 1918 y diciembre de 1920, 500 millones de personas se contagiaron y murieron entre 20 y 50 millones. Según los autores del artículo “La pandemia de gripe de 1918-1919 en Bogotá y Boyacá” - publicado en septiembre de 2009 en la Revista Infectio de la Asociación Colombiana de Infectología - la pandemia habría ingresado por la Costa Caribe y llegó a Bogotá pasando luego a Boyacá donde tuvo su impacto más letal, causando la muerte de 2.800 de los 58.600 habitantes del Departamento.

En Bogotá se enfermaron de gripa 100.000 personas, el 80% de la población, y murieron cerca de 900. En la temporada de frío y lluvia de octubre y noviembre de 1918, la Ciudad se paralizó. Un testimonio de la época, recogido en el estudio mencionado, dice lo siguiente:

“Las oficinas públicas, los colegios, la universidad, las chicherías, los teatros y las iglesias estaban vacías; los servicios urbanos se colapsaron; la policía, el tranvía, el tren, el correo se paralizaron porque la mayoría policías, operarios, curas, alumnos, profesores y empleados enfermaron; se suspendieron todos los espectáculos públicos, y las calles de la ciudad, especialmente en la noche estaban casi desiertas”

Los autores del estudio encontraron una relación positiva entre el contagio de la gripa y su letalidad y la altura sobre el nivel del mar de las poblaciones. Al parecer, también ayudaron al contagio las pésimas condiciones de higiene pública y personal, descritas con sorna por Luis Tejada en una de sus crónicas recogidas en el libro Gotas de tinta. Vale la pena citar en extenso ese texto delicioso:  

“Yo quisiera hacer un elogio sincero y apasionado de la mugre en Bogotá, de la buena mugre, tibia, densa y protectora, que, acumulándose sobre los poros y endureciendo la piel, da al hombre de estas heladas cumbres un atributo necesario que la naturaleza olvidadiza no le dio: la caparazón defensiva y formidable que preserve contra los fríos del invierno y contra las rachas veraniegas de Monserrate, mortales como espadas. Nadia sabría explicarse cómo las gentes limpias, felizmente muy escasas, pueden vivir en este páramo, cruzado de pulmonías por todas partes; cómo no se mueren instantáneamente al salir de teatro, o al descubrirse un poco la bufanda para tomar el aperitivo. Porque las neumonías prefieren los cuellos blancos y tersos de las mujeres que se han bañado, y se dirigen como balas a las camisas perfumadas de los caballeros ricos, y sienten delectación espantosa por la piel olorosa a jabón fino de los niños aristocráticos. En realidad, en estos climas, la muerte es la compañera inseparable del estropajo: bañarse y refrescarse con esponjas, no es solo alborotar los microbios para que tengan oportunidad de penetrar por las narices y los ojos, sino también abrir en cada poro un camino libre para que los enemigos dispersos en el agua y en el aire nos invadan. Además, el baño a esta altura, es un doloroso placer, algo perverso y delicioso al mismo tiempo, que asume la categoría de paraíso artificial, que puede convertirse en vicio refinado y peligroso, en pasión enfermiza, degeneradora de la voluntad; yo creo que hasta pecado será”

Luis Tejada por Rendón

Parece pues que, por lo menos hasta hoy, con el comercio viajan las bacterias y los virus y se esparce la enfermedad. Reprimir el comercio – no veo otra forma posible que mediante la más violenta coacción – podría preservarnos de las enfermedades epidémicas, pero no nos salvaría de las enfermedades endémicas, sobre todo la más endémica de todas, la de la pobreza y la miseria, que surge y perpetúa en el aislamiento y se combate justamente con el comercio y el movimiento de capitales y personas.

Se oye decir, incluso de parte de personas que se presume son ilustradas, que no estábamos preparados para la pandemia del CORONAVIRUS. Por supuesto que no estábamos preparados en el sentido de esperar, con algún grado de certeza, la aparición del Covid-19 en un lugar y momento determinados. A lo mejor nunca lleguemos a tener esa clase de preparación. Pero si teníamos una preparación que en muchas formas es superior y que probablemente es la única a la que podemos aspirar: la preparación que resulta justamente de la expansión del comercio, de la profundización de la división del trabajo y de las innovaciones que surgen de aquellas para elevar la productividad y la calidad de nuestras vidas.

Nunca una pandemia había encontrado una humanidad mejor preparada para enfrentarla. Hoy somos más fuertes y saludables y estamos mejor nutridos que en cualquier momento del pasado. Tenemos más medicamentos y alimentos acumulados que en cualquier otra época y unas condiciones de almacenamiento inimaginables hace solo cincuenta años. Tenemos un inmenso aparato productivo distribuido por todas partes y que puede ser puesto en movimiento o reconvertido en breves lapsos. Tenemos un sólido sistema financiero que permite irrigar recursos a todos los lugares y actividades. Tenemos la población más educada y mejor informada de toda la historia. Tenemos esas camas UCI, esos respiradores e infinidad de dispositivos y medicamentos para combatir las más graves enfermedades.  En fin, tenemos hoy más médicos y científicos que los que ha tenido la humanidad en toda su historia.

Esa es la preparación que tenemos para hacer que el Coronavirus – con un millón de contagios, unas 60 mil muertes y dos trimestres de recesión – pase a la historia como una pequeña pandemia que nos asustó mucho y nos dañó muy poco. Pero eso sí, hay que seguir lavándose las manos, saludándonos de lejitos, usando la máscara, siempre que sea necesario, y presionando al Gobierno, para que nos deje salir a trabajar lo más pronto posible.

LGVA

Marzo de 2020.

martes, 24 de marzo de 2020

Macroeconomía de la pandemia


Macroeconomía de la pandemia


Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista


En Gobierno Nacional ha tomado la dura decisión de poner al País en cuarentena obligatoria. La medida se adopta quince días después del primer contagio y con 230 casos confirmados. Otros países, que hoy están en dificultades, tardaron varias semanas. Las otras medidas de contención – suspensión de espectáculos públicos, cierre de centros educativos, cuarentena voluntaria y cierres del espacio aéreo – también se adoptaron con relativa rapidez.

También fue oportuna la declaración de emergencia económica y social que pone a disposición del Gobierno Nacional cerca de 15 billones de pesos, de los fondos de ahorro y estabilización petrolera y de pensiones territoriales, y autoriza la enajenación de activos por cerca de 5 billones adicionales. Con esto y otros tres o cuatro billones que pueden obtenerse con reasignaciones del presupuesto ordinario, se tendrían unos 24 billones para enfrentar la crisis, antes de recurrir al déficit fiscal adicional. El decreto también autoriza la emisión de deuda interna a ser colocada en operaciones de liquidez al Banco de la República, cuya munición monetaria habrá que usar eventualmente. El asunto es entender lo que se puede hacer dada la naturaleza de la crisis.

El viejo marco conceptual de oferta y demanda agregadas resulta bastante adecuado para explicar la situación. La gráfica muestra las curvas de oferta y demanda agregada de la macroeconomía básica. El eje vertical mide la tasa de inflación y el horizontal la tasa de crecimiento. Las líneas O y D, continuas, definen en el punto E la situación de la economía anterior choque del Covid-19. Las medidas de contención, por el cierre de empresas y negocios, desplazan, hacia arriba, la oferta agregada y, por la pérdida de ingresos, hacia abajo, la demanda. Las rectas, punteadas, O´y D´ definen en E´ la situación de la economía después del choque, con menos crecimiento y una inflación cuyo nivel es incierto pues dependerá de la fuerza relativa del choque inflacionista de oferta y del choque deflacionista de la demanda.


Lo importante es entender que la presencia simultánea de choques de oferta y de demanda limita el alcance de cualquier política expansionista fiscal y/o monetaria. Sin duda alguna hay que hacer todo lo anunciado por el Gobierno Nacional para suplir mediante transferencias – familias en acción, devolución del IVA, adulto mayor, etc. - el ingreso monetario de la población más vulnerable para evitar, sobre todo, el deterioro de su situación y tratar de mitigar, en alguna medida, la contracción de la demanda que resulta de la pérdida de ingresos de los trabajadores por cuenta propia, pero también de los dependientes que perderán sus empleos a medida que se prolongue la parálisis de la producción.


En todo caso, la clave de la crisis y de su mitigación no está del lado de la demanda sino del lado de la oferta, es decir, de la amplitud y duración de la parálisis de la producción inducida por las medidas de contención, en particular por la cuarentena obligatoria que entra en vigor el 25 de marzo y que se extiende hasta el 13 de abril.

La duración ya la sabemos: los 19 días de la cuarentena, sin contar los que tarde la actividad económica en recuperar su ritmo. La amplitud puede estimarse cruzando la lista de actividades exceptuadas en el Decreto 457 con las 61 agrupaciones del producto interno bruto en las cuentas nacionales. La cosa no es evidente, pues no hay una correspondencia directa entre una y otra lista, por lo que deben hacerse algunas inferencias.

El decreto 457 presenta una lista de 34 exclusiones a la cuarentena. En algunos casos hay repeticiones: se continúa la prestación de servicios bancarios y financieros y se permite a la gente desplazarse para hacer uso de los mismos. Otras exclusiones guardan relación con dos o más agrupaciones de las cuentas nacionales como la referida a las cadenas de suministro de alimentos y bienes de primera necesidad o de productos médicos y farmacéuticos. También es difícil de aislar lo referente a la agrupación “Transporte y almacenamiento”, pues en las cuentas nacionales se desagrega por el modo de transporte y no por la naturaleza de lo transportado. La tabla presenta algunas correspondencias más evidentes pero que aun así no dejan de presentar problemas de identificación de las agrupaciones específicas que resultan afectadas.



En principio podría pensarse, por ejemplo, que la exclusión de la cadena alimenticia permite la actividad de todas las sub-agrupaciones del rubro “Agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca” que equivale a un 8% del PIB. Sin embargo, allí está la agricultura de exportación – banano, flores, café, etc. – que no corresponde totalmente a lo que se entiende por “alimentos” y que será afectada por la cuarentena. También será afectada toda la industria, exceptuada la que en las cuentas nacionales aparece bajo la rúbrica: “Elaboración de productos alimenticios; elaboración de bebidas; elaboración de productos de tabaco”. Es también complejo el tratamiento del comercio pues la información de la Cuentas Nacionales no diferencia por la naturaleza de mercancías comerciadas.

Ojalá alguien en el DANE, Hacienda o el DNP, que tienen información más fina, esté haciendo un cálculo similar. Según mi estimación quedan en cuarentena un conjunto de agrupaciones que responden por el 70% del PIB.

Una cuentecita de tienda: el PIB anual colombiano bordea los US$ 350.000 millones, el PIB diario sería algo así como US$ 959 millones. Con la parálisis del aparato productivo estaríamos dejando de producir diariamente el 70% de esa cifra, es decir, US$ 671 millones. Y en los 19 días cerca de US$ 13 mil millones. Esto sin contar la reducción de la producción de las actividades por fuera de la cuarentena, muchas de las cuales, por razones obvias, funcionarán a “media máquina”.

Las medidas anunciadas por el Gobierno Nacional están orientadas a fortalecer la capacidad de atención del sistema de salud, a proteger a la población más vulnerable y a mitigar los efectos de la cuarentena sobre las empresas y el aparato productivo todo. Y está bien que así sea. Pero también es necesario preparar el pronto restablecimiento de la actividad productiva.

A mi juicio, las medidas de mitigación para preservar las empresas, especialmente, las medianas y pequeñas, son insuficientes. De nada sirve que el Ministerio del Trabajo diga que no se puede despedir a nadie: cuando no hay con qué pagar la nómina, no hay con que pagar y hay que salir de la gente, abierta o soterradamente.

Para enfrentar esta situación podría autorizarse una reducción temporal del salario y suspender el pago de parafiscales. Las empresas dejarían de pagar durante la emergencia una porción del salario, digamos del 20%, que pagarían gradualmente a lo largo de un año a medida que se supere la crisis. De la misma forma se pagarían los parafiscales.

Por razones de equidad esa misma reducción salarial debería aplicarse a todos los empleados del sector público, excepto a los que están en la primera línea de combate contra la pandemia, como son los del sector de la salud, los miembros de las Fuerzas Armadas y todos aquellos cuyos esfuerzos se requieran en estos momentos. Las mesadas pensionales más altas podrían tener un tratamiento similar. Esta seria una fuente adicional de recursos. 

Los distintos dispositivos asistencialistas reforzados – familias en acción, adulto mayor, devolución del IVA, etc. – y la solidaridad ciudadana pueden ayudar temporalmente a los trabajadores independientes, pero no pueden mantenerse de forma indefinida. Esta gente necesita trabajar y trabaja en las calles. Por ellos es necesario que se haga todo lo posible por restablecer la actividad productiva así sea en condiciones limitadas.  

No voy a meterme en el terreno de los epidemiólogos y los profesionales de la salud. Creo en la buena fe y sabiduría de sus consejos al Gobierno Nacional. Pero, de la cuarentena obligatoria espero dos cosas: 1. Que le quiebre el espinazo a la tasa de contagios y 2. Que discipline a la población para que sea más proclive a cumplir con esquemas de contención menos draconianos.

La cuarentena no puede extenderse de forma indefinida sin afectar gravemente el aparato productivo y lanzar millones de personas a la pobreza. Por eso, la tarea actual de los epidemiólogos y profesionales de la salud es pensar y diseñar esquemas de contención que permitan el restablecimiento paulatino, a partir del 14 de abril, de la actividad productiva. La del equipo económico es diseñar esquemas que garanticen la supervivencia del aparato productivo, del lado de la oferta, y para su reactivación posterior, ahí sí, del lado de la demanda.

Coda 1.

Me gusta mucho que Alberto Carrasquilla esté en el Ministerio de Hacienda en estos momentos de crisis. Su presencia se nota en la forma prudente, reflexiva y acertada como el Gobierno Nacional ha tomado las medidas y en la impecable factura de los decretos de emergencia. Su escasísima popularidad entre las “masas” y el odio que suscita entre los ignorantes dirigentes de la izquierda colombiana, son sus mejores credenciales para desempeñar el cargo en la coyuntura actual.

La situación de Carrasquilla me recuerda la de Esteban Jaramillo, el economista que capeó el temporal de la crisis de los años 30. Detestado por los dirigentes liberales de la época - en particular por el Gustavo Petro de entonces, un señor llamado Jorge Eliecer Gaitán – que le impidieron posesionarse cuando Abadía Mendez, ya en medio de la crisis, lo llamó a la cartera de hacienda por segunda vez; aceptó el nombramiento, que ya con el agua al cuello y después de haber quemado tres ministros, le hiciera Olaya Herrera en contra del querer de su propio partido, cuyos dirigentes se tragaron el sapo pues sabían que ese "desgraciado" era el colombiano mejor capacitado para enfrentar la crisis.

Coda 2.

Algunos jóvenes amigos y ex-alumnos, que saben de mi liberalismo hayekiano, se sorprenderán tal vez con algunas de las cosas que planteo y con el aparato analítico empleado. Sobre lo segundo les recuerdo que, como decía Joan Robinson, la teoría económica es una caja de herramientas y hay que usar la que resulte adecuada. Sobre lo primero, les comparto un par de citas de Hayek que me parecen pertinentes.

“Aunque la variedad de circunstancias que han de considerar las autoridades no puede preverse, la manera de actuar, una vez que surja una determinada situación, es predecible en un alto grado. La destrucción del rebaño de un ganadero a fin de evitar se propague una enfermedad contagiosa, la demolición de casas para contener un incendio, la prohibición de utilizar un pozo infeccioso, la exigencia de medidas protectoras en el transporte de energía por cables de alta tensión o la obligatoriedad de acatar regulaciones de seguridad en materia de construcción; todo ello, sin duda, exige que las autoridades se hallen investidas de ciertas facultades discrecionales al aplicar reglas de carácter general”. (Hayek. Los fundamentos de la libertad. Unión Editorial, Madrid, 2006.  Página 512.)

“También es un hecho demostrado por la larga experiencia que en tiempos de crisis los bancos centrales deben aumentar los medios de pago y ampliar su circulación para impedir los pánicos y que pueden hacerlo en gran medida sin dar lugar a efectos perjudiciales” (Hayek. Precios y producción. Unión Editorial, Madrid, 1996, Página 99)

LGVA

Marzo de 2020.

viernes, 20 de marzo de 2020

Emergencia económica y social contra el COVID-19


Emergencia económica y social contra el COVID-19


Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista


El 6 de marzo se presentó el primer contagio de Covid-19. Quince días después van 128 casos confirmados, según el Ministerio de Salud. En otros países, como Italia y España, a las dos semanas del primer contagio, los casos se contaban por miles.  Al parecer, las medidas de contención están funcionando, pero es necesario persistir en las ya adoptadas y, probablemente, adoptar otras más.

El Gobierno Nacional, en buena hora, está asumiendo el control para impedir que decisiones aisladas de alcaldes y gobernadores pongan obstáculos a la circulación de mercancías por las carreteras del País. Los retenes, toques de queda y confinamientos adoptados unilateralmente rompen la cadena de abastecimiento de todos los colombianos. Las autoridades locales deben entender que ningún departamento y menos un municipio produce todo lo que necesita para abastecer a sus habitantes.

El Presidente Duque, en lugar de andar gesticulando y haciendo alharaca como tantos politicastros que quieren aprovechar la crisis para aumentar su popularidad, ha tomado el toro por los cuernos declarando la emergencia económica y social mediante el Decreto 417 del 17 de marzo. La decisión del Gobierno Nacional está bien sustentada y ojalá lo entienda así la Corte Constitucional. Es innegable el carácter imprevisible de la crisis desatada por el Covid-19, las consecuencias devastadoras que tendría y la imposibilidad de hacerle frente con los mecanismos y los recursos presupuestales ordinarios. Según proyecciones del Ministerio de Salud, de no hacer nada, podrían tenerse más de 700.000 casos de contagio entre críticos y severos, lo que llevaría al colapso del sistema de salud, como ha ocurrido en países con mayores recursos.

Las medidas delineadas en el Decreto 417 buscan manejar la crisis atendiendo cinco frentes fundamentales:

·         Minimizar los contagios para evitar el colapso del sistema de salud.
·         Fortalecer la infraestructura de atención de clínicas y hospitales.
·         Mantener la cadena de suministro de alimentos a la población.
·         Ayudar a la población más vulnerable como los trabajadores por cuenta propia a quienes las medidas de contención privan de sus ingresos.
·         Mantener el empleo formal, especialmente en empresas pequeñas y medianas – restaurantes, comercios, etc.- directamente afectadas por las medidas de confinamiento.

Todo esto cuesta dinero. El Decreto 417 establece de forma acertada las fuentes de financiación sin ahondar el desequilibrio fiscal ni agobiar la economía con tributos adicionales:

·         Se ponen a disposición de la Nación los recursos del Fondo de Ahorro y Estabilización del Sistema de Regalías (FAE) y del Fondo de Pensiones Territoriales (FONPET) que suman 14,8 billones de pesos.
·         Se autoriza la venta de participaciones de la Nación en entidades financieras, lo que daría recursos por 4 billones de pesos.   
·         Se fortalece el Fondo Nacional de Garantías con los excesos de liquidez de las entidades nacionales en la banca de segundo piso.
·         Se contempla la emisión bonos de la Nación con destino a las operaciones de liquidez del Banco de la República.

Las medidas anunciadas por el Gobierno Nacional van en la buena dirección y están adecuadamente definidas las fuentes de financiación. Corresponde al sector privado y a la comunidad hacer su parte como ya lo han venido haciendo algunas empresas e individuos. Entre otras, pueden acometerse las siguientes acciones:

·         Apoyar con donaciones el fortalecimiento de la capacidad operativa de clínicas y hospitales, como ya lo hizo un grupo de empresas antioqueñas.
·         Las empresas deben hacer todos los esfuerzos por mantener el empleo formal. Esto se puede facilitar permitiendo la reducción temporal de salario nominal y de las contribuciones para-fiscales sobre la nómina.
·         Todas las empresas que puedan hacerlo deben adoptar el teletrabajo.
·         Las familias pudientes deben evitar el acaparamiento de productos y mantener los empleos permanentes y temporales de servicio doméstico. También en este caso se puede facilitar autorizando reducciones transitorias de las remuneraciones.
·         Crear redes de apoyo a los vendedores ambulantes y personal de servicio por cuenta propia (plomeros, electricistas, etc.)  para suminístrales ayuda en especie o en dinero.
·         Apoyar a los adultos mayores realizando sus compras y otras diligencias para evitarles los desplazamientos fuera de su hogar.  
·         Los supermercados, tiendas, plazas de mercado y todos los distribuidores de alimentos y suministros domésticos deben limitar las compras excesivas.
·         Todos debemos acatar las medidas de aislamiento y confinamiento voluntario dispuestas por las autoridades y las medidas de auto-cuidado.

 Aunque la crisis persiste, ya hay signos cada vez más claros, provenientes de otros países donde el contagio se inició hace más tiempo, de que se avanza cada vez más en el manejo clínico de la enfermedad y en el desarrollo de una vacuna. Es preciso mantener la esperanza y la calma para superar una crisis de la que saldrán fortalecidas nuestras familias,  nuestras empresas y todos como sociedad.

LGVA

Marzo de 2020.

martes, 17 de marzo de 2020

Una propuesta para impedir que se destruyan empleos formales y se dispare el desempleo


Una propuesta para impedir que se destruyan empleos formales y se dispare el desempleo

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

Después de controlar la expansión del Covid-19, la tarea más urgente que debe acometer la sociedad colombiana es impedir que el desempleo se dispare como consecuencia de las restricciones impuestas para alcanzar el primer objetivo. La tasa de desempleo nacional está en 13%, por la elevación de la tasa de participación que pasó de 62,5%, en enero de 2019, a 63,5%, en enero del presente año. El desempleo aumentó porque la economía no alcanza a generar los puestos de trabajo requeridos por los participantes adicionales en el mercado de trabajo. De no hacer nada, podríamos pasar a un escenario peor.

En efecto, el problema que el País debe enfrentar ahora es el aumento del desempleo por la destrucción de empleos formales que inexorablemente se producirá, especialmente en las pequeñas y medianas empresas, si la caída en la demanda que resulta de las restricciones de movilidad se prolonga por mucho tiempo. La destrucción de puestos de trabajo formal toma poco tiempo, su recuperación puede tardar mucho y tendría enormes consecuencias sociales. Es preciso aliviar temporalmente las cargas laborales de las empresas para evitar que se vean obligadas a despedir trabajadores.

La propuesta, que debe afinarse con los aportes de las partes interesadas (trabajadores, empleadores y gobierno), tendría los siguientes puntos:

1.    Reducción de 10% del salario nominal de todos los trabajadores privados y públicos.
2.    Eliminación temporal de las contribuciones parafiscales.
3.  Estas reducciones se mantendrían por un término de 12 meses durante los cuales los empleadores se abstendrían de despedir trabajadores.

Estas medidas podrían tomarse en el marco del Estado de Emergencia Económica y Social decretado por el Gobierno al tenor del artículo 215 de la Constitución. Aunque el artículo en cuestión advierte que los derechos sociales de los trabajadores no podrán desmejorarse con los decretos dictados, es claro que la Corte Constitucional haría una ponderación de derechos y evidentemente encontraría que la protección del derecho al trabajo prevalece sobre la disminución temporal de los beneficios laborales.

Para fortalecer la viabilidad constitucional del decreto de emergencia, sus términos podrían ser concertados en la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales prevista en el artículo 56 de la Constitución y reglamentada por la ley 278 de 1996. Pero, aún sin no se logra acuerdo en la Comisión, el Gobierno Nacional debería expedir el decreto ley que desarrolle la propuesta para evitar el colapso del empleo formal.

LGVA

Marzo de 2020.

lunes, 9 de marzo de 2020

Desmontando el mito de la desigualdad en Colombia


Desmontando el mito de la desigualdad en Colombia


Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista


…aquello que nos llevamos del mercado a nuestras casas y vidas privadas, es lo que realmente cuenta. El dinero hasta que no se gasta no tiene utilidad. El salario, en último término, no se paga en términos de dinero sino de satisfacción o goce. El dinero con el que nos pagan solo se convierten en renta, en sentido propio, cuando nos comemos los alimentos, nos ponemos los vestidos o montamos en los automóviles comprados con ese dinero”
(Irving Fisher, Teoría del Interés, 1930)


El objeto de la producción es el consumo. En esa sencilla afirmación reposa la defensa liberal del sistema de mercado, porque el capitalismo, la expresión más acabada del orden espontáneo de mercado, no puede subsistir sin expandir permanentemente la variedad y cantidad de los bienes y servicios de consumo, que constituyen la verdadera sustancia de la riqueza individual y social. Y esa expansión se hace mediante su abaratamiento en términos monetarios que los pone al alcance de más y más personas. 

El capitalismo - que ciertamente produce desigualdad en los ingresos, aunque mucho menos que cualquier otro sistema económico conocido - es el gran igualador del consumo tanto en términos cualitativos como cuantitativos. Pero también el capitalismo es el gran desigualador de los consumos, porque siempre está produciendo cosas nuevas – los lujos - que inicialmente, por obvias razones, solo están al alcance de unos pocos, antes de que la competencia reduzca sus costos y los ponga al alcance de todo el mundo. Por sí mismo, sin la intervención benevolente de los gobiernos, el capitalismo iguala y desiguala y vuelve a igualar, haciendo que los antiguos lujos se vuelvan necesidades y creando nuevos lujos que serán después necesidades.

La igualación de los ingresos monetarios es la gran obsesión de nuestra época, invadiendo incluso los dominios de la economía académica, que muchos han convertido en una rama menor de la contabilidad, olvidando la teoría del consumo que es su fundamento. Esa obsesión, además de ser nociva, carece de todo sentido, porque incluso, si por la acción deliberada del estado, lográramos, más que la del ingreso, la igualación del consumo en términos monetarios, aún faltaría igualarlo en términos de los bienes en los que cada cual gasta su ingreso pues es del consumo de estos, como sabe cualquier estudiante de economía, de donde el consumidor obtiene esa satisfacción, bienestar o utilidad que busca maximizar. Pero aun igualando esos consumos, en términos de la cantidad y diversidad de los bienes que cada quien consume, tampoco podríamos estar seguros de haber logrado la maximización del bienestar social por la simple razón de que no podemos medir las utilidades de cada cual y mucho menos sumarlas. En todos los lugares donde se ha ensayado imponer la igualación total, se ha hecho a expensas de las más elementales libertades sin que la gente que se ha beneficiado de esa igualación se haya mostrado particularmente feliz de ajustar su vida a la idea que de su bienestar tiene el dictador iluminado. A la gente se le pueden igualar los ingresos y los consumos, pero no se le pueden igualar los deseos.   
  
La ideología igualitarista ha opacado casi por completo esa forma de ver las cosas, desplazando la atención de políticos, empresarios y economistas hacia la desigual distribución de ingreso, generando entre la gente un ambiente de opinión contrario a las instituciones del capitalismo liberal en las que reposa su bienestar. Es tal el dominio de esta ideología que la World Inequality Database solo reporta información sobre las distribuciones del ingreso y la riqueza y nada sobre el consumo. El Banco Mundial muestra series de Ginis de ingreso de todos los países del mundo sin que se les haya ocurrido calcular los del consumo. Inútil esculcar los montones de estadísticas de la CEPAL buscando un dato sobre el gasto de las familias: allí solo se habla del “gasto social”.  Ni que decir de la afamadísima OXFAM, que escandaliza al mundo cada año hablando de la riqueza del 1%. Economistas laureados con el premio nobel como Stiglitz y los laureados en 2019 hacen eco de esas ideas compitiendo con personajes como Piketty. En todas partes, y Colombia no es la excepción, la gente está obsesionada con la desigual distribución del ingreso, pues poco se le habla de la diversificación y la distribución del consumo, que es lo que realmente importa.  

Cada diez años el DANE realiza la Encuesta Nacional de Presupuesto de los Hogares (ENPH) que tiene por objeto establecer los bienes y servicios que deben integrar la canasta de consumo que sirve para calcular las variaciones del Índice de Precios al Consumidor (IPC). La última ENPH es la realizada en 2016/17. Las distribuciones de ingreso y gasto monetarios que aquí se utilizan para construir las curvas de Lorenz y sus Ginis respectivos, son tomadas del Boletín Técnico del DANE[1]. La revisión de los rubros consumo incluidos en esta encuesta y en las de hace 10, 20 o más años daría una imagen espléndida de la impresionante diversificación de los bienes y servicios asequibles hoy a los colombianos. Aquí nos limitamos al aspecto puramente cuantitativo dejando para otra oportunidad el aspecto cualitativo, probablemente mucho más enriquecedor.

Existen muchas medidas de desigualdad, de las cuales la más popular es el Coeficiente de Gini que puede calcularse para cualquier distribución, no solo la del ingreso, como mucha gente cree.  Como este artículo está dirigido al público en general, quizás no sea ocioso explicar, brevemente, el significado del Coeficiente de Gini de la Curva de Lorenz, que es su nombre técnico preciso.

La distribución porcentual de una variable cualquiera entre una población, se puede representar gráficamente mediante la llamada curva de Lorenz. En el eje vertical está el ingreso y en el eje horizontal la población, ambas variables en términos de porcentajes acumulados a lo largo de cada eje. En el origen, el 0% de la población acumula, obviamente, el 0% del ingreso. En el extremo de la línea azul, el 100% de la población acumula el 100% del ingreso. A lo largo de la línea que une esos dos puntos, a un porcentaje acumulado cualquiera de la población corresponde exactamente el mismo porcentaje acumulado del ingreso. Esa línea representa la igualdad total.

Gráfica 1


El eje horizontal y la línea vertical que se levanta en el 100%, representa la situación en la que la totalidad el ingreso la recibe una sola persona. Al interior del triángulo conformado por las líneas de igualdad total y de desigualdad total, aparece, en rojo, la curva de Lorenz.  Cada uno de sus puntos representa el porcentaje ingreso acumulado por el respectivo porcentaje acumulado de la población. En el punto P1, por ejemplo, el 40% de la población recibe el 10 % del ingreso; en el P2, el 43 % del ingreso es recibido por el 80% de la población.

Mientras más se aleje la curva de Lorenz de la línea de distribución igualitaria y más se acerque a las líneas de desigualdad absoluta, mayor es la desigualdad de la distribución. En la gráfica esto lo representa el área marcada con la letra A. La relación de esta área con el área total del triángulo formado por las líneas de distribución igualitaria y de desigualdad absoluta es el coeficiente de Gini.

GINI = A/(A+B)

Por simple inspección de esta expresión se concluye que cuando A es igual a cero el Gini es cero y que es igual a 1 cuando B es igual a cero. El valor numérico de la infinidad de casos intermedios se puede calcular a partir de una fórmula, un tanto pesada, que no es necesario reproducir aquí.

De la misma forma como se calcula el Gini de la distribución del ingreso puede calcularse el Gini de la distribución del gasto monetario. Además de la cita de Fisher y lo ya expuesto, una pequeña historia puede ayudar a entender por qué este último es el verdaderamente importante cuando se habla de desigualdad.

En mi hogar paterno, como seguramente ocurre aún en muchos hogares, el único ingreso era el de mi padre, razón por la cual el Gini del ingreso familiar era igual a 1: desigualdad absoluta. Como mi padre era un hombre generoso y buen proveedor, distribuía todo su ingreso en la más equitativa atención de las necesidades de todos los miembros de la familia, haciendo que el Gini del gasto familiar se situara, muy probablemente, en las cercanías de 0: igualdad total. Más tarde mis dos hermanas mayores empezaron a trabajar, elevando el ingreso familiar y reduciendo el Gini respectivo. Sin embargo, si mis hermanas, en lugar de contribuir, como lo hicieron, al sostenimiento de toda la familia, hubieran decidido mecatearse ellas solitas su dinerito, el Gini del gasto familiar podría haber aumentado a pesar de la reducción del Gini del ingreso. Gracias por tanta generosidad, queridas hermanas.

Hay una razón elemental para esperar que el Gini de gasto asociado a un Gini de ingreso dado sea mucho menor: la gente ahorra y a medida que su ingreso es mayor la gente ahorra más. Este es, particularmente, el caso de las personas más acaudaladas, el famoso 1% del que tanto se habla, que no se gastan su ingreso en construir mausoleos ni en hamburguesas y papas fritas, sino que lo invierten en capacidad productiva. Pero la gente también se endeuda, lo que le permite un mayor consumo, especialmente en bienes durables, que el que puede obtener con su ingreso corriente. También está el efecto de las trasferencias y donaciones recibidas por los más pobres que elevan su gasto por encima de lo que permite el ingreso propio.

La gráfica 2 muestra las curvas de Lorenz de las distribuciones del ingreso y el gasto monetarios de las familias colombianas, calculadas a partir de las cifras del Boletín Técnico de la ENPH de 2016/17. Se observa, claramente, que el área comprendida entre la línea de igualdad y la curva de Lorenz de gasto es inferior al área entre aquella y la curva de Lorenz de ingreso. O, dicho de otra forma, el Gini del gasto monetario 35,8 es notablemente inferior al del de ingreso monetario 51,6

Gráfica 2

La información de la ENPH se presenta desagregada entre “Cabeceras” y “Centro Poblados y rural disperso”. La gráfica 3 presenta las curvas de Lorenz de ingreso y gasto monetario para ambas categorías. Los Gini de ingreso y gasto monetarios de las Cabeceras son 50,1 y 30,2, respectivamente. Para los “Centros poblados y rural disperso” son 46,5 y 25,1. El hecho de que los Gini del sector rural sean más reducidos, no es necesariamente una buena noticia: la desigualdad es menor porque todos son igualmente pobres.

Gráfica 3

Quien solo ha visto su propio ombligo no sabe nada de ombligos. Lo mismo ocurre con el Gini del consumo, como con cualquier variable económica. El problema es que, a diferencia del Gini del ingreso, que aparece hasta en la sopa, el Gini del consumo es más inusual. Ya vimos que importantes organismos multilaterales no lo calculan, aunque podrían hacerlo. No obstante, pude obtener algunos y calcular otros, que se muestran en la tabla única.´

Tabla Única


Con sus Ginis de consumo de 2017, Colombia no luce mal frente a los países de nuestra pequeña muestra. Nos comparamos bien con Chile, y mucho mejor con Costa Rica, y no desmerecemos frente a los países desarrollados incluidos.

El Gini del gasto o del consumo es sustancialmente menor que el Gini del ingreso y ambos se han reducido en los últimos 10 años, mucho más el primero que el segundo. Los Gini del sector rural son menores que los de los cascos urbanos. El Gini calculado aquí se refiere al gasto monetario total. Sería conveniente que se hicieran cálculos por agrupaciones de gasto (educación, salud, servicios públicos, alimentos, etc.) que seguramente arrojarían coeficientes Gini sustancialmente inferiores a los de ingreso y gasto agregados.

En conclusión, contrariamente a lo que se afirma, con un Gini de gasto de 36, Colombia es un país muy igualitario en el consumo, que es lo que en verdad importa. Pero, por supuesto, no hay ninguna razón para sacar mucho el pecho con ese dato. Somos aún un País de ingreso mediano. Nos falta más ahorro, más inversión, más crecimiento para hacernos más ricos. Es de esto de lo que deberíamos hablar y abandonar las tóxicas discusiones sobre la desigualdad social.

LGVA

Marzo de 2020.