La alcaldía de Bogotá
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
La derecha no puede darse el lujo de perder las próximas
elecciones a la alcaldía de Bogotá. La inigualable mediocridad de Lucho Garzón,
las insoportables monerías de Antanas Mockus, la corrupción desenfrenada de
Moreno Rojas y el autoritarismo desembozado de Gustavo Petro ilustran a la
saciedad las características de la izquierda en el poder. El gran trabajo de
Peñalosa y su equipo debe tener continuidad para consolidar sus indiscutibles
logros y remediar los desastres dejados por esas administraciones.
Impedir que la izquierda se apodere del presupuesto de
Bogotá es fundamental para el bienestar de los bogotanos, pero lo es también
para el bienestar del resto de los colombianos. La candidata de la izquierda,
Claudia López, quien, de no hacer nada serio para impedirlo, ganará las
elecciones, es una persona ebria de poder, dueña de una arrogancia intelectual
ilimitada, que quiere la alcaldía de Bogotá como un mero trampolín para impulsarse a
las elecciones presidenciales de 2022.
Claudia López, que no tuvo ninguna vergüenza en valerse
del referendo anti-corrupción para impulsar su candidatura a la alcaldía de
Bogotá, no la tendrá tampoco para usar los recursos de la Capital para
promoverse como candidata presidencial, al mejor estilo de Antanas Mockus en 1997.
Tan riesgosos para el bienestar los bogotanos, como los
devaneos electorales de Claudia López, son los rasgos distintivos de la
izquierda colombiana a la que le falta trasegar muchos años por el camino de la
civilidad política, antes de convertirse en una opción de gobierno más o menos
respetable. Esa izquierda no ha podido entender que recoger las basuras,
limpiar las alcantarillas, hacer respetar los bienes públicos, garantizar a los
ciudadanos un mínimo de movilidad y un máximo de seguridad son tareas que
conciernen a cualquier alcalde, sin que importe su orientación ideológica. Por
eso ha estado siempre dedicada al saboteo de la administración municipal,
incluso cuando ha sido gobierno.
La coalición formada alrededor de la candidatura de
Elsa Noguera a la gobernación de Atlántico, muestra que pueden encontrarse
candidatos viables que permitan una coalición amplia de las fuerzas de derecha
y centro derecha para cerrarle el paso a los candidatos de la izquierda. En las
elecciones de 2011, Gustavo Petro obtuvo el 32% de los votos y los 5 ó 6
candidatos de la derecha sumaron más del 60%. Como no hay segunda vuelta, hay
que encontrar para la alcaldía de Bogotá un candidato que permita agrupar a los
partidos Conservador, Centro Democrático y Cambio Radical y a los sectores de
derecha del Partido Liberal y el Partido de la U.
Fuera de Bogotá, nadie entiende por qué el Centro
Democrático dejó de lado a Samuel Hoyos y a Diego Molano - dos políticos
carismáticos, estudiosos y decentes – para avalar la candidatura de Ángela
Garzón, una aventurera política sin principios ni moralidad alguna. Haber
apoyado a Santos, después del trato indigno que éste le dispensó a su padre en su primer mandato, y aliarse con un personajillo como Samper Ospina para
mofarse del Presidente Uribe, quien la había acogido con esa generosidad suya
rayana en la ingenuidad, la hacen merecedora de todo un capítulo en la historia
universal de la infamia. Nadie entiende qué espera la dirección del Centro
Democrático para retirarle el aval a una persona tan indigna, a quien, por otra
parte, nadie le reconoce merecimiento alguno intelectual o profesional.
El Centro Democrático debería deshacerse pronto de
Ángela Garzón y apoyar sin vacilación la candidatura de Miguel Uribe Turbay,
quien ya cuenta con el respaldo del ala gavirista del Partido Liberal y la
totalidad del Partido Conservador, partidos con los que está ya aliado en torno
a la candidatura de Elsa Noguera. Seguramente el Centro Democrático para muchas
otras alcaldías y gobernaciones entrará en alianzas con esos partidos. No hay
ninguna razón para que no lo haga en Bogotá. Todo lo contrario: por lo que está
en juego es casi obligatorio hacerlo.
LGVA
Julio de 2018.
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