La
bonachona estupidez
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Docente Universidad EAFIT
“Estas
ideas totalitarias tienen un extraño influjo y ejercen una extraña fascinación
sobre muchas personas (…) ejercen una gran atracción sobre quienes se sienten
disconformes e insatisfechos en una sociedad libre, abierta y competitiva”
(Karl Popper)
Si no ocurre un
acontecimiento inesperado – como la perpetración de un magnicidio o una gran
masacre que modifique radicalmente el estado mental de la opinión pública – la
incorporación plena de las Farc a la vida política legal se producirá en un par
de años. En 2018 participarán en las elecciones legislativas en las
circunscripciones especiales que les serán otorgadas y muy seguramente apoyarán
algún candidato de la izquierda en las presidenciales. Nada que objetar: ese
era el objetivo de los acuerdos de La Habana. Hay que saludar ese acontecimiento sin caer,
no obstante, en la bonachona estupidez.
La más reciente expresión de
la bonachona estupidez son las declaraciones del alcalde de Cali, el señor
Maurice Armitage, invitándonos a “pedir perdón a la guerrilla por haberlos
conducido a las armas”. Lo que llama la atención en el despropósito del señor
Armitage no es su contenido sino la forma un tanto ingenua de expresarlo, quizás
a causa de su inexperiencia en la arena política. Porque eso es lo que sienten
y piensan muchos periodistas, historiadores, escritores y políticos que durante
años han abrevado a la opinión pública con la teoría de las “causas objetivas”
del conflicto fundamento último de la bonachona estupidez.
Según esa teoría las Farc,
el ELN, el EPL, el M-19 y todos los guerrilleros que en la historia han sido,
se fueron al monte en respuesta a una sociedad injusta, inequitativa y carente
de movilidad. El hecho de que probablemente muchos guerrilleros, especialmente
en la época romántica de sus inicios, creyeran genuinamente eso, no significa
que en ese entonces y menos ahora sea verdad.
La sociedad colombiana está lejos
de ser perfecta, pero en los cincuenta años de insurgencia de las Farc, su
economía ha crecido por la acción de empresarios y trabajadores que han creado
riqueza y bienestar para millones de personas. Cualquiera que mire con mínima
objetividad los indicadores de la economía colombiana, sabrá que es así.
Cualquiera que compare las condiciones económicas de sus padres y abuelos con
las suyas propias, sabrá que es así. Negarlo, contra toda evidencia, es lo que
conduce a la bonachona estupidez.
Millones de colombianos han
enfrentado con trabajo y tesón las mismas o peores condiciones de injusticia,
inequidad y falta de oportunidades que enfrentaron aquellos que con
motivaciones supuestamente altruistas tomaron el camino de la violencia.
Millones de colombianos enfrentan condiciones adversas todos los días con su
trabajo honesto sin convertirse en ladrones, salteadores, asesinos o
narcotraficantes. Quienes decidieron hacerse guerrilleros o maleantes, que es
casi la misma cosa, lo hicieron haciendo uso de su libertad. Si aceptamos la
tesis del señor Armitage, los colombianos sin excepción nos veríamos precisados a pedirle perdón,
además de las Farc, a todo el que nos
roba, nos secuestra o asesina en un delirante ejercicio colectivo de bonachona
estupidez.
Los negociadores de las Farc
han declarado repetidamente que los acuerdos de La Habana no significan
renuncia a su ideología. Es bueno saberlo. Las Farc son una organización
marxista-leninista y su séptima conferencia decidió la creación del Partido
Comunista Clandestino, sin que se sepa que haya desistido de ello. El marxismo-leninismo es la teoría de la
lucha de clases como motor de la historia y de la dictadura del proletariado
como instrumento inevitable para la construcción del comunismo. Y dictadura,
según Lenin, “no significa otra cosa que un poder ilimitado no sujeto a ninguna
clase de leyes ni absolutamente a ninguna clase de reglas y directamente
apoyado en la violencia”. La experiencia del socialismo real del siglo XX
muestra elocuentemente que los marxistas- leninistas, cuando llegan al poder,
aplican a rajatabla los preceptos de Lenin y establecen siempre un régimen totalitario
de partido único. Olvidar esto es caer en la bonachona estupidez.
La democracia es, antes que
nada, un sistema político en el cual una pluralidad de partidos compite en
elecciones periódicas por alcanzar el poder. Las Farc, o el movimiento o
partido que las sustituya, será pues una organización política que, empleando
métodos democráticos, buscará alcanzar el poder para suprimir la democracia e
instaurar en su lugar la dictadura del partido comunista, vanguardia del
proletariado. Hay que asumir que ese es su objetivo estratégico mientras no
renuncie expresamente al marxismo-leninismo y a la dictadura del proletariado. La presencia de las Farc como organización
política legal plantea un problema fundamental a la democracia colombiana cual es
el grado de tolerancia y las ventajas que se otorgan a una organización
política que busca emplear los medios de la democracia para acabar con ella. Otorgarle a las Farc y a sus aliados garantías
o ventajas excesivas, en el régimen electoral y en la distribución del poder
político, que eventualmente le permitan tomarse por métodos legales el poder
que no alcanzaron por las armas, sería el más deplorable resultado de la
bonachona estupidez.
La bonachona estupidez, enseña
Popper, es la condición de muchas personas – intelectuales, periodistas, curas
y políticos, en general, todos los
apóstoles de la justicia social – que pueden ser buenos en lo moral pero
extremadamente débiles en lo intelectual. El socialismo es antes que nada un
error intelectual que se transforma en tragedia social cuando sus partidarios
llegan al poder. Y el mayor riesgo de que esto ocurra en Colombia proviene de
todos los estúpidos bonachones o idiotas útiles, como los llamaba Lenin, quienes, queriendo hacerse perdonar de las
Farc por las injusticias sociales de las que supuestamente todos somos
responsables; con sus escritos apologéticos, sus entrevistas obsecuentes, sus púlpitos
adocenados y sus alianzas electorales
inicuas terminen por allanarle a las Farc y sus amigos el camino para llegar al
poder. Esa sería la apoteosis de la bonachona estupidez.
LGVA
Julio de 2016.
De esta bonachona estupidez la explotan las FARC para llegar al Poder.
ResponderEliminarQue monton de delirios, no me extraña de un mamertario, sin fuentes, solo chismes ¿y espera que le crean? no señor, esto se lo cree un imbecil que tiene la buena intencion de no dejar que el país caiga en el comunismo, ''la bonachona estupidez'' como a usted le gusta llamar a su hombre de paja.
ResponderEliminar