La
prohibición de la tauromaquia: ataque intolerante a la libertad económica y la
propiedad privada
Luis
Guillermo Vélez Álvarez.
La libertad es el derecho de
hacer ciertas cosas y de oponerse a la imposición de otras. El límite está
marcado por el derecho recíproco de los demás y no por la valoración ética o
estética que ellos hagan de la forma en que cada cual ejerce los suyos.
La libertad religiosa, la
libertad de expresión, la libertad educativa, la libertad de prensa, la
libertad sexual y la libertad económica serían imposibles si las valoraciones
éticas o estéticas de los demás pudieran admitirse como fundamento para imponer
restricciones legales a su ejercicio. La sociedad no sería viable y el
conflicto sería permanente pues desaparecería la tolerancia que es la base de
la concordia ciudadana.
La ley contra la tauromaquia y
su ratificación por la Corte Constitucional están basadas en las valoraciones
éticas y estéticas de quienes odian la tauromaquia, es decir, en su
intolerancia.
Hay varias cosas aberrantes en
todo esto:
1. Los toros de lidia, los
gallos finos, los novillos, etc. no son naturaleza libre, son propiedad de
algunas personas. Al impedirles a sus propietarios darle su empleo económico
legítimo, la ley los está expropiando sin indemnización alguna.
2. Los antitaurinos y los
animalistas pretenden que sus preferencias particulares se conviertan en
“preferencia social” por la fuerza de la ley. En nada eso se diferencia de la
pretensión de la religión única “fuera de la cual no hay salvación” que
justificó y justifica la persecución de las minorías religiosas.
3. Los antitaurinos y los
animalistas tienen todo el derecho de promover sus preferencias mediante la
propaganda y el boicot. Aceptar que puedan hacerlo mediante la imposición de la
ley, lleva a aceptar que también puedan hacerlo mediante la violencia, como
desde hace tiempo es su costumbre en las plazas de toros.
LGVA
Septiembre de 2025
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