Semblanza
de la Maestra Elvia Vélez Calle*
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Hoy Medellín se llena de
gratitud y admiración para rendir homenaje a una mujer que ha dedicado su vida
a esculpir no solo la materia, sino también la sensibilidad colectiva de una
ciudad. Con la entrega de la Distinción Débora Arango, exaltamos a una artista
cuya trayectoria vital y creativa encarna el espíritu mismo de esta
condecoración: valentía, autenticidad y un compromiso incansable con el arte,
la cultura y la memoria. Nos referimos, con profunda emoción, a la Maestra Elvia
Vélez Calle.
Nacida en Medellín el 27 de
agosto de 1935, Elvia creció en un hogar conformado por nueve hermanos, de los
cuales hoy sobreviven cinco. Sus padres, Roberto Vélez Vélez y Magdalena Calle
Lema, oriundos de Ciudad Bolívar, en el suroeste antioqueño, formaron una
familia en la que la sensibilidad artística tenía raíces profundas. En
particular, su madre —una autodidacta, poeta, artista y colaboradora del
periódico El Colombiano bajo el seudónimo “Irene”— fue su primera
maestra, guía y cómplice creativa.
Desde los primeros años de su
vida, Elvia sintió un llamado irresistible por el arte. “Aprendí a pintar antes
de aprender a escribir”, recuerda. Con lápices y papel periódico, dibujaba a
sus compañeras de cuerpo entero en el piso de la escuela, y era la artista
“oficial” a la hora de hacer mapas o ilustraciones. Soñaba con ingresar a la
Escuela de Bellas Artes de Medellín, donde décadas atrás había estudiado su
tío, el reconocido acuarelista Eladio Vélez Vélez. Pero a los nueve años,
aquella oportunidad se desvaneció. Pese a ello, su madre le prometió que sería
ella quien la iniciaría en el camino del arte, y cumplió su promesa.
Aunque sus primeros años de
adultez estuvieron marcados por las responsabilidades del hogar y la crianza de
tres hijos, Elvia nunca abandonó su vocación. Durante los años 50 y 60, tomó
clases de pintura sobre porcelana, decoró cerámicas, elaboró tarjetas
navideñas, y realizó bocetos para la empresa de publicidad exterior de su
esposo, Emilio Javier Gómez Restrepo. Todo lo que hacía era preparación silenciosa,
perseverante y disciplinada, para entregarse de lleno al arte cuando las
circunstancias lo permitieran.
La vocación se afirma: los años de formación
artística
En la década de los 70, ya con
sus hijos mayores, la Maestra Vélez decide formalizar su formación artística.
Ingresa al taller del reconocido acuarelista y pintor León Posada Saldarriaga,
quien pronto la reconoce como una de sus alumnas más sobresalientes. Allí
explora técnicas como el dibujo, el carboncillo, la acuarela, el óleo y la
plumilla. Comienza a producir bodegones, naturalezas muertas y composiciones
que incluyen citas visuales a grandes maestros, como una manera de estudiar a
fondo la historia del arte.
En 1980, Federico Villegas
Barrientos, poeta, escritor y crítico de arte, al referirse a una muestra del
taller de León Posada, no escatimó en elogios:
“Esta distinguida señora es
una de nuestras mejores pintoras antioqueñas… Elvia es más que una alumna
aventajada; es la mejor discípula”.
A partir de ese momento, su
carrera artística comienza a tomar vuelo. Realiza su primera exposición
individual en Quirama en 1981, y participa en múltiples muestras colectivas y
benéficas en Medellín, Rionegro, Cartagena y otros municipios. Se destaca en
festivales, recibe menciones honoríficas y empieza a consolidarse como una
figura activa dentro del medio artístico antioqueño.
La escultura: el lenguaje definitivo
Aunque Elvia Vélez había sido
inicialmente reconocida por su trabajo pictórico, fue en la escultura donde
encontró su lenguaje definitivo. A principios de los años 90, se forma en el
taller del Museo El Castillo bajo la dirección del Maestro Miguel Ángel
Betancur, hijo del escultor José Horacio Betancur. Allí aprende las técnicas de
la terracota, la talla en madera, el bajo relieve, el cincelado de piedra y la
escultura en bronce a la cera perdida.
En 1995 realiza su primera
exposición individual de esculturas en el Club Campestre de Medellín. La
totalidad de las piezas son adquiridas. Desde ese momento, se dedica con mayor
intensidad a la escultura, sin abandonar por completo la pintura. Lo que sigue
es una etapa de gran madurez artística y producción constante. Expone en
instituciones como la Biblioteca Pública Piloto, el Museo El Castillo, la Casa
de la Cultura de La Estrella, la Cámara de Comercio de Medellín, el ITM, y el
Museo Juan del Corral, entre muchos otros.
En 2003, el maestro Miguel
Ángel Betancur escribió sobre su obra:
“Vale la pena mirar de cerca,
detenerse y contemplar las esculturas de Elvia Vélez… la escultura en ella es
esperanza… es el testimonio de un momento que se vive, es la mujer, el destino
mismo… la tragedia humana”.
Una voz femenina que esculpe lo humano
Las esculturas de Elvia Vélez
no son ornamento, ni figura por la figura misma. Cada una narra una historia,
una emoción, una condición humana. Ama trabajar con la figura femenina porque
en ella proyecta no solo su sensibilidad, sino también su reflexión sobre el
mundo. Sus obras relatan el desplazamiento, el abandono, la maternidad, el
abuso, la dignidad, el dolor y la esperanza. Se inspira en la literatura, en la
naturaleza, en la memoria, y en la vida diaria. Su arte es un espejo de lo
cotidiano, sublimado con delicadeza, dolor y belleza.
A lo largo de más de cinco
décadas, su obra ha llegado a museos, colecciones públicas y privadas. Entre
ellas, el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia, el Museo Casa de
la Memoria, el Museo de Jericó, Empresas Públicas de Medellín, el Club Unión, y
oficinas de importantes empresas colombianas. Muchas de sus piezas han sido
adquiridas por coleccionistas en Suiza, Alemania, Turquía, Canadá y Estados
Unidos.
Arte y naturaleza: una unión inseparable
El vínculo de la Maestra con
la naturaleza ha sido constante desde su niñez. Desde los días en que modelaba
figuras de barro durante los paseos familiares al campo, hasta hoy, cuando su
obra dialoga con el entorno vivo. Este lazo se hizo aún más evidente cuando, en
un gesto de profunda generosidad y coherencia ética, donó parte de su obra
al Parque de la Conservación de Medellín. Esta donación no solo enriquece
el acervo artístico del parque, sino que representa una unión profunda entre
arte y vida, entre la creación humana y la preservación del mundo natural.
Arte como resistencia, vida como testimonio
Durante la pandemia de 2020, cuando
las restricciones sanitarias la alejaron de su taller, la Maestra no se detuvo.
Se refugió en una finca familiar y retomó la pintura con pasteles, produciendo
una obra íntima, contemplativa y luminosa. A pesar de las dificultades, su arte
se mantuvo vivo, como siempre: silencioso, constante y vital.
En 2022, volvió a exponer
esculturas en la Cámara de Comercio de Medellín. Y aún hoy, a sus 90 años,
continúa creando, soñando y produciendo con la misma fuerza de siempre. Como
ella misma dice:
“La vida se me está acabando,
y tengo tantos proyectos que la vida no me alcanza”.
Un legado vivo y necesario
En su larga trayectoria, la
Maestra Elvia Vélez ha hecho mucho más que producir obras bellas: ha abierto
caminos, ha desafiado silencios, ha demostrado que el arte no es un privilegio
ni una distracción, sino un modo de existir. Su historia es también la historia
de muchas mujeres que, en silencio y con valentía, han construido el arte
colombiano a fuerza de perseverancia, sensibilidad y lucha.
Y así, esta distinción que hoy
le entrega el Concejo de Medellín, en nombre de toda la ciudad, es más que un
reconocimiento. Es una reparación simbólica, una afirmación pública de su lugar
en nuestra historia, y un homenaje merecido a una mujer que, como Débora Arango,
ha hecho de su vida una obra de arte.
Gracias, Maestra Elvia Vélez,
por enseñarnos que el arte no es una profesión: es una forma de amar, de
resistir y de sembrar belleza. Su obra vivirá mientras haya quien la contemple,
quien la recuerde y quien, gracias a ella, también se atreva a crear.
LGVA
Septiembre de 2025.
* Pronunciada en la entrega de la
Distinción Débora Arango a la Maestra Elvia Vélez Calle el 16 de septiembre de
2025.
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