El precio del tiempo*
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
No me cansaré de repetirlo: el capitalismo es un
sistema tan maravilloso que funciona, aunque la mayoría de gente no entienda
cómo lo hace y aunque muchas personas supuestamente instruidas – incluidos presuntos
economistas – vean con sospecha, cercana a la abominación, el interés compuesto,
la esencia misma del capitalismo.
El historiador financiero y periodista económico
Edward Chancellor, en el libro cuyo título presto para esta nota, señala que a
lo largo de la historia “las mentes más brillantes de la humanidad se han
alineado en contra de su existencia”. Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo
Tomás, Dante y Shakespeare despotricaron contra el miserable usurero. Marx
detestaba el interés, pero también Hitler, retoca Chancellor.
Aristóteles, probablemente, es el principal
responsable de la extendida incomprensión aún prevaleciente del fenómeno del interés
por su creencia según la cual este procede del dinero prestado, lo cual es
antinatural pues la esencia del dinero, dice, es ser medio de cambio y no
engendrar dinero. Pecunia
pecuniam parere non potest es la forma en que
la escolástica medieval retomará y hará suyo el error del Estagirita.
Vástago de una familia de
comerciantes y cambistas, Santo Tomás de Aquino observó que el interés
aumentaba o disminuía según que aumentase o disminuyese el período durante el
cual se otorgaba el préstamo. Concluyó por ello que el interés se pagaba por el
uso del tiempo; pero como el tiempo era un don de Dios a todos los hombres
nadie podía arrogarse el derecho de cobrar por él. De esa forma el Aquinate,
como gustaba siempre hacerlo, se alineaba con su maestro Aristóteles en la
condena del interés, pero al mismo tiempo, como astuto comerciante, le abría la
puerta a su cobro en caso de damnum emergens y lucrum cessans,
situaciones que evidentemente están presentes siempre que se otorga un crédito.
La doctrina de Santo
Tomás es la del hombre de la calle y está incorporada en la legislación
comercial de la inmensa mayoría de los países del mundo, incluidas la prohibición
del llamado anatocismo y la fijación de una tasa de usura máxima. El error
fundamental de esta doctrina radica en suponer , por el hecho de que la mayoría
de los préstamos se hacen en dinero, que el interés es un fenómeno puramente
monetario sin relación alguna con la valoración que de los bienes presentes y
futuros hacen las personas.
Chancellor menciona
hallazgos arqueológicos que indican que el interés es anterior al dinero acuñado
y que estaba vinculado a “los préstamos de semillas y animales”, muy corrientes
en el mundo antiguo. El interés – dice- solía pagarse en el mismo producto
utilizado para el préstamo, por lo que existía el interés-trigo o
interés-oveja. Se da el nombre de tasa de interés propia al interés de una
mercancía calculado con sus propias unidades.
Böhm-Bawerk, primero, y
después Irving Fisher vincularon el interés a la teoría subjetiva del valor por
medio del concepto de preferencia por el presente que, básicamente, significa que
usualmente los mortales, por el hecho mismo de serlo, prefieren “un toma” a “un tendrás”. El interés, escribe
Fisher, “debe ser intrínseco a todas las compras y las ventas, y en todas las
transacciones y actividades humanas que impliquen el presente y el futuro”. Rothbard
lo expresa de esta forma “las satisfacciones futuras siempre incluyen un
descuento en comparación con las satisfacciones presentes”.
Hoy sabemos, después de
la hermosa y elegante Teoría del valor de Gerard Debreu, que un bien económico
es algo del mundo físico con una localización en un lugar del espacio y un
momento del tiempo. La razón entre los precios de un mismo bien en dos lugares
del espacio es su tasa de cambio y la relación de entre sus precios en dos momentos
del tiempo es su tasa de interés propia.
Lo más alucinante es
saber que, como esas valoraciones son subjetivas, existen para un mismo bien
tantas tasas de interés como momentos imaginables de tiempo y cambistas existan.
En una economía con dos bienes, dos cambistas y dos momentos del tiempo – hoy y
mañana – habría 8 tasas de interés propias. Para los 423 artículos de la
canasta familiar colombiana, los 53.000.000 habitantes y en dos momentos del tiempo
– hoy y mañana – habría 44.838.000.000 de tasas de interés propias. Y el
mercado funciona.
LGVA
Septiembre de 2025.
No hay comentarios:
Publicar un comentario