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domingo, 22 de septiembre de 2024

¿La letra con sangre entra?

 

¿La letra con sangre entra?                    

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

En 1982, Gerardo Molina, el candidato presidencial de la izquierda, refinado intelectual y hombre educado, obtuvo 82.858 votos, 1% del total. Cuarenta años más tarde, en 2022, Gustavo Petro, desaforado demagogo de indecible patanería, triunfó en la primera vuelta con 40,34% y se hizo a la presidencia en la segunda con 50,44%. La estrechez del margen y la muy probable incidencia del fraude en el resultado final no pueden ocultar el formidable crecimiento de la fuerza electoral de la izquierda, que ha persistido a pesar se sus fracasos reiterados en el gobierno de Bogotá, su principal bastión.  



 

Ese crecimiento no está asociado a la miseria creciente de una población que se levanta contra la injusticia social; por el contrario, se produce un período de gran crecimiento económico y mejoras sustanciales en el bienestar: el PIB per cápita se multiplica por 2,5 y la pobreza se reduce sustancialmente; se masifica el acceso a la educación, la salud y los servicios públicos domiciliarios; la esperanza de vida aumenta en 10 años y la mortalidad infantil cae drásticamente.

Teóricos del desarrollo – Arthur Lewis, W.W Rostow, etc.  – han señado el siguiente fenómeno: en una economía en expansión, las expectativas de bienestar crecen más rápidamente que la capacidad de satisfacerlas, razón por la cual, en muchas personas, surge un sentimiento de envidia y frustración frente a la condición de aquellos que aprovechan mejor las oportunidades del mercado. Esto tiene un gran impacto sobre la situación política pues esos sentimientos son el caldo de cultivo del discurso del demagogo. Esto entraña grandes riesgos si las economías son incapaces de escapar a la trampa del ingreso medio que pone en aprietos todo el régimen político.  

En efecto, la democracia, en especial la de sufragio universal, es un sistema extremadamente riesgoso porque la gente poco ilustrada puede ser fácilmente seducida por las fantasías de los demagogos. Desde Aristóteles, pasando por Stuart Mill y culminando con el gran Ortega y Gasset, ese riesgo ha sido advertido por todos los filósofos políticos. América Latina ilustra dramáticamente esos riesgos con múltiples experiencias

La de los chilenos que, en 1970, eligieron a Allende, cuando tenían un PIB per cápita entre los más altos del continente y que triplicaba el de los colombianos de la época. La de los cubanos, que celebraron a Castro y sus guerrilleros en su entrada triunfal en La Habana el 8 de enero de 1959, cuando tenían el ingreso más alto y eran los más alfabetizados y sanos de América Latina. Similar situación la de los venezolanos que plebiscitaron a Chávez, cuando la caída del precio del petróleo hizo inviable el inmenso aparato asistencialista; la de los chilenos que votaron por Boric, rechazando un marco constitucional que las trajo progreso y estabilidad;  la de los uruguayos que eligieron un guerrillero tupamaro responsable de múltiples crímenes, en la época dorada en que su país era reconocido como la Suiza de Latinoamérica y, la más notable, la de los argentinos que llevan décadas votando por gobernantes empeñados en acabar con los logros del capitalismo liberal que llevó a su país a ser uno de los más ricos del mundo a principios del siglo XX.

El capitalismo es un sistema tan maravilloso que funciona, aunque incluso muchos de quienes debieran – empresarios, economistas, políticos, etc. - no comprendan cómo lo hace y muchos de los que se benefician de sus frutos se obstinen en destruirlo. En América Latina, el capitalismo liberal es una especie del árbol silvestre sometido a violentas sacudidas, a lluvias de pedradas y a incesantes golpes de varas por parte de quienes quieren hacer caer sus frutos, creyendo que fructifica a causa de las sacudidas y no a pesar de ellas.

Petro y su Pacto sintetizan de forma exacerbada las ideas de los sacudidores del árbol: la teoría de la dependencia, el proteccionismo cepalino, el agrarismo, el indigenismo, el imperialismo y la leyenda negra. Esto es lo que se encuentra sintetizado en Las venas abiertas de América Latina, el ensayo sociológico más influyente del continente el siglo pasado. Pero también está en la obra y la acción Raúl Prébisch, Henrique Cardoso y, por supuesto, Carlos Lleras.

El árbol se sacude con la acción de un estado fuertemente intervencionista con elevados impuestos, tributación progresiva, propiedad gubernamental, reformismo agrario, asistencialismo, proteccionismo y regulación de la actividad económica. Aunque desde los años treinta estas son prácticas corrientes en Colombia, con Petro afloran de manera superlativa los resultados inevitables a los que conducen: clientelismo, burocratización y corrupción desaforadas y, sobre todo, autoritarismo y supresión de la libertad. ¿Aprenderemos?  

LGVA

Septiembre 2024


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