Petro en la encrucijada del presidencialismo
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
La realización de elecciones
de periódicas es la institución más importante de la democracia porque, señala Popper,
permite a los pueblos deshacerse de los malos gobernantes sin derramamiento de
sangre. Las monarquías absolutas carecían de una institución semejante y cuando
la genética les deparaba un prínceps inepto o criminal, no quedaba más
que la esperanza del accidente afortunado o la intervención oportuna del veneno
o el puñal regicidas.
Las repúblicas y monarquías
parlamentarias europeas disponen, además de las elecciones periódicas, de otros
mecanismos para perpetuar en el poder a los buenos gobernantes, deshacerse de
los malos y resolver los conflictos entre el parlamento y el jefe del
ejecutivo: el voto de confianza y la disolución. Los regímenes presidenciales,
con sus períodos fijos y el origen popular de los mandatos del presidente y el
congreso, enfrentan periódicamente bloqueos institucionales cuando los
presidentes tienen fuerte oposición o, también, cuando gozan de gran popularidad.
Desde principios de los
noventa se han presentado en América Latina, donde el presidencialismo es el
régimen político típico, no menos 20 bloqueos institucionales, que llevaron a
decisiones políticas, un tanto al margen de la constitución o con reformas
sobre medida, para prolongar el mandato de presidentes con gran apoyo popular,
como Fujimori, Chávez y Uribe; o abreviar el de mandatarios profundamente
desprestigiados, como Collor de Mello, Abdala Buracán y Sánchez Lozada.
El inminente colapso del
gobierno de Petro y la pérdida de la mayoría en el Congreso, plantea un reto al
presidencialismo colombiano, que no dispone de un mecanismo de solución
expedita del conflicto, semejante de la “muerte cruzada”, de Ecuador, o la
destitución por “incapacidad moral”, de Perú. Tenemos el tortuoso procedimiento
de acusación por la Cámara ante el Senado, aplicado en el caso de Samper Pizano
por el ingreso a su campaña de dinero del narcotráfico.
Aunque finalmente el Senado lo
absolvió, Samper quedó profundamente desprestigiado y los dos últimos años de
su mandato fueron los de un presidente fantasmal casi sin poder. Después de las
violentas arremetidas de la izquierda contra la sociedad que no supo controlar,
igualmente fantasmal y lánguido fue el gobierno de Duque, quien durante todo su
mandato careció de mayoría en el Congreso.
Es dudoso que Petro, convencido
de la perfección de su proyecto político, renuncie a su implantación y deje
pasar los más de tres años que le faltan solo echando discursos delirantes y
trinando como un desventurado. Por el contrario, son muchos los elementos que
apuntan hacia una orientación de su gobierno cada vez más autoritaria y
contraria a la constitución, apoyada en la milicianización de la que advierte
Carlos Alonso Lucio, su antiguo compañero de armas.
Dispone de ingentes recursos
para comprar apoyos de toda índole, desmanteló el alto mando militar, puso a la
cabeza de la policía a un activista suyo y, venido el momento, podrá contar con
el apoyo de las bandas criminales a las que renunció combatir y les ha dejado
el control de extensas áreas del País. ¡Háganse cargo ¡
LGVA
Junio de 2023
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