Remberto Rhenals: economista y profesor
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Al economista le corresponde trabajar en un campo en
el que se despliega la ignorancia humana en elevado grado, solo comparable,
quizás, al de la medicina. En ambos campos la gente tiene la curiosa idea de
que sufrir una enfermedad o alguna de las que Corrado Gini llama patologías
económicas – inflación y desempleo– habilita al paciente como médico o
economista.
Surgen así infinidad de teguas que tienen respuesta para todo y dispensan su “sabiduría” con sinigual generosidad. Pero, en medicina, las consecuencias nefastas se limitan a pocos individuos; mientras que, en economía, pueden afectar miles, incluso, millones de personas. De ahí la importancia de buenos profesores de economía y Remberto Getulio Rhenals Monterrosa fue de los mejores.
Remberto estudió economía en la Universidad de
Antioquia en los años setenta del siglo pasado, cuando en el Alma Mater se
congregaban jóvenes venidos de todos los departamentos del País, en especial,
los de la Costa Atlántica. De allá llegó, de Montería, Toto, el del Liceo
Nacional, y llegó para quedarse. Después de terminados sus estudios de pregrado
y posgrado se hizo profesor, primero en EAFIT y después en la de Antioquia,
hasta el final de sus días. El ejercicio de la docencia es el mejor camino para
llegar al dominio de una disciplina pues estudiar algo para enseñarlo obliga a
aprenderlo muy bien.
El análisis económico permite estudiar y resolver
problemas particulares de interés para una empresa, gremio o sector de
actividad. Pero permite también, esto es más importante, poner en evidencia la
interdependencia de multitud de fenómenos particulares, que parecen inconexos a
las mentes sin entrenamiento apropiado, y entender, en especial, las
consecuencias más remotas de las decisiones de política pública, revelando, con
frecuencia, los elevados costos y los minúsculos beneficios de las mejor
intencionadas.
La macroeconomía, que es la misma economía política de
David Ricardo, se resume en una serie de principios simples y rotundos – no se
puede gastar y ahorrar al mismo tiempo, sin ahorro no hay inversión, sin
inversión no hay crecimiento, no hay inversión sin beneficio, los impuestos
desestimulan la inversión, sin libertad comercial se estanca el crecimiento,
crear dinero no crea riqueza, etc. - que deben ser recordados y reformulados de
tiempo en tiempo pues tienden a ser olvidados, incluso por pretendidos miembros
de la profesión. La más reciente reformulación fue hecha por los teóricos de
las expectativas racionales, cuyo más destacado exponente, Robert Lucas, también
falleció hace poco.
La economía ha reconocido siempre el papel de las
expectativas en la explicación de la conducta de las familias y las empresas en
las economías de mercado. La decisión de comprar o vender un activo o de
emprender o suspender un negocio está influenciada por las expectativas sobre
la situación económica en general y sobre la política económica en particular. Contrariamente
a lo imaginan los políticos y los economistas mediocres que los asesoran, los
agentes económicos, en lugar de soportar pasivamente los efectos de las
decisiones de política, los anticipan y modifican su conduta, de tal suerte que
se ve frustrada la materialización del resultado esperado por el gobierno.
En la Facultad de Economía de la Universidad de
Antioquia estudiamos extremadamente bien la obra de Ricardo, Carlos Esteban
Posada fue nuestro profesor. Por eso, el resurgimiento de la macroeconomía
clásica con Lucas, Sargent, Barro y los demás no nos cogió de sorpresa. Éramos
muy ricardianos. Remberto quiso honrar la memoria del economista de los
economistas bautizando con su nombre y apellido a uno de sus hijos.
Y es que en la Facultad de Economía de los años 70 del
siglo pasado nos acostumbraron a la alta teoría. Leíamos a los grandes autores –
Smith, Ricardo, Marx, Keynes, etc. - en los textos originales y nuestros profesores pusieron a nuestro
alcance las formulaciones modernas de las grandes teorías del valor: Sraffa y
Debreu. Por eso, Remberto vio con alarma la manifiesta decadencia de la calidad
de la obra de los economistas que recibían el nobel. Flaquito, ya se lo están
dando a las trabajadoras sociales, me comentó a propósito de la galardonada en
2019.
Además de su trabajo como docente, atento siempre a
los avances de la teoría, Remberto se interesó por estudiar la economía
colombiana, tanto en su dinámica de largo plazo como en la coyuntura. Escribió
decenas de trabajos, casi siempre asociado con alguno de sus colegas, entre los
cuales estaban los mejores economistas de Colombia que fueron también sus
amigos.
La macroeconomía fue pues campo en el que se destacó
Remberto como docente y excelente investigador, reconocido por toda la
profesión, cuyos más destacados representantes se hicieron presentes en sus
exequias, acompañado a su esposa Omaira y su hija Paula y a sus hijos Remberto
Luis, David Ricardo y Andrés Felipe.
A esos muchachos
les digo que pueden estar orgullosos de su padre quien, además de ser un hombre
bueno, alegre, humanitario, cariñoso y preocupado por las cosas de su País, fue
un gran economista que honró la profesión.
LGVA
Mayo de 2023.
Muchas gracias Don Luis por sus palabras.
ResponderEliminarUn profesor inolvidable!
ResponderEliminarExalto en su texto tanto el homenaje al maestro y al Alma Mater como a su familia en duelo. Respetuoso y sincero. Sin zalamerías. Habla muy bien de su persona señor Vélez. Conozco a uno de sus hijos y a través de él, claro está, logra uno entender y conocer un poco al padre. Por sus frutos los conocerás! Excelentes ciudadanos ambos, sin duda.
ResponderEliminar