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miércoles, 27 de agosto de 2025

Pocos partidos, mejor democracia: ¿por qué Colombia necesita un sistema partidista sólido y limitado?

 

Pocos partidos, mejor democracia: ¿por qué Colombia necesita un sistema partidista sólido y limitado?

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

I.             Introducción

En el debate fundacional de la democracia moderna, James Madison y Thomas Jefferson encarnaron dos visiones sobre la representación. Madison, defensor de la república representativa, desconfiaba de los impulsos volátiles del pueblo y veía en las instituciones intermedias, como los partidos, un filtro racional y necesario. Jefferson, por su parte, creía en la virtud cívica y abogaba por la democracia directa, la participación descentralizada y en la soberanía local. Desconfiaba de los partidos.

Hasta la Constitución de 1991, Colombia tuvo un desarrollo político madisoniano con un sólido bipartidismo, nacido a mediados del Siglo XIX. El Partido Republicano, de Carlos E. Retrepo; la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria, UNIR, de Jorge Eliecer Gaitán y la Alianza Nacional Popular, ANAPO, de Gustavo Roja Pinilla fueron intentos relativamente efímeros de romper el bipartidismo. Siempre, desde los años 20, ha habido un pequeño partido comunista irrelevante electoralmente pero muy vinculado a la guerrilla de las Farc.

La historia ha probado a Madison más realista. La democracia directa, sin mediaciones, deriva fácilmente en populismo, personalismo y fragmentación. Colombia es hoy un ejemplo vivo de lo que ocurre cuando se debilitan los partidos y se exacerban los mecanismos de representación individualizada, como el voto preferente o las candidaturas por firmas.

Es hora de reivindicar el sistema de partidos —pero no cualquier sistema: uno con pocos, fuertes y responsables partidos—, que ejerzan su función de mediación, articulación programática y garantía institucional. Este texto defiende esa tesis desde la teoría política, la experiencia electoral colombiana y el análisis comparado.

II.            El naufragio de la dispersión

Tras la Constitución de 1991, Colombia adoptó una lógica de “más es mejor”: más participación, más candidatos, más partidos. El resultado fue el caos: en 2002, al Senado concurrieron 321 listas de 60 partidos: 96 agrupaciones obtuvieron curules. No había cohesión, ni gobernabilidad, ni control. La Cámara era una colcha de retazos.

La reforma de 2003 corrigió parcialmente el rumbo: umbral electoral, listas únicas, cifra repartidora, prohibición de la doble militancia. El efecto fue inmediato: en 2006 solo 20 partidos inscribieron listas, 10 lograron representación. En 2010 fueron 14 listas y 8 partidos representados. El sistema se volvió más legible, más gobernable.

Pero en la última década ha vuelto a abrirse la compuerta: más de 35 partidos hoy tienen personería jurídica. El sistema electoral, sin filtros fuertes, ha vuelto a derivar en dispersión.

III.          ¿Por qué pocos partidos?

Madison creía que los partidos eran un mal necesario, pero inevitable en una república grande. Su función era filtrar los intereses facciosos, articularlos en propuestas colectivas y permitir el equilibrio entre gobierno y representación.

Esa función se pierde cuando hay demasiados partidos pequeños sin ideología ni estructura. Entonces se convierten en instrumentos de transacción: porciones de burocracia o recursos públicos a cambio de apoyos puntuales. Nada más lejos del ideal representativo.

Duverger lo anticipó con claridad: los sistemas electorales moldean el número de partidos. Sistemas proporcionales sin umbrales tienden al multipartidismo extremo; los mayoritarios o proporcionales regulados conducen a sistemas de pocos partidos. No es un accidente: las reglas determinan el sistema.

Un sistema con cinco o seis partidos verdaderos —con estructura, disciplina y democracia interna— es más democrático que uno con cincuenta microempresas electorales.

IV.           El voto preferente: ¿libertad o clientelismo?

Uno de los principales factores de debilitamiento de los partidos en Colombia ha sido el voto preferente. Esta fórmula, que permite a los electores escoger un candidato dentro de una lista, puede parecer democrática; pero en la práctica ha resultado en una competencia personalista, costosa y fragmentada.

Cada candidato compite no solo contra los de otros partidos, sino contra los de su propio partido. Esto incentiva y facilita la compra de votos, el uso de recursos privados sin control y la desarticulación de los programas colectivos. Como advertía Madison, los intereses particulares sin filtros se convierten en facciones destructivas.

Además, el voto preferente ha convertido las listas en agregados oportunistas, donde los candidatos no comparten una visión común, sino solo el interés de acceder al poder. No hay deliberación interna, ni estrategia programática, ni disciplina.

Es urgente eliminar el voto preferente: listas cerradas, primarias internas obligatorias, topes de gasto reales y control de financiación. La representación debe volver a ser colectiva.

V.            ¿Y las candidaturas por firmas?

Jefferson creía en el ciudadano independiente y virtuoso. Pero cuando la inscripción por firmas se convierte en un negocio subcontratado a empresas recolectoras, lo que se vende no es participación, sino acceso al tarjetón. Las candidaturas ciudadanas devienen en personalismo sin rendición de cuentas, sin programa y sin partido.

Hoy en Colombia hay empresas que cobran cientos de millones por asegurar las firmas necesarias. Esto no amplía la democracia: la privatiza. Es necesario exigir a los independientes mínimos de transparencia, estructura y rendición. De lo contrario, el sistema se convierte en una feria electoral sin política.

Aunque imperfecta, porque probablemente solo incrementaría el costo de la recolección, una solución sería prohibir que los ciudadanos puedan firmar por más de un candidato.

VI.          El caso colombiano: partidos sin doctrina y líderes sin partido

Colombia es hoy el ejemplo de lo que ocurre cuando el sistema de partidos se descompone desde dentro por efecto del voto preferente y la inscripción de candidatos por firmas.

De hecho, solo hay dos partidos que pueden considerarse tales en algún sentido funcional: el Centro Democrático y Cambio Radical. Pero incluso ellos dependen casi exclusivamente del prestigio y la capacidad electoral de sus líderes fundadores, Álvaro Uribe Vélez y Germán Vargas Lleras. Sin ellos, su cohesión doctrinaria y operativa es tenue, si no inexistente.

El Centro Democrático se organizó como un partido con vocación ideológica: defensa del orden, el mercado, la seguridad democrática. Pero hoy es evidente que sin Uribe no hay partido, ni identidad compartida, ni dirección creíble. Las facciones internas operan de forma autónoma, ignorando directrices.

Cambio Radical vive una situación similar: su fuerza deriva de la estatura política personal de Vargas Lleras. Su ideología es difusa y su votación depende de pactos regionales, muchos de ellos clientelistas. Su estructura formal como partido solo se sostiene mientras su jefe político mantenga capacidad de negociación electoral.

Y ¿qué decir de los partidos tradicionales? El Liberal y el Conservador no son más que franquicias electorales al servicio de los parlamentarios. Personajes de peso histórico, como César Gaviria o Andrés Pastrana, no ejercen ninguna autoridad sobre sus bancadas, que hacen y deshacen según conveniencia personal. Los congresistas ignoran las directivas partidarias, votan por conveniencia, y arman alianzas ad hoc.

Esto no es un accidente institucional, sino una consecuencia directa del voto preferente, que reemplazó la lealtad doctrinaria por la competencia individual, y debilitó la cohesión de las listas. Cuando los congresistas son elegidos por su caudal propio, no le deben nada al partido: ni doctrina, ni programa, ni jerarquía.

Así, el Congreso se convierte en una reunión de individuos sin partido, más que en una cámara de representación política. La doctrina cede ante la logística electoral.

VII.        Conclusión.

Jefferson soñó con la democracia directa. Pero fue Madison quien entendió que la república moderna necesita instituciones intermedias fuertes, capaces de articular intereses sin caer en la fragmentación.

En Colombia, el voto preferente y la apertura ilimitada han vaciado a los partidos de doctrina, de disciplina y de jerarquía. Ni siquiera los partidos con líderes fuertes sobrevivirán cuando sus jefes desaparezcan. Y los demás ya son estructuras huecas, tomadas por intereses particulares.

Lo que necesitamos no es más participación caótica, sino una arquitectura institucional sólida: pocos partidos, partidos reales, con identidad, con jerarquía, con dirección, con democracia interna y sin intermediarios de ocasión.

Es hora de dejar atrás el sistema de franquicias electorales y reconstruir la representación política sobre cimientos doctrinarios e institucionales. Esa fue la apuesta de Madison. Y debe ser la nuestra.

Esto implica:

  • Umbrales reales para la personería jurídica.
  • Listas cerradas con primarias democráticas.
  • Prohibición de fragmentar listas o inscribir múltiples candidatos sin control.
  • Reducción del número de partidos mediante fusiones, exigencias legales y control de financiación.
  • Fortalecimiento de la democracia interna partidaria.

Así, los partidos dejarán de ser instrumentos de acceso al poder, y volverán a ser vehículos de deliberación, propuesta y representación efectiva.

LGVA

Agosto de 2025

¡Adelante, Señor Gobernador!*

 

¡Adelante, Señor Gobernador!*

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

Antioquia está sola en una lucha que debería estar siendo liderada por la Nación y en la que deberían estar comprometidos todos los departamentos del País.

Tenemos un Gobernador que decidió enfrentar a las estructuras criminales que controlan economías ilegales, territorios enteros y hasta parte del Estado.
Y decidió enfrentarlas de frente, sin rodeos, con decisiones. No con discursos vacíos.

Pero ese liderazgo incómodo le está costando caro. Lo han querido frenar no con argumentos, sino con procesos. No con debate democrático, sino con la máquina judicial. Y mientras tanto, el Gobierno Nacional, que debería estar de su lado, no aparece. O peor: aparece para desautorizarlo, para desmentirlo, para dejarlo solo. Incluso parece estar más del lado de los criminales.

Lo ocurrido en Amalfi es una muestra dolorosa de eso.

El 21 de agosto, un helicóptero de la Policía fue derribado en zona rural de Amalfi mientras transportaba agentes que iban a erradicar cultivos ilícitos. Murieron trece policías. Trece. Un ataque directo, calculado, terrorista.
Los responsables: el Frente 36 de las disidencias de las FARC, bajo el mando de alias Calarcá.
Un criminal con nombre propio.

Pero eso no es lo más grave.
Lo más grave es que el Gobernador había alertado al Ministerio de Defensa desde junio. Pidió refuerzos. Advirtió del deterioro en el nordeste.
¿Y qué hizo el Gobierno?
Nada. O muy poco. O tarde. Y escandaloso.
Porque tres días después del atentado, ya estaban anunciando la reanudación de diálogos con el mismo grupo que cometió el crimen.

Ese es el país en el que estamos.
Uno en el que el que mata policías es llamado a la mesa de negociación.
Y el que los defiende es llamado a la Fiscalía.

Frente a eso, los alcaldes de Antioquia no pueden ser espectadores. No pueden resignarse al papel de administradores de lo posible, mientras lo esencial se desmorona.
Porque lo esencial es que impere la ley. Que haya justicia. Que haya consecuencia del crimen. Que cese la impunidad.
Y lo esencial es que los que están dando la pelea desde el terreno no se sientan solos.

Nuestro Gobernador no es perfecto. Nadie lo es.
Pero está haciendo lo que otros no se atreven a hacer: gobernar con la determinación de cumplir la primera obligación del gobierno: proteger la vida, la propiedad y la libertad de los ciudadanos.
Y eso, en este país, se está volviendo delito.

Hablo como antioqueño. Como ciudadano. Como alguien que ve que mientras en Bogotá discuten el derecho de los criminales a negociar con garantías, aquí se entierran policías, se desplazan familias y se pierden territorios.

¿Vamos a seguir callados?
¿Vamos a hacer de cuenta que esto es normal?
¿Vamos a permitir que Antioquia se hunda en la soledad institucional mientras los violentos se sienten cómodos?

Yo creo que no.

Nuestra historia no es la del silencio.
Nuestra historia es la de la acción.
Ahí está el 11 de agosto de 1813, cuando Antioquia proclamó su independencia absoluta.
Ahí está José María Córdova, que no obedeció órdenes injustas y pagó con su vida por mantenerse del lado correcto de la historia defendiendo la libertad.

Hoy más que nunca, señor Gobernador, tiene vigencia su proyecto de federalismo fiscal. El centralismo y el remedo de descentralización que es el SGP están ahogando el crecimiento de los departamentos que se han convertido en entidades mendigas del auxilio nacional. Solo seis departamentos tienen un PIB per cápita superior a la media nacional. El índice de variación del PIB regional está 50%, mientras que en Estados Unidos es 17% y en países de fuerte federalismo 25%.

El centralismo ahoga el desarrollo de las regiones porque reprime la libertad y la capacidad de los departamentos de luchar por ella cuando está tan gravemente amenazada como hoy en Antioquia.

Libertad y Orden, es la divisa de nuestro escudo. Nuestro himno es un canto a la libertad.  

Pero lo que nos hace libres no es cantarle a la libertad.

O, como les dijo Pericles a los ciudadanos atenienses:
"Somos libres no porque decimos que lo somos, sino porque actuamos como hombres libres.".

Eso es lo que necesitamos ahora.
Actuar como hombres y mujeres libres.
Defender lo que merece ser defendido.
Cerrar filas sin miedo.

Esto no es sobre un gobernador. Es sobre una línea ética que no podemos permitir que se borre.
Es sobre el derecho de Antioquia a luchar contra el crimen sin que se lo castigue por hacerlo.
Es sobre decir, con claridad: aquí no nos arrodillamos.

Por eso estamos aquí. Para decir que no estamos dispuestos a abandonar a quienes, incluso con todo en contra, siguen haciendo lo correcto.

Y si esa claridad incomoda, que incomode.

Lo que no vamos a permitir es que Antioquia se quede sin voz.
Porque ya bastante ha tenido que pelear con el silencio del poder central.

Adelante, señor Gobernador.

Muchas gracias.

LGVA

Agosto de 2025.

 

 



* Intervención en el plantón de los alcaldes de Antioquia en apoyo al Gobernador Andrés Julián Rendón.

domingo, 24 de agosto de 2025

MEGA COLOMBIA 2040 (I)

 

MEGA COLOMBIA 2040 (I)

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

La de la Meta Grande y Ambiciosa (MEGA) es una metodología de planeación estratégica usada por empresas de reconocido liderazgo como EPM y el Grupo Corona, entre otras. Se trata de proyectar los valores clave en horizontes de 10, 15 y hasta 20 años, para alinear las grandes estrategias a su cumplimiento. Esto permite evaluar los avances anuales y modificar, si necesario, las acciones que conforman las grandes estrategias. 

La precandidata del Centro Democrático, María Fernanda Cabal Molina, presentó la MEGA Colombia 2040 compuesta por 10 metas cuantitativas, cinco rutas estratégicas y 100 cursos de acción, 20 por cada una de las rutas. La propuesta - que se apoya en los trabajos de Instituto de Ciencia Política y la Fundación ECSIM - está en construcción, particularmente, en lo referente a los cursos de acción, los cuales se irán estableciendo con el aporte de gremios, centros de pensamiento, universidades, organizaciones sociales y la comunidad en general.

Evidentemente, el PIB/habitante es el primer componente de la MEGA pues jalona todos los demás. Hay que pasar de US$ 7900 a US$ 15000, en términos reales, lo cual requiere un crecimiento de 7% del PIB total y una tasa de inversión de 30%. Esto precisa gran confianza empresarial, protección al ahorro interno y gran atractivo a la inversión extranjera.

Está probado que los países con mayor nivel de riqueza, medida por el PIB/habitante, y mayor densidad de millonarios, número de multimillonarios por diez millones de habitantes, tienen más bajas tasas de pobreza cualquiera sea su forma de medición. Así pues, para llevar la pobreza monetaria a 20%, la multidimensional a 5% y eliminar la indigencia, como lo propone la MEGA COLOMBIA 2040, es imperioso llegar a ese PIB/habitante de US$ 15000.

La desigualdad está también vinculada al nivel del PIB/habitante. Los países muy pobres son muy iguales en el ingreso y el consumo, todos los habitantes igualmente pobres, pero a medida que las economías progresan, elevando su PIB/habitante, la desigualdad aumenta, alcanza un valor máximo y, luego, empieza a descender. Esa relación, que recibe el nombre de Curva de Kuznets, permite afirmar con gran certeza que alcanzando la MEGA de PIB/habitante de US$ 15000, el Gini de Ingreso estará en 0.4 o menos, como ocurre hoy con los países cuyo PIB per cápita está entre 10 mil y 30 mil dólares.

Para llevar el desempleo estructural a 5% y la informalidad a 30% se requiere, además de crecimiento vigoroso, de cambios que flexibilicen el mercado laboral y de reducción en las cargas no salariales que pesan sobre las empresas.

La inflación es el impuesto más regresivo y hay que llevarla a niveles de 3%. Para ello es necesario un déficit fiscal de 0% que garantice que no habrá financiación inflacionaria del gasto público.

El País tiene una gran desigualdad entre departamentos que no se puede ignorar. Solo 7 departamentos tienen un PIB/habitante superior al promedio nacional y el Índice de Variación del PIB departamental está en 49%. La meta es llevarlo a 30%.

Continuará…

LGVA

Agosto, 2025.

domingo, 17 de agosto de 2025

¿Qué es la centro izquierda?

 

¿Qué es la centro izquierda?

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

"Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario". Esta frase, popularizada por Juan Manuel Santos, resume la filosofía autoproclamada de la centro izquierda. En realidad, es una fórmula ambigua que dice poco, pero suena bien. Santos la tomó de Tony Blair, quien a su vez la tomó del economista checoslovaco Ota Šik, que soñaba con reformar el socialismo sin renunciar del todo a él.

En apariencia, esta corriente busca un equilibrio: evitar los excesos del “neoliberalismo” como las torpezas del estatismo. Pero en la práctica, la centro izquierda se relaciona con la economía de mercado como con un animal peligroso: útil, pero que hay que mantener amarrado. No celebra al capitalismo, lo tolera con disgusto y mientras lo pueda exprimir.

Para sus exponentes, el mercado es una fuerza caótica que solo puede funcionar si el Estado la dirige, la corrige y la redistribuye. Como si la riqueza no se generara por la cooperación voluntaria entre millones de individuos, sino por intervención ministerial. Ven el capitalismo como un árbol rebelde que solo da frutos si se le golpea con suficientes impuestos, decretos y controles. No conciben que pueda florecer por sí mismo.

En este punto es útil recordar a Friedrich Hayek, quien explicó que el orden social —incluido el económico— no es producto de un diseño central, sino de un orden espontáneo: una estructura compleja que surge de la acción humana, pero no del diseño humano. El lenguaje, el derecho consuetudinario, los precios, el comercio, el dinero, el interés… todos emergen sin que nadie los haya planificado. Son el resultado de millones de interacciones entre individuos libres.

Pero esta idea es anatema para la izquierda - y también la centro izquierda— porque no pueden concebir un orden sin un plan, ni progreso sin control. Entienden la sociedad como una organización, no como un organismo. Como si fuera una empresa gigantesca o una orquesta dirigida por tecnócratas. No comprenden que la economía es más parecida a un bosque silvestre que a una fábrica. No entienden que los mercados, con sus imperfecciones, son mucho más eficientes y adaptativos que cualquier buró de planificación.

Santos, alumno aplicado de la Tercera Vía, jugó a ser equilibrista: mantuvo una economía de mercado en la superficie, pero, aumentando la carga tributaria y la deuda, expandió el estado, más burocracia y más gasto, bajo la promesa de equidad. Santos terminó abriendo el camino político, institucional y cultural al proyecto radical del Pacto Histórico. La legitimidad que Santos le dio a las FARC y a la narrativa de exclusión histórica prepararon el terreno para que Petro llegara como redentor del desorden que él mismo ayudó a sembrar.

Ojalá la amarga experiencia con Petro permita que la gente entienda por fin el mensaje de Mises:

"Simplemente no hay otra opción que esta: ya sea se abstiene de interferir en el libre juego del mercado, o se delega el manejo completo de la producción y distribución al gobierno. Ya sea capitalismo o socialismo: no hay un camino intermedio".

LGVA

Agosto de 2025

jueves, 14 de agosto de 2025

Las dos caras del santismo

 

Las dos caras del santismo

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Juan Manuel Santos construyó su poder sobre una extraña combinación de tecnocracia y clientelismo. Una mezcla tan contradictoria como efectiva. El “santismo”, esa criatura de dos cabezas, tenía por un lado a los ministros de corbata inglesa y cálculo fiscal, y por el otro, a los operadores del Congreso, expertos en el trueque burocrático. En apariencia, eran dos mundos distintos. En la práctica, eran la misma cosa.

El santismo tecnocrático lo encarnaban figuras como Mauricio Cárdenas, el economista que cuidaba las cifras como si fueran sagradas, y Juan Carlos Pinzón, el estratega serio que hablaba de seguridad con un lenguaje casi empresarial. Ellos representaban el ala “racional” del gobierno: la que sabía cómo aumentar los impuestos y cómo aumentar la deuda después de derrochar una bonanza petrolera. Pero esta tecnocracia no era independiente ni virtuosa. Existía y funcionaba gracias al combustible que le daba el otro lado del régimen.

Ahí aparece el santismo clientelista, representado en su forma más pura por Roy Barreras y Armando Benedetti. Ellos no hablaban de cifras ni de institucionalidad, sino de cuotas, puestos, pactos y gobernabilidad a cualquier precio. No eran ministros, pero eran más poderosos que muchos de ellos. Eran los que hacían que el Congreso se moviera. Su herramienta no era la política pública, sino la “unidad nacional”, eufemismo para el reparto.

Este sistema de doble cara funcionaba como el personaje de Doctor Jekyll y Mister Hyde: mientras en público se mostraba el rostro tecnocrático, en la sombra operaba el clientelismo. Pero como en la novela, con el tiempo el monstruo termina dominando al médico. El resultado fue una política sin ética y una institucionalidad sin alma.

La decadencia del santismo desembocó en una nueva criatura: el petrosantismo, o santopetrismo, como prefiera llamarlo. Los mismos operadores del Congreso que sostuvieron a Santos, hoy hacen parte del proyecto de Gustavo Petro. Roy fue su embajador en Londres; Benedetti, en Caracas, hoy el hombre más poderoso del gobierno. Cambiaron de barco sin cambiar de lógica. Y algunos tecnócratas, aunque con más discreción, también coquetearon con el nuevo régimen.

Como Doblecara, el villano de Batman, el santismo siempre lanza una moneda para decidir qué cara mostrar: la del gestor ilustrado o la del político pragmático. Pero la moneda siempre cae del lado de la trampa. Porque en Colombia, el equilibrio entre tecnocracia y clientelismo es solo una fachada: el clientelismo siempre termina ganando.

El santismo no fue una doctrina sino un método. Y ese método se ha reciclado en el actual gobierno, con nuevas promesas, pero los mismos operadores. La historia se repite, no como farsa, sino como continuidad.

Si algo enseña la política reciente, es que el verdadero rostro del poder en Colombia no es el de Jekyll. Siempre es Hyde.

LGVA

Agosto de 2025.

 

jueves, 7 de agosto de 2025

Dolidos, pero no vencidos

 

Dolidos, pero no vencidos

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

La situación actual del Centro Democrático es la siguiente:

1.    Su fundador y líder está condenado y en prisión domiciliaria.

2.    Quien fuera su precandidato más opcionado se debate entre la vida y la muerte.

3.    Los demás precandidatos y muchos de sus dirigentes y corporados están amenazados y/o hostigados judicialmente.

4.    La extrema izquierda comunista, su adversario irreconciliable, controla corruptamente el Congreso y tiene, al parecer, gran injerencia en las decisiones judiciales y atemoriza a los entes de control. También están atemorizadas la dirigencia empresarial, los gremios económicos y la clase media en general.

5.    Los medios de comunicación, con pocas excepciones, desdeñan sus precandidatos y dirigentes y prefieren poner sus micrófonos y espacios al servicio de los candidatos y líderes de la extrema izquierda y de sus aliados-cómplices de la variopinta izquierda vegetariana.

No hay que llamarse a engaños: el CD está perdiendo su batalla existencial contra la extrema izquierda que desde hace varios años viene aplicando en su contra, con especial eficacia, la combinación de todas las formas de lucha. En también cuestionados procesos judiciales, ya cayeron, no hay que olvidarlo, Andrés Felipe Arias y Luis Alfredo Ramos, dos líderes de elevado perfil presidencial.

Ahora bien, en medio de esas enormes dificultades, el CD no puede renunciar a su enorme responsabilidad de ser el único partido, por historia y por doctrina, que entiende y tiene la obligación de enfrentar a la extrema izquierda comunista y evitar que el País se precipite por el despeñadero sin retorno del Socialismo del Siglo XXI.

Sin abandonar la denuncia de la venalidad, la incompetencia y la arbitrariedad del Gobierno Nacional, el Centro Democrático tiene hoy la obligación de presentar un proyecto político de mediano y largo plazo fundamentado en la libertad de mercado y sus principios fundacionales que tienen hoy más vigencia que nunca.

El Centro Democrático tiene que formular las propuestas programáticas y las reformas legales requeridas para que Colombia alcance en 15 años una Meta Grande y Ambiciosa compuesta por los siguientes elementos:

1.    PIB/Habitante: US$ 20.000 dólares.

2.    GINI ingreso: 0.4 y GINI gasto: 0.3

3.    Pobreza: 20% y pobreza extrema: 0%

4.    Desempleo estructural de 6% y tasa de informalidad de 30%.

5.    Inflación 3%.  

Para avanzar hacia esa MEGA CD COLOMBIA 2040, el Centro Democrático debe liderar una alianza conformada por partidos y movimientos sin devaneos socializantes y comprometidos con la libertad económica, la iniciativa privada y el gobierno honesto y austero como motores fundamentales del progreso económico y social.   

La situación del presidente Uribe, cuyo desenlace final sabremos en octubre, no puede ser motivo de parálisis, todo lo contario, como lo indican estas señeras palabras pronunciadas en un momento tan difícil:

“Mientras Dios me mantenga mi salud y la energía y a pesar de los años, no cesaré un día de luchar por nuestra democracia, desde cualquier sitio. Estén tranquilos quienes comparten esas ideas y queden intranquilos quienes quieren impone la autocracia comunista en Colombia”. 

Parodiando a Ortega y Gasset: A las cosas, CD, ¡a las cosas!

LGVA

Agosto de 2025

sábado, 2 de agosto de 2025

Ajuste de la tasa de desempleo

 

Ajuste de la tasa de desempleo

Angélica Ordoñez Aristizábal

Economista

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

La tasa de desempleo en Colombia para junio de 2022 fue de 11,3%; en 2023, de 9,3%; en 2024, de 10,3% y en 2025, de 8,6%. En un país históricamente acostumbrado a cifras de dos dígitos, estos datos – especialmente los de un solo dígito – suelen ser motivo de celebración. Sin embargo, estas cifras oficiales deben leerse con cautela: no necesariamente reflejan toda la realidad del mercado laboral colombiano.

La tasa de desempleo se calcula dividiendo la población desocupada entre la fuerza de trabajo, la cual incluye únicamente a quienes tienen edad y condiciones para trabajar, y que están trabajando o buscando empleo de manera activa. Este cálculo deja por fuera dinámicas relevantes que podrían alterar sustancialmente la lectura del mercado laboral, Por ello, se propone un ajuste de la tasa de desempleo que considere dos factores críticos: la migración definitiva de colombianos y el aumento desproporcionado de la contratación por prestación de servicios (OPS) en el sector público.

Entre enero de 2022 y junio del 2025, Migración Colombia reporta que alrededor de un 1,7 millón de colombianos han salido del país sin intención de regresar. Si estas personas, se hubieran quedado – ya sea porque aquí encontraron oportunidades o porque no pudieron migrar -, habrían engrosado la fuerza laboral. Manteniendo constante la tasa global de participación, esto implicaría aproximadamente 1,5 millones de personas adicionales en la fuerza de trabajo para junio de 2025, lo que a su vez incrementaría el número de desempleados. Con este ajuste, la tasa de desempleo no solo volvería a superar el umbral simbólico de los dígitos, sino que lo haría de manera significativa: alcanzaría el 12,05% en 2022, 11,25% en 2023, 13,07% en 2024 y 11,92% en 2025. Es decir, hasta 3 puntos porcentuales por encima de las cifras observadas oficialmente.

¿Qué ocurre si, además, se incorpora el impacto del crecimiento de la contratación por OPA en el sector público? Actualmente se estima cerca de 64 mil contratos de este tipo. Mientras que la población ocupada ha crecido un 3,6% en el último año, los contratistas por prestación de servicios del Estado han aumentado en un 12,8% y en 2023 ese incremento fue del 16,7%. Si este crecimiento hubiera sido equivalente al de la población ocupada, se tendrían alrededor de 5.200 personas adicionales en condición de desempleo, lo que elevaría la tasa en solo 0,02 pp. Aunque el impacto es menor comparado con el efecto migratorio, no deja de ser indicativo de una tendencia preocupante.  Al combinar ambos factores, migración definitiva y contratación pública temporal, la tasa de desempleo ajustada sería 12,03% en 2022, 11,26% en 2023, 13,10% en 2024 y 11,94% en 2025.


Las bajas tasa de desempleo son, sin duda, un objetivo deseable para cualquier gobierno y para la sociedad en general. Pero lo que debe celebrarse no es una cifra en abstracto, sino una mejora genuina en la estructura productiva del país que permita reducir el número de desempleados a partir de la generación de empleo. Es último basado en la creación de capacidades laborales y sostenibles, y no en contratos clientelistas ni en una menor participación laboral inducida por la salida colombianos del País.

AOA y LGVA.

Agosto de 2025