Génesis del mercado eléctrico
colombiano[1]
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Socio ECSIM
Examinar la génesis histórica del mercado eléctrico
colombiano es interesante en la medida en que contribuye a entender su
naturaleza o, mejor aún, a entender por qué es como es y no de otra forma.
Adicionalmente, ese examen debe contribuir a arrojar algunas luces sobre las
limitaciones de su diseño actual y lo que podría hacerse para superarlas.
Arrancamos con una historia estilizada de la industria
eléctrica, desde sus orígenes hasta el surgimiento de los sistemas eléctricos
monopolísticos estatales o privados, pero fuertemente regulados. Se explica
luego la racionalidad del esquema monopolístico y de las causas que llevaron a
su descredito y a su sustitución por modelos competitivos. Posteriormente, se
muestra lo que era el modelo colombiano al momento de las reformas de los
noventa y se explica su transición hacia el modelo de mercado, bajo la
influenciada directa del modelo implantado en Inglaterra unos años atrás.
Como toda industria nueva, la eléctrica nació
chiquita, pero tuvo un crecimiento extraordinariamente rápido. En la Exposición
Universal de París de 1878, todavía la luz eléctrica se veía como una novedad
de circo. Más tarde, en 1881, se realizó, también en París, la Exposición
Internacional de Electricidad en la cual aparecieron ya las bombillas de Thomas
Edison y el tranvía eléctrico de Werner Von Siemens. Entonces el mundo supo que
la electricidad había llegado para quedarse. Su expansión fue tan vertiginosa,
que nueve años después, la luz eléctrica, después de instalarse en las grandes
capitales del mundo, empezaría a llegar a los pequeños pueblos de la remota
Colombia: Bogotá en 1890, Bucaramanga en
1891, Barranquilla en 1892, Cartagena y Santa Marta en 1893 y Medellín en 1898.
En principio fueron pequeños sistemas municipales que
abastecían el alumbrado público y las viviendas de las personas acaudaladas,
que tenían con que pagarse ese costoso lujo. Como todo lo nuevo, la
electricidad comenzó siendo un lujo. Donde
hay un lujo, aparece la oportunidad de beneficio, pronto se desató una feroz
competencia por hacerse a una porción de ese nuevo mercado. En 1920, el mercado
de Londres era disputado por 65 empresas diferentes. La multiplicidad de oferentes
se extendió hasta bien entrado el siglo: en 1946, había en Francia más de 2.000
empresas eléctricas y, ya en 1960, en Italia se contaban unas 1.500.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en todos los países
contendientes, los gobiernos establecieron fuertes controles sobre la actividad
económica y se hicieron cargo de muchas industrias como medio de apoyar el
esfuerzo bélico. En la posguerra, el mundo estaba preparado para el
intervencionismo estatal a gran escala en la economía, que por lo demás recibía
el soporte conceptual de la teoría keynesiana de manipulación de la demanda
para alcanzar el pleno empleo y de la teoría piguviana del bienestar que con la
pretensión de suprimir las externalidades justificaba las más diversas formas
de intervención del gobierno.
En prácticamente todos los países de Europa y
posteriormente en casi todo el mundo, el intervencionismo estatal cobró una
fuerza y alcanzó una amplitud que no había tenido nunca en la historia del
capitalismo industrial. Se implantaron controles de precios y salarios, se
adoptaron reglamentaciones de toda índole y, con toda clase de argumentos, se
nacionalizaron infinidad de empresas en todas las ramas de actividad. El sector
eléctrico, naturalmente, no fue la excepción.
En general, se optó por un modelo de empresa estatal
que integraba todas las actividades de la cadena – generación, transmisión,
distribución, comercialización – del cual Electricidad de Francia fue el
ejemplo paradigmático. Surgieron así, con diferencias circunstanciales de un
país al otro, los tres modelos básicos que se presentan en la Gráfica 1.
El
primero, en el extremo izquierdo de la gráfica, es el de monopolio estatal de
alcance nacional que integra todas las actividades de la cadena, el cual se
impuso en varios países europeos como Francia, Bélgica, Portugal e Italia.
·
En el
centro está el modelo de Estados Unidos, implantado en los años 30. En cada
estado de la Unión había una empresa privada verticalmente integrada, sometida
a regulación directa de precios. A cambio del privilegio de monopolio, las
empresas de cada estado asumían la obligación del servicio universal. Sus
propietarios no podían tener intereses económicos en otros sectores de
actividad.
·
En el
extremo izquierdo se presenta el modelo inglés: la generación y la transmisión
están integradas en una empresa estatal y la distribución está a cargo de 12
entidades – llamadas áreas distribución – que se reparten el país.
Gráfica
1
Los argumentos en favor del monopolio, estatal o
regulado, eran, básicamente, los siguientes:
·
Aprovechar
las economías de escala y de alcance.
·
Controlar
el poder de mercado.
·
Garantizar
la operación y expansión del sistema con criterio de mínimo costo.
·
Universalizar
el acceso al servicio.
En otra parte he expuesto de forma sucinta el
desarrollo del sector eléctrico colombiano[2]. Aquí basta con decir que
la fase de los sistemas municipales duró hasta los años 30. En los 30, 40 y 50
el Gobierno Nacional intervino decididamente en el desarrollo del sector,
invirtiendo en generación y distribución y creando electrificadoras
departamentales. A principios de los
años 60 el sector eléctrico está conformado por un conjunto de subsistemas
aislados constituidos alrededor de las principales ciudades del País.
En 1966, siguiendo recomendaciones de expertos de
Electricidad de Francia y el Banco Mundial, y fuertemente presionadas por el
gobierno de Carlos Lleras, EEB, EPM, la CVC y ELECTRAGUAS firmaron el “acuerdo
de interconexión de sus sistemas y ensanche de la capacidad de generación”.
Dicho acuerdo contemplaba la creación de una nueva empresa encargada de
realizar la interconexión y de construir los proyectos de mayor tamaño para
abastecer la demanda nacional. Un año más tarde nació esa nueva empresa:
Interconexión Eléctrica S.A. – ISA- de la que serían accionistas, por partes
iguales, las empresas signatarias del acuerdo. En 1976 CORELCA se unió al
grupo.
A principios de los años 90, el sector eléctrico
colombiano tenía la configuración que se presenta en la Gráfica 2. Los rasgos
principales son los siguientes:
·
El
parque de generación estaba distribuido en cinco empresas, todas de propiedad
pública: ISA, EPM, EEB, CORELCA y CVC.
·
El
sistema se operaba conjuntamente con criterio de mínimo costo y los beneficios
de la operación conjunta se distribuían entre las generadoras participantes.
·
Existía
un plan de expansión – de generación y transmisión - único e imperativo,
elaborado por ISA. El desarrollo de los proyectos se asignaba a las empresas
del sistema en decisiones administrativas que no estaban exentas de conflicto.
·
La
distribución estaba a cargo de las electrificadoras departamentales, salvo en
Bogotá, Medellín y Cali que tenían sus empresas municipales.
·
La
transmisión era monopolio de ISA.
Gráfica 2
Lo que importa a retener aquí, para abordar el tema
del surgimiento del mercado, es que la operación del sistema con criterio de
mínimo costo era uno de los atributos del modelo de monopolio parecía
conveniente conservar. Fue con ese objetivo, pasar del monopolio a la
competencia sin sacrificar la operación integrada de mínimo costos, que el
diseño del mercado colombiano recibió la influencia directa de lo que se había
hecho en Inglaterra y Gales. La influencia fue tan directa como quiera que el
mercado se diseñó con la asesoría de la firma Coopers & Lybrand, la que
había diseñado el mercado inglés.
Para pasar del modelo de monopolio al modelo de
mercado, Colombia tenía la ventaja de que su parque de generación era propiedad
de múltiples empresas, por lo que no era necesario desintegrar una empresa
monopolística pre-existente. Los ingleses partieron en tres su monopolio de
generación.
La otra ventaja era la experiencia de una operación
integrada de activos de generación propiedad de múltiples agentes. En efecto, las empresas del sistema
declaraban la disponibilidad y los costos de cada una de sus plantas. ISA, el
operador, construía la función de oferta de acuerdo con los costos y despacha
en ese orden las plantas requeridas para abastecer la demanda. El tránsito de un despacho de costos a uno de
precios, parecía bastante sencillo. Y fue así como surgió la bolsa de energía:
en adelante los agentes declaraban disponibilidad y ofertaban precios en lugar
de declarar costos. Al optar por este
esquema surgió un nuevo problema: el volátil precio de la bolsa no podía
trasladarse a los consumidores.
En el modelo anterior a la reforma no existía ese
problema puesto que el referente para las tarifas era el Costo Incremental
Promedio de Largo Plazo (CIPLP), asociado al último plan de expansión de la
capacidad de generación-transmisión. Era un referente estable que, una vez
calculado, se ajustaba mensualmente por el IPP. El costo marginal de corto
plazo, resultante de la operación integrada, concernía exclusivamente a los
generadores del sistema, sin incidencia directa sobre las tarifas al consumidor
final.
Los contratos de largo plazo aparecen son el mecanismo
para evitar que los consumidores finales estén expuestos a la volatilidad de la
bolsa. Como se sabe, los hay de dos tipos: los pactados libremente entre
generadores y usuarios no regulados y los pactados entre generadores y
comercializadores que abastecen usuarios regulados, cuyo precio debe resultar
de licitaciones abiertas.
Lo importante es destacar un aspecto que muchas
personas parecen no entender o que olvidan a menudo: los contratos de largo
plazo son contratos de cobertura puramente financieros, es decir, no implican
la entrega física de la energía comprometida y no inciden directamente sobre la
producción de energía en un momento dado. Esta se determina, para cada hora,
por las ofertas de disponibilidad y precio de los generadores y el estado de la
demanda.
Pronto se evidenció el problema de la remuneración de
las plantas térmicas, inexistente en un modelo de empresa única o de operación
integrada no competitiva como el colombiano anterior la reforma. Teóricamente,
si existe un mercado spot eficiente y competitivo donde, sin intervención
regulatoria alguna, se forman precios de equilibrio que, en todo momento,
reflejan los costos marginales del suministro, incluidas, cuando la situación
del mercado lo impone, las rentas de escasez, los precios que allí se forman
dan el incentivo adecuado a la expansión de la capacidad[3]. En la práctica de los
mercados reales, esto implica aceptar que el precio de la energía se eleve
sensiblemente por encima de su nivel promedio de suerte que las plantas que
atienden las puntas de la demanda, puedan remunerarse operando solo unas pocas
horas al año.
Gráfica 3
En su operación habitual, el mercado spot competitivo
genera rentas suficientes para que las plantas infra-marginales cubran sus
costos de capital. Cuando la demanda es tal que el sistema se acerca al límite de
su capacidad, el precio spot debe elevarse para permitir el surgimiento de las
rentas de escasez, que son las que permiten recurar la inversión de las plantas
que solo operan en las puntas.
En contra del funcionamiento libre del mercado spot,
se invoca el argumento de la inelasticidad de la demanda, que puede conducir a
que la planta marginal ejerza poder de mercado y obtenga rentas de monopolio
además de las de escasez, razón por la cual surge la necesidad de poner un
techo al precio spot. Ahora bien, es claro que, si se impone ese techo, debe
adoptarse algún mecanismo para incentivar la inversión en plantas de
punta.
Algunos argumentan que no se debe imponer esa
restricción al mercado dado que los consumidores finales, al estar cubiertos
por contratos de largo plazo, no deberían verse afectados por las variaciones
del precio spot, cuya inestabilidad solo afectaría a los agentes del mercado:
generadores, comercializadores e intermediarios. Este es el caso del Nord-Pool,
en general de los mercados de solo energía. En Colombia se optó por poner un
techo al precio de bolsa, razón por la cual se adoptó el esquema de cargo de
capacidad, primero, y desde 2006, de cargo de confiabilidad para incentivar la
inversión en nueva capacidad.
El desarrollo descrito llevó a la configuración actual
del sector eléctrico colombiano, que a pesar de los cambios mantiene en sus
grandes rasgos las características iniciales. A mi modo de ver dicha
configuración da lugar a tres problemas fundamentales, estrechamente
vinculados, que probablemente no puedan resolverse sin cambios más radicales
que los que se han introducido hasta ahora. Mi limito a enunciarlos:
·
Elevada
exposición a bolsa de la demanda final regulada.
·
Precariedad
de la longitud de los contratos de largo plazo.
·
Confiabilidad
extremadamente costosa.
Estos problemas están ligados. La elevada exposición a
bolsa de la demanda regulada surge del hecho de que a pesar que la capacidad
instalada sea muy elevada, la oferta de energía de largo plazo es deficitaria
pues los generadores la restringen por temor a resultar sobre-contratados y, en
consecuencia, expuestos a un precio bolsa que puede ser muy elevado. La
contratación a plazos superiores a 2 años también se ve desincentivada por el
ingreso garantizado del cargo por confiabilidad.
LGVA
Marzo de 2019.
[1] Texto de la conferencia en el
Curso de Mercado Eléctrico realizado por ECSIM.
[3] M.
Caramanis y otros. “Optimal Spot Pricing: Practice and Theory” (1982).
Saludos Luis Guillermo, mis felicitaciones, para los que nos gusta y trabajamos en el tema energético, este articulo es un gusto de leer, nos muestra una referencia histórica y global, hasta terminar en nuestro propio mercado, enunciando tres problemas, que creo ameritan una mayor profundización, en especial sobre si adoptamos una soluciones planteadas localmente o importamos de otras latitudes.
ResponderEliminarCreo que como inicio este mercado "Lo que importa a retener aquí, para abordar el tema del surgimiento del mercado, es que la operación del sistema con criterio de mínimo costo era uno de los atributos del modelo de monopolio parecía conveniente conservar". Ha cambiado drasticamente y la educación en el consumo energético es una falencia que alegra a las grandes corporaciones y pone contra las cuerdas al regulador y al estado volviendo cada vez complejo el entramado regulatorio.