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domingo, 11 de mayo de 2014

La escuela austríaca de teoría económica


Pensamiento Económico II – Lección VII

La escuela austríaca de teoría económica

 

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista, Docente Universidad EAFIT

 

I

La revolución marginalista se asocia con la obra de tres autores: Jevons, Walras y Menger. La teoría del valor utilidad, desarrollada de forma independiente por cada uno de ellos, se convertirá en el núcleo central de la corriente principal de la teoría económica conocida como economía neo-clásica. No obstante, la obra de estos economistas dará lugar al desarrollo de tres enfoques diferentes que coexisten en el análisis económico contemporáneo. La contribución de Jevons, especialmente a partir de la obra de Marshall, dará lugar al enfoque del equilibrio parcial. El enfoque de equilibrio general surgirá de la obra de Walras. Finalmente, de la obra de Menger surgirá el enfoque austríaco o Escuela Austríaca. En anteriores lecciones se han estudiado los dos primeros y la contribución de Menger también fue objeto de una lección. En ésta se tratará de la Escuela Austríaca tanto en lo referente a sus primeros desarrollos como a los trabajos de economistas contemporáneos como Israel Kirzner, Murray Rothbard y Jesús Huerta de Soto.

El enfoque austríaco o escuela austríaca - según uno de sus representantes modernos, el economista español Jesús Huerta de Soto (1956) – tiene su origen en la obra de Carl Menger (1840-1921), Principios de Economía Política publicada en 1871[1].  Menger desarrolla su teoría en abierta oposición a la escuela clásica inglesa y a la escuela histórica alemana y era claramente consciente de estar abriendo nuevos rumbos a la teoría económica. Serán sus discípulos quienes empezarán a utilizar la expresión “Escuela Austríaca” para referirse de a los desarrollos teóricos a los que dará lugar el trabajo seminal de Menger.  Ya en 1891, Eugen Böhm Bawerk (1851-1914) habla de la escuela austríaca en un artículo en el que expone las características distintivas de ésta[2]. En ese mismo año, Friedrich von Wieser (1851-1926) publica un artículo[3] en el que presenta la teoría del valor de la escuela austríaca[4].  

En los artículos mencionados, Böhm-Bawerk y Wieser destacan como rasgos distintivos de la escuela austríaca la teoría del valor-utilidad, en oposición a la teoría clásica del valor-trabajo, y el método abstracto-deductivo, en oposición al método inductivo preconizado por la escuela histórica.  La teoría de la utilidad marginal – o de la utilidad límite, como a denomina Böhm-Bawerk – está en la base de los enfoques de equilibrio parcial y general y en ese sentido es un rasgo que la escuela austríaca comparte con la corriente principal de la teoría económica. También en lo referente al método existe un claro acuerdo en el rechazo al enfoque empírico-inductivo de la escuela histórica y de la economía institucional. Ya en los años 30, refiriéndose a las tres escuelas de las que entonces se hablaba – austríaca, angloamericana y de Lausana – Mises afirmaba que “difieren únicamente en su manera de expresar la misma idea fundamental, y se hallan divididas más por la terminología adoptada y por la peculiaridad de la presentación que por la esencia de sus enseñanzas”[5]. Por su parte, Hayek indica que “hacia el tercer cuarto del siglo XX, el pensamiento de la Escuela Austríaca se había convertido en el principal enfoque de la teoría microeconómica”[6].  

Y en efecto, hasta después de la segunda guerra mundial, la escuela austríaca hizo parte del mainstream, aunque guardando cierta identidad propia derivada más que de las diferencias teóricas del origen nacional de sus principales exponentes, muchos de los cuales emigraron a Estados Unidos e Inglaterra donde adelantaron sus vidas académicas. Sin embargo, la orientación marcadamente keynesiana que siguió la macroeconomía y la simpatía con la que la mayor parte de los economistas acogieron el intervencionismo estatal creciente apartaron a muchos economistas austríacos de la corriente principal. También se mostraron escépticos frente a la importancia que la econometría fue adquiriendo en el trabajo de los economistas y al formalismo matemático de los teóricos del equilibrio general.   

Debe hablarse por tanto de dos escuelas austríacas. La escuela austríaca antigua, que en muchos aspectos habría confluido y se habría integrado con la corriente principal, y la nueva escuela austríaca que retomando temas de la antigua se presenta como una alternativa crítica a la corriente neoclásica dominante.  Se le conoce como Escuela Neo-Austríaca.

II

La obra de los economistas austríacos – la de los antiguos y los contemporáneos – es amplia, diversa y compleja. En ella se encuentran tratados todos los grandes temas de que se ocupa la economía ortodoxa. Además, por ser una escuela cuyo nacimiento se remonta a la época misma en que nace la economía ortodoxa o neo-clásica, sus más reconocidos representantes participaron en los grandes debates que han marcado el desarrollo de la profesión en los últimos ciento cincuenta años. Sin embargo, el enfoque austríaco, a diferencia del neo-clásico, no se encuentra presentado de una forma sistemática en tratados o manuales propios para la enseñanza. No hay una micro o una macro austríacas, distinción que de hecho desdeñan muchos de los exponentes del enfoque austríaco. Adicionalmente, entre los economistas austríacos antiguos y contemporáneos existen diferencias de fondo entorno a muchas cuestiones. Por esas razones resulta extremadamente difícil hacer una presentación sucinta del pensamiento de los economistas austríacos que de forma inequívoca los cobije a todos. No obstante, pueden identificarse una serie de cuestiones frente a las cuales existe una postura teórica que en un sentido amplio es admisible calificar de “austríaca”. La lista que a continuación se presenta seguramente adolece de sesgos de inclusión y exclusión, pero no resulta inútil como una primera aproximación.    

1.    El objeto de lo económico. La economía es una teoría de la acción humana, desde el punto de vista neo-austríaco. Desde el punto de vista neo-clásico la economía es una teoría de la decisión: maximización sometida a restricciones.  Según Huerta de Soto, la neo-clásica es una concepción estrecha de la economía cuyo origen se remonta a la obra de Robbins[7] donde la economía se define como la ciencia que estudia la asignación de medios escasos susceptibles de usos alternativos.  A esta concepción del objeto de la economía se opone la concepción austríaca. Señala Huerta de Soto: “...la concepción de la economía en Robbins corresponde al corazón del paradigma neo-clásico y es completamente ajena a la concepción del escuela austríaca tal y como hoy se entiende. (...) el hombre robbinsoniano es un autómata o caricatura del ser humano que se limita a reaccionar de forma pasiva ante los acontecimientos. Frente a esta concepción (...) los austríacos consideran que el hombre, más que asignar medios dados a fines también dados, lo que realmente hace es buscar nuevos fines y medios, aprendiendo el pasado y usando su imaginación para descubrir y crear mediante la acción el futuro. Por eso, para los austríacos, la economía queda subsumida o integrada en una ciencia más general y amplia, una teoría general de la acción humana”[8]. Es importante anotar que Hayek aprobó la obra de Robbins mencionada. Escribió: “El trabajo más importante de Robbins, The Nature and significance of Economic Science, hizo que el enfoque metodológico de la teoría microeconómica establecido por la escuela austríaca se convirtiera en la norma generalmente aceptada”[9].

 

2.    El subjetivismo. Los autores austríacos oponen el subjetivismo propio de su enfoque al individualismo metodológico característico del análisis neo-clásico. El enfoque subjetivista tiene naturalmente su origen en Menger quien se oponía de esta forma al objetivismo propio de la escuela clásica. En principio, el subjetivismo mengeriano simplemente significa la explicación de la formación de los precios relativos a partir de las valoraciones subjetivas de los individuos. Según Israel Kirzner[10], el subjetivismo de Menger habría derivado en tres enfoques diferentes. El primero, asociado a la obra de Robbins ya mencionada y que se transformaría en el individualismo metodológico propio del análisis neo-clásico - tanto de equilibrio parcial como general- cuya característica fundamental es el supuesto de conocimiento perfecto. Un segundo enfoque es del subjetivismo radical, asociado a la obra de George L. Schackle (1903-1991)[11] , que rechaza el supuesto de conocimiento perfecto y resalta por el contrario la virtual imposibilidad de disponer del conocimiento adecuado. Las decisiones de los agentes no están guiadas por el conocimiento de todas las circunstancias sino por las expectativas que tienen en el momento de la decisión. Finalmente, está el subjetivismo de la escuela neo-austríaca que, según Kirzner, deriva de Mises y Hayek y se caracterizaría por resaltar el rol de la acción del empresario en el proceso de mercado y la expansión gradual del conocimiento en el proceso de mercado competitivo. El subjetivismo neo-austríaco, al extenderlo al análisis de la acción del empresario, supera la insuficiencia de Menger que lo limitaba al consumidor y se aparta de tanto de la hipótesis de conocimiento perfecto como del nihilismo del subjetivismo radical al concebir el mercado como un mecanismo de búsqueda y producción de nuevo conocimiento, pero el conocimiento nunca llegará a ser perfecto pues el mercado es un proceso dinámico en permanente evolución.

 

3.    La concepción de la competencia y el mercado.  Tanto en equilibrio parcial como en equilibrio general el mercado es un mecanismo donde conocida una información, dados unos recursos y un estado de la técnica las conductas maximizadoras de los participantes conducen una situación en la cual las diferentes estrategias se hacen compatibles cuando las relaciones de intercambio son tales que los excesos de demanda son nulos en todos los mercados.  La escuela austríaca se opone a esta concepción. No existe ninguna información objetiva que supuestamente pueda ser conocida por todos los agentes. Los datos supuestamente conocidos – preferencias, técnicas, etc. están cambiando todo tiempo.

 

La concepción de la competencia de la que se adhiere nueva escuela austríaca fue expuesta por Hayek en 1968 en una célebre conferencia titulada “La competencia como proceso de descubrimiento”.  Comienza de esta manera:

 

“Es difícil defender a los economistas del cargo de haber discutido la competencia, por cerca de 40 ó 50 años, basándose en conjeturas que si reflejaran la verdad del mundo real harían que la competencia fuera algo sin interés e inútil. Si alguien conociera efectivamente todo lo concerniente a aquello que la teoría económica llama datos, la competencia sería, en realidad, un método inútil para asegurar un ajuste a estos hechos”[12].

 

La concepción de la competencia como proceso de descubrimiento resumirse en los siguientes puntos:

 

·         La información no es perfecta, homogénea y accesible sin costo a todos los agentes. La información es imperfecta, descentralizada, costosa y heterogénea.

 

·         La información que se utiliza en el mercado es la que tienen todos los que participan y los objetivos que se buscan son los de todos y cada uno de ellos en su diversidad.

 

·         Nadie conoce los hechos que determinan las acciones de los demás. Por ello los resultados de la competencia son imprevisibles y, con frecuencia, diferentes de los que se persiguen deliberadamente.

 

·         La competencia económica da lugar a ganadores y perdedores. Las intenciones y expectativas de muchos pueden verse frustradas.

 

·         Si los resultados de la competencia difieren usualmente de los esperados por muchos, se sigue de allí que el análisis de la competencia no permite predecir hechos o resultados particulares.

 

·         El proceso de mercado en cada etapa suministra por medio de los precios información que los individuos de acuerdo con sus circunstancias y habilidades pueden utilizar en forma más o menos provechosa.

 

·         No se puede esperar de la competencia la obtención de un resultado o conjunto de resultados apreciados igualmente por todos los individuos. Sin embargo los resultados del orden espontáneo resultante de la competencia pueden conducir al logro de muchos fines particulares.

 

·         Es erróneo esperar de la competencia resultados que necesariamente conduzcan a la satisfacción de las necesidades generales o de grupos particulares que alguien considera prioritarias.

 

4.    El empresario. Debemos a Walras la introducción del concepto de empresario – y por tanto de empresa – en el centro del análisis económico. El empresario sustituye al capitalista - de Smith, Ricardo y Marx – que contrata trabajadores y aporta los medios materiales para la producción y reclama por ello un beneficio proporcional al valor de éstos. Funcionalmente el empresario walrasiano - al igual que el empresario de los textos de micro y macro – no es un capitalista. El capital, o mejor, los servicios productivos son propiedad del consumidor, otro agente representativo de los libros de textos. El empresario opera como comprador en el mercado de servicios productivos y como vendedor en el mercado de bienes. En equilibrio – cuando los precios de los bienes se igualan a las utilidades marginales y los de los servicios productivos a las productividades marginales – el valor de la producción se agota en el pago de los servicios productivos y el empresario no realiza ni beneficio ni pérdida y subsiste de la remuneración de sus servicios productivos.

 

Es decir, las ganancias o pérdidas del empresario walrasiano sólo se presentan en situación de desequilibrio. Schumpeter (1883-1950) fue el primero en explotar sistemáticamente los alcances de esta idea construyendo a partir de ella su teoría del crecimiento económico en obra publicada en 1912[13]. Partiendo de una situación de equilibrio walrasiano, irrumpe el empresario schumpeteriano con una innovación que económicamente no es otra cosa la introducción de una función de producción – producto nuevo, nuevo proceso, etc. – desconocida por el mercado.  Ahora bien, si el mercado valida la innovación comprando el nuevo producto el empresario obtiene un beneficio que resulta de la diferencia del precio que acepta pagar el mercado y el costo de producción que solo el empresario conoce. Sigue después el proceso de imitación, con la llegada masiva de nuevos empresarios, que da lugar a la fase expansiva del ciclo económico y, después, el proceso de asimilación de la innovación, que no es otra cosa que la generalización de la hasta entonces nueva función de producción, que lleva a la fase de contracción donde los precios se ajustan progresivamente a los costos marginales y desaparece el beneficio extraordinario. 

 

El empresario es pues un monopolista que se beneficia de algo que él conoce y que al mismo tiempo es desconocido por el mercado. Adicionalmente, a diferencia del consumidor cuya “ganancia” en el mercado es subjetiva, la utilidad o satisfacción que le reportan los bienes y servicios que adquiere, la ganancia del empresario es objetiva, monetaria, la diferencia entre el precio de venta y sus costos de producción. Los economistas neo-austríacos, en especial Israel Kirzner[14], retomaron las concepciones de Schumpeter poniendo en el centro del análisis la figura del empresario. Escribe Huerta de Soto: “La función empresarial es la fuerza protagonista de la teoría económica austríaca. Y es que la función empresarial es un fenómeno propio del mundo real que siempre está en desequilibrio y que no puede jugar ningún papel en los modelos de equilibrio que absorben la atención de los autores neoclásicos”[15]. Los economistas neo-austríacos han dedicado mucho trabajo y energía al estudio de la función empresarial.

 

5.    El papel del estado. El estado es la bestia negra del economista teórico. Desde Smith el problema fundamental de la economía es demostrar que una sociedad donde los individuos toman las decisiones de forma descentralizada en función de sus propios intereses conduce no al caos sino a una configuración donde los planes de todos ellos resultan compatibles sin intervención de ninguna autoridad centralizadora. Los cazadores del estado primitivo de Smith – a diferencia de los de Hobbes – no se asesinan y roban los unos a los otros sino que descubren el intercambio, las ventajas de la especialización, inventan la moneda, se hacen terratenientes los unos, capitalistas los otros y obreros los más; todo ello sin intervención del estado que solo aparece en el libro V para defender el territorio, impartir justicia y producir algunos bienes colectivos. Tampoco hay estado en la economía teórica de Walras, ni en los sistemas de equilibrio general de sus seguidores contemporáneos. Solo en la sombra se insinúa algún tipo de sistema jurídico normativo que sostiene los mercados. Solo cuando se pasa a la economía normativa o a la economía aplicada y social de Walras emerge el estado para remediar imperfecciones de los mercados, estabilizar la economía o aplicar alguna idea de justicia redistributiva. Y es aquí donde surgen las discusiones más apasionadas entre los economistas. Podrían decirse que en cierta forma los economistas se diferencian en la importancia que otorgan a la intervención del estado.  O, dicho de otra forma, en el grado en que creen que esa intervención es necesaria y conveniente.

 

Los economistas austríacos, con la excepción de Murray Rothbard, no son precisamente unos anarquistas. Menger encontró justificado que los gobiernos se hicieran cargo de la acuñación de la moneda. Böhm-Bawerk fue ministro de hacienda apegado siempre, según se dice, al equilibrio presupuestal. Ni el uno ni el otro discutieron mayormente sobre el asunto del papel del gobierno en la economía. Probablemente no parecía como un tema relevante en una época en la que los presupuestos de los gobiernos eran pequeños con relación al tamaño de las economías. Mises, en su importante obra “Socialismo”[16], puso el problema en términos tajantes: la economía planificada y manejada centralmente por el estado conduce al “caos planificado”. Tampoco aceptaba el intervencionismo limitado por considerar que el control de los precios de algunos bienes de consumo necesariamente conduce al control del precio de sus insumos y así sucesivamente hasta hacer necesario el control total. Sin embargo, Mises no es ningún anarquista y su punto puede ser suscrito por cualquier economista liberal, llámese austríaco o no:

 

“El liberalismo en nada se parece al anarquismo, ni desde luego comulga con sus principios. Es evidente que sin un aparato de compulsión peligraría la convivencia social; la amenaza de la fuerza, por desgarcia, ha de gravitar constantemente sobre quienes pretenden alterar la cooperación pacífica de los seres humanos. Tiene que haber una institución investida de poder suficiente para controlar a los que no se muestran dispuestos a respetar la vida, la libertad y la propiedad de los demás, pugnando contra los propia existencia social. Tal es la precisa misión que el liberalismo asigna al estado: salvaguardar la propiedad, la libertad y la convivencia pacífica”[17]

 

Los economistas neo-austríacos no tienen el monopolio de la defensa del estado mínimo. La crítica más vigorosa y fecunda en sus implicaciones sobre la política pública del estado de bienestar provino de economistas como Buchanan, Tullock, Tollison y muchos otros más que nadie calificaría ni se reconocen a sí mismo como neo-austríacos. En cualquier caso, los economistas neo-austríacos se inscriben dentro de la tradición liberal decimonónica que propugna por un gobierno limitado en sus funciones económicas.

 

Murray Rothbard merece una mención aparte. Este discípulo de Mises representa dentro de los economistas neo-austríacos una corriente extrema en cuanto al papel del estado que se ha denominado libertaria o anarco-capitalista. En efecto, Rothbard sostiene que la sociedad puede prescindir totalmente del estado, incluso en sus funciones mínimas – la seguridad y la administración de la justicia. En una obra provocadora y sugestiva titulada “El Manifiesto Libertario”[18] describe la forma como funcionarían las empresas de seguridad y los tribunales privados que proveerían esos servicios en reemplazo del estado.  

 

6.    La moneda.  Curiosamente los economistas austríacos coinciden con Marx en cuestiones de teoría monetaria. El aforismo de éste según el cual “el oro y la plata no son dinero por naturaleza, pero el dinero es, por naturaleza, oro y plata”[19] podría perfectamente atribuirse a Menger o a Mises. Todos los economistas austríacos suscriben alguna versión de la teoría monetaria del ciclo económico derivada de Wicksell. Las fases de expansión y contracción propias del ciclo económico están asociadas a la expansión y a la contracción del crédito otorgado a los empresarios por el sistema financiero.  Los bancos, en virtud del sistema de reservas fraccionadas, pueden expandir el crédito de forma casi ilimitada reduciendo la tasa de interés monetario sustancialmente por debajo de su nivel natural que resulta de la disposición al ahorro de las personas. Se generan así períodos de expansión en los que se modifica artificialmente la estructura de la producción al hacerse posibles inversiones que solo son aparentemente rentables por la reducción extrema del interés bancario. Inevitablemente muchos de esos inversionistas verán frustradas sus expectativas y caerán en una situación de insolvencia que les imposibilita atender sus compromisos con el sistema financiero. Ante esta situación, los bancos reaccionan contrayendo el crédito y se genera la situación de quiebras y reducción de la actividad económica propia de la fase de contracción del ciclo económico. Así el origen de la contracción y la crisis está la expansión y ésta es posibilitada por la elasticidad de la oferta monetaria en un régimen de reservas fraccionadas. Bajo un sistema de patrón oro y un régimen bancario de reserva plena, la oferta monetaria dejaría de ser discrecional. Se podría así límite a la financiación de inversiones por encima del ahorro deseado por la economía. Al mismo tiempo se privaría al estado del instrumento de financiación inflacionaria de su actividad.  

 

Los economistas austríacos son hostiles al sistema de reserva fraccionada y propugnan por reestablecer el principio de la reserva de 100 por ciento de los depósitos[20]. Otros, aún a riesgo de ser calificados de locos, propugnan por el restablecimiento del patrón oro para poner término a la expansión inflacionaria de la actividad económica. Escribe Mises:

 

“Aún hoy en día nadie se atreva a proponer de verdad un retorno al patrón oro. De pobre orate se calificaría en Estados Unidos a quien tuviera la osadía de decir que hay que volver al patrón oro, sistema que no tiene otra virtud que la de impedir que gobernantes y políticos decidan cuál deba ser la masa de dinero circulantes, lo que a todos beneficia, incluso a quienes se hayan en el poder.”[21]

 

En uno de sus últimos trabajos de teoría monetaria[22], Hayek cuestionó el monopolio estatal del dinero y propuso su desnacionalización y la creación de un sistema bancario competitivo en el que cada banco privado emitiera su propia moneda.  No propone Hayek un sistema de banca privada basado en el patrón oro. En su modelo, los bancos emisores garantizarían el poder adquisitivo de su moneda sobre una canasta de bienes.

 

7.    Defensa del liberalismo y oposición al socialismo. Los economistas austríacos descreen de una ciencia económica pura y completamente ajena a la naturaleza de la organización económica de la sociedad. No puede haber una teoría económica – entendida un ciencia pura de la asignación de recursos escasos en usos alternativos – válida para cualquier tipo de organización de la actividad económica: planeación centralizada o economía de mercado. El origen de esta postura se encuentra, naturalmente, en la obra de Mises ya mencionada, El Socialismo. Mises sostuvo que la economía planificada no podía funcionar pues en ella era imposible el cálculo económico pues al no existir mercado no podían conocerse los precios que son las señales de la escasez. Escribe Mises:

 

“...el moderno mundo industrial y económico se basa en la posibilidad de calcular. No son sólo los ingenieros quienes calculan; el hombre de negocios también tiene que hacerlo. El cálculo empresarial se basa en que, bajo una economía de mercado, los precios libres no sólo sirven de indicativo al consumidor, sino que además procuran información vital al fabricante, al productor de lo que en cada lugar, ocasión y momento de verdad valen los factores productivos que piensa emplear. (...) sin los precios libres, que sólo el mercado procura, todo cálculo racional resulta imposible”[23]

 

La postura contraria, que en el célebre debate sobre el socialismo se conoció como la solución Lerner-Lange, se remonta a Walras. Para éste la competencias, entendida como la pluralidad de empresarios, era una condición suficiente más no necesaria para el equilibrio. Con un único empresario que actuara racionalmente en función de los excesos de demanda en los mercados de bienes y servicios productivos podría alcanzarse la misma configuración de equilibrio que en un sistema de múltiples empresarios. A partir de esta idea, Lerner y Lange desarrollaron la tesis según la cual un planificador central con la suficiente información sobre las funciones de utilidad y las funciones de producción podía descubrir los precios “sombra” que vacían los mercados. Los austríacos y muchos economistas más negaron la posibilidad de que pudiera recogerse y procesarse el volumen de información requerido para hacer esto en una economía dinámica, en la que las preferencias y las técnicas están cambiando constantemente. Esto puede ilustrarse con otra cita de Mises:

 

“...bajo un régimen socialista, todo depende del saber, del talento y de las virtudes de la autoridad. (...) La humanidad, sin embargo, a lo largo de su dilatada historia, ha acumulado tan enorme acervo de saber, tanto en la esfera científica como en la puramente tecnológica, que resulta imposible a toda mente humana, por poderosa que sea, abordar tal monto de sapiencia. Y luego está la disparidad personal de los individuos, que ni hoy ni nunca resultarán iguales. Hay quienes sobresalen en ciertos aspectos, mientras son nulos en otros; hay quienes descubren cosas inauditas, roturando nuevas sendas; de este modo, la sociedad capitalista consigue continuo progreso tecnológico y económico. En cuanto a uno se le ocurre algo nuevo, pronto encontrará, si su idea es factible, quien goce de suficiente perspicacia para respaldarle. Un osado capitalista, en cuanto prevea el lucro, podrá en marcha el correspondiente proceso”[24]

 

Como corolario de lo expuesto y esto es lo más importante, la solución centralizada sólo es factible en una economía estática sin cambio en las preferencias y las técnicas de producción. El logro de esto último supone necesariamente la adopción de un régimen político incompatible con la libertad.

 

III

Lo expuesto da una visión general aunque incompleta del enfoque austriaco.  En diversa partes de este escrito se ha utilizado el término “enfoque” en lugar de “escuela”. No es accidental, es deliberado. La palabra “escuela” tiene un énfasis sectario en el que no parece conveniente insistir. Como lo señala Hicks, “los austríacos no fueron una secta peculiar, al margen de la corriente principal, sino que estuvieron dentro de ella; eran los demás los que están fuera”[25].  El enfoque austríaco comparte con el enfoque neo-clásico los fundamentos de las teoría del valor. Hay diferencias en aspectos de economía aplicada ciertamente, pero resulta absurdo desdeñar la utilidad de las técnicas marshallianas para el estudio de los mercados concretos o para el diseño de políticas públicas. También carece de sentido menospreciar el logro intelectual que supone la teoría del equilibrio general o la utilidad de las técnicas econométricas para hacer pronósticos que, todo mundo lo sabe, siempre tendrán alcance limitado.  Insistir en estos aspectos y pretender tener el monopolio de la defensa de la libertad y la economía de mercado pueden hacer que la escuela austríaca se convierta en una secta marginal. Ni Böhm-Bawerk, ni Mises, ni Hayek aspiraban a semejante destino.

Bibliografía

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Wieser, Friedrich (1891-1892) “The Theory of Value: A Reply to Professor Macvane” Annals of the American Academy of Political and Social Science. Volume II (1891-1892).

LGVA

Mayo de 2014.




[1] “...la Escuela Austríaca de economía (...) nació oficialmente en 1871 con la publicación de los Grundsätze de Carl Menger”. Huerta de Soto, Jesús. “La escuela austríaca moderna frente a la neoclásica”. Revista de Economía Aplicada. Volumen V, 1997.
 
[2] Bohm-Bawerk. (1891) “The Austrian Economists”. Annals of the American Academy of Political and Social Science. Volume 1, (1891).
 
[3] Wieser, Friedrich (1891-1892) “The Theory of Value: A Reply to Professor Macvane” Annals of the American Academy of Political and Social Science. Volume II (1891-1892).
 
[4] Böhm-Bawerk y Wieser forman lo que Friedrich von Hayek (1899-1992) denomina la segunda generación de la escuela austríaca. La tercera generación estaría integrada por los discípulos de éstos: Ludwig von Mises (1881-1973), influenciado por Böhm-Bawerk, y Hans Mayer (1879-1955), de la línea de Wieser. En la cuarta generación se destacan los nombres de Gottfried Haberler (1900-1994), Fritz Machlup (1902-1983), Oskar Morngenstern (1902-1977), Paul N. Rosenstein-Rodan (1902-1985) y el propio Hayek. Habría una quinta generación integrada principalmente por los discípulos de Mises, principalmente el estadounidense Murray Rothbard (1926-1995) y el británico Israel Kirzner (1930).  El también estadounidense Thomas Sowell (1930), de la Universidad de Chicago es un “austríaco” en muchos aspectos. Deben mencionarse los nombres de los españoles Jesús Huerta de Soto (1956) y Juan Ramón Rallo (1984).  Una descripción de las contribuciones de los miembros de la escuela austríaca de las cuatro primeras generaciones se encuentra en Hayek (1968) “La escuela austríaca de economía” reproducido en Hayek, F.A. (1992). Las vicisitudes del liberalismo. Ensayos sobre Economía Austríaca y el ideal de libertad. Obras Completas, Volumen IV. Unión Editorial, Madrid, 1992. Páginas 47-66.   
 
[5] Mises, L. Epistemological Problems of Economics. Citado en Screpanti E. y Zamagni S. Panorama de historia del pensamiento económico. Ariel, Barcelona, 1997. Página 207.
 
[6] Hayek, F. (1968) “La escuela austríaca de economía” reproducido en Hayek, F.A. (1992). Las vicisitudes del liberalismo. Ensayos sobre Economía Austríaca y el ideal de libertad. Obras Completas, Volumen IV. Unión Editorial, Madrid, 1992. Página 61.  
 
[7] Lionel Robbins (1898 – 1984) fue un economista inglés de la London School quien en los años 30 llevó a Hayek a enseñar en esa escuela. La obra en cuestión es “Ensayo sobre la naturaleza y significación de la ciencia económica” publicada en 1932.
 
[8] Huerta de Soto (1997) página 2.
 
[9] Hayek (1992) página 59.
 
[10] Kirzner, I. (1995). “The subjetivism of austrian Economics” en Meijer, G. Ed. (1995) New Perspectives on Austrian Economics. Routledge, New York, 1995. Páginas 11 – 22.
 
[11] Schackle G.L.S. (1972). Epistémica y economía: crítica de las doctrinas económicas. Fondo de Cultura Económica, México, 1976.
[12] Hayek (1968). “La competencia como proceso de descubrimiento”. Estudios políticos. No 50. Página 2.
 
 
 
[13] Schumpeter, J.A. (1912). Teoría del desenvolvimiento económico. Cuarta edición, Fondo de Cultura Económica, México, 1967.
[14] Kirzner, I. M. (1985). Discovery and the Capitalism Process. The Chicago University Press, Chicago, 1985.
 
[15] Huerta de Soto (1997). Página 6.
[16] Mises, L.V. (1968) Socialismo: análisis económico y sociológico. Centro de Estudios sobre la Libertad. Instituto Nacional de Publicaciones. Buenos Aires, Argentina, 1968.
 
[17] Mises, L.V. Sobre liberalismo y capitalismo. Biblioteca de Economía, Ediciones Folio, Barcelona, 1996. Dos Tomos. Tomo I, páginas 50-51.
 
[18] Rothbard, M. (1985). Hacia una nueva libertad: el manifiesto libertario. Unión Editorial, Madrid, 2013.
 
[19] Citado en Benetti, C. (1990). Moneda y teoría del valor. Fondo de Cultura Económica, México, 1990.
 
[20] Huerta de Soto “La teoría del banco central y de la banca libre”  en Huerta de Soto (2004) páginas 133 – 143.
[21] Mises, L.V. (1996). Tomo II, página 328.
 
[22] Hayek, F. (1978). La desnacionalización del dinero. Biblioteca de Economia, Ediciones Orbis S.A., Barcelona, 1986.
 
[23] Mises, L.V. (1996). Tomo II, página 302.
[24] Ídem, página 300.
 
[25] Hicks (1973) Página 21.

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