Intervención en la Comisión Primera
del Senado de la República sobre la crisis económica del COVID-19
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Lo primero es manifestar mi respeto y consideración
por el Presidente Iván Duque y todo el equipo que lo está acompañando en la
toma de decisiones extremadamente difíciles por la incertidumbre prevaleciente
y por los costos que entrañan, incluso cuando acertadas. No hay decisión sin
costo y toda decisión es una apuesta. Por eso, los que opinamos y proponemos
desde la tranquilidad de nuestras casas, debemos ser prudentes, modestos y
respetuosos con los que llevan sobre sus hombros la carga profesional,
política, emocional y moral de las consecuencias de sus decisiones.
Creo que la prioridad es controlar la expansión de la
pandemia tratando de minimizar los efectos sobre el aparato productivo. Un
contagio descontrolado tendría consecuencias desastrosas sobre la economía.
Pero tampoco es admisible la pretensión de minimizar el contagio a cualquier
costo económico. Toda decisión supone ese arbitraje que la incertidumbre hace
extraordinariamente difícil. Al Gobierno le toca proceder con el método de
“prueba y error”, con el agravante de que cada prueba y cada error puede un
costo en vidas humanas hoy o mañana.
La cuarentena y las otras medidas de contención han
funcionado. La tasa diaria de contagios cayó drásticamente, la tasa diaria de
recuperaciones se ha elevado y cerca de un 90% de los afectados son leves; de
tal suerte que hasta ahora la presión sobre el sistema de salud ha sido mínima.
A la fecha, pasados 63 desde el primer contagio el 6 de marzo, solo se está
utilizando el 2,5% de la capacidad hospitalaria disponible para el Convid 19 y
el 4,3% de las UCI. De no haber intervenido y manteniéndose la tasa de
crecimiento diaria de 15% de mediados de marzo, hoy tendríamos más de 200.000
casos, 8000 requiriendo UCI y otros tantos fallecidos. Ese es el verdadero aplanamiento de la curva
del que tanto se habla.
Ahora bien, el costo económico de la contención ha sido
pavoroso y se incrementará mientras más se prolonguen la cuarentena y las
restricciones a la actividad económica. Se han perdido millones de empleos y
han quebrado miles de empresas. Millones de personas caerán a la pobreza y
millones pasarán de la pobreza a la indigencia. Las medidas de mitigación que
ha desplegado el gobierno, son bienvenidas, por supuesto, pero son
insuficientes para poner remedio al daño que les estamos haciendo al aparato
productivo.
Hay quienes creen que todo se resuelve inyectándole
liquidez a la economía. Las inyecciones de liquidez, por el lado de las
empresas o de los consumidores, que pueden ser un remedio adecuado cuando las
crisis resultan de situaciones de insolvencia que castigan la demanda, son
insuficientes y a la postre nocivas cuando la crisis es consecuencia de la
parálisis del aparato productivo ordenada por los gobiernos. Si de inyectar
liquidez se tratara, la economía de Venezuela sería la más boyante del mundo.
Nadie sabe a ciencia cierta el impacto de la cuarentena
sobre la actividad económica agregada. El Comité de la Regla Fiscal habla de
una caída del 5,5 %, los macroeconomistas de EAFIT pronostican entre – 2,7% y
-5,8%, en fín, el pronóstico de Fedesarrollo, recogido por el Banco de la
República en su Informe al Congreso del 22 de abril, está entre -2,7% y – 7,9%.
Esos rangos tan amplios significan que realmente no sabemos con precisión lo
que va a pasar. Lo único que sabemos es que la contracción de la economía será
grande, mucho más grande que la de la crisis de los años treinta y que de la
crisis de finales de siglo XX.
El asunto ahora es cómo evitar no la contracción de la
economía, que ya la estamos viviendo, sino que esta afecte de forma prolongada
la tasa de crecimiento potencial del PIB con sus graves secuelas sobre el empleo,
la pobreza y la informalidad. La crisis de fin de siglo elevó el desempleo a
más de 20% y tardamos más de doce años en llevar la economía a tasas desempleo
de un dígito. También se dispararon de forma amplia y persistente la pobreza y
la informalidad. Esa situación es el trasfondo económico de la grave crisis
social y política que llevó a las Farc a las puertas de poder, poniendo en
riesgo nuestra democracia y nuestras libertades.
No veo otra forma de evitar que la crisis afecte de
forma duradera el crecimiento potencial de la economía que impidiendo la
mortandad empresarial que ya se está presentando. La actividad económica es
obra de las empresas – grandes, medianas, pequeñas, individuales – que con el
producto de sus ventas en el mercado pagan los sueldos y salarios, las
utilidades, los intereses, los arriendos y los impuestos. Es decir, los
ingresos de todos.
Está bien todo lo que se haga para darle liquidez a
las empresas – créditos, transferencias directas, reducción de impuestos, etc.
– pero nada de eso evitará, si la cuarentena se prolonga demasiado, y
probablemente ya es demasiado, la quiebra de miles de ellas, especialmente las
medianas y las pequeñas.
El subsidio a la nómina, que veo más como una indemnización
por el daño causado, es un esfuerzo por evitar que el ajuste en el mercado
laboral se haga por el lado da las cantidades, la destrucción de empleos, pero
me parece que será insuficiente. El Gobierno debería aprovechar la nueva
emergencia económica para flexibilizar el mercado laboral y permitir que el
ajuste se haga por el lado de los precios, la reducción de los salarios. El
salario mínimo legal debería suprimirse, al menos temporalmente, y declararse
suspendidas todos las convenciones y pactos colectivos de suerte que empresas y
trabajadores puedan negociar las remuneraciones de acuerdo con las condiciones
de sus mercados.
Es una ilusión creer que ese subsidio a la nómina es
un almuerzo gratis. Para financiarlo habrá que endeudarse y esa deuda habrá que
servirla con los impuestos que pagan las empresas y los trabajadores. No me
extrañaría que en la próxima reforma tributaria se esté hablando de un IVA de
25%.
Una reforma tributaria aplastaría una economía sumida
en la recesión. Por eso hay que hacerse a la idea de que es necesario vender
activos de la Nación, incluida una porción sustancial de las acciones de
Ecopetrol. Vendiendo un 40% de esas acciones se tendrían recursos por cerca de
30 billones de pesos suficiente para solventar la crisis sin endeudamiento ni
reforma tributaria. Después de esa venta, la Nación conservaría el 53% de la
Empresa. Eso sería lo responsable por parte del Gobierno.
En todo caso, lo más importante es que, de forma
gradual y con protocolos, por supuesto, se permita la reactivación de todos los
sectores de actividad hasta ahora excluidos, en especial, el comercio
minorista, los bares y restaurantes, las actividades recreativas, los
trabajadores y profesionales independientes y los millones de trabajadores
informales que viven de las ventas callejeras.
Todas esas personas son también empresarios, pues
empresario es todo aquel que asume costos ciertos esperando un ingreso incierto
que depende de sus ventas en el mercado. La indolencia de los que reclaman una
cuarentena indefinida frente a la suerte de toda esa gente procede, quizás, de
la certeza que tienen de recibir como funcionarios públicos un ingreso garantizado
que no guarda relación alguna con su desempeño en el mercado. Eso nubla la
visión haciéndoles creer que el ingreso es algo que se distribuye por la acción
del estado y no algo que se gana por entregar a los demás bienes y servicios valiosos.
La economía es una vasta red de intercambios en la que estamos inmersos todos
prestándonos servicios los unos a los otros y eso es lo que está destruyendo la
cuarentena.
La gente se está alimentando y está atendiendo sus
necesidades básicas por obra de la actividad de las empresas, a pesar de las
múltiples restricciones que están enfrentando. Los productos que llegan a sus
casas los producen las empresas y los ingresos con los que los pagan provienen
también de esas empresas. Pero a la gente se le quiere hacer creer que si come
y malvive es gracias a la acción benevolente del gobierno. La dependencia de
las ayudas públicas tiene efectos deletéreos sobre la autoestima, el sentido de
libertad y la responsabilidad personal y moldea las actitudes políticas de las
personas haciéndolas proclives a las promesas del asistencialismo.
El restablecimiento de la actividad productiva es
importante más allá del aspecto puramente económico. La intervención de los
gobiernos para enfrentar la pandemia es también la más contundente y amplia
supresión del derecho de propiedad y de las libertades económicas y las
libertades individuales más elementales. Hay que restablecer la propiedad
derrocada y todas las libertades y responsabilidades que en ella se fundamentan
antes de que la gente se acostumbre a la servidumbre y que los gobernantes, o
quienes aspiran a serlo, se convenzan de que pueden manejarla como dócil
rebaño.
LGVA
Mayo 8 de 2020.
Excelente. Y estoy completamente de acuerdo con la propuesta
ResponderEliminarExcelente
ResponderEliminarEl país necesita su reactivacion económica inmediata.
me agrada su comentario
ResponderEliminarsolo que no es necesario endeudarse existen otros medios para estar financiados sin tener IVA del 25%, ni vender nuestro patrimonio, tampoco reducir las nominas de los trabajadores de Colombia, etc.
una solución es la siguiente. los representantes y dirigentes políticos se les debe reducirse considerablemente su beneficios salariales y viáticos ya que son representantes de la nación,es decir, empleados al servicio de Colombia