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sábado, 29 de julio de 2023

¿Cómo se eligen los concejales?

 

¿Cómo se eligen los concejales?

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

Las elecciones las gana quien obtiene la mayoría de votos. Esa afirmación, enteramente válida en una votación uninominal, como la de alcalde o gobernador, admite algunos matices en el caso de la elección de cuerpos colegiados, como los concejos municipales y las asambleas departamentales.

Los sistemas electorales para la elección de corporaciones públicas o cuerpos colegiados se dividen en mayoritarios y proporcionales. Los mayoritarios pueden ser uninominales y plurinominales, según que en la circunscripción[1] se vote por uno o varios de los miembros del cuerpo colegiado en cuestión.  En todo caso, en los mayoritarios, el partido que obtiene la mayoría de los votos se lleva todas las curules de la circunscripción. Ese es el caso de las democracias anglosajonas. Otros países, como Francia, tienen sistemas mayoritarios con doble vuelta.

En los sistemas proporcionales se busca que las curules en disputa se asignen de forma aproximadamente proporcional a los votos obtenidos por cada partido o movimiento. Aquí la palabra clave es “aproximadamente”. El grado de aproximación depende de la fórmula electoral, que no es otra cosa que el procedimiento mediante el cual los votos se transforman en curules. 

Hay dos tipos de fórmulas electorales:

  1. La de cociente electoral y residuo mayor, conocida también como la fórmula de Hare, por Thomas Hare, su inventor. Se aplicó en Colombia hasta 2002.  
  2. La de promedio mayor o de los divisores, conocida también como fórmula de D´Hont, por Víctor D´Hont, su inventor. Fue adoptada por el Acto Legislativo # 1 de 2003.

En el sistema de cociente, la votación total se divide por el número de curules a proveer y con ese resultado, llamado cociente electoral, se dividen las votaciones de cada partido. La parte entera de esa división indica el número de curules que corresponde a cada uno de ellos. En caso de que no se asignen todas las curules por cociente, las restantes se asignan a los residuos, empezando por los más altos hasta agotarlas.

El efecto de este sistema es que las curules tienen distintos precios en términos de votos siendo las más caras las que se obtiene por cociente y las más baratas las que se pagan con residuos. Esto incentiva la multiplicación de listas para maximizar el número de curules obtenidas con una votación dada, lo que en la política colombiana se conoce como operación avispa.




Con el método de D´Hont no hay cocientes ni residuos, todas curules tiene el mismo precio en votos y esa es la cifra repartidora. Se calcula así:

  • Se descartan las votaciones de los partidos que no cumplen el umbral[2].
  • Las votaciones de los partidos que cumplen se ordenan de mayor a menor.
  • Luego esas votaciones se dividen sucesivamente por 1, 2, 3, 4 …hasta el número de curules en disputa. El caso del Concejo de Medellín son 21.
  • Los cocientes de esas divisiones se ordenan de mayor a menor. El cociente número 21, en el caso del concejo, es la cifra repartidora.
  • Con esa cifra se divide la votación de cada partido y la parte entera resultante es el número de curules que le corresponde.

Por ejemplo, en las elecciones de 2019 el Centro Democrático obtuvo cerca de 169.000 votos, los cuales, con una cifra repartidora de 24.000, le permitieron alcanzar 7 curules.

Una vez determinadas las curules obtenidas por cada lista, su asignación a los integrantes depende de que sea cerrada o abierta. En listas cerradas se asignan en el orden en que están inscritos los candidatos empezando por el primero y así sucesivamente. En lista abierta dependerá de los votos preferentes obtenidos por cada uno de ellos.

Cuando la lista es abierta el ciudadano puede votar simplemente por la lista, en cuyo caso su voto cuenta para el total de curules, al igual que en la cerrada. Pero tiene la opción de votar por la lista, marcando el logo del partido, y, además, por uno de los candidatos que la integran, marcando el número que lo identifica. En eso consiste el voto preferente. En las listas abiertas, los votos preferentes determinan la asignación de curules al interior de la lista.

En las elecciones para concejo de 2019, la candidata del Centro Democrático que obtuvo más votos preferentes fue Nataly Vélez, con unos veinte mil. El concejal Simón Molina fue segundo, con unos doce mil. El doctor Gabriel Dip obtuvo unos diez mil. Si hubiese sacado menos de siete mil, habría quedado por fuera del concejo a pesar de encabezar la lista.

No es cierto pues el mito urbano según el cual quien encabeza una lista abierta tiene garantizada su elección porque los votos marcados por lista sin indicar preferencia alguna se asignan automáticamente al primer candidato de la lista.

Por eso, si quiere que quien encabeza la lista al Concejo de Medellín por el Centro Democrático salga elegido, marque el logo del partido y el número 01. 

LGVA

Julio de 2023.

 

 



[1] La circunscripción es la división territorial en la que se eligen uno, varios o la totalidad de los miembros del cuerpo colegiado. En los concejos y asambleas departamentales la circunscripción coincide con la totalidad del territorio de cada municipio o departamento. Para la cámara de representantes hay tantas circunscripciones como departamentos tiene el País mientras que el senado se elige en una circunscripción única nacional.

 

[2] El umbral es la votación mínima requerida para participar en la distribución de las curules y es igual a la mitad del cociente electoral.  

lunes, 17 de julio de 2023

Breve historia de la banca central de Colombia

 

Breve historia de la banca central de Colombia

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

Entre los miembros del Congreso de Cúcuta de 1821, principio de nuestra vida republicana, había hombres muy versados en cuestiones económicas, como el caraqueño Pedro Gual y el cartagenero José María Castillo y Rada. Por ello, no es sorprendente que ese Congreso Admirable haya sido muy prolífico en disposiciones pertinentes sobre asuntos fiscales y monetarios, incluida la asignación al poder legislativo de la función constitucional de crear un banco nacional.

Habrían de pasar más de cien años para que la aspiración de los fundadores se convirtiera en realidad con el inicio de operaciones, hasta hoy ininterrumpidas, del Banco de la República, el 23 de julio de 1923. Varios fueron los intentos fallidos de tener un banco emisor cuya importancia comprendían cabalmente los ilustres constituyentes de Cúcuta.

La larga guerra de independencia, con sus terribles arbitrariedades y saqueos, dio lugar a la fuga y al ocultamiento de capitales, empezando así lo que sería el principal problema monetario del siglo XIX: la desaparición, por la inexorable fuerza de la Ley de Gresham, de la moneda metálica de buena calidad o “escasez de numerario”, como lo denominaron un secretario tras otro en sus Memorias de Hacienda.

En 1861, el General Mosquera, con su característica rudeza militar, quiso ponerle remedio implantando un papel moneda de curso forzoso emitido por la Tesorería, el cual tuvo una efímera existencia pues el General quería que fuera aceptado como dinero al tiempo que un empréstito obligatorio que decretó debía ser pagado en pesos de plata. Nadie podía confiar en una moneda cuyo propio emisor no reconocía como tal.  

Fundamental en esta historia es la ley 35 de 1865, gobierno de Murillo Toro, que facultaba al ejecutivo para conceder “al banco establecido en esta ciudad, o a los que en adelante se establezcan (…) hasta por veinte años (…) el derecho de emitir billetes admisibles como dinero en el pago de los impuestos y derechos nacionales, y en general en todos los negocios…”. El banco en cuestión era el Banco de Londres y Sur América, establecido a instancias del gobierno en 1864.

Los banqueros londinenses pronto tomaron las de Villadiego pues, a pesar de esa y otras grandes concesiones, no encontraron muy atractivo permanecer en un pueblo de 40.000 habitantes, capital de un país de dos millones y medio, la misma población de Londres, desparramados en un inmenso territorio sin vías de comunicación.

En 1869 Aníbal Galindo, el más destacado economista colombiano del Siglo XIX, publica su opúsculo “Estudio sobre la organización del Banco de Inglaterra”, que sería fundamental para el diseño del primer banco del País, el Banco de Bogotá, constituido en 1871, al amparo de la mentada ley 35. Se da así inicio al llamado período de Banca Libre con derecho de emisión, durante el cual se fundaron una treintena de bancos en distintas localidades del País.




En 1880, en el primer gobierno de Rafael Núñez Moledo, se crea el Banco Nacional, al que se le entrega el monopolio de emisión.

En su discurso de posesión a su primera presidencia, el 8 de abril de 1880, Rafael Núñez anunció su intención de fundar un establecimiento de crédito público que, “sin vulnerar los derechos adquiridos” y “de consuno con los bancos particulares”, fuera instrumento para el desarrollo de su plan económico. Dos meses después, el 16 de junio, sancionó la ley 35 que autorizaba al ejecutivo para establecer un Banco Nacional, que tendría el derecho exclusivo de emitir billetes “pagaderos al portador de cualquier forma”.

Núñez se distanciaba de los líderes del Partido Liberal - defensores del libre cambio, el patrón oro y la banca libre – y afectaba sus intereses, pues, algunos de ellos, Miguel Samper y Camacho Roldán, eran fundadores y accionistas del Banco de Bogotá, entidad privada creada en 1871, que disfrutaba de algunos privilegios que se entregaban a la nueva entidad; la cual, en palabras de Carlos Martínez Silva, estaba destinada a “derribar de un golpe a los bancos existentes”.

El Banco Nacional nació en medio de la hostilidad de los comerciantes y los banqueros privados que no quisieron suscribir las acciones por un monto equivalente a la quinta parte del capital inicial que les ofreciera el gobierno, el cual tampoco pudo completar su propio aporte patrimonial. No obstante, el banco empezó a funcionar y pudo mantener la convertibilidad de su billete hasta el 19 de febrero de 1886, fecha en la que se decretó el curso forzoso. 



La ley 124 de 1887 fijó en 12 millones el monto máximo de billetes que podían emitirse, pero no había forma de impedir las emisiones clandestinas a las que recurrían los gobiernos para financiar el déficit fiscal. En 1893, el monto de los billetes en circulación se estimaba en 26 millones de pesos, 14 más que lo autorizado.  En 1894, la ley 70 ordenó la liquidación del banco.

Cuando estaba en proceso de liquidación, estalló la revolución de 1895 y el banco continúo emitiendo para financiar los gastos ocasionados por esa nueva guerra civil, llevando la masa monetaria a 31 millones, en enero de 1896. Las emisiones continuaron y se aceleraron en medio de la Guerra de los Mil Días. En 1903, los billetes emitidos por el Banco Nacional alcanzaron la increíble cifra de 910 millones de pesos.  

Banco Central de Colombia, cuya creación fue autorizada por la Asamblea Nacional Constituyente de 1905, fue el nombre del segundo intento de banco emisor en la historia nacional. Su vida fue efímera pues los billetes que ponía en circulación, aunque bellamente impresos en Inglaterra, volvían a su caja el mismo día porque la gente dudaba que al siguiente se garantizara su convertibilidad.

En 1909, el Banco Central perdió condición de emisor y fue transformado en un banco comercial igual que los demás existentes; los cuales habían recuperado, en 1905, su antigua facultad de emitir sus propios billetes, que conservaron hasta 1923, año de la tercera vencida con la fundación del Banco de la República.       

Colombia salió maltrecha y agobiada de Guerra de los Mil Días: cien mil muertos, ingente destrucción de capital físico, inflación de tres dígitos y la pérdida irremediable del Istmo de Panamá, su principal activo natural. Increíblemente, en las tres primeras décadas del Siglo XX, bajo la Hegemonía Conservadora, renació de sus cenizas: se articuló a la economía mundial exportando café; empezó a recibir flujos de inversión extranjera; comenzó su industrialización en Antioquia y avanzó en la creación de un sistema monetario y financiero moderno con la fundación del Banco de la República en 1923. 

La tercera fue la vencida porque hubo un gran consenso entre los dirigentes políticos y financieros y, especialmente, porque el gobierno pudo hacer su aporte de cinco millones de pesos oro, correspondiente al 50% del capital, con parte de los 25 millones de dólares recibidos de Estados Unidos como indemnización por la pérdida de Panamá. Eso permitió que el banco diseñado por la Misión Kemmerer, bajo el régimen de patrón oro, arrancara con solidez.

Nunca en su historia volvería Colombia a tener los servicios de una consultora tan productiva como la encabezada por Edwin Walter Kemmerer. En solo dos meses, la Misión, en la que participó el abejorraleño Esteban Jaramillo, redactó 10 proyectos de ley, con sus respectivas exposiciones de motivos. Uno de ellos se convertiría en la ley 25 de 1923, estatuto orgánico del banco.

En 1931, siguiendo la tendencia mundial que suscitó la depresión económica, el decreto 1683 desmontó el patrón oro; lo que fue ratificado por la ley 82, reformatoria del estatuto del banco, propuesta de la Segunda Misión Kemmerer, contratada por el gobierno de Olaya Herrera. Esta misión también fue fecunda:17 proyectos de ley sobre régimen tributario, crédito público, presupuesto, etc.

Durante las cuatro primeras décadas de existencia del Banco de la República se alternaron años de alta y baja inflación, al vaivén de choques exógenos. La inflación promedio anual de esos años fue del orden de 8% y, en la mayoría de ellos, de un solo dígito, incluso con años de inflación negativa. El hecho es que hasta los años sesenta los cambios en el País pudieron realizarse con la familia original de billetes que tenía el de 500 pesos como el de mayor denominación.





Las cosas cambiaron en 1963 con la creación de la Junta Monetaria integrada por los ministros de hacienda, fomento, agricultura, el jefe de planeación nacional y el gerente del Banco. Se consolidó la tendencia cepalina del emisor como banco de fomento. Los ministros se reunían a repartir la base monetaria entre los sectores económicos que pretendían “fomentar”.

A partir de entonces la política monetaria quedó totalmente sujeta a las necesidades del fisco y Colombia entró en un período de elevada inflación, que se extendió hasta finalizar el siglo XX. En 1963, la novísima Junta se estrenó con una inflación de 33%; el promedio de los 37 años siguientes fue 20%, 31 con doble dígito y superior a 20% en 21 de ellos. La JM monetaria estuvo en funciones hasta 1991.



El mayor logro de la Constitución de 1991 son los tres artículos que consagran la autonomía del Emisor.  Esos artículos son 371, 372 y 373 y disponen lo siguiente:

1.      Se entrega nuevamente el manejo monetario, cambiario y crediticio a la Junta Directiva del Banco de la República.

2.      Se consagra la autonomía administrativa, financiera y técnica del Emisor;

3.      La JDBR se integra con cinco expertos independientes, el gerente del Banco y el ministro de Hacienda;

4.      Se establece que la función principal del Emisor es velar por la preservación del poder adquisitivo de la moneda.

5.      Se prohíbe el crédito directo al gobierno sin la aprobación unánime de la JDBR.

Como resultado de una política monetaria centrada en el control de la inflación y bastante independiente de la política fiscal, la inflación empezó a descender rápidamente desde un nivel de 33%, alcanzado en 1990, y registró un promedio anual de 4,8%, entre 2000 y 2021.

Aunque el crédito directo al gobierno requiere la aprobación unánime de la JDBR y bajo el régimen de autonomía jamás se ha recurrido a esa figura, la política monetaria solo se independiza plenamente de la política fiscal si el gasto público es una fracción pequeña del PIB y la deuda del gobierno absorbe una porción reducida del mercado de crédito. Esos presupuestos están lejos de cumplirse en Colombia donde el gasto público es 35% del PIB y la deuda del gobierno es el 85% del mercado de renta fija.

Es muy inquietante que este gobierno quiera volver a la visión del Emisor como banca de fomento. En la introducción al documento Bases del Plan de Desarrollo se indica lo siguiente:

“…la política monetaria debe favorecer las necesidades de financiación inherentes a la transformación de la matriz energética; por ello, las decisiones de la autoridad monetaria se tienen que coordinar con las políticas de producción y empleo (…) la financiación de los proyectos estratégicos que se proponen en el Plan exige que haya concurrencia de recursos”

La adopción de esta visión supone un cambio constitucional que ya no parece fácil dada la pérdida de mayoría legislativa por el gobierno. No obstante, muy seguramente tratará de imponerla modificando la composición de la Junta hasta someterla al poder presidencial. En ese caso se acabaría la autonomía del banco y su política de inflación objetivo se vendría al suelo. Más pronto que tarde, el país se precipitaría por la senda de la hiperinflación.  

LGVA

Julio de 2023.

 

domingo, 16 de julio de 2023

Un racionamiento posible

 

Un racionamiento posible

 

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

Alfredo Trespalacios Carrasquilla

Ingeniero

 

Un racionamiento de electricidad puede producirse por insuficiencia de capacidad instalada para atender la demanda máxima de potencia o, teniendo suficiente, por falta de combustible para mover las máquinas. En los sistemas hidrotérmicos, como el colombiano, el racionamiento suele ser desencadenado por falta de agua y verse agravado por carencia de combustible – gas, carbón, líquidos – para activar las plantas térmicas que debían suplir la insuficiencia hidráulica. También puede suceder que las plantas térmicas mismas no estén disponibles por falta de mantenimiento. Esas tres circunstancias se combinaron en los tres racionamientos a escala nacional que se registran en la historia del sector eléctrico colombiano desde la interconexión[1].

 

A continuación, se presenta un sencillo ejercicio consistente en simular lo que ocurriría en un día cualquiera en el caso de que se presentara un Niño Fuerte. Los supuestos son los siguientes:

 

·         Capacidad instalada a 30 de junio de 2023.

·         Las térmicas están disponibles y operando óptimamente.

·         Dos escenarios: condición hidrológica normal y Niño Fuerte.

·         El factor de planta[2] hidráulico supuesto es 0.55, el térmico 0.9 y 0.3 para las renovables no convencionales.

·         Niño fuerte provoca la misma reducción porcentual de generación hidráulica que en el Niño de 2015-2016.

·         Día de referencia el de mayor demanda de energía en lo corrido de 2023: 5 de mayo, con 238 Gwh. 

·         Se considera que ante la aparición de El Niño la demanda aumenta 1% por efecto del mayor uso de aire acondicionado.

 


 

 

 

 

Los resultados de la tabla sugieren los siguientes comentarios:

 

1.      En condiciones hidrológicas normales, el parque de generación existente puede atender la demanda diaria con una holgura de 60 Gwh-día, equivalentes al 25% de la demanda.

 

2.      En presencia de un Niño Fuerte, como el de 2015-2016, la holgura cae a 8 Gwh-día, equivalentes a poco más de 3% de la demanda.

 

3.      Es un margen muy reducido pues bastaría con que 500 MW térmicos dejaran de estar disponibles para que la demanda no atendida llegara a 3 Gwh-día. Si al mismo tiempo saliera una unidad de Hidroituango, la demanda no atendida llegaría a 5 Gwh-dia, equivalentes a 2,2% de la demanda. 

 

No puede asegurarse que deba ocurrir un racionamiento en el próximo Niño, pero el riego existe. Ello hace necesario tomar acciones tanto del lado de la oferta como de la demanda.

 

·         Hacer lo necesario para que los proyectos en construcción empiecen oportunamente a su operación comercial.  

 

·         Es importante que las empresas evalúen la situación del parque de generación, en especial del térmico, y la disponibilidad del combustible. Deberían hacerse auditorias en el marco de la reglamentación del cargo por confiabilidad.

 

·         Hay que adelantar desde ahora campañas de uso eficiente y ahorro de energía.  

 

LGVA

ATC

Julio de 2023.



[1] Esos racionamientos fueron: 9 meses  en 1976/1977, 14 meses 1980/1981 y 11 meses en 1992/1993. Véase:  https://luisguillermovelezalvarez.blogspot.com/2022/12/treinta-anos-del-apagon-o-racionamiento.html

 

[2] El término Factor de Planta se refiere al tiempo que puede utilizarse una planta generadora en un período determinado. El año tiene 8760 horas, si un equipo genera durante la mitad de esas horas, su factor de planta es de 50%.  También puede referirse a las 24 horas del día, en cuyo caso, un equipo que funciona 18 horas, tendrá un factor de planta de 75%. Las plantas térmicas tienen más elevados factores de planta pues su disponibilidad depende, principalmente, de la disponibilidad del combustible. El factor de planta utilizado es 55%, que corresponde a un generación hidráulica equivalente al 70% de la generación total.  

martes, 4 de julio de 2023

El show de Petro en La Guajira

 

El show de Petro en La Guajira

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

En 2008, Paul Collier publicó un provocador libro titulado “El club de la miseria”, en el cual, sin miramientos por la corrección política, explica por qué los países con membresía en tan indeseable cofradía se mantienen atrapados en unas condiciones de vida y de muerte similares a las de la Edad Media.

Rasgo característico de esos países es darse gobiernos ineficientes y corruptos y el estar convencidos de que todas sus tribulaciones son causadas por agentes externos, como los antiguos colonialistas y los nuevos imperialistas, que han robado y roban sus riquezas.  Internacionalmente, son limosneros con garrote que exigen y obtienen una ayuda externa – donaciones y créditos blandos condonables – que no ha dejado de crecer a lo largo de los años, pero que siempre resulta insuficiente.

Colombia tiene su propio club de la miseria conformado por Chocó, Cauca, Nariño y La Guajira. Comparten las características del club de Collier: dirigentes políticos mediocres y corruptos, por los que sus habitantes votan una y otra vez, y la convicción profundamente arraigada de que todos los males que padecen son causados por el “abandono del estado” y, a la postre, por los habitantes de otros departamentos más prósperos de quienes reclaman el pago de una supuesta deuda histórica que se remonta al pasado precolonial.  

Tienen casi el 10% de la población y aportan menos del 5% del PIB; por ello, su producto por habitante es muy inferior a la media nacional. Si fueran países soberanos, registrarían cuantiosos déficits comerciales y de cuenta corriente y estarían endeudados hasta el cogote.  La financiación de sus déficits se produce por la vía de las transferencias fiscales, es decir, de los impuestos pagados por los “opresores” que habitan en los demás departamentos. Están atrapados en formas de producción arcaicas, como los resguardos y las tierras comunales. En las presidenciales votaron masivamente por Petro.

La Guajira, miembro conspicuo del club, es campeón de inestabilidad administrativa y corrupción. En lo corrido del siglo ha tenido 15 gobernadores, ocho de los cuales fueron destituidos o condenados por hechos de corrupción, al tiempo que nueve de los quince alcaldes elegidos en 2019 afrontan procesos por corrupción administrativa. Un 65% de los ingresos de La Guajira proviene de transferencias nacionales, en Riohacha la dependencia es del 85%.

Obviamente el show montado por Petro no resolverá los problemas de La Guajira que se remontan al origen mismo de la República. El Congreso de Cúcuta de 1821, con el propósito de “fomentar la miserable provincia de Riohacha”, les concedió a sus habitantes la gracia de no pagar ningún tributo durante 10 años.

El show tiene el propósito de desviar la atención de los escándalos de financiación ilegal de la campaña electoral, de la corrupción que cunde en todo el gobierno, de la ineptitud de sus funcionarios y del comportamiento indecoroso del presidente. También sirve, por supuesto, para reavivar un entusiasmo de los votantes del club de la miseria que se traduzca en una mejora en las encuestas.

LGVA

Julio de 2023

lunes, 3 de julio de 2023

Reflexiones en el día del economista

 

Reflexiones en el día del economista*

(Para mis alumnos de Pensamiento Económico de EAFIT)

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

I

La economía ha sido definida de diversas formas. Una de las definiciones más aceptadas y conocidas es la de Lionel Robbins[1]  para quien la economía es “la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios escasos que tienen usos alternativos”.  Si los medios son escasos y múltiples los fines, es preciso elegir. De ahí que la economía sea – como lo precisa Robbins – una ciencia de la elección en condiciones de escasez. Esta definición incluye tanto las decisiones del individuo aislado – Robinson en su isla antes de la aparición de Viernes – como la de grupos de individuos que viven en comunidad.

El hombre es el único ser vivo que no se adapta instintivamente al medio. No puede hacerlo porque ello no está en su naturaleza. Para sobrevivir el hombre tiene que pensar, hacer uso de la razón. En la identificación de los objetivos y de los medios para alcanzarlos, el hombre se ve obligado a conocer, es decir, a descubrir las propiedades del mundo natural. Pero el hombre, lo sabemos desde Aristóteles, es un animal social. Sólo los dioses o los barbaros pueden vivir aislados, señala el Estagirita.  La existencia de grupos humanos a lo largo de toda la historia de la humanidad es prueba de que el hombre no puede vivir sólo. Para sobrevivir, el hombre debe cooperar.

El problema de la elección tiene pues dos dimensiones. La que tiene que ver con la relación cognitiva del hombre con la naturaleza y la que tiene que ver con su relación de cooperación con sus semejantes. Pero esta separación es puramente analítica: las formas de cooperación inciden en el avance del conocimiento y el avance del conocimiento transforma las modalidades de la cooperación[2]. En términos de los griegos, la primera dimensión da lugar a la filosofía natural  y la segunda a la filosofía política.

II

A lo largo de la historia, la cooperación[3] social ha tenido, y las tiene en la actualidad, múltiples manifestaciones o formas concretas que pueden agruparse en tres grandes categorías, a saber:

Cooperación voluntaria. Los individuos miembros del grupo comparten un objetivo común y para alcanzarlo aceptan voluntariamente determinadas reglas que fijan obligaciones y derechos. Seguramente entre las primitivas comunidades humanas existió esta forma de asociación. Los gremios de artesanos o comerciantes de la edad media – las Guildas – clasifican también dentro de este grupo; al igual que las comunidades imaginadas por Fourier – los Falansterios -  donde los individuos trabajarían voluntariamente según sus capacidades  y distribuirían en el producto según sus necesidades. Las cooperativas, al menos las que operan bajo el concepto inicial de los pioneros de Rochdale, las comunidades hippies de los años 60, algunas comunidades religiosas y las familias son otras de las formas de la cooperación voluntaria.

Cooperación jerárquica y coactiva. En este caso el grupo social está escindo por lo menos en dos subgrupos: el que define los objetivos de la cooperación y las obligaciones y derechos de los participantes y el otro o los otros subgrupos  que las acatan en razón de la coacción sobre ellos ejercida. La coacción puede tener múltiples formas: ideológica, religiosa, consuetudinaria, jurídica, reglamentaria y, por supuesto, la violencia: efectiva o potencial. Dentro de esta categoría caen pues un gran número de instituciones que abarcan desde sistemas sociales completos – esclavismo, feudalismo, etc. – hasta organizaciones como las fuerzas militares, los equipos deportivos, las empresas y las asociaciones delincuenciales. De hecho, los estados modernos son una modalidad de esta forma de cooperación.

Cooperación libre, espontánea y no – teleológica.  Existe, finalmente, una forma particularmente extraña y sorprendente de cooperación. Al contrario de lo que suele ser  la cooperación voluntaria; ésta es espontánea y no-deliberada. Adicionalmente, los individuos que en ella participan tienen sus propios objetivos y como grupo carecen de un objetivo común. Los objetivos individuales pueden ser contradictorios. Como los recursos son escasos  puede haber conflicto por su uso. Sin embargo, esta cooperación es posible cuando los individuos se reconocen mutuamente como libres, es decir, dueños de su propio ser; como propietarios, es decir, dueños del producto de su trabajo o de lo obtenido libremente de otros; y como conocedores indiscutibles de aquello que les conviene.

III

Este es un tema fundamental. Es preciso detenerse un poco más en su comprensión. Bajo las formas de cooperación voluntaria o jerárquica existe claridad en cuanto al objetivo de la acción humana y sobre los medios para alcanzarlo. No importa que el objetivo sea utópico o alcanzable o que la distribución de obligaciones y derechos se justa o injusta. Lo que importa es que hay un esfuerzo racional y deliberado por tener coherencia entre objetivos y medios.

No ocurre lo mismo con la que hemos denominado “cooperación libre, espontánea y no – teleológica”.   Aparentemente, ésta,  tal como ha sido definida, es todo lo contrario a una cooperación. Imaginemos por ejemplo una empresa donde cada uno de los empleados decidiera sobre el uso de los medios puestos a su disposición de acuerdo con sus propios intereses y propósitos sin atenerse a un plan y a unos objetivos preestablecidos. ¿Cuál sería el resultado? Probablemente el caos.

Sin embargo, lo que los economistas han tratado de demostrar, prácticamente desde los inicios de la disciplina, es que en esa gran empresa que llamamos sociedad económica, la Gran Sociedad, para utilizar un expresión de Adam Smith,  esa forma de cooperación – donde los individuos actúan según sus propios intereses y deciden de manera descentralizada sobre el empleo de sus medios sin ajustarse a un plan u objetivo común preestablecido -  no sólo no conduce al caos sino que conduce a un empleo eficiente de los recursos económicos y que, probablemente, es la única forma de cooperación que garantiza la existencia y el progreso de esa Gran Sociedad.

Kenneth Arrow lo ha expresado de la siguiente forma:

“…la noción de que un sistema social movido por acciones independientes en búsqueda de valores diferentes es compatible con un estado final de equilibrio coherente, donde los resultados pueden ser muy diferentes de los buscados por los agentes; es sin duda la contribución intelectual más importante que ha aportado el pensamiento económico al entendimiento general de los procesos sociales”[4]

Esa forma de cooperación o, mejor, de interacción social, es lo que los economistas han denominado proceso de mercado o, simplemente, mercado; y su entendimiento es el objeto fundamental de la economía hoy y en sus orígenes. James Buchanan, premio nobel de economía en 1986,  ha definido la economía como “la ciencia de los mercados o las instituciones de intercambio”[5]. La historia del pensamiento económico es el estudio de los esfuerzos intelectuales por comprender el funcionamiento de los mercados.

IV

Las formas de cooperación descritas han coexistido a lo largo de la historia de la humanidad y coexisten actualmente. La teoría económica contemporánea se ocupa de todas ellas aplicando en buena medida el instrumental desarrollado para el análisis del mercado[6]. Ahora bien, aunque el mercado y el dinero son creaciones humanas cuyos orígenes se pierden en las profundidades del pasado[7],  sin embargo, la reflexión sistemática sobre ellas es un acontecimiento relativamente reciente y probablemente asociado a la generalización del comercio hacia finales de la Edad Media. Esto no tiene nada de sorprendente: el mayor descubrimiento de la humanidad, el lenguaje, es probablemente tan antiguo como el hombre mismo, no obstante lo cual la lingüística científica es un producto del siglo XIX[8].

Naturalmente, la aparición de una reflexión sistemática sobre el mercado y moneda supuso, además, de un grado determinado de desarrollo de las relaciones mercantiles y pecuniarias, existencia de reflexiones previas sobre el mismo objeto enmarcadas en una reflexión sobre un objeto más general del cual lo económico o lo mercantil era sólo un aspecto.

Específicamente, entre los griegos, como veremos, lo económico hace parte de la reflexión sobre la sociedad política. Esta tradición, que se inaugura con Platón y Aristóteles,  se mantendrá hasta los albores de la modernidad. En las obras de Hobbes y Maquiavelo, creadores de la ciencia política moderna, persiste la concepción aristotélica según la cual “la moneda es un objeto fundamentalmente político”[9] y que en consecuencia lo económico está subsumido en lo político. Por ello, como lo ha señalado Carlo Benetti, el proyecto científico de la economía en el siglo XVIII[10] implicaba suprimir la relación entre el valor de la moneda y la voluntad del Príncipe. Es decir, hacer de la moneda un objeto económico gobernado en su valor por “leyes naturales”. Esto está planteado con más claridad que en ningún otro autor en la obra de Ferdinand Galiani:

“…puesto que el precio es una medida de la fatiga de la gente, es ella quien lo determina; y si el Príncipe fija  el precio de algunas cosas y quiere que se respete, está obligado a conformarse con la medida del pueblo; de lo contrario, o no se aplica este precio, o decae la industria, y, en ambos casos, el Príncipe no logra su objetivo”

Desde entonces y hasta ahora la economía no ha buscado otra cosa que demostrar que:

“…..no sólo (la moneda) sino todas las cosas en el mundo, sin ninguna excepción, tienen su valor natural que deriva de principios ciertos, generales y constantes, que ni el capricho, ni la ley, ni el Príncipe, ni ninguna otra cosa pueden violar estos principios y sus efectos” [11]

V

Es conveniente recopilar lo expuesto hasta este punto:

1.    El problema central de la ciencia económica es describir el funcionamiento de una economía descentralizada, es decir, conformada por individuos independientes y especializados que actúan movidos por sus propios intereses sin tener un objetivo común previamente establecido, y demostrar que el resultado obtenido, que puede ser muy diferente del buscado por los agentes, garantiza la compatibilidad y coherencia de las acciones individuales en búsqueda de sus propios propósitos. Este es el proyecto científico de la economía en el siglo XVIII y en la actualidad.

 

2.    Eso es lo que hace interesante la economía y lo que permite su pretensión de ser un discurso científico sobre la sociedad, es decir, un discurso con objeto y métodos propios. Si se tratara simplemente de describir el funcionamiento de una sociedad jerárquica o de una pequeña comunidad en donde los participantes acordaran deliberadamente los objetivos de la acción común y definieran también deliberadamente las obligaciones y derechos de cada uno de ellos; habría espacio para la sociología, el derecho, la historia, la teoría política o las disciplinas de la organización más no para la economía como ciencia teórica.

 

 

3.    Las relaciones entre los individuos se van concebir como relaciones de intercambio: los individuos que conforman la sociedad económica son gentes que cambian “cosas”. Naturalmente, se trata de “cosas” útiles y escasas. Y deben cambiar o bien porque están especializados en la producción de ciertas “cosas”, no de todas; o porque las que poseen como un don gratuito de la naturaleza[12] – el maná que cae desde el cielo sobre los israelitas – no se adaptan a priori a sus necesidades. En ambos casos el problema que se plantea entonces es el de la determinación cuantitativa de las relaciones de intercambio. Por ello puede decirse que la economía estudia las relaciones sociales que tienen una expresión cuantitativa.

 

4.    Hasta el siglo XVIII la reflexión sobre lo económico carece de un estatus científico propio[13]. Está subsumida, por así decirlo, dentro de la reflexión general sobre la sociedad política. Lo económico es, desde Aristóteles, un aspecto de la filosofía o la ciencia política. En el marco de filosofía política el dinero – la expresión por excelencia de las relaciones sociales cuantitativas - es un objeto esencialmente político. Una convención, creación del soberano cuyo valor depende de la voluntad de éste. Por ello, para el proyecto científico de la economía en el siglo XVIII es fundamental desvincular el valor de dinero de la voluntad del soberano pues de otra forma, al depender en definitiva la coherencia global del sistema de la virtud del soberano, la idea de una sociedad económica que se auto-regula se derrumba por completo.

 

5.    La economía adoptará un enfoque analítico inaugurado por Smith consistente en buscar primero la determinación de los precios de las mercancías en una economía sin moneda e introducir luego la moneda y determinar su valor mediante la aplicación de principios esencialmente análogos a los que rigen el valor de las mercancías.

VI

El enfoque de la economía –el que Carlo Benetti ha denominado Hipótesis de la Nomenclatura – tiene, como se indicó en la nota 13, dos variantes, a saber:

·         La de teoría de los precios de producción que también se conoce como economía clásica y dentro de la cual se incluyen las contribuciones de Smith, Ricardo, Marx y, modernamente, Sraffa y sus discípulos[14], y  a la de algunos economistas antecesores de Smith, en especial la llamada Escuela Fisiocrática. La característica fundamental de este enfoque es suponer conocidas las técnicas de producción empleadas y postular como regla de distribución del producto la uniformidad de la tasa de beneficio entre las diferentes ramas de actividad.

 

·         La teoría del equilibrio general que también se conoce como economía neo-clásica y dentro de la cual se incluyen las contribuciones de Walras, Jevons, Menger, Edgeworth, Pareto y prácticamente las de todos los grandes economistas del siglo XX - Samuelson, Arrow, Debreu, Koopmans, Hicks, etc. Este es, por así decirlo, el enfoque dominante tanto en la economía académica como en la en la economía aplicada. Su característica analítica fundamental es suponer como dadas las dotaciones iniciales de recursos, la preferencias de los consumidores y la posibilidades de producción de las empresas y asumiendo la regla de maximización - de la utilidad para los consumidores y del beneficio para las empresas – determinar simultáneamente la asignación de los recursos, las cantidades producidas y los precios de todos los bienes y servicios.

 Los textos de historia del pensamiento económico mencionan una serie de “escuelas” dando así la impresión de que los economistas se dividen en sectas de la misma forma que los creyentes de una religión o los partidarios de una ideología. Se habla así de la “escuela de la elección pública”, de los “monetaristas”, de los “keynesianos”, de los “institucionalistas”, de los “austríacos” y sabe Dios qué más.

Eso son puros nombres que simplemente resaltan el énfasis analítico de un grupo de autores o una especial simpatía por los temas o el método de trabajo de algún economista o grupo de economistas destacados. Pero en lo que se refiere al núcleo central de la economía – la descripción de un sistema social descentralizado mediatizado por relaciones cuantitativas – no puede haber diferencias. Así entendida, en  economía no hay sino dos escuelas: la de los que saben y la de los que no, como dejó dicho lapidariamente Maffeo Pantaleoni[15].

VII

Surge naturalmente una pregunta: ¿Qué significa saber economía?

Indirectamente he estado tratando de decirlo todo el tiempo y he estado tratando de explicar la importancia del estudio de la historia del pensamiento económico en la formación de ese saber. Voy a encarar ahora nuevamente el tema desde una perspectiva más subjetiva: desde la forma en que entiendo mi labor docente en este campo.

Cuando enseño pensamiento económico estoy enseñando economía, tanto o más que el profesor de micro o el de comercio internacional. La enseñanza de la economía, como la de cualquier ciencia, tiene dos aspectos o dimensiones que conviene distinguir.

La primera es la que podríamos llamar “vocacional” o propiamente técnica, la que capacita al aprendiz para el ejercicio de una función en el marco de la división del trabajo. Su contenido está integrado por lo necesario para la práctica corriente del oficio, por lo que se sabe o se cree saber es la mejor forma de ejecutarlo. Esta enseñanza debe ser, por supuesto, precisa, rigurosa y situada en la frontera de saber técnico adquirido en la disciplina en cuestión.  El cómo llegó  saberse lo que se sabe, cuáles fueron los errores o imperfecciones que se superaron en la construcción de ese saber es algo que carece de toda importancia.

Carece de importancia incluso abrumar al alumno hablándole de las limitaciones o debilidades que tiene el conocimiento actual. El operario de una máquina impresora del siglo XXI no necesita saber nada de las prácticas de los operarios que trabajaban en el taller de Gutenberg. En este caso lo que importa es capacitar al aprendiz en lo más avanzado de su práctica para que ejerza sus habilidades de la forma más eficiente en el mundo de hoy. Aquí la educación es certeza y precisión. Adquisición de  algo, no el reconocimiento de algo ausente.  

Pero hay un segundo tipo de enseñanza cuya descripción es un tanto más problemática. No es una enseñanza de las certezas; es más bien el aprestamiento en una cierta forma de pensar que posibilita, dentro de cada campo, el reconocimiento del saber como carencia, como algo ausente pero que puede ser aprendido. Es una capacitación en el interrogar. Pero no en un interrogar cualquiera, sino en un interrogar definido por una problemática y por un lenguaje. Esta última palabra me lleva a una analogía útil empleada por Oakeshott[16].

Se trata de la distinción entre un “lenguaje” y una “literatura” o “texto”. Lo primero es una manera de decir – o de pensar- lo segundo es lo dicho en ese lenguaje – o lo pensado en esa forma de pensar. Saber un idioma no significa conocer todas las palabras que lo conforman ni saber música significa conocer todas las obras del repertorio. Saber el idioma o el lenguaje posibilita construir los textos o las literaturas. No creo que exista campo mejor que el estudio de las grandes obras del pasado remoto, del pasado reciente y las actuales para aprestar a los alumnos en la problemática y el lenguaje de la economía, es decir, en la forma de interrogar que le es propia y que la diferencia de otros saberes.

Pero esto no ocurre sólo con la economía. Los grandes físicos del presente, como Stephen Hawking, leen su Maxwell, su Einstein, su Newton.  Cuando enseño a Smith o a Ricardo me siento como un maestro de música que está enseñando a su alumno a interpretar su instrumento o a componer, valiéndose, por ejemplo, de una obra de Bach. Ciertamente le estoy enseñando a Smith, pero, sobre todo, le estoy enseñando el lenguaje de la economía.

Hay otro aspecto que me parece especialmente importante en la enseñanza de la historia del pensamiento. Es lo que tiene que ver con la formación del economista como intelectual. Personalmente me veo como un intelectual: es decir, como alguien que se preocupa, se interroga y que discurre - con un lenguaje, el de la economía -  sobre la vida social, sobre la acción humana. Los grandes economistas del pasado y los grandes economistas del presente fueron y son intelectuales.  Keynes escribió, hablando de su maestro Marshall, que en la formación del economista intervenía una rara combinación de saberes: la historia, la estadística, un poco de matemáticas, algo de filosofía, de ciencia política y, por supuesto, de teoría económica. Es decir la formación de un intelectual[17].  No todos los economistas son intelectuales. Se puede ser economista, incluso muy competente, sin tener esa condición. Pero si se la tiene, mucho mejor. La historia del pensamiento es para el economista un campo privilegiado para acercarse a la condición de intelectual.

La economía es la hija predilecta de la filosofía liberal[18], desde su nacimiento y en la actualidad. La filosofía liberal y su hija predilecta nacieron en lucha contra el absolutismo, contra las concepciones teocráticas del estado y el poder,  contra la intolerancia religiosa,  y contra las restricciones medievales y mercantilistas a la actividad comercial. Esa lucha continúa hoy. Las concepciones según las cuales la sociedad es una organización que puede diseñarse racionalmente y gobernarse al antojo de sus diseñadores no han desaparecido y probablemente no desaparezcan jamás. La economía liberal se opone radicalmente a esa visión. No me cabe la menor duda de que la comprensión de ese aspecto militante de la economía es fundamental. La historia del pensamiento económico es un medio privilegiado para transmitir a los futuros economistas ese contenido militante de nuestra disciplina.

LGVA

Julio de 2023

 



* Desde hace tiempo he querido publicar un artículo a propósito del día del economista. Me parece pertinente compartir un versión de la lección inaugural del curso de Pensamiento Económico que impartí durante 10 años en la Escuela de Economía de la Universidad EAFIT. Resume mi visión de la economía y de lo que creo es el papel de la historia del pensamiento económico en la formación del economista.

 

[1] Lionel Robbins (1898-1984).  Economista inglés que dirigió  durante muchos años el departamento de economía de la London School Of Economics.  Su obra más reconocida es Essay on the Nature an Significance of Economic Sciencie de 1932, donde formuló la famosa definición

 

[2] El de la relación entre el conocimiento y las formas de cooperación es un problema fundamental que ocupa un lugar central en la obra de pensadores tan opuestos como Marx y Hayek.  

 

[3] Por cooperación se entiende la acción humana desarrollada en común independientemente de la forma en que se establecen las reglas de la cooperación – obligaciones y derechos – o cómo se defina el objetivo de la misma.

[4] Arrow, K. J.  y Hahn, F.H. (1971, 1976). Análisis General Competitivo. Fondo de Cultura Económica. Página 14.

 

[5] Buchanan (1975). The Limits of Liberty. Between Anarchy and Leviathan. The University of Chicago Press. Página  19.

 

[6] Así, por ejemplo, Oliver Williamson recibió el nobel de economía en 2009 por sus análisis de sobre la empresa. Elinor Ostrom fue también premiada ese mismo año por sus trabajos sobre la cooperación voluntaria. En fin, Gary Becker, quien recibió en nobel en 1992, tiene entre sus contribuciones el análisis económico del crimen y de las relaciones familiares.

 

[7] Ya en el Antiguo Testamento se encuentran descripciones del intercambio mercantil. También el la Ilíada y la Odisea.

 

[8] Esto de acuerdo con la convención que hace de Saussure el padre de la lingüística moderna.

 

[9] Benetti, C. (1990) Moneda y teoría del valor. Fondo de Cultura Económica, México. Página 59.

 

[10] Para decirlo una vez más en la palabras de Benetti ese proyecto consiste en “demostrar que una sociedad, compuesta por individuos que, en búsqueda de su interés personal, actúan independientemente unos de otros a partir de las indicaciones que les proporciona el mercado, puede alcanzar un estado de coherencia o de cohesión global caracterizado por la compatibilidad recíproca de las acciones individuales. Ésta es, en síntesis, la tarea principal de la teoría del valor” Benetti (1990) página 58.

 

[11] Galiani (1751). Della Monetta. Citado por Benetti (1990), página 59.

 

[12] Esto da lugar a las dos grandes variante de la teoría del valor: el las teorías de la producción  (Smith, Ricardo, Marx, Sraffa, etc.) y el de las teorías del intercambio (Jevons, Marshall, Walras, Debreu, Arrow, etc.).

 

[13] Una disciplina alcanza un estatus científico cuando tiene un objeto de estudio propio y métodos de investigación aceptados una comunidad intelectual.

 

[14] Piero Sraffa (1898-1983) es un economista italiano que desarrolló su trabajo académico en la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Gran conocedor de la obra de Ricardo cuyas obras completas recopiló y editó en los años cincuenta del siglo XX. En 1960 publicó un pequeño libro titulado Production of Commodities by Means of Commodities en el cual presenta un reformulación de la teoría ricardiana de los precios de producción. Su obra tuvo un gran impacto en los años sesenta y dio lugar a una gran polémica, conocida como Debate sobre la teoría del capital,  en la que participaron algunos de los más destacados representantes de la profesión. El enfoque de Sraffa tiene influencia en algunos centros académicos de Italia, Francia e Inglaterra.  

 

[15] Maffeo Pantaleoni (1857 – 1824).  Economista italiano que trabajó en la línea de equilibrio general dejando una obra notable llamada I principi di economia pura (1898). 

[16] Michael Oakeshott.  “El estudio de la política en una universidad”. En El racionalismo en la política y otros ensayos. Fondo de Cultura Económica, México, 2000. Las reflexiones de esta parte están inspiradas en este artículo.

 

[17] Keynes añadía a su bagaje un gran conocimiento de literatura, arte y antigüedades.

 

[18] Véase: Alvarez, Andrés  y Hurtado, Jimena. (2010). “Amenazas y ventajas de la enseñanza de la Historia del Pensamiento Económico hoy” en Lectura de Economía. No 73. Universidad de Antioquia.