Treinta años del apagón o racionamiento de 1992*
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista
El racionamiento obligatorio o administrativo de
energía eléctrica, como cualquier otro, surge de la escasez, pero es
especialmente notorio, tanto por las circunstancias que lo originan como por la
dimensión de sus impactos. La escasez del racionamiento es súbita y, para la
mayoría de la gente, totalmente inesperada. Adicionalmente, esa escasez se hace
sentir de forma amplia y generalizada, sin respetar, en principio,
circunstancias particulares de condición económica o social. No hay nada más
democrático e igualitario que un racionamiento de electricidad, su
efecto impacta a toda la sociedad independientemente de las condiciones
socio-económicos de las personas, tanto empresas como hogares padecen por la
ausencia de este bien primario.
Antes de la
interconexión eléctrica nacional a finales de los años sesenta y principios de
los setenta, los racionamientos de energía eran localizados en los cinco
subsistemas eléctricos existentes en el País. Bien podía ocurrir que en los
departamentos de la Costa Atlántica o en el Valle del Cauda se estuviera
racionando, mientras los que los embalses de Cundinamarca o de Antioquia tenían
vertimientos. La interconexión permitió
superar esa grave ineficiencia y otras inherentes a los sistemas eléctricos
aislados, pero dio lugar a nuevos problemas, entre ellos el de la aparición de
los racionamientos de escala nacional.
Con la interconexión nacional aparece la planeación
integrada de la expansión de la capacidad y la operación integrada de las
centrales existentes. Lo primero significa que las nuevas plantas se construyen
para atender el crecimiento de la demanda nacional y, lo segundo, que las
plantas existentes se operan conjuntamente para abastecer la también la demanda
nacional. Si las cosas marchan bien, todo mundo sale ganando; pero cuando hay
fallas en la expansión o la operación se afecta a todo el País en la forma de
racionamiento. Así, el riesgo racionamientos que afectan a todo o gran parte
del País, aparece en marzo de 1972, con la entrada en operación de la red
central de interconexión, que conectaba los subsistemas de Oriente, Centro y
Occidente del País.
Antes del de 1992, el País había padecido dos
racionamientos de escala nacional; el primero, durante los últimos meses de
1976 y los primeros de 1977, y el segundo, desde diciembre de 1980 y casi todo
1981[1]. En
ambos casos la intensa sequía fue el factor detonante y en ambos la situación
se vio agravada el atraso en la entra en operación de grandes proyectos hidroeléctricos
y la indisponibilidad del parque térmico, que hizo muy vulnerable el sistema
ante hidrologías criticas o contingencias técnicas.
El racionamiento de 76/77 se desencadenó, en efecto,
por una fuerte sequía y se vio agravado por el colapso técnico de la Central
Hidroeléctrica de Caldas (190 MW), que disminuyó su generación en 85% durante 4
meses. Además, Chivor I (500 MW) llevaba un atraso de 15 meses en septiembre de
1976 cuando fue decretado el racionamiento. Por otra parte, Guatapé (560 MW),
ya terminada, no pudo entrar en operación oportunamente por demora en el
llenado del embalse a causa de las movilizaciones promovidas por sus
opositores. Inicialmente, el racionamiento afectó los departamentos de Caldas,
Quindío, Risaralda, Huila, Tolima y Valle del Cauca. Posteriormente se extendió
a el Oriente – Cundinamarca, Boyacá y los Santanderes – y al sistema de EPM,
para poder realizar exportaciones de energía a los departamentos de Occidente
cuya situación era muy penosa. El racionamiento, en general, fue de 10 horas
diarias en el sector residencial, pero en algunos meses alcanzó 13 horas en el
Valle del Cauca. El racionamiento terminó con la llegada de las lluvias en
abril y la entrada en operación de Chivor I.
El racionamiento de 80/81 comenzó como un
racionamiento de potencia ocasionado por la salida de la central San Jorge a
causa de un incendio; al mismo tiempo que se realizaban mantenimientos
preventivos en unidades térmicas destinadas a la atención de picos de demanda.
Entre septiembre y octubre de 1980 se racionó el 18% de la demanda máxima. En
noviembre, la disminución de las reservas de regulación multianual conjugada
con el atraso de Chivor II (500 MW) y San Carlos I (500 MW) dio paso a un
racionamiento de energía que se extendió hasta diciembre de 1981. Para evitar
el racionamiento por el atraso de los grandes proyectos, se había aprobado la
realización de un plan de emergencia consistente en la instalación de cuatro
unidades térmicas a carbón de 66 MW cada una y una a gas de 100 MW. Por
problemas financieros el plan no se ejecutó y el racionamiento fue inevitable
afectando especialmente al Oriente y a las electrificadoras del ICEL y CORELCA.
El racionamiento terminó con la entrada de los grandes proyectos[2].
Aunque esos dos racionamientos causaron perjuicios
económicos e incomodidades, no llevaron a un cuestionamiento a un
cuestionamiento del modelo del sector eléctrico y, mucho menos, causaron una
gran reacción social o política. Otro fue el caso de racionamiento de 92/93,
conocido como el apagón, que dio lugar a un cambio normativo e institucional
que sacudió el sector eléctrico desde sus mismas bases.
Entre el 2 de marzo de 1992 y el 7 de febrero de 1993,
el país estuvo sometido a un racionamiento forzoso de electricidad. Durante 343
días, el servicio de los usuarios residenciales, comerciales y oficiales se
interrumpió hasta 10 horas diarias, en el período de mayor intensidad. A la
industria se le racionó mucho menos. Se racionaron 2.400 GWh, equivalentes a
15% de la demanda.
En la aplicación del racionamiento se buscó limitar el
impacto al sector productivo, lo que permitió que, en 1992, el PIB creciera 4%.
No obstante, su elevada concentración en el sector residencial elevó su costo en
términos de confort y bienestar, El racionamiento o, mejor, el apagón, como se
le denominó en esa época, fue el catalizador del proceso de reformas y
transformaciones del sector eléctrico que, siguiendo los lineamientos
establecidos en la Constitución de 1991, se desencadenaría con la expedición de
las leyes 142 y 143 de 1994, que aún conforman, con cambio menores, el marco
legal del sector.
Inmediatamente después de que fuera decretado el
racionamiento, el gobierno del Cesar Gaviria y las entidades de control –
Procuraduría y Contraloría – desataron una amplia cacería de brujas contra
directivos y técnicos de las empresas eléctricas y funcionarios y ex –
funcionarios gubernamentales relacionados con el sector eléctrico. Entre
directivos, técnicos y funcionarios públicos, fueron 72 las personas acusadas
de ser responsables del “apagón”; 17 de ellas destituidas por el presidente
Gaviria y todas sometidas a investigaciones administrativas y fiscales de las
que finalmente salieron airosas. No obstante, entre la gente quedó la sensación
de que el racionamiento había sido causado por las acciones o las inacciones de
un grupo de funcionarios ineptos y corruptos. Las cosas son mucho más
complejas.
El factor detonante del racionamiento fue la
hidrología extremadamente pobre que se presentó en 1991 y 1992, a causa del
Fenómeno de El Niño. Este fenómeno climático, que se presenta cada 3 ó 7 años,
se caracteriza por un calentamiento excepcional del Océano Pacífico Sur que
debilita o cambia la dirección de los vientos Alisios alterando el régimen de
lluvias de los países de América Latina, especialmente los que tienen costa
sobre el Pacífico, Colombia entre ellos.
Una hidrología pobre no conduce necesariamente a un
racionamiento si se dispone de mayor capacidad de generación hidráulica y/o de
un buen respaldo de generación térmica, capacidad instalada disponible y
combustible para mover las máquinas. En 1992, estas dos circunstancias - que
habría evitado el racionamiento o lo habrían hecho mucho menor – brillaron por
su ausencia.
En efecto, al igual que en los de 76/77 y 80/81, al
momento de decretarse el racionamiento de 92/93, el Guavio, un proyecto de 1260
MW presentaba un atraso de seis años. Con la operación de dos de las cinco
unidades del Guavio se habría cubierto ampliamente la demanda racionada También
se habría evitado el racionamiento con poco menos de 400 MW térmicos operando a
plena carga.
A principios de 1992, el sistema eléctrico contaba
con 18 plantas térmicas que sumaban una capacidad nominal de 2.139 MW, el 22%
del total. Varias de esas plantas presentaban problemas de obsolescencia que
era conocidos hasta el punto de que en 1988 se había diseñado un Plan de
Recuperación de Unidades, que nunca se ejecutó. El hecho es que la capacidad
efectiva del parque térmico solo era de 63% al inicio del racionamiento, ha
debido ser de 75% de haberse ejecutado el plan. Esos 250 MW habrían permitido suplir
poco más de 80% del déficit.
Llegados a este punto, hay que responder dos
preguntas: ¿por qué se atrasaron los grandes proyectos hidráulicos? y ¿por qué
no se ejecutó el plan de recuperación de unidades para garantizar la adecuada
disponibilidad del parque térmico?.
Como ya se indicó, todos los racionamientos fueron
desencadenados por una pobre hidrología, resultante del fenómeno de El Niño,
cuyos efectos se vieron magnificados por el retraso en la entrada en operación
de importantes proyectos hidroeléctricos y la indisponibilidad del parque
térmico. Sin embargo, en los racionamientos de 76/77 y 80/81, aunque
resultantes de problemas técnicos y financieros, esas fueron situaciones no
deseadas, mientras que en 92/93 fueron en cierta forma provocadas por los
mismos arreglos institucionales del sector.
En ese entonces, la naturaleza de la vinculación del
Gobierno Nacional con el sector eléctrico era extremadamente compleja. Era el
garante de la deuda de las empresas, como lo exigía la financiación por parte
de la banca multilateral. Adicionalmente, participaba de la propiedad de varias
empresas y varios ministros hacían parte de la junta directiva de ISA, donde se
toman las decisiones de expansión y se hace el seguimiento periódico a la
operación del sistema. La regulación tarifaria se hacía por la Junta Nacional
de Tarifas, dependencia del Departamento Nacional de Planeación.
Todas
las compañías del sector eléctrico eran 100% públicas, con un alto componente
político en su estructura corporativa y toma de decisiones, lo que llevaba a una
constante rotación de los directivos cada vez que había un cambio en el
Gobierno de turno.
A causa de una generación interna insuficiente, por un sistema tarifario precario y
altamente intervenido, desde finales de los años 70 el sector eléctrico
empieza a depender de los recursos del Gobierno Nacional para servir su deuda
con la banca multilateral a razón de US$ 150 millones anuales, cifra que a
finales de los 80 llega a los US$ 300 millones. Entre 1980 y 1987, el 37% de
los intereses de la deuda pública externa de la Nación corresponde al sector
eléctrico. A mediados de los 80, el
sector eléctrico, con US$ 400 millones, explica la tercera parte del déficit
fiscal[3]. En 1984/85 se decreta una devaluación del
50%, acompañada de la congelación de tarifas eléctricas.
A diciembre de 1991, con una deuda de US$ 4.941
millones de dólares[4],
cuyo servicio debe asumir en su mayor parte, el sector eléctrico es el
principal problema macroeconómico del Gobierno Nacional. Por eso, cuando los
analistas del Banco Mundial[5] y
los técnicos del Ministerio de Minas y Energía[6]
empiezan a hablar de exceso de capacidad de generación, es mayor la tolerancia
con el atraso de los planes de inversión que a fin de cuentas se traduce en un
menor ritmo de desembolso de los créditos de la banca multilateral.
El Gobierno Nacional tenía los medios para impulsar
la ejecución del Plan de Recuperación de Unidades que estaba a cargo de ISA y
Corelca y también disponía de mecanismos de apremio para acelerar el avance del
Guavio y Rio Grande II. No es que hubiera un plan concertado para desacelerar la
ejecución de esos proyectos, sino que las señales de sobre capacidad y del
extremo endeudamiento apuntaban en esa dirección. Adicionalmente, la
experiencia de racionamientos anteriores, indicaba a los agentes que el atraso
en la ejecución de los proyectos no tenía consecuencias para las empresas ni
sus directivos.
Carlos Enrique Moreno Mejía, gerente de EPM en la
época del racionamiento, resumió la problemática institucional del sector con
las siguientes palabras:
“En un sector manejado casi en su totalidad por el
gobierno nacional, el racionamiento no es más que la suma de sus
equivocaciones, incoherencias y falta de políticas. Todo esto agravado por una
hidrología extremadamente crítica, que hizo poner en evidencia todos los
errores pasados”[7]
Como en los anteriores, al racionamiento de 92/93 se
respondió con un apresurado programa de expansión de la capacidad de generación
térmica. Lo novedoso es que en esta oportunidad se buscó y se obtuvo la
participación de inversionistas privados bajo la modalidad de contratos de
compra de largo plazo o “power purchase agreement”. Así se construyeron las
plantas de Termo-Valle, Termo-Candelaria y Termo-Flores, entre otras. De esta
forma la inversión privada volvía al sector eléctrico del que había salido
muchas décadas atrás.
Haciendo uso de las facultades de la emergencia
económica decretada con ocasión del racionamiento, el gobierno del Gaviria,
mediante decretos, adelantó buena parte de las reformas institucionales que se
concretarían en las leyes 142 y 143. Los puntos más destacados de dichas
reformas fueron los siguientes:
- Estricta separación
orgánica de las funciones del gobierno en el sector eléctrico con la
creación de tres nuevas entidades, a saber: CREG, para la regulación;
UPME, para la planeación y Superservicios, para la protección de los
usuarios, ésta última venía desde la constitución del 91.
- Adopción de un marco
legal y regulatorio único para las empresas de servicios públicos (ESP)
independiente de la naturaleza de su propiedad.
- Separación de los
aspectos sociales del servicio de sus aspectos comerciales y financieros,
mediante la creación de un régimen de subsidios general financiado con
contribuciones parafiscales o aportes presupuestales.
- Separación de las
actividades del sector eléctrico y competencia en los segmentos donde es
posible y regulación competitiva en los que no lo es. Libre entrada a
generación, competencia en comercialización, competencia por la expansión
en transmisión y regulación competitiva en distribución.
- Incentivos económicos
fuertes a las empresas y obligaciones tributarias como en cualquier otra
actividad económica.
Esos cinco son los pilares fundamentales del modelo
del sector eléctrico colombiano que emergió de las reformas de los 90 y de las
cuales el racionamiento de 1992/93 fue importante catalizador.
Bibliografía.
Cuervo, Luis Mauricio (1992). De la vela al apagón.
CINEP, Bogotá 1992.
Jiménez Morales, Germán (1992). Tras las huellas
del apagón. Edinalco, Medellín, 1992.
Jiménez Morales, Germán. (1996) Colombia se apaga:
el caos del sector eléctrico. Editorial Planeta, Bogotá, 1996.
LGVA
Diciembre de 2022.
* Este artículo está basado en un estudio realizado por ECSIM titulado
“EL SECTOR ELÉCTRICO
COLOMBIANO TREINTA AÑOS DESPUÉS DEL RACIONAMIENTO DE 1992”, en el cual participaron Diego Gómez, Alfredo
Trespalacios, Juan Felipe Vélez y Luis Guillermo Vélez. Una versión resumida
fue publicada en el periódico El Colombiano de Medellín, el 21 de diciembre de
2022, con el título: “Hace treinta años no hubo alumbrados navideños en Medellín,
¿por qué?”.
[1] Banco Mundial (1990) Páginas 15 – 16. Cuervo (1992). Páginas
166-167.
[2] La
descripción de los racionamientos de 76/77 y 80/81 es tomada de los trabajos de
Francisco Javier Ochoa Franco mencionados en la bibliografía.
[3] Banco Mundial (1990) Página 5.
[4] Distribuida
así: EEB Guavio: 1.531; ISA: 1178; Betania: 539; Corelca: 458; EPM: 477; ICEL
318; CVC: 381 y electrificadoras departamentales: 89. EPM era la única que
servía con su generación interna la totalidad de su deuda.
[5] “…en 1985, el sistema de generación colombiano entró en un
período de exceso de capacidad que se espera dure hasta 1993/94” se lee en
Banco Mundial (1990) Página 16.
[6] En
octubre de 1991, la Comisión Nacional de Energía, entidad técnica adscrita al
Ministerio de Minas y Energía, conceptuó que para 1992 habría un exceso de
oferta de energía de 13%, de 18% en 1994, 12% en 1996 y 3% en 1998. Véase: Jiménez, G (1992) Página 33.
[7] Jiménez (1996) Página 127.
El racionamiento 92/93 no detono la transformación sectorial. Si fue resultado de la deuda acumulada, el problema macroeconómico. Tampoco fue la 142/143 la base del nuevo modelo. Fue el decreto 700.
ResponderEliminarLos proyectos de lo que después serían las leyes 142 y 143 estaban redactados y radicados en el Congreso. El decreto 700 recogió muchos elementos de esos proyectos.
Eliminaren el 91, el sistema tenía algunos incentivos perversos en la programación del despacho que permitieron que intereses locales primaran desembalsando Guatapé, así restando reservas para la sequía del 92. Esto no hubiera evitado el apagón. De otro lado las medidas contingentes en el 92/93 incluyeron un absurdo como la contratación de energía generada con motores diesel en barcazas.
ResponderEliminarEsa fue una acusación infundada que jamás se pudo probar. Bajo el sistema prevaleciente en la época la operación del embalse la hacia ISA, no EPM su propietaria.
EliminarLa hacía ISA con base en un modelo en cuyo parámetro principal era el costo del racionamiento mantenido bajo para favorecer a los intereses de EEB que compraba la mayoría en el Spot: energía optimizable en el argot de la época
ResponderEliminarNo era la administración de ISA sino subjunta directiva la que impedía ajustar el costo de racionamiento.
ResponderEliminarEl costo de racionamiento era, en efecto, excesivamente bajo y posibilitó el un desembalse rápido y exagerado. Un costo más alto no habría evitado el racionamiento. Lo único que lo habría evitado hubiera sido la entrada oportuna del Guavio o Rio Grande II y/o la disponibilidad de las plantas térmicas. Esos atrasos y esa indisponibilidad era resultado de los problemas institucionales del sector.
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