Ingreso solidario
permanente: mala política pública
Luis Guillermo Vélez
Álvarez
Economista
El ingreso solidario
permanente es una mala política pública porque eleva el desempleo estructural,
incentiva la corrupción y aumenta el atractivo del socialismo.
La cantidad de trabajo
que ofrece cualquier persona depende de la combinación de ingreso y ocio que le
parece mejor, dado un valor del salario. El costo de oportunidad del tiempo de ocio
es el salario monetario que se deja de ganar al abstenerse de trabajar ese
tiempo. Cuando sube el salario, se eleva el costo de oportunidad de no trabajar
y las personas ofrecen más trabajo, cuando el salario se reduce, el costo de
oportunidad del ocio se reduce también y las personas ofrecen menos trabajo. Como,
para quien lo recibe, el ingreso solidario permanente es un pago por no
trabajar, su efecto es reducir el costo de oportunidad del ocio y, por tanto,
su oferta de trabajo. Proyectada a una gran población, esta conducta se traduce
en aumento del desempleo voluntario estructural.
Todo subsidio requiere
un método de identificación de sus beneficiarios. La estratificación y el
SISBEN en las tres versiones que hasta hoy se han inventado cumplen ese papel. Permear
esos métodos y hacerlos funcionar en su beneficio es el objetivo de cualquier
político corrupto para convertirse en redentor de sus clientelas. Las denuncias
de corrupción en familias en acción, en el PAE y todos los programas sociales son
pan de todos los días. La aplicación de la estratificación, dejada en manos de los
alcaldes, ha llevado a la desaparición de los estratos 5 y 6 en casi todos los municipios
pues de esta forma se maximizan los subsidios recibidos de la Nación. Los 5 o
más billones del programa ingreso solidario son un suculento manjar para el
clientelismo y la corrupción.
La obligación de velar
por el interés personal disciplina a las personas en los hábitos de la
regularidad, la moderación, la previsión y la confianza en sí mismas. Esto no
ocurre, en general, por voluntad propia consciente sino por la fuerza de la
costumbre. Cuando las personas están obligadas a tomar sus propias
decisiones y a mantenerse con su propio trabajo, son más esforzadas, constantes,
ahorrativas, sobrias, orgullosas de sus propios logros y amantes de la
libertad. Habituar a la gente a
depender de las ayudas o los empleos poco demandantes del gobierno tiene un
efecto deletéreo sobre esos hábitos, socava la dignidad personal y diluye el
sentido de libertad, todo lo cual predispone a la aceptación de la sumisión y
la servidumbre. No tiene por ello nada de sorprendente que los ideólogos
totalitarios sean al mismo tiempo los ideólogos del asistencialismo, que busca
hacer a las personas dependientes del gobierno porque esa dependencia moldea
también las actitudes políticas.
LGVA
Abril de 2021.
De acuerdo
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