Los 85 años de Vargas Llosa
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
El 28 de marzo pasado, Mario Vargas Llosa cumplió sus
ochenta y cinco años, en pleno uso de su capacidad creativa de escritor de
ficción y de divulgador de los valores de la libertad, la democracia y la
economía de mercado. Esto último lo hace un tanto excepcional en el medio de los
escritores latinoamericanos de su generación; muchos de los cuales - como
García Márquez y Julio Cortázar hasta el final de sus días - se mostraron hostiles
al capitalismo, simpatizaron con el socialismo y cohonestaron con la dictadura
de Fidel Castro.
Al igual que la mayoría de escritores
latinoamericanos que iniciaban su producción literaria en los años 50 y 60 del
siglo pasado, Vargas Llosa se dejó seducir por el canto de sirena de la
Revolución Cubana entonado desde “Casa de las Américas”, con Haydée Santamaría
y Roberto Fernández Retamar como corifeos mayores.
Conscientes de la necesidad de granjearse el apoyo de
los intelectuales a su causa, los dirigentes de la revolución rápidamente
fundaron “Casa de las Américas”, entidad encargada de realizar el trabajo de
seducción. De pronto, los jóvenes escritores de naciente “boom” – en 1958, año
de la revolución, Fuentes tenía 30 años, García Márquez 31 y Vargas Llosa 24 -
agobiados por las penalidades propias de cualquier oficio en sus comienzos, se vieron halagados con publicaciones, premios, viajes, cocteles, habanos y
ron.
Vargas Llosa se acercó al socialismo y al marxismo en
su temprana juventud, allá en su Lima natal. La revolución cubana lo llenó de
ilusión. “Vimos en la gesta fidelista no sólo una aventura heroica y generosa,
de luchadores idealistas que quería acabar con una corrupta dictadura como la
de Batista, sino también un socialismo no sectario, que permitiría la crítica,
la diversidad y hasta la disidencia”, escribió.
Durante los años sesenta Vargas Llosa, García Márquez,
Fuentes y decenas de escritores latinoamericanos fueron asiduos visitantes de
La Habana y en sus escritos y apariciones públicas defendieron y legitimaron
una revolución en la que creían sinceramente, a pesar de las cada vez más
frecuentes contradicciones entre sus ejecutorias efectivas y los ideales que supuestamente
la inspiraban.
Para Vargas Llosa y muchos otros intelectuales el
punto de inflexión lo marcó el caso de Heberto Padilla, poeta cubano hoy casi
olvidado. Padilla publicó en 1968 el libro Fuera del juego, con algunos
poemas – como “Para escribir en el álbum de un tirano” y “Cantan los nuevos
césares”- que desagradaron a Fidel Castro. El pobre hombre fue encarcelado y
obligado a hacer una retractación a la mejor manera estalinista. Vargas Llosa y
otros escritores redactaron una carta de protesta que fue firmada por notorios
intelectuales como Sartre, Simon de Beauvoir, Alberto Moravia, Susan Sontag,
Carlos Fuentes y muchos más. Castro respondió acusándolos de ser lacayos del
imperialismo y condenándolos al ostracismo perpetuo de Cuba.
Para la mayoría de los intelectuales repudiados por
Castro las cosas quedaron de ese tamaño, no así Vargas Llosa para quien esta
coyuntura marcó el inicio de una evolución intelectual que liquidaría sus ideas
socialistas y lo llevaría convertirse en el lúcido analista que, desde hace
años, en sus columnas de El País, disecciona la actualidad mundial desde
una perspectiva liberal, como lo hiciera su admirado Raymond Aron en Le
Figaro y L´Express.
Aron es uno de los siete pensadores liberales que
Vargas Llosa analiza en esa espléndida autobiografía intelectual que es su
libro La llamada de la tribu. Los otros seis son Adam Smith, Ortega y
Gasset, Hayek, Popper, Isaiah Berlin y el también francés Jean François
Revel. En esa obra, un novelista
latinoamericano expone el pensamiento de un escocés, un español, dos
austríacos, un judío letón y dos franceses. O, si se prefiere, de dos
economistas, cuatro filósofos y un sociólogo.
Esa diversidad de geografías, culturas y trayectorias
intelectuales, en una muestra tan reducida de pensadores, es un indicio claro
de lo que Vargas Llosa señala con acierto es el rasgo distintivo del
pensamiento liberal cual es la diversidad aproximaciones que emerge a partir de
la adhesión a una sola idea fundamental: “que la libertad el valor supremo y
que ella no es divisible y fragmentaria, que es una sola y debe manifestarse en
todos los dominios – el económico, el político, el social, el cultural – en una
sociedad verdaderamente democrática”.
Al parecer no fue fácil para Vargas Llosa hacer el
tránsito hacia el liberalismo. En La llamada de la tribu nos revela que le
tomó varios años “romper con el socialismo y revalorizar la democracia” y que
en ese proceso de evolución intelectual le “ayudó mucho haber residido en Inglaterra
desde finales de los años setenta (…) y haber vivido de cerca los once años de
gobierno de Margaret Thatcher”. También reconoce la influencia de Ronald Reagan,
a quien califica de “extraordinario divulgador de las teorías liberales”. Los pensadores
más refinados que acompañaron su evolución intelectual fueron aquellos cuyas
ideas expone brillantemente en ese libro; en particular Popper y Hayek, cuyas
obras La sociedad abierta y sus enemigos y Camino de servidumbre
se convirtieron para él en libros de cabecera.
Con su acercamiento al liberalismo, Vargas Llosa
comprendió que la sociedad liberal y democrática no es garantía de la
realización de los sueños de igualdad y bienestar para todos de las utopías
socialistas que animaron su juventud. En su espléndido libro El paraíso a la
vuelta de la esquina (2003), dedicado a las vidas conmovedoras de Flora
Tristán y Paul Gauguin, hace Vargas Llosa su ajuste de cuentas con la utopía a
nivel de la ficción, como lo hará a nivel del ensayo en Diccionario del
amante de América Latina (2005) y, más recientemente, en La llamada de
la tribu (2018).
La evolución de Vargas Llosa no se quedó en el plano
meramente intelectual, sino que lo llevó al terreno de la acción política. A
finales de los años 80 se opuso al gobierno socializante de Alan García, que
dejó al Perú sumido en el desastre de la hiperinflación, y en 1990 fundó el Movimiento
Libertad y se presentó como candidato a las elecciones que ganara Alberto Fujimori.
A pesar de haber sido derrotado, sus ideas liberales y democráticas y su oposición
al socialismo se abrieron camino y hacen parte de la agenda política de Perú,
Colombia y toda América Latina.
Lo que ocurre en Colombia ha estado siempre en el centro
de las preocupaciones de Vargas Llosa. Con un ejemplo que debían seguir los escritores
colombianos, Vargas Llosa siempre valoró la importancia del gobierno del
presidente Álvaro Uribe para la preservación de la libertad y la democracia en
nuestro país. En su columna del 20 de febrero pasado en El País, titulada El
ejemplo colombiano, reafirma esa postura. https://elpais.com/opinion/2021-02-20/el-ejemplo-colombiano.html
Los cuatro grandes escritores latinoamericanos del
llamado Boom de los años 60 y 70, se inclinaron por el socialismo y
reverenciaron la Revolución Cubana y a sus principales protagonistas. Julio Cortázar
y Gabriel García Márquez se mantuvieron fieles a su desvarío hasta el final de
sus días, en 1984, el primero, y en 2014, el segundo. El mexicano Carlos Fuentes también se apartó
del castrismo con ocasión del caso de Heberto Padilla, pero continúo manteniendo
una actitud ambigua de “intelectual progresista”. Solo Vargas Llosa rompió
decididamente con el socialismo y el castrismo y asumió la defensa de las
libertades, la democracia y el gobierno limitado. Deseémosle más años de
lucidez y vigor para que con su poderosa pluma continúe contribuyendo a la
causa de la libertad.
LGVA
Abril de 2021
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