El dinero en la Biblia: el origen
(Parte 1)
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
La primera mención del dinero en la Biblia se produce con ocasión
de la Alianza, para sellar la cual Yahvé ordena a Abrahán circuncidarse y
circuncidar a todos los varones nacidos en su casa y a todos los esclavos
comprados con dinero.
“Tomó entonces Abrahán a su hijo Ismael, a
todos los nacidos en su casa y a todos los comprados con su dinero y aquel día
les circuncidó la carne del prepucio, como Dios le había mandado” (Génesis 17,
23).
La segunda mención se da en
una circunstancia luctuosa: la muerte de Sara, esposa de Abrahán,
a la edad de 127 años. Como Abrahán era pastor, al parecer, no tenía ningún
terreno para sepultar a su amada esposa, razón por la cual se ve obligado a
recurrir a Efrón, el hitita, en los siguientes términos:
“Abrahán hizo una reverencia a los
paisanos y se dirigió a Efrón, en presencia de los paisanos, diciendo: A ver si
nos entendemos. Te doy el precio de la finca, acéptamelo y enterraré allí a mi
difunta. Respondió Efrón a Abrahán: Señor mío, escúchame, cuatrocientos siclos
de plata por un terreno, ¿qué nos suponen a ti y a mí? Sepulta a tu difunta.
Abrahán accedió y pesó a Efrón la plata que éste había pedido, teniendo como
testigos a los hijos de Het, cuatrocientos siclos de plata de buena ley entre mercaderes”
(Génesis 23, 12-16).
Este es un texto maravilloso puesto que, como veremos,
se trata de una época extremadamente antigua; no obstante, ya hay moneda
acuñada y unidad monetaria con nombre. Probablemente, Efrón no sabía nada sobre el origen del
dinero de Abrahán, razón por la cual lo hizo pesar. Más adelante, el Génesis 24,
22 revela que el siclo es una medida de peso – como la libra o el peso – que ha
trasladado su nombre a la unidad monetaria, lo cual sugiere que ya en la época
de Abrahán el dinero como categoría abstracta estaba arraigado en la mentalidad
de las personas.
Es la tercera
aparición importante del dinero la que permite hacer una aproximación a la
tremenda antigüedad de su empleo entre los hombres. Se trata de una
circunstancia más bien ominosa: la venta de José por sus hermanos a unos
mercaderes:
“Vendieron a José por veinte piezas
de plata a los ismaelitas, que se llevaron a José a Egipto” (Génesis 37,28).
de Gustav Doré
José – recordémoslo – es uno de los doce hijos de
Jacob, de los que saldrán las Doce Tribus de Israel, dicho sea de paso, Israel
es el otro nombre que se le da a Jacob en la Biblia. En Egipto, José es vendido
a Putifar, eunuco del Faraón. Los talentos José como administrador y, sobre
todo, intérprete de sueños, llegan a oídos del Faraón quien lo nombra su primer
ministro, después de haberle interpretado el famoso sueño de las 7 vacas gordas
y las 7 flacas. Es desempeñando ese alto cargo cuando José reencuentra a sus
pérfidos hermanos.
Los años de penuria anticipados por José – las vacas
flacas – golpearon a Egipto y al mundo entero: el hambre cundía por toda la
tierra, dice la Biblia. Durante los años de abundancia – las vacas gordas –
José, el previsivo, acumuló grano suficiente para abastecer a los egipcios
durante la penuria y aún para venderles a las gentes de otros países que
acudían en masa a comprar el grano egipcio.
Supo Jacob que en Egipto había grano y mandó a 10 de
sus hijos a comprar, dejando en casa al pequeño Benjamín, temeroso de que
corriera la misma suerte del llorado José, a quién creía muerto destrozado por
una fiera, según le habían hecho creer sus malévolos hijos. En las dos
oportunidades en las que sus hermanos llegaron a Egipto, José, sin darse a
conocer, los proveyó de grano e hizo que, secretamente, les devolvieran el
dinero con el que lo pagaron.
“Mandó José que se les llenaran los
envases de grano, que se le devolviera a cada uno su dinero en la talega y que
se les pusiera provisiones para el camino…” (Génesis 42, 25)
“Entonces él dio esta orden a su
mayordomo: llena de víveres las talegas de estos hombres, cuanto quepa en
ellas, y pones el dinero de cada uno en la boca de su talega…” (Génesis 44, 1)
En medio de una escena lacrimosa, José se revela a sus
hermanos. Enterado el Faraón invita a Jacob y a toda su parentela a vivir en su
país, iniciándose así la estadía del pueblo de Israel en Egipto que duraría 430
años y a la que pondría término Moisés. Esa es la historia del Éxodo. El
Génesis concluye de la siguiente forma:
“Y José murió a la edad de ciento
diez años; lo embalsamaron y se le puso en un sarcófago” (Génesis 50, 26)
No se ha encontrado ese sarcófago por lo que no es
posible establecer con los métodos de la arqueología la época en la que
aconteció la historia de José y sus hermanos y en la que aparece el dinero, que
es lo que aquí interesa. Tampoco menciona la Biblia el nombre del Faraón que
tan generosamente acogió a José y a toda la estirpe de Jacob.
Para fechar los acontecimientos en la Biblia se
recurre al método ideado por el James Ussher (1581-1656), Obispo de Armagh,
Irlanda del Norte, que le permitió establecer que la creación había ocurrido el
sábado 22 de octubre del 4004 A.C. El ingenioso Obispo identificó algunos
sucesos registrados en la Biblia que podían asociarse con acontecimientos
verificados de la historia de otros pueblos contemporáneos al pueblo de Israel
y se fue hacia atrás, sumando las edades de los patriarcas bíblicos, como
Matusalén y todos los otros que tuvieron vidas centenarias, hasta llegar al día
de la Creación. La obra de Ussher Annales
veteris testamenti, a prima mundi origine deducti (‘Anales del «Antiguo testamento», que deducen
los orígenes primeros del mundo’) se publicó en 1650.
James
Ussher por Peter Lely.
National Portrait Gallery. Londres.
Para el caso que nos ocupa el acontecimiento en cuestión
es la construcción del Templo de Salomón. Se lee en la Biblia:
“El año 480 de la salida de los
israelitas de la tierra de Egipto, el año cuarto de del reinado de Salomón en
Israel, el segundo mes (que es el de Ziv), Salomón construyó el templo de Yahvé”
(Reyes I 6, 1)
En la construcción del Templo, Salomón fue ayudado por
su amigo – y amigo de su padre David, el que se bajó a Goliat de una pedrada –
el Rey de Tiro Hiram I o Jirán I, como se le llama en la Biblia:
“Jirán, rey de Tiro, oyó que Salomón
había sido ungido en lugar de su padre. Envió una embajada a Salomón, pues
Jirán había sido amigo de David durante toda la vida de este. Salomón remitió a
Jirán esta respuesta: Tu sabes que mi padre David no pudo construir un templo
al Nombre de Yahvé su Dios debido a las guerras (…) ahora Yahvé me ha concedido
tranquilidad a mi alrededor (…) Me propongo construir un templo al Nombre de
Yahvé mi Dios (…) da orden de que corten para mí cedros del Líbano. Mis
servidores irán con los tuyos. Te pagaré el salario de tus servidores conforme
a lo que me digas, pues tu sabes que no hay entre nosotros quien sepa talar
árboles como los sidonios” (Reyes I 5, 15-20).
En este texto maravilloso: hay ahí de todo lo del
capitalismo: salarios, movilidad laboral, comercio internacional, inversión
extranjera, etc. El hecho es que sabemos, por otras fuentes históricas, que
Hiram I reinó hacia el tercio último del Siglo XI A.C. La construcción del
templo ha debido comenzar hacia el año 1000 y algo antes de Cristo. Si sumamos
los cuatrocientos ochenta de que habla la Biblia, tendríamos que el Éxodo tuvo
lugar por los años 1500 A.C., época del Faraón Amenhotep I. Como “la estancia de los israelitas en Egipto duró
430 años” (Éxodo 12, 40) tendríamos que la transacciones monetarias
de la historia de José se realizaron hacia el 1900 A.C.
Estamos pues en el Siglo XX antes de Cristo. Para
llegar hasta la época de Abrahán cuando vimos la aparición del dinero por
primera vez, tenemos que recurrir al método del Obispo Ussher y sumarle a
nuestra fecha – 1900 A.C. - las edades de los patriarcas que antecedieron a
José.
Recordemos que José era hijo de Jacob, también llamado
Israel, quien, cuando llegó a Egipto con sus setenta parientes, tenía 140 años
y vivió 17 más. Isaac engendró a Jacob y a su mellizo Esaú – sí, el que vendió
la primogenitura por el plato de lentejas – a la edad de 70 años. Por su parte,
Abrahán tenía cien cuando engendró a Isaac, pero, como sabemos que tenía 99
cuando sacrificó su prepucio, de su vida para nuestra cuenta no cuenta más que
uno. Así, sumados los 140 de Jacob, los 70 de Isaac y uno de Abrahán nos llevaban
al 2111 A.C. como año de la primera mención bíblica del dinero. Esta fecha se
sitúa, en la historia egipcia, en la época del llamado Imperio Medio que abarca
las dinastías XI y XII.
CODA
En su novela “El joven José”, la segunda de su tetralogía
“José y sus hermanos”, Thomas Mann sugiere una hermosa hipótesis para explicar
la edad centenaria alcanzada por los patriarcas bíblicos. Hablando de Eliecer,
el tutor de José, dice que por la boca de éste hablaba una infinita cadena de
Eliéceres, porque siempre había habido en la familiar algún Eliecer desempeñado
ese mismo oficio. Así las cosas, nombres como Enós, Quenán, Mahalalel, Yered,
Henoc y Matusalén, designarían no a un individuo sino a generaciones de éstos que
se habrían trasmitido esos nombres los unos a los otros. Esta tradición de nombres
que se repiten se encuentra también en algunas regiones de la Costa Atlántica.
Mi colega y amigo Remberto Rhenals me dice que siempre ha habido un Remberto en
su familia.
LGVA
Abril de 2020
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