No hay de qué hacer un caldo con esos aspirantes
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Ya empezaron las firmas encuestadoras a sondear la
intención de voto de los colombianos para las presidenciales de 2022. Guarumo y
EcoAnalítica, célebres por su historial de desaciertos, acaban de presentar los
resultados de un sondeo telefónico, realizado entre el 27 y el 30 de septiembre
pasado. Con todo el respeto que me merecen los 1257 ciudadanos que contestaron
la encuesta, me veo en la obligación de decirles que a la pregunta: “Si las
elecciones fueran hoy, ¿por cuál candidato votaría?”, han debido responder:
ninguno, porque de los presuntos aspirantes no hay de qué hacer un caldo.
Todos esos aspirantes son unos estatistas furibundos que
ven a los ciudadanos como borregos incapaces de valerse por si mismos y que
deben por tanto ser asistidos, protegidos y guiados por el gobierno en sus
actividades productivas y en su vida privada. Todos ellos pretenden estar por
encima de las ideologías y estar más allá de los partidos porque todo lo bueno
que prometen hacer desde el gobierno depende de los excelsos atributos personales
con los que se creen adornados. Todos son pues caudillistas, pero de un
caudillo a otro hay algunas diferencias. Me referiré a los dos aspirantes que
acaparan la mayor intención de voto.
Sergio Fajardo o la peligrosa vacuidad. Después de haber sido alcalde, gobernador y participado
en dos elecciones presidenciales, Fajardo todavía osa presentarse como un “antipolítico”
que se vió forzado a entrar a la política, dejando de lado una cómoda vida
académica, para sacrificarse por los demás enfrentando a los políticos
corruptos.
Todavía nos ilustra, creyéndonos tarados, con sus
esquemitas conceptuales de bachillerato, de su propio puño y letra, para que
sea mayor el encanto y la intimidad. En el último, publicado en su cuenta de
tweeter, revela una vez más su infinito desprecio por las familias y las
empresas y su convicción según la cual los políticos son el alfa y omega de la
sociedad.
“Los políticos toman las decisiones más importantes de
la sociedad”, afirma Fajardo. Por eso entra a la política, para llegar al poder.
Pues no, las decisiones más importantes de la sociedad
las toman las familias y las empresas. Las familias son fundamentales en la
formación de capital humano y físico y las empresas en la búsqueda y
descubrimiento de oportunidades de crear riqueza, que no es otra cosa que la
producción de bienes y servicios que lanzan al mercado.
El gobierno debe estar al servicio de la sociedad, es
decir, de las familias y de las empresas, no a la inversa como cree Sergio
Fajardo. Allí donde las decisiones de los políticos son más importantes que las
de las familias y las empresas, reina el totalitarismo.
A estas alturas, después de veinte años de vida
política, Fajardo continúa exhibiendo como su gran credencial la supuesta limpieza de
sus manos y se cuida bien de exponer su visión de la economía y la sociedad. La
naturaleza detesta el vació y el vacío de ideas de Fajardo es inexorablemente
llenado por las ideas totalitarias de sus aliados Claudia López y Jorge Robledo,
una ilustre pareja de ignorantes en cuestiones de economía y desdeñosos de las
libertades individuales, tanto o más que Gustavo Petro de quien me ocupo a
continuación.
Gustavo Petro o el delirio criminal. Se dice que Gustavo Petro es economista, de la
Universidad Externado de Colombia. Un diploma es un certificado de idoneidad
mediante el cual la entidad que lo expide le comunica a la sociedad que su
titular es un buen profesional y que puede confiar en él. Entregar un diploma a
una persona no-idónea es un engaño y una estafa para la sociedad y la entidad
que lo haga debe ser sancionada ejemplarmente, de acuerdo con el daño que el
supuesto profesional cause a la sociedad. A la Universidad Externado yo le
quitaría su licencia de funcionamiento de por vida pues el daño causado por el
supuesto economista es de calibre mayor.
Petro no sabe economía. El sujeto cree en la teoría
del valor trabajo y de la explotación que es equivalente a creer que la tierra
es plana y que los astros están pegados a una cúpula firme que gira alrededor
de ella. El sujeto no tiene idea de cómo se forman los precios, ni la tasa de
interés, ni la tasa de cambio y está convencido de que son fijados
arbitrariamente por gente mala – empresarios y economistas neoliberales – que
quieren joderles la vida a los pobres.
En sí no es grave que Petro, como todos los aspirantes
y la mayoría de la gente, sea ignorante en economía. Todos somos ignorantes en
casi todas las cosas ajenas a nuestro oficio o profesión. Yo no sé nada de
cirugía cardíaca, lo que no es ningún problema mientras no pretenda operar a
nadie. Petro es justamente eso, una especie de médico ignorante que pretende
manejar el País sin tener idea de las patologías económicas ni de su forma de
tratamiento.
El ignorante en medicina no sabe cómo funciona el
organismo humano, el ignorante en economía no sabe cómo funciona el organismo
económico. De hecho, no entiende que es un organismo y cree que es una especie
de organización que puede manipular a su antojo.
Esos ignorantes, convencidos de que la sociedad es un inmenso
tablero de ajedrez cuyas piezas pueden manipular a
voluntad, no se percatan de que esas piezas tienen sus propios deseos y que
están animadas por la incontenible aspiración de libertad que late en el
corazón de todo ser humano, lo que los obliga, para imponer sus delirios, a la
más cruel represión de los deseos y aspiraciones de las personas.
Esos jugadores son los Stalin, los Mao, los Pol Pot, los
Kim, los Castro, los Chávez y los Maduro quienes no vacilaron en convertir a sus
países en verdaderos infiernos para imponer a sus ciudadanos el paraíso imaginado
en los delirios de sus mentes pletóricas de prejuicios y absurdas ideas. Esos
son los inspiradores de Gustavo Petro quien comparte con ellos su total ignorancia
de las leyes económicas y el absoluto desprecio por la libertad humana.
Si es necesario en otro momento me ocuparé de los
demás aspirantes. Ya es suficientemente deplorable constatar que dos personajes
de mentalidad totalitaria, furibundos enemigos de la economía de mercado y de
las libertades individuales, ocupan un lugar privilegiado en las preferencias
políticas de los colombianos. ¡Qué Dios nos ampare si de aquí al 2022 no
logramos revertir esta tendencia!
LGVA
Octubre de 2020.
Magnífica descripción de los políticos que ignoran la teorí económica y tratan de adivinar la y acomodarla a sus intereses políticas. ¡Felicitaciones profesor!
ResponderEliminarBrillante
ResponderEliminarMuy interesante y cierto.
ResponderEliminarBueno aca hay varios puntos.
ResponderEliminar1. Petro es solo un síntoma, una consecuencia de las malas políticas económicas que ha tenido Colombia. Cuando en un país de 50M de habitantes solo hay unos 9M de trabajos formales no sorprende que aparezca apoyo hacia alguien que quiera detonar ese sistema, Petro sería nefasto pero para la gente desesperada el status quo no es una opción.
2. Toca dejar de pretender que Petro "no sabe" economía, la economía es una pseudociencia y sus conceptos no son nada complejos, además de tener un componente político gigante.
Tonterías de un ignorante en economía que, por no tener idea de desarrollo económico, cree que todo es asunto de desear las cosas.
EliminarYo no apoyo a Petro, es un tipejo que piensa que es la reencarnación de Salvador Allende, obviamente sería nefasto para cualquier país, fue consejero económico de Chavez para no ir mas lejos. Pero el problema en si no es Petro, Petro es síntoma del problema, no su causa, ya sea el u otra persona diferente, siempre aparecerá alguien dispuesto a dinamitar el status quo del sistema económico colombiano.
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