Jorge
Enrique Robledo: candidato de la reacción
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Universidad EAFIT
Las fuerzas reaccionarias
del País están de plácemes con el lanzamiento de la precandidatura presidencial
del senador Jorge Enrique Robledo. En política, la reacción, explica doña María
Moliner, es toda ideología o actuación contraria al progreso y los
reaccionarios son aquellos que piensan u obran de acuerdo con esa ideología,
propenden por restablecer lo abolido y se oponen a la innovación. El senador
Robledo es su representante por antonomasia.
Para el senador Robledo la
tragedia de Colombia empezó con la apertura del gobierno de Gaviria y se ha
continuado con los acuerdos de libre comercio suscritos por posteriores
gobiernos. El senador Robledo, al igual que su homólogo de Estados Unidos,
Míster Donald Trump, detesta el libre comercio y nos propone retroceder – eso
es ser reaccionario – a la época abolida del proteccionismo industrial con sus
cuotas de importación, sus licencias previas y sus elevados aranceles que
hacían posible que solo los muy ricos tuvieran acceso a bienes importados
mientras que los demás tenían que conformarse con los bienes de producción
local, costosos y de baja calidad; al tiempo que garantizaban a los productores
nacionales, libres de toda competencia, una elevada rentabilidad. El senador Robledo quiere que volvamos a
vestirnos todos con Drill Armada Coltejer y camisas de popelina; que bebamos
solo cerveza Pilsen, aguardiente tapa roja y gaseosas de Postobón; que usemos
neveras y lavadoras Icasa y que, los más afortunados, conduzcan un Renault 4, el
carro colombiano, para comprar el cual, en la época dorada del proteccionismo, había
que ponerse en una lista pagando el 50% y esperar doce meses para la entrega,
rezando para que entre tanto no aumentara el precio. Nada de eso importa, hay
que garantizar la prosperidad de la burguesía nacional aliada del proletariado
en su lucha contra el imperialismo yanqui y sus lacayos.
También la agricultura,
según el senador Robledo, debe ser protegida con poderosos aranceles y feroces
cuotas de importación y apoyada con generosos subsidios, como los de Agro
Ingreso Seguro. No importa que los precios de los productos agrícolas nacionales
se eleven, aumentando de paso la renta de los terratenientes, y que los
importados se vuelvan inalcanzables para la mayoría. De eso se trata la
soberanía alimentaria: garantizarles a todos los colombianos una balanceada
dieta de habas y papas. Nada de
agroindustria y grandes explotaciones agrícolas mecanizadas y productivas. Eso
sería proletarizar a los campesinos. A estos hay que dejarlos con sus pequeñas
parcelas, sus unidades agrícolas familiares o, mejor aún, con sus contratos de aparcería como en los
años 50 y 60 del siglo pasado. Y eso sí, nada de innovaciones técnicas que
eleven la productividad de la agricultura pues estas tienen el mismo efecto que
el libre comercio: reducen los precios de los productos agrícolas y las rentas
de los terratenientes. Quien se opone al libre comercio debe oponerse también a
las innovaciones y al avance técnico. En esto el senador Robledo es bien
coherente.
En efecto, el senador
Robledo se opone a Uber y seguramente también a otras plataformas tecnológicas
de la economía compartida. Y tiene toda la razón al obrar así: con Uber
desaparecerán las rentas monopolísticas del negocio de los taxis de las que se
apropian los Uldaricos de todas las ciudades y sus aliados políticos. El senador
Robledo está haciendo méritos para convertirse en el más confiable de todos
ellos. Para entrar a este negocio hay que comprar un carro, que cuesta 50
millones, y hay que pagar un “cupo”, que
cuesta otro tanto o un poco más, dependiendo de la ciudad o de la ruta donde se
otorga la concesión. Por ejemplo, el “cupo” para prestar el servicio de taxi entre
el aeropuerto de Rio Negro y la ciudad de Medellín cuesta la friolera de 200
millones de pesos. Es imperioso conservar esas rentas para financiar las
clientelas políticas. Los usuarios del transporte urbano tienen que cumplir con
el deber patriótico de transportarse en los desvencijados taxis amarillos del
monopolio aunque tengan que hacerlo por la fuerza como ya está ocurriendo en
algunas ciudades donde bandas de taxistas, apoyadas por guardas de tránsito y
agentes de la policía de carreteras, están dedicadas a identificar y perseguir
a los vehículos Uber y a sus usuarios.
Pero son muchos otros
sectores de los cuales el senador Robledo se presenta como vocero. Allí están
los pobres azucareros injustamente sancionados por la SIC por acartelarse para
defender la producción nacional; los míseros arroceros sometidos a la ruinosa
competencia del arroz que se importa con arancel de solo el 80%; están los de
la leche, el trigo, los pollos y todos aquellos patrióticos productores cuyas
rentas se ven amenazadas por los ruinosos TLC. Y claro, también están las
instituciones de educación superior, las de garaje y las públicas subsidiadas,
cuyos voceros se hicieron presentes en el foro recientemente convocado por el
senador Robledo para denunciar la amenaza que para ellas representan las
grandes universidades privadas de Estados Unidos. Hay que protegerlas pues
aquellas son portaestandartes de la “cultura nacional, científica y de masas”
por la que ha luchado el senador Robledo desde sus tiempos de maoísta en el
MOIR.
El senador Robledo es un
hombre respetable de cuya buena fue no puede dudarse. Se ha destacado en el
congreso más por su constancia que por su sabiduría. Siempre se ha visto y proclamado como el
paladín de los pobres y los despojados. Paradójicamente, las políticas
económicas que impulsa reducen la oferta disponible de bienes y servicios de los
pobres que dice defender al tiempo que elevan los ingresos de terratenientes,
productores ineficientes y de buscadores
de renta que se lucran de la intervención parasitaria del estado. Es decir, de
todas las fuerzas reaccionarias que se benefician del aislamiento económico, el
estado intervencionista y el atraso tecnológico y que todas a una están
gritando: ¡Adelante, Senador Robledo!
LGVA
Octubre de 2016.
Profe Luis Guillermo solo una corrección, la empresa de electrodomésticos se llamaba Icasa y no "Icaza" valga la pena decir que sus productos fueron de buena calidad tanto así que algunos de mis familiares aun conservan neveras Icasa con cerca de 30 años de antigüedad. Por lo demás como siempre gratificante leer su articulo exponiendo los malformados planteamientos de Robledo.
ResponderEliminarTiene razón, Camilo, es Icasa. Ya corregí el texto. Muchas gracias. Bueno conocer la experiencia de sus familiares, pero la icasa de mi casa fue un desastre. Todavía tengo rabia. Un abrazo, LG.
EliminarCuriosa defensa del libre comercio. No estaría mal analizar por qué muchos países de la Union Europea y Estados Unidos desde el 2008 comenzaron a adoptar medidas proteccionistas. Quizá lo que más llama la atención es la idea de que quien se opone al libre comercio, a sus efectos en diversos sectores de la economía, es alguien que "debe" estar en contra de la innovación tecnológica. ¡Falso! Una cosa no lleva a la otra.
ResponderEliminarEl hecho de que los políticos de todas partes impulsen medidas proteccionistas en época de crisis no quiere decir que sea bueno. En los años 30 todos los países, con devaluaciones competitivas y aranceles, trataron de defender la producción y el empleo nacional de la competencia externa. Como todos lo hicieron, el comercio internacional se contrajo estruendosamente lo que ahondó la recesión y todos salieron perdiendo. Después de la crisis de 2008 resurgió el proteccionismo pero, afortunadamente, nunca en las proporciones de los años 30. La idea de que quienes se oponen al libre comercio de productos agrícolas deben oponerse al avance técnico en la agricultura es de Ricardo. Cuando se impide la importación de productos agrícolas se obliga al empleo de tierra cada vez menos productivas, elevando los precios y las rentas del terratenientes. La mayor productividad asociada al avance técnico en la agricultura tiene el mismo efecto. Por eso oponerse a lo uno implica lógicamente oponerse a lo otro. En cualquier caso, las economía más cerradas al comercio lo están también al avance técnico pues este se difunde con la movilidad de bienes, capitales y personas.
EliminarNo creo que haya una implicación lógica (conceptual) de que oponerse a cierta forma de libre comercio es oponerse a las nuevas tecnologías.
ResponderEliminarLa posición de Robledo, por ejemplo a los TLCs firmados, y como él se ha encargado de señalar varias veces aunque sin mucho eco en los medios, es un rechazo principalmente a los efectos negativos (que hay, y muchos) de esos tratados. No le he escuchado que se niegue a las importaciones, o que abogue por una economía cerrada, sino más bien enfatiza la necesidad de dejar de importar lo que podría producirse en Colombia y buscar otra forma de participar en el comercio regional y global (principalmente Estados Unidos). El caso de la agricultura es particularmente llamativo al mirar los productos que se importan para la alimentación y aquellos que se están dejando de producir. No creo que la tendencia proteccionista de Robledo lleve a un aislamiento, sino más bien su postura es la de relacionarse con e mundo a partir de tratados y acuerdos de mutuo beneficio, no como los actuales TLCs.
Tiene razón: oponerse al libre comercio no implica oponerse en abstracto a la innovación más sí en la práctica. En esto podemos ahondar posteriormente, si a bien lo tiene. Quiero referirme a los TLC. Hay que hablar de los que significa la integración económica de la cual un TLC es el primer paso. Un TLC no es lo que el senador Robledo quiere que sea sino lo que es. Un TLC es un acuerdo entre dos o más países por medio del cual los participantes se comprometen a permitir en sus territorios el flujo de bienes y servicios sin barreras arancelarias o para-arancelarias. La idea del libre comercio es que los países como las personas se especialicen en aquellos que son más eficientes de suerte que se beneficien de las ventajas de la especialización y el intercambio. Los TLC reemplazaron parcialmente, por razones que no vienen al caso, los procesos de liberalización multilateral del comercio en el marco del GATT, después sustituido por la actual OMC. Los TLC están regidos por la cláusula de nación más favorecida que obliga a todos los miembros de la OMC y de acuerdo con la cual cuando un país otorga a otro en el marco de un TLC una ventaja o tratamiento especial. Por esa razón es difícil que Estados Unidos otorgue a Colombia ventajas especiales como pretende el senador Robledo.
EliminarLas regiones de Colombia están unidas por un inmenso TLC, al cual se añaden la movilidad de capitales y personas, la unidad monetaria y fiscal. Ciertamente hay unas regiones más pobres que otras como La Guajira y el Chocó. ¿Es esto resultado de la integración de estas regiones con Antioquia y Bogotá, por ejemplo?. Si es coherente con su pensamiento el senador Robledo tendría que decir que sí y proponer en consecuencia que para volverse más ricas La Guajira y el Chocó se salgan de ese gran TLC llamado Colombia. Achacarle la culpa de la pobreza o las desventuras de un país o sus habitantes al libre comercio es buscar la fiebre entre las sábanas. Resulta curioso, por decir lo menos, que, como lo indiqué en el artículo, Trump y Robledo coincidan en decir que los TLC son ruinosos para sus países. Evidentemente la protección favorece a unos sectores en detrimento de otros, en especial en detrimento de los consumidores.
EliminarOcurre que quienes se benefician o quieren beneficiarse de la protección siempre arropan su interés particular bajo el manto del interés general. Cuando se trata de evaluar los beneficios del libre comercio hay que pensar en los consumidores, no en los productores por importantes que ellos sean. En el mercado internacional como en el nacional los bienes y servicios se pagan con bienes y servicios. Si el mundo quieres venderme sus bienes y servicios tendrá que comprar los bienes y servicios que le ofrezco a cambio. Los desequilibrios de la balanza de bienes y servicios, la llamada balanza comercial, tienden necesariamente a compensarse. Si pudiéramos importar siempre bienes y servicios por un valor superior al valor de los bienes y servicios que exportamos, los demás países nos estarían regalando ese excedente de bienes y servicios. ¿Qué hay de malo en ello?.
EliminarPersonalmente me sentiría muy feliz si aquellos con quienes intercambio mis productos me entregaran los suyos recibiendo a cambio un menor valor. Para entender el asunto hay que olvidarse un poco de esas entidades que llamamos países y pensar en las personas. Como consecuencia del TLC con Estados Unidos yo estoy intercambiando mis servicios productivos con los servicios productivos de un montón de gente en Estados Unidos que ni siquiera conozco ni voy a conocer. De la misma forma que los intercambio con otras personas que por mero accidente de la historia habitan como yo en esa parcela del mundo llamada Colombia. Si no consigo beneficiarme del comercio es culpa mía no de los demás.
EliminarCoincido en varios puntos profesor en el análisis que usted realiza sobre librecambio. Sólo para conocer su opinión, qué decir en esta lógica del deterioro en los términos de intercambio?
ResponderEliminarEse es un punto interesante. Tengo un profundo respeto por Prebisch y Singer, pero no creo que exista ninguna tendencia secular al deterioro de los términos de intercambio entre productos de ninguna índole. Ellos partían de un supuesto: la escasa o nula movilidad del capital y la idea de que la productividad de la industria evolucionaba menos rápido que en el sector de bienes primarios. No veo ninguna razón para suponer lo uno ni lo otro.
EliminarEl precio de los bienes primarios agrícolas y mineros depende del precio de los bienes finales en cuya producción entran como insumo. Creo que Prebisch y Singer tenían algo de razón al suponer que la elasticidad ingreso de los bienes primarios era reducida y que las innovaciones llevaban a un uso más eficiente haciendo ambas cosas que su demanda se creciera relativamente menos. Sin embargo, esas tendencias fueron contrarrestadas por el crecimiento de la economía por factures demográficos y el mayor consumo de cada vez más amplios sectores de la población. Tomemos el caso del petróleo y el carbón. Es indudable el aumento en la eficiencia en la utilización de estos recursos en los últimos cincuenta años, lo cual no impidió que como consecuencia de la expansión de la economía mundial sus precios alcanzaran niveles muy elevados produciéndose el fenómeno contrario a lo anticipado por Prebisch y Singer. Por supuesto que me parece deseable que Colombia tenga una producción diversificada y que su oferta exportable también lo sea. Creo, no obstante, que la forma de avanzar es mediante un comercio más libre que progresivamente vaya acompañado de una gran movilidad de capitales y personas.
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ResponderEliminarSorprende como el autor deja para los comentarios lo que podríamos llamar argumentos técnicos o conceptuales, mientras que en el cuerpo de su artículo se dedicó a destilar todos los prejuicios de los que es capaz su resentimiento por el senador Robledo.
ResponderEliminarAbundan en el texto, de manera manipuladora, diferentes formas de parafrasear al senador Robledo; pero no se encuentra ni una cita a uno de los textos o a los múltiples debates realizados por el senador de izquierda, sólo la burda caricaturización y la peligrosa macartización del ahora precandidato presidencial.
Veamos las diversas maneras de parafrasear:
• Para el senador Robledo…
• el senador Robledo quiere que…
• el senador Robledo, al igual que…
• el senador Robledo detesta…
• según el senador Robledo…
• el senador Robledo se opone…
• el senador Robledo está haciendo…
• el senador Robledo se presenta…
• el senador Robledo es un hombre…
• el senador Robledo desde sus tiempos de maoísta en el MOIR (sic)
Por si fuera poco, la definición del complejo concepto de progreso, utilizado por el autor para ubicar a Robledo como reaccionario, queda en manos de doña María Moliner.
Se dejó venir el alud del desprestigio y la propaganda negra en contra del senador del PDA, estrategia harto conocida, revestir de análisis académico un intento de linchamiento mediático y de desprestigio intelectual. Este no es más que un artículo plagado de falacias discursivas, toda vez que no se cita ni se critica de manera honesta los argumentos de la contraparte.
Si señor, Barrientos, el artículo es un ataque el línea contra el senador Robledo y vendrán otros. Si usted es incapaz de ver los argumentos técnicos tras el sarcasmo y la ironía, es problema suyo, no mío. Para su información, critico la teoría y la práctica de la industrialización sustitutiva porque conduce al racionamiento del mercado interno y a la generación de rentas de monopolio. Critico la protección a la agricultura porque solo favorece a los terratenientes como está demostrado desde Ricardo y como lo prueba la práctica de todos los países. Critico la alianza de Robledo con los buscadores de renta que se benefician de los monopolios creados por el gobierno. Si usted supiera algo de teoría del comercio internacional, micro-economía del consumidor, análisis económico de la burocracia y una pizca de economía liberal vería los fundamentos conceptuales del sarcasmo. No cité a Robledo porque las posiciones que critico son públicas y conocidas. No tengo por qué darle un trato amable y gentil porque el es un marxista-leninista declarado partidario de la dictadura del proletariado y por tanto enemigo de la libertad y la democracia. Si el declara expresamente que renuncia al marxismo-leninismo-maoismo, lo trataré de otra forma. Entre tanto atacaré sus ideas sin hacerle concesiones de ninguna índole y no voy a disculparme por ello. Finalmente le aclaro que este no es un texto académico sino político.
EliminarLuis Guillermo, excelente artículo.
ResponderEliminarEl proteccionismo robledista no solo traería la nula innovación tecnológica, sino sus efectos nocivos. Menor o nula innovación tecnológica+daños ambientales. Es una relación probada.