Jorge
Luis Borges: ese liberal.
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Universidad EAFIT
Buena parte de los
escritores e intelectuales del siglo XX, quizás la mayoría, mostraron y
proclamaron una abierta antipatía con las instituciones del capitalismo y se
veían como los aliados naturales de las masas explotadas por la burguesía
codiciosa y las multinacionales sin alma. Este fenómeno llamó la atención de
pensadores liberales, como L. V Mises y B de Jouvenel, quienes lo analizaron
con singular agudeza[1]. Los escritores
colombianos no escaparon a esa tendencia, con la excepción honrosa de Álvaro Mutis,
quien además de proclamar sin tapujos su profesión de fe monárquica, para
irritación de sus amigos “progresistas”, dejó al desnudo la patética ignorancia
de estos en cuestiones económicas en un delicioso texto titulado “Economía de
salón”[2]. En América Latina, Borges, por supuesto, fue
el único gran escritor que se resistió al canto de sirena de la revolución
cubana entonado desde Casa de las Américas, donde Haydée Santamaría y Fernández
Retamar cumplían la misión de obtener – con premios, viajes, cocteles y
publicaciones - el apoyo de los
intelectuales latinoamericanos al régimen castrista.
El inmenso talento de Borges
permitió que los intelectuales y escritores “progresistas”, como Sartre, que
alabó su obra, le perdonaran hasta cierto punto sus ideas supuestamente
reaccionarias y sus desplantes escandalosos, como haber asistido a una recepción
del general Videla, a la que también concurrió el “progresista” Ernesto Sábato,
y su viaje a Chile en 1976, bajo el gobierno del general Pinochet. Cuenta María
Kodama que días antes de dicho viaje, en el que fue a recoger un Doctorado Honoris Causa en la Universidad de
Chile, Borges recibió una llamada en la que desde Oslo le "recomendaban"
no ir. La conversación concluyó con una frase en la que se revela su portentosa
personalidad: “Mire señor, yo le agradezco su amabilidad, pero después de lo
que usted acaba de decirme mi deber es ir a Chile. Hay dos cosas que un hombre
no debe permitir: sobornar o dejarse sobornar"[3]. Añade, María Kodama, que, al escuchar esa frase, lo adoró mucho más.
Borges rechazó siempre que a
un escritor se le juzgase por sus opiniones políticas. Reconoció a Neruda como
un gran poeta, más que por sus versos románticos por los poemas que le
inspirara su militancia comunista; pero a diferencia de este nunca fue
militante ni propagandista de nada, pues como dijo una vez “...en lo referente
a mis opiniones políticas, creo que nunca podría convencer a nadie con ellas”.
Añadiendo a reglón seguido que “…siempre he hecho que quede claro (…) donde
estoy. La gente siempre ha sabido que yo estaba (…) contra Hitler, contra el
anti-semitismo, contra el fascismo, contra el comunismo, contra nuestro propio
dictador, Perón.”[4]
A la pregunta, ¿qué le
desagrada del comunismo?, respondió:
“Bueno,
me han enseñado a pensar que el individuo debe ser fuerte y el estado débil. No
podía entusiasmarme una teoría en la que el estado sea más importante que el
individuo. Soy un conservador, pero ser en mi país conservador no significa ser
una momia, significa, digámoslo así, un liberal moderado. Si se es conservador
en la Argentina nadie piensa que se es un fascista o un nacionalista”[5].
En un ensayo titulado “Nuestro
pobre individualismo”, incluido en su libro “Otras inquisiciones”, escribió:
“El
más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética
lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en
los actos del individuo; en la lucha contra ese mal, cuyos nombres son
comunismo y nazismo, el individualismo argentino, acaso inútil y perjudicial
hasta ahora, encontrará justificación y deberes”[6]
También en “Otras
inquisiciones” se encuentra este texto sobre el antisemitismo[7]:
“Varias razones hay para que
yo no sea un antisemita; la principal es esta: la diferencia entre judíos y no judíos
me parece, en general, insignificante; a veces, ilusoria o imperceptible”. Y
para reforzar su argumento, invocó la sabiduría cáustica de Mark Twain, quien
declaró: “Yo no pregunto de qué raza es un hombre, basta que sea un ser humano,
nadie puede ser nada peor”.
Sobre el nacionalismo, en
conversación con Antonio Carrizo, declaró:
“En
cambio ahora estamos tan orgullosos de haber nacido en un lugar determinado….Lo
cual es ridículo, ¿No? Yo creo que el nacionalismo es el mayor mal de nuestro
tiempo”[8]
En su último libro de poesía,
“Los conjurados”, dejó en un bello poema titulado “Juan López y John Ward”[9],
la más despiadada condena del nacionalismo y el patrioterismo. Hay que citarlo
en su totalidad:
“Les
tocó en suerte una época extraña.
El
planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de
lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de
agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de
demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López
había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en la afueras de la
ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el
Quijote.
El
otro profesaba el amor de Conrad, que la había sido revelado en una aula de la
calles Viamonte.
Hubieran
sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado
famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los
enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El
hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender”.
En los siglos XVIII y XIX,
cuando nace el liberalismo, no había nada más progresista que la defensa de la
libertad y del individuo contra la intromisión del estado. El siglo XX, en una
insólita inversión de los valores, convirtió en progresistas a los adoradores
del Leviatán y en reaccionarios a seres como Borges, el hombre de todas las patrias y todos los tiempos. Pero no importa, ahí
quedan para siempre sus extraordinarias palabras:
“…yo
nunca he sido un hombre oficial; yo nunca me he visto en función del Estado (…)
Soy el menos oficial de los hombres y el más individual de los hombres, creo.
Sigo siendo discípulo de Spencer: no digamos el individuo contra el Estado,
pero el individuo sin el Estado, o con un mínimo de Estado. Si. Lo demás son
accidentes”[10].
LGVA
Octubre de 2016.
[1]
El texto de Mises se titula
“La literatura bajo el capitalismo” en Mises L.V. (1996) Sobre liberalismo y capitalismo. Unión Editorial, Barcelona, 1996.
Volumen II, páginas 229-245. El texto de Bertrand de Jouvenel se titula
“Los intelectuales europeos y el capitalismo” y está incluido en la obra
colectiva El capitalismo y los
historiadores. Unión Editorial, Madrid, 1997. Páginas 87-111.
[2]
Mutis, Álvaro (1999). De lecturas y algo de mundo. Seix
Barral – Planeta Colombiana Editorial, Bogotá, 1999. Páginas 258-260.
[3] “Borges nunca recibió el nobel
porque rechazó un soborno”. http://www.losandes.com.ar/article/maria-kodama-aseguro-que-borges-nunca-recibio-el-nobel-porque-rechazo-un-soborno
[4] Burgin, Richard. (1974). Conversaciones con Jorge Luis Borges. Taurus
Ediciones S.A. Madrid, 1974. Página 124.
[5] Burgin, Richard. (1974). Conversaciones con Jorge Luis Borges. Taurus
Ediciones S.A. Madrid, 1974. Página 124.
[6] Borges, J.L. (1980). Prosa completa. Bruguera, Barcelona,
1980. 2 Volúmenes. Volumen 2, página 163.
[7] Ídem, página 245.
[8] Borges y Carrizo (1997). Borges el memorioso: Conversaciones de
Jorge Luis Borges con Antonio Carrizo. Fondo de Cultura Económica, México,
1997. Página 21.
[9] Borges, J.L. (2013). Poesía completa. Random House
Mondadori, Barcelona y Bogotá, 2013. Página 613.
[10] Borges y Carrizo (1997). Borges el memorioso: Conversaciones de
Jorge Luis Borges con Antonio Carrizo. Fondo de Cultura Económica, México,
1997. Página 262.
Cordial saludo señor Vélez.
ResponderEliminar¿Tiene algún número de contacto para realizar una entrevista? Muchas gracias. Saludos.
Cordial Saludo.
EliminarMi celular es 320 348 31 76. ¿Quién es usted?
Saludos,
LG.
Muy bueno e inesperado tema. Necesario el rescate del individuo en esta época de maximalismos estatales.
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