Anita la peluquera y la
productividad marginal
Luis Guillermo Vélez
Álvarez
Economista, Universidad
EAFIT
Anita
ha sido mi peluquera por más de 30 años. Con sus tijeras y peinillas se ha
ganado la vida como trabajadora independiente, sosteniendo a su mamá y a dos
hijos a quienes dio educación superior en universidades privadas, sin reclamar
ni recibir subsidio alguno. También le alcanzó para comprar un apartamento.
Como buena peluquera es conversadora y es un verdadero placer dialogar con ella
sobre los más diversos tópicos. Hace pocos días, cuando sometía mi canosa
cabeza a sus diligentes cuidados, tuvimos el siguiente diálogo:
-
Oiga
doctor, por aquí estuvo Piedad, ¿se acuerda de ella? La que trabajó hace años
aquí y que se fue para Miami a trabajar allá.
-
Claro
que la recuerdo. ¿Cómo está ella?
-
Bien,
parece que le ha ido muy bien. Dizque tiene apartamento propio y dos carros
último modelo. Y que ya tiene su propia peluquería en la que emplea cuatro
muchachas permanentes y dos ocasionales los fines de semana.
-
Me
alegro por ella. ¿Vino a saludar?
-
No
solo eso. Estuvo como tres semanas trabajando aquí con nosotras, dizque porque
se aburría de no hacer nada.
-
Esto
está bien, Anita. A lo mejor es verdad que se aburría y a nadie le caen mal
unos pesitos más aunque gane en dólares.
-
Estuve
observando detenidamente cómo trabajaba.
-
¡Ajá!
-
Pues
no noté nada.
-
No
notaste nada de qué.
-
Nada
diferente a la forma en que yo lo hago. Motila y peina igual de rápido y casi
tan bien como yo.
-
Eso
no tiene nada de raro.
-
Pues
eso es justamente lo raro. Si las dos hacemos lo mismo, ¿por qué ella allá en
Miami gana más que yo aquí en Medellín? No dizque la remuneración de las
personas depende de eso que ustedes los economistas llaman la productividad
marginal.
-
Así
es Anita, pero estás hablando de productividad física, lo que importa para
determinar la remuneración es la productividad en valor.
-
¿Cómo
así doctor? Barájemela más despacio.
-
La
productividad física, el número de cabezas motiladas en la unidad de tiempo, depende de las habilidades de las personas y
de los instrumentos que emplean en su trabajo. En el caso de ustedes dos es
básicamente igual. También es igual la de un par de tipos que lavan platos uno
aquí en Medellín y otro allá en Miami. La productividad en valor depende de la
valoración que de los servicios que ustedes suministran hacen los clientes
potenciales de una y otra ciudad.
-
Una
motilada es una motilada y plato sucio es un plato sucio, doctor.
-
Así
es Anita, pero el precio de la motilada o de la lavada de un plato depende de
la valoración que hagan los clientes potenciales y esta valoración depende del
costo de oportunidad.
-
Ahora
si me acabó de enredar, doctor.
-
No
Anita, no es tan difícil. Para mí el costo de oportunidad de motilarme contigo es
lo que me costaría motilarme a mí mismo en similares condiciones
-
Pues
doctor, ese costo tiene que ser muy elevado pues usted no sabe nada de
peluquería y mientras aprende se le va la vida. Debería cobrarle más caro.
-
Eso
sería cierto si tú fueras la única peluquera de Medellín. Pero no es así,
hay muchas otras.
-
Ojo,
doctor, cuidado con jugarme infidelidades.
-
Ni
riesgos Anita, te lo juro. Pero sigamos. El principal componente de ese costo
de oportunidad es el ingreso que dejaría de ganar en mi profesión de economista
por dedicarme a aprender peluquería para motilarme a mí mismo. Esto es
fundamental a la hora de valorar los servicios de peluquería y todos aquellos
que adquirimos de otras personas. También
intervienen otras consideraciones subjetivas que dependen de cada uno.
-
A
ver doctor. El precio que yo le cobro por una motilada depende entonces de sus
ingresos como economista y de otras consideraciones subjetivas.
-
No
sólo de lo mío. El precio de una motilada y los precios de todas las cosas dependen
de las valoraciones subjetivas de grandes cantidades de personas. Lo que tú
cobras por una motilada depende de las valoraciones de los habitantes de este
barrio que conforman tu clientela potencial. Y estas valoraciones están
condicionadas por los ingresos de estas personas.
-
Pues,
no sé, doctor. No me parece tan claro.
-
Bueno
Anita, hagamos un experimento mental para demostrarlo. Contéstame una pregunta.
-
Hágale.
-
¿Por
qué no cobras el doble por una motilada?
-
Doctor,
eso no sería justo.
-
No
Anita, nada de cuentos. ¡Qué justo, ni qué ocho cuartos! La verdad.
-
Bueno,
porque probablemente se reduciría la clientela.
-
¿Y
por qué no cobras la mitad? En muchos barrios de Medellín una motilada, una
cepillada y un arreglo de uñas cuestan menos de la mitad de lo que ustedes
cobran aquí. En otros, como El Poblado, cuestan más del doble.
-
Pues
porque la gente de por allá gana menos plata y los del Poblado ganan más.
-
¿Y
por qué la gente de este barrio no se va a hacer motilar a los barrios donde
cuesta menos? ¿Y por qué los del Poblado no vienen a motilarse aquí?
-
Pues
porque perderían mucho tiempo y gastarían en transporte. Usted viene porque le
gusta como yo motilo.
-
Ese
es el costo de oportunidad de la gente, Anita.
-
Pero
yo nunca calculo ese costo de oportunidad cuando decido el precio de la
motilada o la cepillada.
-
Ni
tienes que hacerlo, Anita. La experiencia te ha enseñado a fijar el precio que
puedes cobrar. En negocios grandes y complejos se hace eso en los llamados
estudios de mercado. Pero tú, como gran cantidad de empresarios, van tanteando
el precio que pueden cobrar y lo descubren
y saben que es el acertado de acuerdo con la clientela que llega. Todos
hacemos lo mismo.
-
Ya
entiendo mucho más. Ya entiendo que si cobro menos por una motilada que Piedad es
porque usted como economista gana menos que los economistas de Miami.
-
Pues
sí Anita, en cierta forma sí.
-
Y
usted gana menos que los economistas de Estados Unidos porque los que compran
los servicios de éstos allá ganan más que los que compran sus servicios acá.
-
Así
es Anita, así es.
-
Y
los que compran sus servicios acá ganan menos que los que compran los servicios
de los economistas allá porque sus clientes respectivos ganan menos los unos y
más los otros y así sucesivamente.
-
Así
es Anita, así es.
-
¿Cuándo
se detiene eso?
-
Buena
pregunta Anita. Eso se detiene en el mercado mundial. Los que ganan más
ingresos en un país son los que generan más valor para los millones y millones
de personas que conforman el mercado mundial. Esos son los más productivos y
son también los más ricos. Son ricos porque esos millones de personas aprecian
y compran los productos de sus empresas.
-
Oiga
doctor, entonces me está diciendo que ¿los pobres de Colombia somos pobres
porque los ricos de aquí no son suficientemente ricos?
-
En
parte por eso y en parte también porque no hay bastantes ricos.
-
¡Qué
vaina, doctor! Eso no fue lo que me explicó el doctor Jorge Enrique Robledo la
última vez que vino a motilarse aquí.
-
¿Robledo
viene a motilarse contigo?
-
Mentiras,
doctor, lo que pasa es que al verle a usted las canas me acuerdo de él.
-
¿Nos
parecemos?
-
En
las canas doctor, en las canas nada más.
LGVA
Marzo
de 2017.
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