El
verdadero alcance del fallo de la Corte Constitucional sobre las corridas de
toros
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Universidad EAFIT
La libertad debe entenderse
como el derecho que tienen las personas de hacer ciertas cosas y de oponerse a
la imposición de otras. La base de todos los derechos es el derecho de
propiedad. El derecho de propiedad descansa en un axioma ético fundamental
enunciado por Locke: la propiedad de todo ser humano sobre su propia persona,
cuerpo y su mente. De este axioma de auto-posesión se derivan todos los demás
derechos, en particular el derecho de propiedad sobre todo aquello creado
en ejercicio de las facultades personales combinadas con los recursos naturales
libres o adquirido mediante el intercambio voluntario de las propias posesiones
con las posesiones de otras personas. Los taurinos tienen el derecho de hacer
corridas de toros porque los toros y todos los recursos económicos empleados en
las corridas son su propiedad legítimamente adquirida.
Para ejercer el derecho de
hacer corridas es completamente irrelevante que otro grupo de personas o la
mayoría de estas considere que las corridas de toros son un espectáculo
detestable. Los anti-taurinos tienen el derecho de oponerse a las corridas y de
emplear sus recursos para boicotearlas y difundir cualquier suerte de
propaganda o información en contra de ellas sin que importe que esa información
sea falsa o verdadera. Los taurinos, a su turno, tienen el derecho de boicotear
a los boicoteadores y difundir su propia información o propaganda sin que
importe tampoco que sea falsa o verdadera. Lo que no es admisible es que la
autoridad pública adopte como un valor social supremo el criterio estético o
moral de quienes se oponen a las corridas y ordene su prohibición. Al proceder
de esta forma está impidiendo que los taurinos ejerzan su derecho de propiedad sobre
sus recursos legítimamente adquiridos. Los está expropiando pura y simplemente.
Especialmente indignante es el caso de los toreros, banderilleros,
rejoneadores, picadores, monosabios y todos aquellos que ejercen los oficios
de la fiesta brava a quienes se les está violando el derecho de hacer lo que
quieran con su propia persona.
Los anti-taurinos hacen
parte de una especie particular de seres humanos cuyo persistente y acelerado
crecimiento cuantitativo se está convirtiendo en una amenaza para la libertad.
Es la especie de los que están convencidos de la superioridad moral de sus preferencias
y de sus aversiones razón por la cual consideran que la autoridad pública debe
ponerse al servicio de esas preferencias o aversiones para imponerlas legalmente,
incluso por la fuerza, a todos los demás. A esta especie pertenecen los
animalistas, los ambientalistas, los vegetarianos y los bicicleteros militantes y todos los
partidarios de una vida sana llena de ejercicios y de dietas saludables y
balanceadas. Aquellos que no comparten de buen grado esas preferencias o aversiones
son seres equivocados cuya escasa inteligencia o sus enraizados prejuicios no
les permiten entender la verdad verdadera de esas preferencias o aversiones razón
por la cual es necesario imponérselas por la fuerza por su propio bienestar.
Personalmente encuentro que
el fútbol es un deporte detestable porque sus practicantes se golpean
salvajemente los unos a los otros, sus aficionados se acuchillan entre sí a la
primera oportunidad y buena parte de sus dirigentes son apostadores tramposos. Debería
prohibirse, al igual que el boxeo, la lucha libre, la hípica, las carreras de
autos y el ciclismo y también el teatro, la danza, el canto y la literatura
pues no hay actividad humana en la que cualquier otro ser humano no encuentre algún
aspecto moralmente reprochable. La tolerancia es aceptar que la gente haga lo
que le plazca en ejercicio de sus derechos aunque dichas acciones nos parezcan
ética o estéticamente abominables. La tolerancia no es incompatible con difusión
de información y propaganda en contra de todo aquello que nos parezca
despreciable. Excluye, eso sí, el ejercicio de la violencia contra las personas
y las propiedades de quienes hacen aquello que no nos gusta. Esto es lo que no
pueden entender los anti-taurinos quienes, además de ser proclives al ejercicio
de la violencia directa, buscan, para imponer su aversión, el amparo del estado,
supuesto depositario del monopolio la violencia legítima. Que el estado consienta en ello es inadmisible.
Al convertir las aversiones particulares en aversiones públicas, el fallo de
la Corte Constitucional, que en la práctica prohíbe las corridas, además de ser
una flagrante violación de los derechos de los taurinos, es la
institucionalización de la intolerancia. Este es su verdadero y peligroso
alcance.
LGVA
Marzo de 2017.
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