Noticia
sobre la pobreza en Colombia
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Universidad
EAFIT - Fundación ECSIM
En los últimos 12 años
Colombia ha registrado una significativa reducción de la pobreza monetaria y la
pobreza monetaria extrema o indigencia. La incidencia de la primera –
porcentaje de la población - pasó de 49,4%, en 2002, a 29,3% en julio de 2014;
la segunda se redujo de 17,6% a 8,4% entre las mismas fechas. Se han reducido
la pobreza y la indigencia urbana y la rural como se observa en las figuras 1 y
2[1].
Figura
1
Figura
2
La pobreza monetaria es
la insuficiencia de recursos pecuniarios para comprar una canasta mínima de
bienes y servicios fisiológica y socialmente deseable. El valor de esa canasta define la llamada línea de pobreza.
Son pobres aquellos cuyos ingresos están por debajo de dicha línea. El costo de
la canasta de alimentos, que se calcula con los precios empleados para
construir el IPC, define la línea de pobreza extrema. Es decir, son pobres
extremos o indigentes aquellos cuyos ingresos no les permiten adquirir dicha
canasta. Para los menos pobres se define una canasta que, además de los
alimentos, incluye otros bienes y servicios. Esto se basa en la llamada ley de Engel
según la cual a medida que crece el ingreso el gasto en alimentos también lo
hace pero en menor proporción, de tal suerte que la gente destina parte de su
mayor ingreso a otros bienes y servicios diferentes de los alimentos. Para
determinar la línea de pobreza de los pobres no-extremos se emplea usualmente
el coeficiente de Orshansky, que es la relación entre el gasto total y el gasto en
alimentos. El valor de la canasta de alimentos multiplicado por el coeficiente
Orshansky arroja el valor de la línea de pobreza de los menos pobres. Todo esto
es más fácil decirlo que hacerlo. La estimación de las líneas de pobreza
requiere del arduo y cuidadoso trabajo estadístico de muchos expertos[2].
En el documento citado
se estimó la línea de indigencia urbana en $ 73.984/mes y la rural en $ 60.968/mes,
a precios de marzo de 2007. Con coeficientes Orshansky de 2,4 y 1,74,
respectivamente, se estimó la línea de pobreza urbana en $ 177.562 y la rural
en $ 106.084. Estas cifras, ajustadas por el IPC, arrojan las líneas de
indigencia y pobreza a noviembre de 2014 que se muestran en la figura 3.
Figura
3
Es usual que los
gobiernos de todas las orientaciones reclamen como logros de sus políticas
asistencialistas los avances en la reducción de la pobreza y la indigencia. Sin
duda alguna, dichas políticas en algo ayudan. Pero más importantes son otras
cosas que frecuentemente ignoran los defensores oficiosos de los pobres.
La línea de pobreza o
de indigencia no es otra cosa que el producto de unas cantidades por unos
precios. Dadas las cantidades, nada ayuda más a sacar la gente de la pobreza y
mantenerla por encima de las fatídicas líneas que el control de la inflación.
Por eso los que atacan la política del Banco de la República centrada en el
control de la inflación, que casi siempre son los mismos defensores oficiosos
de los pobres, están actuando en contra de sus defendidos. También militan,
quizás sin saberlo, en contra de los pobres los que se oponen a la importación
de alimentos baratos o los que propugnan por la devaluación del peso invocando
toda suerte de argumentos del nacionalismo económico.
Figura
4
La pobreza o la
indigencia monetaria se superan con un poder de compra que permita adquirir las
canastas básicas de bienes y servicios. Para los pobres ese poder de compra,
dejando de lado las donaciones, proviene del empleo, de la ocupación o, si se
prefiere, de la venta de su trabajo al capital explotador. Peor que ser
explotado es no ser explotado, decía Joan Robinson, economista
marxista-keynesiana. Para la mayoría de los pobres la diferencia entre no serlo
y serlo radica en tener o no un trabajo. Y el empleo depende de la demanda de trabajo de
los capitalistas y ésta a su turno de sus decisiones de inversión. Hacia el año
2000, por razones harto conocidas, el coeficiente de inversión de la economía
colombiana estaba por el suelo – 14% del PIB – y el desempleo y la pobreza por
las nubes. Desde entonces el coeficiente de inversión no ha dejado de crecer y
en 2014 es de 27,6% con un desempleo de 9,6% y una pobreza de 27,6%. Más que de cualquier política
asistencialista, la reducción de la pobreza es resultado del empleo resultante
del crecimiento económico y éste a su turno de la mayor inversión. La
viabilidad misma del asistencialismo y de todas las políticas redistributivas
reposa también, en definitiva, en el crecimiento económico. Lo demás es fantasía.
LGVA
Noviembre, 2014.
[1]
Véase:
DANE (2014). Pobreza Monetaria. Boletín
Técnico. Bogotá, Septiembre de 2014 y DANE (2012) Misión para el empalme de las series de empleo, pobreza y desigualdad.
Pobreza monetaria en Colombia: Nueva metodología y cifras 2002-2010.
[2] La más reciente
estimación de las líneas de pobreza en Colombia fue realizada por un grupo de
expertos convocados para el efecto por el DANE. Véase: DANE (2012) Misión para el empalme de las series de
empleo, pobreza y desigualdad. Pobreza monetaria en Colombia: Nueva metodología
y cifras 2002-2010.
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