Pensamiento
Económico II – Lección VII
La
escuela austríaca de teoría económica
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Docente Universidad EAFIT
I
La revolución marginalista
se asocia con la obra de tres autores: Jevons, Walras y Menger. La teoría del valor
utilidad, desarrollada de forma independiente por cada uno de ellos, se
convertirá en el núcleo central de la corriente principal de la teoría económica
conocida como economía neo-clásica. No obstante, la obra de estos economistas
dará lugar al desarrollo de tres enfoques diferentes que coexisten en el
análisis económico contemporáneo. La contribución de Jevons, especialmente a
partir de la obra de Marshall, dará lugar al enfoque del equilibrio parcial. El
enfoque de equilibrio general surgirá de la obra de Walras. Finalmente, de la obra
de Menger surgirá el enfoque austríaco o Escuela Austríaca. En anteriores
lecciones se han estudiado los dos primeros y la contribución de Menger también
fue objeto de una lección. En ésta se tratará de la Escuela Austríaca tanto en lo
referente a sus primeros desarrollos como a los trabajos de economistas
contemporáneos como Israel Kirzner, Murray Rothbard y Jesús Huerta de Soto.
El enfoque austríaco o
escuela austríaca - según uno de sus representantes modernos, el economista
español Jesús Huerta de Soto (1956) – tiene su origen en la obra de Carl Menger
(1840-1921), Principios de Economía Política publicada en 1871[1]. Menger desarrolla su teoría en abierta
oposición a la escuela clásica inglesa y a la escuela histórica alemana y era
claramente consciente de estar abriendo nuevos rumbos a la teoría económica.
Serán sus discípulos quienes empezarán a utilizar la expresión “Escuela
Austríaca” para referirse de a los desarrollos teóricos a los que dará lugar el
trabajo seminal de Menger. Ya en 1891,
Eugen Böhm Bawerk (1851-1914) habla de la escuela austríaca en un artículo en
el que expone las características distintivas de ésta[2]. En ese mismo año,
Friedrich von Wieser (1851-1926) publica un artículo[3] en el que presenta la
teoría del valor de la escuela austríaca[4].
En los artículos
mencionados, Böhm-Bawerk y Wieser destacan como rasgos distintivos de la
escuela austríaca la teoría del valor-utilidad, en oposición a la teoría
clásica del valor-trabajo, y el método abstracto-deductivo, en oposición al
método inductivo preconizado por la escuela histórica. La teoría de la utilidad marginal – o de la
utilidad límite, como a denomina Böhm-Bawerk – está en la base de los
enfoques de equilibrio parcial y general y en ese sentido es un rasgo que la
escuela austríaca comparte con la corriente principal de la teoría económica. También
en lo referente al método existe un claro acuerdo en el rechazo al enfoque
empírico-inductivo de la escuela histórica y de la economía institucional. Ya
en los años 30, refiriéndose a las tres escuelas de las que entonces se hablaba
– austríaca, angloamericana y de Lausana – Mises afirmaba que “difieren
únicamente en su manera de expresar la misma idea fundamental, y se hallan
divididas más por la terminología adoptada y por la peculiaridad de la
presentación que por la esencia de sus enseñanzas”[5]. Por su parte, Hayek
indica que “hacia el tercer cuarto del siglo XX, el pensamiento de la Escuela
Austríaca se había convertido en el principal enfoque de la teoría
microeconómica”[6].
Y en efecto, hasta después
de la segunda guerra mundial, la escuela austríaca hizo parte del mainstream, aunque guardando cierta
identidad propia derivada más que de las diferencias teóricas del origen
nacional de sus principales exponentes, muchos de los cuales emigraron a Estados
Unidos e Inglaterra donde adelantaron sus vidas académicas. Sin embargo, la
orientación marcadamente keynesiana que siguió la macroeconomía y la simpatía
con la que la mayor parte de los economistas acogieron el intervencionismo
estatal creciente apartaron a muchos economistas austríacos de la corriente
principal. También se mostraron escépticos frente a la importancia que la
econometría fue adquiriendo en el trabajo de los economistas y al formalismo matemático
de los teóricos del equilibrio general.
Debe hablarse por tanto de
dos escuelas austríacas. La escuela austríaca antigua, que en muchos aspectos
habría confluido y se habría integrado con la corriente principal, y la nueva
escuela austríaca que retomando temas de la antigua se presenta como una
alternativa crítica a la corriente neoclásica dominante. Se le conoce como Escuela Neo-Austríaca.
II
La obra de los economistas
austríacos – la de los antiguos y los contemporáneos – es amplia, diversa y
compleja. En ella se encuentran tratados todos los grandes temas de que se
ocupa la economía ortodoxa. Además, por ser una escuela cuyo nacimiento se
remonta a la época misma en que nace la economía ortodoxa o neo-clásica, sus más
reconocidos representantes participaron en los grandes debates que han marcado
el desarrollo de la profesión en los últimos ciento cincuenta años. Sin
embargo, el enfoque austríaco, a diferencia del neo-clásico, no se encuentra
presentado de una forma sistemática en tratados o manuales propios para la
enseñanza. No hay una micro o una macro austríacas, distinción que de hecho
desdeñan muchos de los exponentes del enfoque austríaco. Adicionalmente, entre
los economistas austríacos antiguos y contemporáneos existen diferencias de
fondo entorno a muchas cuestiones. Por esas razones resulta extremadamente
difícil hacer una presentación sucinta del pensamiento de los economistas
austríacos que de forma inequívoca los cobije a todos. No obstante, pueden
identificarse una serie de cuestiones frente a las cuales existe una postura
teórica que en un sentido amplio es admisible calificar de “austríaca”. La
lista que a continuación se presenta seguramente adolece de sesgos de inclusión
y exclusión, pero no resulta inútil como una primera aproximación.
1. El objeto de lo económico. La
economía es una teoría de la acción humana, desde el punto de vista
neo-austríaco. Desde el punto de vista neo-clásico la economía es una teoría de
la decisión: maximización sometida a restricciones. Según Huerta de Soto, la neo-clásica es una
concepción estrecha de la economía cuyo origen se remonta a la obra de Robbins[7] donde la economía se
define como la ciencia que estudia la asignación de medios escasos susceptibles
de usos alternativos. A esta concepción
del objeto de la economía se opone la concepción austríaca. Señala Huerta de
Soto: “...la concepción de la economía en Robbins corresponde al corazón del
paradigma neo-clásico y es completamente ajena a la concepción del escuela
austríaca tal y como hoy se entiende. (...) el hombre robbinsoniano es un
autómata o caricatura del ser humano que se limita a reaccionar de forma pasiva
ante los acontecimientos. Frente a esta concepción (...) los austríacos
consideran que el hombre, más que asignar medios dados a fines también dados,
lo que realmente hace es buscar nuevos fines y medios, aprendiendo el pasado y
usando su imaginación para descubrir y crear mediante la acción el futuro. Por
eso, para los austríacos, la economía queda subsumida o integrada en una
ciencia más general y amplia, una teoría general de la acción humana”[8]. Es importante anotar que Hayek
aprobó la obra de Robbins mencionada. Escribió: “El trabajo más importante de
Robbins, The Nature and significance of
Economic Science, hizo que el enfoque metodológico de la teoría
microeconómica establecido por la escuela austríaca se convirtiera en la norma
generalmente aceptada”[9].
2. El subjetivismo. Los
autores austríacos oponen el subjetivismo propio de su enfoque al
individualismo metodológico característico del análisis neo-clásico. El enfoque
subjetivista tiene naturalmente su origen en Menger quien se oponía de esta
forma al objetivismo propio de la escuela clásica. En principio, el subjetivismo
mengeriano simplemente significa la explicación de la formación de los precios
relativos a partir de las valoraciones subjetivas de los individuos. Según
Israel Kirzner[10],
el subjetivismo de Menger habría derivado en tres enfoques diferentes. El primero,
asociado a la obra de Robbins ya mencionada y que se transformaría en el
individualismo metodológico propio del análisis neo-clásico - tanto de
equilibrio parcial como general- cuya característica fundamental es el supuesto
de conocimiento perfecto. Un segundo enfoque es del subjetivismo radical,
asociado a la obra de George L. Schackle (1903-1991)[11] , que rechaza el supuesto
de conocimiento perfecto y resalta por el contrario la virtual imposibilidad de
disponer del conocimiento adecuado. Las decisiones de los agentes no están
guiadas por el conocimiento de todas las circunstancias sino por las
expectativas que tienen en el momento de la decisión. Finalmente, está el
subjetivismo de la escuela neo-austríaca que, según Kirzner, deriva de Mises y
Hayek y se caracterizaría por resaltar el rol de la acción del empresario en el
proceso de mercado y la expansión gradual del conocimiento en el proceso de mercado
competitivo. El subjetivismo neo-austríaco, al extenderlo al análisis de la
acción del empresario, supera la insuficiencia de Menger que lo limitaba al
consumidor y se aparta de tanto de la hipótesis de conocimiento perfecto como
del nihilismo del subjetivismo radical al concebir el mercado como un mecanismo
de búsqueda y producción de nuevo conocimiento, pero el conocimiento nunca
llegará a ser perfecto pues el mercado es un proceso dinámico en permanente
evolución.
3.
La
concepción de la competencia y el mercado.
Tanto en equilibrio parcial como en equilibrio general el
mercado es un mecanismo donde conocida una información, dados unos recursos y
un estado de la técnica las conductas maximizadoras de los participantes
conducen una situación en la cual las diferentes estrategias se hacen
compatibles cuando las relaciones de intercambio son tales que los excesos de
demanda son nulos en todos los mercados.
La escuela austríaca se opone a esta concepción. No existe ninguna
información objetiva que supuestamente pueda ser conocida por todos los
agentes. Los datos supuestamente conocidos – preferencias, técnicas, etc. están
cambiando todo tiempo.
La
concepción de la competencia de la que se adhiere nueva escuela austríaca fue
expuesta por Hayek en 1968 en una célebre conferencia titulada “La competencia
como proceso de descubrimiento”.
Comienza de esta manera:
“Es difícil defender a los economistas
del cargo de haber discutido la competencia, por cerca de 40 ó 50 años,
basándose en conjeturas que si reflejaran la verdad del mundo real harían que
la competencia fuera algo sin interés e inútil. Si alguien conociera
efectivamente todo lo concerniente a aquello que la teoría económica llama
datos, la competencia sería, en realidad, un método inútil para asegurar un
ajuste a estos hechos”[12].
La
concepción de la competencia como proceso de descubrimiento resumirse en los
siguientes puntos:
·
La información no es perfecta, homogénea y
accesible sin costo a todos los agentes. La información es imperfecta,
descentralizada, costosa y heterogénea.
·
La información que se utiliza en el mercado
es la que tienen todos los que participan y los objetivos que se buscan son los
de todos y cada uno de ellos en su diversidad.
·
Nadie conoce los hechos que determinan las
acciones de los demás. Por ello los resultados de la competencia son
imprevisibles y, con frecuencia, diferentes de los que se persiguen
deliberadamente.
·
La competencia económica da lugar a ganadores
y perdedores. Las intenciones y expectativas de muchos pueden verse frustradas.
·
Si los resultados de la competencia difieren
usualmente de los esperados por muchos, se sigue de allí que el análisis de la
competencia no permite predecir hechos o resultados particulares.
·
El proceso de mercado en cada etapa
suministra por medio de los precios información que los individuos de acuerdo
con sus circunstancias y habilidades pueden utilizar en forma más o menos
provechosa.
·
No se puede esperar de la competencia la
obtención de un resultado o conjunto de resultados apreciados igualmente por
todos los individuos. Sin embargo los resultados del orden espontáneo
resultante de la competencia pueden conducir al logro de muchos fines
particulares.
·
Es erróneo esperar de la competencia
resultados que necesariamente conduzcan a la satisfacción de las necesidades
generales o de grupos particulares que alguien considera prioritarias.
4. El empresario. Debemos
a Walras la introducción del concepto de empresario – y por tanto de empresa –
en el centro del análisis económico. El empresario sustituye al capitalista -
de Smith, Ricardo y Marx – que contrata trabajadores y aporta los medios
materiales para la producción y reclama por ello un beneficio proporcional al
valor de éstos. Funcionalmente el empresario walrasiano - al igual que el
empresario de los textos de micro y macro – no es un capitalista. El capital, o
mejor, los servicios productivos son propiedad del consumidor, otro agente
representativo de los libros de textos. El empresario opera como comprador en
el mercado de servicios productivos y como vendedor en el mercado de bienes. En
equilibrio – cuando los precios de los bienes se igualan a las utilidades
marginales y los de los servicios productivos a las productividades marginales
– el valor de la producción se agota en el pago de los servicios productivos y
el empresario no realiza ni beneficio ni pérdida y subsiste de la remuneración
de sus servicios productivos.
Es
decir, las ganancias o pérdidas del empresario walrasiano sólo se presentan en
situación de desequilibrio. Schumpeter (1883-1950) fue el primero en explotar
sistemáticamente los alcances de esta idea construyendo a partir de ella su teoría
del crecimiento económico en obra publicada en 1912[13]. Partiendo de una
situación de equilibrio walrasiano, irrumpe el empresario schumpeteriano con
una innovación que económicamente no es otra cosa la introducción de una
función de producción – producto nuevo, nuevo proceso, etc. – desconocida por
el mercado. Ahora bien, si el mercado
valida la innovación comprando el nuevo producto el empresario obtiene un
beneficio que resulta de la diferencia del precio que acepta pagar el mercado y
el costo de producción que solo el empresario conoce. Sigue después el proceso
de imitación, con la llegada masiva de nuevos empresarios, que da lugar a la
fase expansiva del ciclo económico y, después, el proceso de asimilación de la
innovación, que no es otra cosa que la generalización de la hasta entonces
nueva función de producción, que lleva a la fase de contracción donde los
precios se ajustan progresivamente a los costos marginales y desaparece el
beneficio extraordinario.
El
empresario es pues un monopolista que se beneficia de algo que él conoce y que
al mismo tiempo es desconocido por el mercado. Adicionalmente, a diferencia del
consumidor cuya “ganancia” en el mercado es subjetiva, la utilidad o
satisfacción que le reportan los bienes y servicios que adquiere, la ganancia
del empresario es objetiva, monetaria, la diferencia entre el precio de venta y
sus costos de producción. Los economistas neo-austríacos, en especial Israel
Kirzner[14], retomaron las
concepciones de Schumpeter poniendo en el centro del análisis la figura del
empresario. Escribe Huerta de Soto: “La función empresarial es la fuerza
protagonista de la teoría económica austríaca. Y es que la función empresarial
es un fenómeno propio del mundo real que siempre está en desequilibrio y que no
puede jugar ningún papel en los modelos de equilibrio que absorben la atención
de los autores neoclásicos”[15]. Los economistas
neo-austríacos han dedicado mucho trabajo y energía al estudio de la función
empresarial.
5. El papel del estado. El
estado es la bestia negra del economista teórico. Desde Smith el problema
fundamental de la economía es demostrar que una sociedad donde los individuos
toman las decisiones de forma descentralizada en función de sus propios
intereses conduce no al caos sino a una configuración donde los planes de todos
ellos resultan compatibles sin intervención de ninguna autoridad
centralizadora. Los cazadores del estado primitivo de Smith – a diferencia de
los de Hobbes – no se asesinan y roban los unos a los otros sino que descubren
el intercambio, las ventajas de la especialización, inventan la moneda, se
hacen terratenientes los unos, capitalistas los otros y obreros los más; todo
ello sin intervención del estado que solo aparece en el libro V para defender
el territorio, impartir justicia y producir algunos bienes colectivos. Tampoco
hay estado en la economía teórica de Walras, ni en los sistemas de equilibrio
general de sus seguidores contemporáneos. Solo en la sombra se insinúa algún
tipo de sistema jurídico normativo que sostiene los mercados. Solo cuando se
pasa a la economía normativa o a la economía aplicada y social de Walras emerge
el estado para remediar imperfecciones de los mercados, estabilizar la economía
o aplicar alguna idea de justicia redistributiva. Y es aquí donde surgen las
discusiones más apasionadas entre los economistas. Podrían decirse que en
cierta forma los economistas se diferencian en la importancia que otorgan a la
intervención del estado. O, dicho de
otra forma, en el grado en que creen que esa intervención es necesaria y
conveniente.
Los
economistas austríacos, con la excepción de Murray Rothbard, no son
precisamente unos anarquistas. Menger encontró justificado que los gobiernos se
hicieran cargo de la acuñación de la moneda. Böhm-Bawerk fue ministro de
hacienda apegado siempre, según se dice, al equilibrio presupuestal. Ni el uno
ni el otro discutieron mayormente sobre el asunto del papel del gobierno en la
economía. Probablemente no parecía como un tema relevante en una época en la que
los presupuestos de los gobiernos eran pequeños con relación al tamaño de las
economías. Mises, en su importante obra “Socialismo”[16], puso el problema en
términos tajantes: la economía planificada y manejada centralmente por el
estado conduce al “caos planificado”. Tampoco aceptaba el intervencionismo
limitado por considerar que el control de los precios de algunos bienes de
consumo necesariamente conduce al control del precio de sus insumos y así
sucesivamente hasta hacer necesario el control total. Sin embargo, Mises no es
ningún anarquista y su punto puede ser suscrito por cualquier economista
liberal, llámese austríaco o no:
“El liberalismo en nada se parece al
anarquismo, ni desde luego comulga con sus principios. Es evidente que sin un
aparato de compulsión peligraría la convivencia social; la amenaza de la
fuerza, por desgarcia, ha de gravitar constantemente sobre quienes pretenden
alterar la cooperación pacífica de los seres humanos. Tiene que haber una
institución investida de poder suficiente para controlar a los que no se
muestran dispuestos a respetar la vida, la libertad y la propiedad de los
demás, pugnando contra los propia existencia social. Tal es la precisa misión
que el liberalismo asigna al estado: salvaguardar la propiedad, la libertad y
la convivencia pacífica”[17]
Los
economistas neo-austríacos no tienen el monopolio de la defensa del estado
mínimo. La crítica más vigorosa y fecunda en sus implicaciones sobre la
política pública del estado de bienestar provino de economistas como Buchanan,
Tullock, Tollison y muchos otros más que nadie calificaría ni se reconocen a sí
mismo como neo-austríacos. En cualquier caso, los economistas neo-austríacos se
inscriben dentro de la tradición liberal decimonónica que propugna por un
gobierno limitado en sus funciones económicas.
Murray
Rothbard merece una mención aparte. Este discípulo de Mises representa dentro
de los economistas neo-austríacos una corriente extrema en cuanto al papel del
estado que se ha denominado libertaria o anarco-capitalista. En efecto,
Rothbard sostiene que la sociedad puede prescindir totalmente del estado,
incluso en sus funciones mínimas – la seguridad y la administración de la
justicia. En una obra provocadora y sugestiva titulada “El Manifiesto
Libertario”[18]
describe la forma como funcionarían las empresas de seguridad y los tribunales
privados que proveerían esos servicios en reemplazo del estado.
6. La moneda. Curiosamente los economistas
austríacos coinciden con Marx en cuestiones de teoría monetaria. El aforismo de
éste según el cual “el oro y la plata no son dinero por naturaleza, pero el
dinero es, por naturaleza, oro y plata”[19] podría perfectamente
atribuirse a Menger o a Mises. Todos los economistas austríacos suscriben
alguna versión de la teoría monetaria del ciclo económico derivada de Wicksell.
Las fases de expansión y contracción propias del ciclo económico están
asociadas a la expansión y a la contracción del crédito otorgado a los
empresarios por el sistema financiero. Los
bancos, en virtud del sistema de reservas fraccionadas, pueden expandir el
crédito de forma casi ilimitada reduciendo la tasa de interés monetario
sustancialmente por debajo de su nivel natural que resulta de la disposición al
ahorro de las personas. Se generan así períodos de expansión en los que se
modifica artificialmente la estructura de la producción al hacerse posibles inversiones
que solo son aparentemente rentables por la reducción extrema del interés
bancario. Inevitablemente muchos de esos inversionistas verán frustradas sus
expectativas y caerán en una situación de insolvencia que les imposibilita
atender sus compromisos con el sistema financiero. Ante esta situación, los
bancos reaccionan contrayendo el crédito y se genera la situación de quiebras y
reducción de la actividad económica propia de la fase de contracción del ciclo
económico. Así el origen de la contracción y la crisis está la expansión y ésta
es posibilitada por la elasticidad de la oferta monetaria en un régimen de
reservas fraccionadas. Bajo un sistema de patrón oro y un régimen bancario de
reserva plena, la oferta monetaria dejaría de ser discrecional. Se podría así
límite a la financiación de inversiones por encima del ahorro deseado por la
economía. Al mismo tiempo se privaría al estado del instrumento de financiación
inflacionaria de su actividad.
Los economistas
austríacos son hostiles al sistema de reserva fraccionada y propugnan por
reestablecer el principio de la reserva de 100 por ciento de los depósitos[20]. Otros, aún a riesgo de
ser calificados de locos, propugnan por el restablecimiento del patrón oro para
poner término a la expansión inflacionaria de la actividad económica. Escribe
Mises:
“Aún hoy en día nadie se atreva a
proponer de verdad un retorno al patrón oro. De pobre orate se calificaría en
Estados Unidos a quien tuviera la osadía de decir que hay que volver al patrón
oro, sistema que no tiene otra virtud que la de impedir que gobernantes y
políticos decidan cuál deba ser la masa de dinero circulantes, lo que a todos
beneficia, incluso a quienes se hayan en el poder.”[21]
En
uno de sus últimos trabajos de teoría monetaria[22], Hayek cuestionó el
monopolio estatal del dinero y propuso su desnacionalización y la creación de un
sistema bancario competitivo en el que cada banco privado emitiera su propia
moneda. No propone Hayek un sistema de
banca privada basado en el patrón oro. En su modelo, los bancos emisores
garantizarían el poder adquisitivo de su moneda sobre una canasta de bienes.
7. Defensa del liberalismo y oposición al
socialismo. Los economistas austríacos descreen de una
ciencia económica pura y completamente ajena a la naturaleza de la organización
económica de la sociedad. No puede haber una teoría económica – entendida un
ciencia pura de la asignación de recursos escasos en usos alternativos – válida
para cualquier tipo de organización de la actividad económica: planeación
centralizada o economía de mercado. El origen de esta postura se encuentra,
naturalmente, en la obra de Mises ya mencionada, El Socialismo. Mises sostuvo
que la economía planificada no podía funcionar pues en ella era imposible el
cálculo económico pues al no existir mercado no podían conocerse los precios
que son las señales de la escasez. Escribe Mises:
“...el moderno mundo industrial y
económico se basa en la posibilidad de calcular. No son sólo los ingenieros
quienes calculan; el hombre de negocios también tiene que hacerlo. El cálculo
empresarial se basa en que, bajo una economía de mercado, los precios libres no
sólo sirven de indicativo al consumidor, sino que además procuran información
vital al fabricante, al productor de lo que en cada lugar, ocasión y momento de
verdad valen los factores productivos que piensa emplear. (...) sin los precios
libres, que sólo el mercado procura, todo cálculo racional resulta imposible”[23]
La
postura contraria, que en el célebre debate sobre el socialismo se conoció como
la solución Lerner-Lange, se remonta a Walras. Para éste la competencias,
entendida como la pluralidad de empresarios, era una condición suficiente más
no necesaria para el equilibrio. Con un único empresario que actuara
racionalmente en función de los excesos de demanda en los mercados de bienes y
servicios productivos podría alcanzarse la misma configuración de equilibrio
que en un sistema de múltiples empresarios. A partir de esta idea, Lerner y
Lange desarrollaron la tesis según la cual un planificador central con la
suficiente información sobre las funciones de utilidad y las funciones de
producción podía descubrir los precios “sombra” que vacían los mercados. Los
austríacos y muchos economistas más negaron la posibilidad de que pudiera
recogerse y procesarse el volumen de información requerido para hacer esto en
una economía dinámica, en la que las preferencias y las técnicas están
cambiando constantemente. Esto puede ilustrarse con otra cita de Mises:
“...bajo un régimen socialista, todo
depende del saber, del talento y de las virtudes de la autoridad. (...) La
humanidad, sin embargo, a lo largo de su dilatada historia, ha acumulado tan
enorme acervo de saber, tanto en la esfera científica como en la puramente
tecnológica, que resulta imposible a toda mente humana, por poderosa que sea,
abordar tal monto de sapiencia. Y luego está la disparidad personal de los
individuos, que ni hoy ni nunca resultarán iguales. Hay quienes sobresalen en
ciertos aspectos, mientras son nulos en otros; hay quienes descubren cosas
inauditas, roturando nuevas sendas; de este modo, la sociedad capitalista
consigue continuo progreso tecnológico y económico. En cuanto a uno se le
ocurre algo nuevo, pronto encontrará, si su idea es factible, quien goce de
suficiente perspicacia para respaldarle. Un osado capitalista, en cuanto prevea
el lucro, podrá en marcha el correspondiente proceso”[24]
Como
corolario de lo expuesto y esto es lo más importante, la solución centralizada
sólo es factible en una economía estática sin cambio en las preferencias y las
técnicas de producción. El logro de esto último supone necesariamente la
adopción de un régimen político incompatible con la libertad.
III
Lo expuesto da una visión general
aunque incompleta del enfoque austriaco.
En diversa partes de este escrito se ha utilizado el término “enfoque”
en lugar de “escuela”. No es accidental, es deliberado. La palabra “escuela”
tiene un énfasis sectario en el que no parece conveniente insistir. Como lo
señala Hicks, “los austríacos no fueron una secta peculiar, al margen de la
corriente principal, sino que estuvieron dentro de ella; eran los demás los
que están fuera”[25].
El enfoque austríaco comparte con el
enfoque neo-clásico los fundamentos de las teoría del valor. Hay
diferencias en aspectos de economía aplicada ciertamente, pero resulta absurdo
desdeñar la utilidad de las técnicas marshallianas para el estudio de los
mercados concretos o para el diseño de políticas públicas. También carece de
sentido menospreciar el logro intelectual que supone la teoría del equilibrio
general o la utilidad de las técnicas econométricas para hacer pronósticos que,
todo mundo lo sabe, siempre tendrán alcance limitado. Insistir en estos aspectos y pretender tener
el monopolio de la defensa de la libertad y la economía de mercado pueden hacer
que la escuela austríaca se convierta en una secta marginal. Ni Böhm-Bawerk, ni
Mises, ni Hayek aspiraban a semejante destino.
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LGVA
Mayo
de 2014.
[1]
“...la Escuela Austríaca de
economía (...) nació oficialmente en 1871 con la publicación de los Grundsätze de Carl Menger”. Huerta de
Soto, Jesús. “La escuela austríaca moderna frente a la neoclásica”. Revista de Economía Aplicada. Volumen
V, 1997.
[2]
Bohm-Bawerk. (1891) “The Austrian
Economists”. Annals of the American
Academy of Political and Social Science. Volume 1, (1891).
[3]
Wieser,
Friedrich (1891-1892) “The Theory of Value: A Reply to Professor Macvane” Annals of the American Academy of Political
and Social Science. Volume II (1891-1892).
[4]
Böhm-Bawerk y Wieser forman
lo que Friedrich von Hayek (1899-1992) denomina la segunda generación de la
escuela austríaca. La tercera generación estaría integrada por los discípulos
de éstos: Ludwig von Mises (1881-1973), influenciado por Böhm-Bawerk, y Hans
Mayer (1879-1955), de la línea de Wieser. En la cuarta generación se destacan
los nombres de Gottfried Haberler (1900-1994), Fritz Machlup (1902-1983), Oskar
Morngenstern (1902-1977), Paul N. Rosenstein-Rodan (1902-1985) y el propio
Hayek. Habría una quinta generación integrada principalmente por los discípulos
de Mises, principalmente el estadounidense Murray Rothbard (1926-1995) y el
británico Israel Kirzner (1930). El
también estadounidense Thomas Sowell (1930), de la Universidad de Chicago es un
“austríaco” en muchos aspectos. Deben mencionarse los nombres de los españoles
Jesús Huerta de Soto (1956) y Juan Ramón Rallo (1984). Una descripción de las contribuciones de los
miembros de la escuela austríaca de las cuatro primeras generaciones se
encuentra en Hayek (1968) “La escuela austríaca de economía” reproducido en
Hayek, F.A. (1992). Las vicisitudes del
liberalismo. Ensayos sobre Economía Austríaca y el ideal de libertad. Obras
Completas, Volumen IV. Unión Editorial, Madrid, 1992. Páginas 47-66.
[5]
Mises, L. Epistemological Problems of Economics.
Citado en Screpanti E. y Zamagni S. Panorama
de historia del pensamiento económico. Ariel, Barcelona, 1997. Página 207.
[6]
Hayek, F. (1968) “La escuela
austríaca de economía” reproducido en Hayek, F.A. (1992). Las vicisitudes del liberalismo. Ensayos sobre Economía Austríaca y
el ideal de libertad. Obras Completas, Volumen IV. Unión Editorial, Madrid,
1992. Página 61.
[7]
Lionel Robbins (1898 – 1984)
fue un economista inglés de la London School quien en los años 30 llevó a Hayek
a enseñar en esa escuela. La obra en cuestión es “Ensayo sobre la naturaleza y
significación de la ciencia económica” publicada en 1932.
[8] Huerta de Soto (1997) página 2.
[9] Hayek (1992) página 59.
[10]
Kirzner, I. (1995). “The
subjetivism of austrian Economics” en Meijer, G. Ed.
(1995) New Perspectives on Austrian
Economics. Routledge, New York, 1995. Páginas 11 – 22.
[11] Schackle G.L.S. (1972). Epistémica y economía: crítica de las
doctrinas económicas. Fondo de Cultura Económica, México, 1976.
[12] Hayek (1968). “La competencia
como proceso de descubrimiento”. Estudios
políticos. No 50. Página 2.
[13]
Schumpeter, J.A. (1912). Teoría del desenvolvimiento económico. Cuarta
edición, Fondo de Cultura Económica, México, 1967.
[14] Kirzner, I. M. (1985). Discovery and the Capitalism Process. The
Chicago University Press, Chicago, 1985.
[15] Huerta de Soto (1997). Página 6.
[16] Mises, L.V. (1968) Socialismo: análisis económico y
sociológico. Centro de Estudios sobre la Libertad. Instituto Nacional de
Publicaciones. Buenos Aires, Argentina, 1968.
[17] Mises, L.V. Sobre liberalismo y capitalismo. Biblioteca de Economía, Ediciones
Folio, Barcelona, 1996. Dos Tomos. Tomo I, páginas 50-51.
[18] Rothbard, M. (1985). Hacia una nueva libertad: el manifiesto
libertario. Unión Editorial, Madrid, 2013.
[19] Citado en Benetti, C. (1990). Moneda y teoría del valor. Fondo de
Cultura Económica, México, 1990.
[20]
Huerta de Soto “La teoría
del banco central y de la banca libre” en Huerta de Soto (2004) páginas 133 – 143.
[21] Mises, L.V. (1996). Tomo II,
página 328.
[22] Hayek, F. (1978). La desnacionalización del dinero. Biblioteca
de Economia, Ediciones Orbis S.A., Barcelona, 1986.
[23] Mises, L.V. (1996). Tomo II,
página 302.
[24] Ídem, página 300.
[25] Hicks (1973) Página 21.
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