Las
plataformas de movilidad y la corrupción legalizada[1]
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista
En el Siglo XIX, Salvador
Camacho Roldán se opuso al ferrocarril, alegando que para mover la precaria
carga entre los pueblos bastaban unas cuantas recuas de mulas y sus arrieros. En
el siglo XX, María Helena de Crovo, ministra de trabajo de López Michelsen,
retrasó cuanto pudo la instalación de cajeros automáticos, convencida de que
acabarían con el empleo bancario.
Creo que tanto don Salvador
como la aguerrida Maria Helena, aunque equivocadamente, obraban de buena fe.
Hoy la oposición al avance tecnológico procede un sistema de corrupción
legalizada que beneficia a grandes propietarios de taxis y sus aliados de la
política.
Corrupción legalizada es una expresión utilizada por
Hayek para referirse a las disposiciones legales que tienen el efecto de
generar rentas injustificadas en favor de ciertas personas o grupos de interés
a expensas de los demás ciudadanos. Este es el caso del decreto ley 172 de 2001
en el que se basa el sistema de los “cupos”, amenazado por la irrupción de las plataformas de
movilidad.
Allí están todos los trámites requeridos para crear
empresas de taxis y obtener la respectiva habilitación, los requisitos para
obtener o renovar las tarjetas de operación, las autoridades encargadas de
habilitar las empresas y expedir las tarjetas según el ámbito territorial y
otra multitud de esas cosillas que son la delicia de los leguleyos. La esencia
de la cuestión está en el artículo 35, que a la letra dice:
“A partir
de la promulgación del presente decreto, las autoridades de transporte
competentes no podrán autorizar el ingreso de taxis al servicio público
de transporte, por incremento, hasta tanto no se determinen las necesidades
del equipo mediante el estudio técnico de que tratan los artículos siguientes”.
Quedó
pues establecida la barrera legal de entrada que en la práctica implicaba la congelación
del parque de taxis en todo el País. La ampliación de dicho parque en cualquier
municipio dependía de los resultados de un estudio técnico “para determinación
de las necesidades de equipo”. Las características del tal estudio técnico
están establecidas en el artículo 37, el cual comienza con la siguiente frase
que lo define todo:
“El
estudio técnico se elaborará teniendo en cuenta el porcentaje óptimo de
utilización productivo por vehículo…”
Supuestamente,
se debe hacer el inventario de empresas y vehículos, realizar encuestas entre
conductores y usuarios y otras nimiedades. Finalmente, la decisión de aumentar
o no el parque de taxis depende del valor que alcance un índice denominado
“utilización productiva” de los vehículos. La forma de calcular este índice es
tan inverosímil que parece un chiste.
En
efecto, el índice de utilización productiva de un vehículo es la relación entre
los kilómetros productivos recorridos, es decir, los recorridos transportando
efectivamente pasajeros, y el total de kilómetros recorridos promedio día por
vehículo. Suponiendo que este índice pueda calcularse para cada vehículo, el
valor obtenido debe compararse con “el porcentaje óptimo de ochenta por
ciento”. Y a renglón seguido concluye la norma:
“Si el porcentaje de utilización productivo por vehículo
que arroja el estudio es menor del ochenta por ciento (80%) existe una
sobreoferta, lo cual implica la suspensión del ingreso por incremento de nuevos
vehículos. En caso contrario, podrá incrementarse la oferta de vehículos en el
número de unidades que nivele el porcentaje citado”.
Es
evidente que este procedimiento deja la determinación del ingreso de nuevos
vehículos al arbitrio de las autoridades de tránsito de cada municipio y de las
empresas que las influencian. El resultado concreto es que en las
grandes ciudades el parque de taxis se mantuvo congelado o creció muy
lentamente desde la expedición del decreto 172 de 2001. En muchos casos el
crecimiento se explica por el aumento de los cupos en los pequeños municipios
conurbados con las grandes capitales pues la ley permite que la tarjeta de
operación expedida en cualquiera de ellos tenga validez en toda la conurbación
o área metropolitana, dándoles a las autoridades de tránsito de esos municipios
la oportunidad de hacer pingues negocios. Los taxistas de Medellín se quejan de
la entrada de taxis por cupos expedidos en un municipio cercano, los cuales,
según las malas leguas, se pagan a 30 millones de pesos o más.
Aquí
viene lo más sabroso del negocio. En el caso de que en un año dado el valor de
índice de “utilización productiva” permita la ampliación de los “cupos”, las
nuevas tarjetas de operación se deben asignar por sorteo en el cual pueden
participar las empresas habilitadas y personas naturales propietarias de hasta
cinco vehículos. Esto significa que las tarjetas de operación o “cupos” no se
entregan a los mismos taxistas en su mayoría asalariados a destajo, sino que se
convierten en un activo de las empresas que, dada la restricción de entrada,
alcanza un altísimo precio.
Por
la expedición o renovación de la tarjeta de operación las autoridades de
tránsito no cobran más de treinta mil pesos. El alto precio de los cupos
existentes en el mercado está determinado por el control de la oferta por parte
de las empresas habilitadas. Es un precio especulativo fijado por un oligopolio
acartelado y, probablemente, amangualado con las autoridades municipales de
tránsito.
El
senador Jorge Robledo, acérrimo defensor del oligopolio acartelado de las
empresas de taxis, en su artículo “El negocio de UBER es la ilegalidad”,
publicado en El Espectador el 30 de diciembre de 2019, se dejó traicionar por
el inconsciente revelando las verdaderas pretensiones del oligopolio, al
escribir:
“Sobre qué hacer hay dos opciones: que Uber —hasta con
carros de lujo si quiere, y que hoy no ofrece— cumpla con la Constitución y la
ley, como los taxis amarillos. O que se cambien las normas para que el
transporte público individual deje de ser un servicio público y que cada
empresa haga lo que le dé la gana, igual que Uber. La segunda opción
obligaría al Estado a indemnizar por los cupos a los propietarios de los taxis
legales, porque ellos son fruto de una imposición legal”.
El negocio de los taxis está llamado a desaparecer o a
transformarse en el mundo y en Colombia. La normativa actual – el famoso
decreto 172 de 2001 – lanza a la ilegalidad a miles de personas, con UBER o sin
UBER, y genera el enriquecimiento injustificado del oligopolio acartelado de
las empresas de taxis. A esas empresas y a Robledo les importa chorizo lo que
ocurra con los taxistas, legales o ilegales. Lo único que quieren es obtener
esa indemnización antes de que nuevas plataformas y los vehículos autónomos
acaben con su negociado que no negocio. Ante la inexorable desvalorización de
los tales cupos, quieren que el estado se los compre lo antes posible, que los
indemnice.
Seguramente querrán que el estado pague los cupos al
actual precio de mercado. ¿Cuál es ese precio? ¿30, 60 ó 100 millones de pesos
por cupo? Es a esa negociación a la que el oligopolio acartelado y corrupto
quiere llevar al gobierno nacional. Solo en Bogotá, Cali y Medellín hay 100.000
tarjetas de operación o cupos vigentes. A 60 millones de pesos el cupo,
estaríamos hablando de seis billones de pesos.
LGVA
Febrero de 2023.
[1] Esta nota está basada en otra
publicada en este blog, en enero de 2020, bajo el título de “UBER: entre la
ignorancia prevaricadora y la corrupción legalizada”. https://luisguillermovelezalvarez.blogspot.com/2020/01/uber-entre-la-ignorancia-prevaricadora.html
Mi querido Luis Guillermo: muy pocas veces he estado de acuerdo con tus opiniones aunque te doy credito por lo bien documentadas que son. Esta es una de los pocas en que estoy de acuerdo. Tu columna me hizo recordar un articulo publicado hace unos años en el The New York Times, describiendo la misma situacion de oligopolio casi gansteril de las flotas de taxis de New York a raiz de la irrupción de Uber. Alli los due@os de las flotas de taxis operaban con la misma mecánica de "cupos" a los que les ponían unos precios exorbitantes.
ResponderEliminarEs curioso que estando tan documentados mis conceptos, pocas veces estés de acuerdo con ellos. Me congratulo de que por una vez al menos esa documentación haya permeado tus ferreos prejuicios ideológicos. Un abrazo, Jaime.
EliminarEl negocio de los taxis se va a acabar por sustracción de materia. Existen bastantes conductores amigos y “free lance” que uno llama directamente si los necesita!!
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