Contralor recuerde sus palabras: Hidroituango debe
seguir
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
En febrero de 2019, en audiencia pública citada por la
Procuraduría para evaluar la situación del proyecto Hidroituango, como
consecuencia de la contingencia de abril de 2018, el Contralor General de la
República, Carlos Felipe Córdoba Larrarte, manifestó lo siguiente:
“La entrada tardía del proyecto Hidroituango podría
afectar a la sociedad colombiana (…) se podría generar un costo mayor en el valor
de la energía y probablemente mayores tarifas para la gente en todo el País”.
Y añadía el Contralor: “si hay responsables de malos
manejos en Hidroituango, ellos pagarán por esos hechos, pero el proyecto debe
seguir”.
No hay forma de que el proyecto siga si, con el
embargo de sus cuentas, a los contratistas actuales se les priva de los
recursos financieros para cumplir sus obligaciones, tanto si las cuentas
embargadas son la del consorcio o las de las consorciadas individualmente
consideradas. En el primer caso, el resultado sería evidentemente catastrófico;
pero también en el segundo, pues la parálisis inevitable de sus otras
actividades llevaría a las consorciadas a situaciones de iliquidez y eventual
insolvencia que afectarían sin lugar a dudas la capacidad operativa del
consorcio, provocando, eventualmente, la parálisis del proyecto.
Las decisiones del Contralor están ya conduciendo al resultado
que consideraba indeseable hace dos años: el alza en el precio de la energía al
consumidor final. El mero anuncio del
embargo de las cuentas de Integral provocó ya el aumento de los precios de los
contratos para entrega de energía en 2022, el cual pasó de un promedio de $/KWh
217 a cerca de $/KWh 230. Para el caso del mercado regulado, el que afecta a
los consumidores residenciales, se estaba transando a $/KWh 229, precio que
pasó en las convocatorias más recientes a $/KWh 237. Algunos analistas estiman
que podría llegar a $/KWh 250.
Además, las decisiones de Contraloría ponen en riesgo
la única fuente de pago cierta que permitiría recuperar los sobrecostos
causados por la contingencia de abril de 2018: el sistema internacional de
seguros y reaseguros.
El proyecto estaba muy bien asegurado, incluido el
túnel que colapsó, y la aseguradora estaba dispuesta a pagar. El valor
asegurado de la póliza todo riesgo para daños materiales asciende a US$ 2.557
millones y la de lucro cesante a US$ 629 millones. A una tasa de cambio 3.700
$/US$, esas sumas equivalen a COP 9,5 billones y COP 2,3 billones,
aproximadamente. La primera cifra equivale a un 60% del costo del proyecto
inicialmente estimado y a un 43% del que probablemente tendrá finalmente,
incluidos los sobre costos generados por la contingencia. La segunda es poco
más de dos veces el valor de la energía que se vendería en dos años de
operación del proyecto.
El 2 de mayo de 2018 se dio aviso del siniestro a
Mapfre Seguros Generales de Colombia S.A. El 16 de septiembre de 2019, Mapfre
informó a EPM su decisión de otorgar cobertura bajo la póliza “Todo riesgo
construcción y montaje”. Mapfre determinó que la causa de la contingencia
estaba enmarcada dentro de la cobertura de dicha póliza que aplica a la
reparación de la infraestructura, obras civiles, equipo y lucro cesante.
Al otorgar cobertura la aseguradora está reconociendo
la ausencia de dolo o negligencia grave en la ocurrencia del siniestro. Por
eso, cuando EPM demanda a sus contratistas por incompetentes o la Contraloría
les imputa responsabilidad fiscal por culpa grave, están dando a la aseguradora
argumentos para desistir de la cobertura ya reconocida.
LGVA
Mayo de 2021.
Me queda claro
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