Las
vallas de la campaña Portate bien.
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Universidad EAFIT
En la noche del domingo 10
de mayo de 1981, François Mitterrand celebraba en compañía de sus amigos más
cercanos su sorpresivo triunfo sobre Valéry Giscard d'Estaing.
Incidentalmente uno de los contertulios le espetó: “Y bien, François, ahora que
eres presidente, ¿puedo continuar tuteándote? Con ese aire imperturbable que
siempre lo caracterizó, Mitterrand respondió: “Como usted quiera”. Sería
frívolo interpretar esa respuesta como un rasgo de presunción o vanidad. Con
ella Mitterrand quería señalar el tono que debe presidir las relaciones entre
gobernantes y gobernados.
Los discursos de Jorge
Eliecer Gaitán, Laureano Gómez, los dos Lleras, Álvaro Gómez o López Michelsen
se caracterizaban por su riqueza idiomática y sustantiva. Desde el gobierno o
fuera de él, veían a los ciudadanos como adultos y los trataban como tales, sin
hacerles concesiones en el lenguaje o en
la densidad de las ideas y sin caer en el trato desenvuelto e informal de los
dirigentes actuales. La pobreza lingüística y conceptual es uno de los rasgos
más ostensibles del discurso político que prevalece en Colombia desde hace
varias década y de la que hace gala la casi totalidad de sus políticos.
Desde hace varios años hace
carrera en el País, especialmente en Medellín, la práctica de algunos
gobernantes o líderes políticos de tutear o vosear a los gobernados o a sus potenciales
electores. Creo que todo comenzó por allá en la época de Fajardo, con su forma
de ser desenvuelta y “bacana” con la que, supongo, buscaba crear la imagen de
un alcalde moderno, sencillo y cercano a la gente. Poco a poco, desde el portero
pasando por los que atienden las taquillas hasta llegar a los secretarios del
despacho, todos los funcionarios de la administración municipal se sintieron
autorizados para tutear o vosear a todos los ciudadanos y dispensarles un trato
falsamente amable tras el cual se esconde la más descarada prepotencia del
burócrata que cuando atiende al ciudadano, que paga los impuestos que lo
remuneran, cree estarle haciendo un favor y no cumpliendo con su obligación.
De este trato no se escapa
ningún ciudadano, especialmente los que tienen una apariencia más humilde. Yo,
que cuando tengo la desventura de tener que acércame a los oficinas públicas,
porto mis mejores galas, corbata de seda incluida, y asumo el aire más altivo
posible, en no pocas ocasiones he tenido la sensación de que después de
dispararme con su en qué te puedo colaborar amiguito?, el funcionario iba a tocarme
la cabeza o a darme un palmadita en el hombro. A mi querida esposa, puesta en
similar predicamento, le espetan con
frecuencia un en que te puedo ayudar mamita?
que le revuelve las entrañas.
Esta informalidad empalagosa
y descarada alcanza su apoteosis en las
patéticas vallas coloradas y de lenguaje infantil de la campaña “Portate bien”
con las que la Alcaldía ha inundado las esquinas de Medellín. Esto debería considerarse
como un abuso de poder por la afrenta a la estética y el menosprecio a la
inteligencia de los ciudadanos, a quienes se les habla en un lenguaje, más que
infantil, de retrasado mental. Definitivamente,
la tapa del congolo.
En la Política de
Aristóteles estableció claramente que la
sociedad política no es una familia grande y que, por lo tanto, el soberano no
podía dispensar a los gobernados el mismo trato que un ciudadano ateniense padre
de familia podía dar a sus hijos o a sus esclavos. La Polis es una asociación
de ciudadanos iguales algunos de los cuales eventualmente son llamados a ocupar
temporalmente los cargos que requiera la buena marcha de los asuntos públicos.
Además de buenas leyes y de
gobernantes prudentes y sabios, la buena marcha de la sociedad política
requiere de ese ingrediente fundamental que Aristóteles denominó la Amistad
Cívica. Pero la Amistad Cívica no consiste en que los ciudadanos se vayan de
farra entre ellos y mucho menos con sus gobernantes o que se traten de forma
desenvuelta e incluso vulgar, como en algunas ocasiones ocurre entre los amigos
corrientes. La Amistad Cívica parte de la conciencia compartida por los
ciudadanos de tener unos objetivos comunes. Supone el respeto de las
diferencias, la exclusión de los agravios y un trato cordial y respetuoso entre
los ciudadanos, de ellos a sus gobernantes y de estos a aquellos. De las vallas
de la Alcaldía puede decirse cualquier cosa excepto que sean cordiales y
respetuosas.
LGVA
Abril de 2017.
Totalmente de acuerdo. Felicitaciones por los comentarios.
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