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sábado, 1 de febrero de 2025

La escuela austríaca de teoría económica.

 

La escuela austríaca de teoría económica*

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

I.             El origen

Javier Milei ha proclamado su pertenencia a la Escuela Austríaca de Economía (EAE), la cual daría el fundamento teórico a sus tesis libertarias de estado mínimo, libre comercio, desregulación, presupuesto equilibrado y libertad monetaria, entre otras. A diferencia del keynesianismo, el neoclasicismo o el marxismo, la EAE es poco conocida en Colombia, aún entre los economistas.

La EAE tiene su origen en la obra de Carl Menger (1840-1921), Principios de Economía Política, publicada en 1871, donde el economista austríaco desarrolla - de forma independiente y casi simultáneamente con Stanley Jevons (1835-1882) y León Walras (1834-1910) - la teoría del valor utilidad, la cual, en la versión formalizada de Gerard Debreu en su Teoría del Valor de 1959, se convierte en el corazón de la teoría económica moderna.

Eugen Böhm Bawerk (1851-1914), es, en 1891, el primero en usar la expresión “Escuela Austríaca”, para referirse a los desarrollos teóricos de Menger y marcar así su especificidad frente a la Escuela Clásica Inglesa y la Escuela Histórica Alemana.   Böhm-Bawerk destaca como rasgos distintivos de la EAE la teoría del valor-utilidad, en oposición a la teoría clásica del valor-trabajo, y el método abstracto-deductivo, en oposición al método inductivo preconizado por la Escuela Histórica[1].  

En los años 30 del siglo XX, refiriéndose a las tres escuelas de las que entonces se hablaba – austríaca, angloamericana y de Lausana – Ludwig von Mises (1881-1973) afirmaba que “difieren únicamente en su manera de expresar la misma idea fundamental, y se hallan divididas más por la terminología adoptada y por la peculiaridad de la presentación que por la esencia de sus enseñanzas”[2]. Por su parte, Friedrich Hayek (1899-1992) indica que “el pensamiento de la Escuela Austríaca se había convertido en el principal enfoque de la teoría microeconómica”[3].  

Hasta después de la Segunda Guerra Mundial, la EAE hizo parte del mainstream, aunque guardando cierta identidad propia derivada, más que de las diferencias teóricas, del origen nacional de sus principales exponentes, muchos de los cuales emigraron a Estados Unidos e Inglaterra donde adelantaron sus vidas académicas. Sin embargo, la orientación marcadamente keynesiana que siguió la macroeconomía y la simpatía con la que la mayor parte de los economistas acogieron el intervencionismo estatal creciente, apartaron a muchos economistas austríacos de la corriente principal. También se mostraron escépticos frente a la importancia que la econometría fue adquiriendo en el trabajo de los economistas y al formalismo matemático de los teóricos del equilibrio general.   

Debe hablarse por tanto de dos escuelas austríacas:  la escuela austríaca antigua, que en muchos aspectos habría confluido y se habría integrado con la corriente principal, y la nueva escuela austríaca que retomando temas de la antigua se presenta como una alternativa crítica a la corriente neoclásica dominante, al keynesianismo y al marxismo.  Esta “Escuela Neoaustríaca”, se ha mantenido viva en Argentina, con la obra de Alberto Benegas Lynch, y el impulso del propio Mises, quien, en 1959, dictó en Bueno Aires el conjunto de seis conferencias reunidas en su espléndido libro “Sobre liberalismo y capitalismo”.

II.            Los sucesores

En un artículo de 1968, titulado “La escuela austríaca de economía”[4], Friedrich von Hayek hace una descripción de las contribuciones de los economistas de las cuatro generaciones de la Escuela Austríaca. A Carl Menger (1840-1921), el fundador, le siguen sus alumnos directos, Eugen Böhm-Bawerk (1851-1914) y Friedrich von Wieser (1851-1926), la segunda generación, quienes perfeccionan la teoría del valor, el segundo, y desarrollan la teoría del interés, el primero. La tercera generación estaría integrada por los discípulos de éstos: Ludwig von Mises (1881-1973), influenciado por Böhm-Bawerk, y Hans Mayer (1879-1955), de la línea de Wieser.

En la cuarta generación se destacan los nombres de Gottfried Haberler (1901-1995), comercio internacional; Fritz Machlup (1902-1983), economía del conocimiento; Oskar Morgenstern (1902-1977), teoría de juegos; Paul Rosenstein-Rodan (1902-1985), desarrollo económico; Joseph Alois Schumpeter (1883-1950), teoría del ciclo económico, y el propio Friedrich von Hayek (1899-1992); todos los cuales hicieron una fructífera vida académica en Estados Unidos.



Habría una quinta generación, no mencionada por Hayek, integrada por los discípulos de Mises en la Universidad de Nueva York: el estadounidense Murray Rothbard (1926-1995), el británico Israel Kirzner (1930) y el argentino Alberto Benegas Lynch (1940). Harían parte también de esa generación el macroeconomista Roger Garrison (1941) y el filósofo-economista Hans Herman Hope (1949). Thomas Sowell (1930), de la Universidad de Chicago, es un “austríaco” en muchos aspectos.  El nobel John Hicks (1904-1989) reivindica la filiación austríaca de su espléndida teoría del capital. La impresionante lista de teóricos y la amplitud de sus contribuciones es prueba de que, como dijera Hicks, “los austríacos no fueron una secta peculiar, al margen de la corriente principal, sino que estuvieron dentro de ella; eran los demás los que estaban fuera”. Deben, finalmente, debe mencionarse los españoles, Jesús Huerta de Soto (1956) y Juan Ramón Rallo (1984), y, por supuesto, el argentino, Javier Milei (1970).   

La obra de los economistas austríacos – la de los antiguos y los contemporáneos – es amplia, diversa y compleja. En ella se encuentran tratados todos los grandes temas de que se ocupa la economía. Además, por ser una escuela cuyo nacimiento se remonta a la época misma en que nace la economía ortodoxa o neoclásica, sus más reconocidos representantes participaron en los grandes debates que han marcado el desarrollo de la profesión en los últimos ciento cincuenta años. Sin embargo, el enfoque austríaco, a diferencia del neoclásico, no se encuentra presentado de una forma sistemática en tratados o manuales propios para la enseñanza. No hay una micro o una macro austríacas, distinción que de hecho desdeñan muchos de los exponentes del enfoque. Adicionalmente, entre los economistas austríacos antiguos y contemporáneos existen diferencias significativas sobre muchas cuestiones. Por esas razones resulta difícil hacer una presentación sucinta del pensamiento de los economistas austríacos que de forma inequívoca los cobije a todos.

No obstante, pueden identificarse por lo menos cinco cuestiones relevantes - la visión del mercado, la concepción del empresario, el rol del estado, la gestión de la moneda y el irreductible conflicto entre liberalismo y socialismo - frente las cuales existe una postura teórica que en un sentido amplio es admisible calificar de “austríaca”.

III.          El mercado

La economía se ocupa del intercambio voluntario de bienes y servicios, la única relación social que tiene una expresión cuantitativa directa: la razón de cambio. De la forma en que se entienda la determinación de las razones de cambio entre los bienes, los precios relativos, y el proceso que conduce a su formación, la competencia de mercado, emergen todas las diferencias entre las visiones de la sociedad económica y su articulación con la sociedad política.

Para la Escuela Austríaca los precios relativos están regidos por la ley de la utilidad marginal decreciente y la escasez relativa de los bienes objeto de cambio en un lugar del espacio y un momento del tiempo. Diferentes localizaciones espaciales o temporales dan lugar a diferentes precios para un mismo bien o servicio en el sentido estrictamente material. La competencia es por ello concebida como un proceso de descubrimiento de las oportunidades cambio o producción que surgen de esas diferentes valoraciones de los consumidores y el mercado como un gran mecanismo de experimentación de las pequeñas y grandes innovaciones mediante las cuales los empresarios tratan de aprovecharlas[5].   

No existe ninguna información objetiva que pueda ser conocida sin costo por todos los agentes. Los datos supuestamente conocidos en los modelos de elección racional – preferencias, técnicas, recursos naturales, etc. - están cambiando todo tiempo. La información es imperfecta, descentralizada, costosa, heterogénea y desigualmente distribuida. Hay agentes – empresarios o consumidores – más informados que otros y que, por tanto, aprovechan mejor las diferencias espaciales y temporales de los precios. Por ello, la competencia económica da lugar a ganadores y perdedores y las intenciones y expectativas de muchos pueden verse frustradas.

Nadie conoce los hechos que determinan las acciones de los demás. Por ello los resultados de la competencia son imprevisibles y usualmente diferentes de los perseguidos deliberadamente y de los esperados por muchos. El proceso de mercado en cada etapa suministra por medio de los precios información que los individuos, de acuerdo con sus circunstancias y habilidades, pueden utilizar en forma más o menos provechosa.

En el mundo económico solo existen individuos que intercambian bienes y servicios los unos con los otros y que a veces actúan como consumidores y otras como empresarios.

Para el consumidor, el valor surge de la relación entre sus necesidades y los recursos de que dispone para su satisfacción. El individuo sólo puede valorar directamente los bienes de consumo, pues son estos los que le reportan una utilidad, y esa valoración se expresa en la demanda.

Como empresarios, los individuos anticipan las demandas y crean demandas nuevas ideando los métodos de producción más idóneos para satisfacerlas. Los empresarios exitosos del pasado y el presente se hicieron y se hacen ricos por aprovechar las oportunidades cuando los consumidores finales con su demanda los plebiscitan en el mercado.

Esta es la esencia del ser austríaco: la orientación hacia la demanda, soberanía del consumidor, y la visión de la producción como un proceso que se extiende en el tiempo, función empresarial.

IV.          El empresario

La forma como se concibe al empresario incide decisivamente en la percepción que las personas tienen de la economía de libre mercado y propiedad privada. La concepción austríaca rompe con la visión predominante que hace del empresario un sórdido rentista o un cruel explotador.

Cuando una persona compra un bien en un lugar y un momento dados y lo emplea en la satisfacción de sus necesidades, realiza un acto de consumo; cuando lo compra para venderlo a un precio mayor en otro lugar del espacio o en otro momento del tiempo está actuando como empresario o realizando una función empresarial, en la terminología de Mises.

Los característico de la función empresarial o del ser empresario es la especulación pues en el momento de la compra se asumen costos ciertos en busca de beneficios inciertos que pueden o no realizarse en el momento de la venta en otro lugar u otro momento. Escribe Mises:

“…cualquier acción siempre está situada en el devenir temporal y, por tanto, implica especulación. Los capitalistas, los terratenientes y los trabajadores son necesariamente especuladores. También el consumidor cuando prevé anticipadamente sus futuras necesidades”[6].

Aunque todos lo somos un poco y en diferentes momentos, el empresario profesional es esencialmente un arbitrador que se lucra de las diferencias de precios en el espacio o en el tiempo. Escribe Kirzner:

“El empresario puro (…) procede a descubrir y explotar situaciones en las que puede vender a precios altos lo que puede comprar a precios bajos. El beneficio empresarial puro es la diferencia entre estos dos tipos de precios. (…) Procede de haber descubierto vendedores y compradores de algo por lo que los últimos pagarán más de lo que los primeros piden. El descubrimiento de una oportunidad de ganancia significa el descubrimiento de algo que se puede obtener a cambio de nada”[7]

La forma fundamental de trasladar los bienes en el tiempo es la producción que implica la transformación de bienes de una clases -materias primas y bienes intermedios – en bienes de otra clase en el sentido material, a la postre, en bienes de consumo. Objeto de la producción es el consumo y el empresario exitoso es aquel que logra satisfacer las necesidades de consumo de un mayor número de personas y crearles, mediante las innovaciones productivas, nuevas formas de satisfacción de esas necesidades.

Adicionalmente, a diferencia del consumidor, cuya “ganancia” en el mercado es subjetiva - la utilidad o satisfacción que le reportan los bienes y servicios que adquiere - la ganancia del empresario es objetiva, monetaria, la diferencia entre el precio de venta y sus costos de producción. Escribe Huerta de Soto: “La función empresarial es la fuerza protagonista de la teoría económica austríaca”.

La economía austríaca quiere recuperar el respeto y la admiración por los empresarios que, como dijera Smith, buscando promover su interés propio son conducidos por una mano invisible a promover el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios.

V.           Estado, moneda y socialismo

El aporte más importante de la economía a la comprensión de los procesos sociales es la demostración de que una sociedad, donde los individuos toman las decisiones de forma descentralizada y realizan intercambios voluntarios en función de sus propios intereses, llega, no al caos, sino a un orden espontáneo, donde los planes de todos resultan compatibles sin intervención de ninguna autoridad centralizadora. La intervención del estado debe limitarse a garantizar las condiciones que hacen posible la cooperación voluntaria. Escribe Mises:

“Es evidente que sin un aparato de compulsión peligraría la convivencia social; la amenaza de la fuerza, por desgracia, ha de gravitar constantemente sobre quienes pretenden alterar la cooperación pacífica de los seres humanos. Tiene que haber una institución investida de poder suficiente para controlar a los que no se muestran dispuestos a respetar la vida, la libertad y la propiedad de los demás, pugnando contra la propia existencia social. Tal es la precisa misión que el liberalismo asigna al estado: salvaguardar la propiedad, la libertad y la convivencia pacífica” [8] 

Además de la violencia criminal, el funcionamiento espontáneo del mercado puede ser perturbado por una mala gestión de la moneda. Con moneda fiduciaria y bajo un sistema de reservas fraccionadas, los bancos pueden expandir el crédito de forma ilimitada, reduciendo sustancialmente la tasa de interés, generando así períodos de expansión en los que se modifica artificialmente la estructura de la producción al hacerse posibles inversiones que solo son rentables por la reducción extrema del interés bancario. Inevitablemente muchos de esos inversionistas verán frustradas sus expectativas y caerán en una situación de insolvencia que les imposibilita atender sus compromisos con los bancos. Ante esta situación, los bancos reaccionan contrayendo el crédito y se genera la situación de quiebras y reducción de la actividad económica propia de la fase de contracción del ciclo económico. Así, el origen de la contracción y la crisis está en la expansión y ésta es posibilitada por la elasticidad de la oferta monetaria en un régimen de reservas fraccionadas.

Una moneda neutral, que no altere los precios relativos ni la estructura de la producción, es el ideal de los economistas austríacos.  Para lograrlo, algunos proponen reserva de 100% de los depósitos; otros, como Mises, retornar al patrón oro; otros más, como Hayek, desnacionalizar la creación monetaria y permitir la competencia de monedas.

Los economistas austríacos descreen de una ciencia económica pura y completamente ajena a la naturaleza de la organización económica de la sociedad. No puede haber una teoría económica – entendida como una ciencia pura de la asignación de recursos escasos en usos alternativos – válida para cualquier tipo de organización de la actividad económica: planeación centralizada o economía de mercado. La economía planificada o socialista no puede funcionar pues en ella es imposible el cálculo económico:  sin los precios libres, que sólo el mercado procura, todo cálculo racional resulta imposible, escribe Mises.  

Por esa razón, para la escuela austríaca, la economía es una ciencia militante, opuesta al socialismo, al intervencionismo y defensora irrestricta de la libertad económica.

LGVA

Febrero de 2025



* Se reúnen aquí las cinco columnas publicadas en El Colombiano (enero 6, 13, 20 y 27 y febrero 3 de 2025) sobre la Escuela Austríaca de Economía, añadiendo algunas referencias bibliográficas que no pueden incluirse en una columna periodística.   

 

[1] Bohm-Bawerk. (1891) “The Austrian Economists”. Annals of the American Academy of Political and Social Science. Volume 1, (1891).

 

[2] Mises, L. Epistemological Problems of Economics. Citado en Screpanti E. y Zamagni S. Panorama de historia del pensamiento económico. Ariel, Barcelona, 1997. Página 207.

 

[3] Hayek, F. (1968) “La escuela austríaca de economía” reproducido en Hayek, F.A. (1992). Las vicisitudes del liberalismo. Ensayos sobre Economía Austríaca y el ideal de libertad. Obras Completas, Volumen IV. Unión Editorial, Madrid, 1992. Página 61.

 

[4] Ídem, páginas 47 -66.

[5] Hayek (1968). “La competencia como proceso de descubrimiento”. Estudios públicos. No 50 (1993). https://www.estudiospublicos.cl/index.php/cep/issue/view/50

[6] Mises, L.V. (1966, 2001). La acción humana: tratado de economía. Unión Editorial, Madrid, 2001. Páginas 307-308.

 

[7] Kirzner, I.M. (1973,1998). Competencia y empresarialidad. Unión Editorial, Madrid, 1998.  Página 62-63.

[8] Mises, L.V. Sobre liberalismo y capitalismo. Biblioteca de Economía, Ediciones Folio, Barcelona, 1996. Dos Tomos. Tomo I, páginas 50-51.

 

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