Powered By Blogger

martes, 11 de febrero de 2025

Los últimos días del imperio otomano

 

Los últimos días del imperio otomano*

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

La primera guerra mundial vio el derrumbe de cuatro de los ocho grandes imperios existentes a finales de Siglo XIX. Cayeron, el Ruso, arrasado por los bolcheviques en 1917; el Alemán y el Austrohúngaro, en 1918, y el Otomano, en 1922[1]. 

La disolución del orden político de los imperios - caracterizado por la una autoridad sobre territorios habitados por múltiples etnias, con diferentes religiones y distintas tradiciones culturales- dio paso al orden político de los estados nacionales, caracterizados por la homogeneidad étnica, religiosa y cultural. Ese tránsito implicó la fragmentación de territorios, el desplazamiento de poblaciones y el exterminio de pueblos enteros, nada de lo cual está exento de violencia. La transformación del Imperio Otomano en la nación turca tuvo dosis importantes de todo ello.

La decadencia de todos los grandes imperios históricos, el Otomano no fue la excepción, inicia en el momento mismo en el que alcanzan su máxima extensión y cesa su expansión.  El proceso de contracción, usualmente en medio de guerras externas y conflictos internos, puede durar muchos años, incluso siglos. Aunque a todo lo largo del Siglo XIX, el Imperio Otomano perdió territorio, todavía en 1900, controlaba la Anatolia, parte de los Balcanes sin Grecia, partes de Europa del Este, parte del norte de África y el Medio Oriente, donde sus valiatos se extendían hasta el Mar Rojo y el Golfo Pérsico.

Pero esa gran extensión era más expresión de cierta inercia histórica que de verdadera fortaleza y control efectivo de unos territorios que de facto gozaban de mucha autonomía. Con relativa facilidad, en 1912, Italia le arrebató a Libia, entonces el valiato de Trípoli, y en la primera guerra balcánica perdió la casi totalidad de los territorios europeos que conservaba aún en 1900.

Según Gingeras, los dirigentes del Comité de Unión y Progreso (CUP) que estaban en el poder en 1914 – Enver Pasha y Talat Pasha – vieron en la guerra contra la Entente al lado de las Potencias Centrales una oportunidad para recuperar el antiguo prestigio del Imperio y vengar el desastre de la guerra de los Balcanes. Esperaban que el conflicto se resolviera en cuestión de semanas y pospusieron la entrada en combate hasta que los alemanes empezaron a perder la paciencia[2]. 

El CUP surgió como una sociedad secreta en la década de 1880 entre oficiales militares y estudiantes universitarios que se oponían al régimen autoritario del sultán Abdulhamid II. Inicialmente, su objetivo era restaurar la Constitución de 1876 y el sistema parlamentario suspendido por el sultán en 1878.  En 1908, tras una serie de revueltas en los Balcanes y la presión de sectores del ejército, el CUP forzó a Abdul Hamid II a restablecer la Constitución y el Parlamento, iniciando la Segunda era Constitucional en el Imperio Otomano.

En 1913 los líderes del CUP consolidaron su poder y establecieron un régimen casi dictatorial y emprendieron una radical política de turquificación del Imperio acompañada de una brutal represión de minorías étnicas y religiosas, que alcanzó su máxima expresión en el Genocidio Armenio de 1915. Por ello, tras la derrota, los líderes del CUP huyeron al extranjero y fueron juzgados en ausencia por crímenes de guerra. Muchos de sus miembros participaron en la construcción de la República de Turquía bajo Mustafá Kemal Atatürk, aunque este último rechazó explícitamente el legado del CUP y sus métodos.



El trabajo de Gingeras sigue la orientación de historiadores modernos que buscan mostrar los acontecimientos desde la experiencia de las personas comunes y corrientes, de quienes no eran generales ni grandes estadistas, y la forma en que se vivieron en las localidades pequeñas o el sector rural, no solo en las capitales o las grandes ciudades. Para ello recurre a los relatos de personas corrientes como los recopilados por Michael Hagopian, un sobreviviente del genocidio armenio.

Hagopian, vástago de una familia armenia de clase media, dedicó la mayor parte de su vida adulta a registrar en videos los recuerdos de otras personas que había vivido los últimos días del Imperio Otomano. En las historias de los más de cuatrocientos testigos y supervivientes entrevistados, como ocurre con frecuencia con todo lo humano, se combinan el recuerdo del sufrimiento con el de la calidez de la vida familiar. Escribe Gingeras:

“A través de ellas, el imperio y su desaparición parecen mucho menos abstractos o desvinculados del presente. Ver los rostros de hombres y mujeres que en otro tiempo fueron ciudadanos otomanos, permite al espectador empatizar con ellos y con una historia que suena auténtica y real”[3].

Recomiendo vivamente la lectura de esta obra y confío en que los historiadores colombianos, al dar cuenta de los conflictos actuales, sigan el enfoque de Gingeras y recojan el testimonio de los miles de ciudadanos que lo padecen y llevan su vida cotidiana en medio de una guerra que no es la suya. 

LGVA

Febrero de 2026.



* Gingeras, Ryan (2023). Los últimos días del Impero Otomano. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2023.

 

[1] El Imperio Español había dado el último suspiro, en 1898, en la guerra con Estados Unidos, en la que perdió las Filipinas y sus posesiones restantes en el Caribe.  El japonés, al quedar confinado a sus islas historias en 1947, dejó de ser imperio, aunque su monarca mantuvo el título de emperador. Con la independencia de la India en 1947, el británico quedó convertido en la British Commonwealth of Nations, entidad sin ninguna significación política y económica. El increíble Imperio Portugués se mantuvo hasta 1975, año en el cual el gobierno surgido de la Revolución de los Claveles, se apresuró a deshacerse de las posesiones africanas que solo dejaban pérdidas económicas y humanas. 

[2] “Después de vincular el destino del imperio al de las Potencias Centrales a principios de agosto de 1914, ni Enver ni Talat esperaban que la guerra durara mucho. Pese a los enfebrecidos llamamientos de Berlín, los ministros del CUP dudaban en entrar en el conflicto pronto, convencidos de que este terminaría en cuestión de semanas. Sin embargo, cuando el avance se estancó al norte de Paris, Berlín avisó al gobierno otomano: o entraba en la guerra o se arriesgaría a perder la ayuda económica alemana.” Gingeras, Ryan (2023). Páginas 81-82.

 

[3] Gingeras, Ryan (2023). Página 29.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario