Es hora de un gobierno de coalición
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
El número de partidos existentes en un país depende,
fundamentalmente, del régimen político y del sistema electoral. La elección
popular de alcaldes y gobernadores, el debilitamiento del poder presidencial y el
sistema electoral surgido de la Constitución de 1991, a pesar de los cambios
menores a los que ha sido sometido, llevan a que en Colombia se configure un
sistema político multipartidista, con seis o siete partidos relevantes. Mientras se mantengan esas condiciones, salvo
un accidente histórico, no habrá nunca en el País un partido que pueda ostentar
una mayoría absoluta en el Congreso que permita a un presidente gobernar con su
apoyo exclusivo.
El Presidente Duque quiso hacer el experimento inédito
de gobernar esperando el apoyo a una agenda legislativa de unos partidos a los
que rehúsa dar participación en su ejecución. Este experimento ha fracasado y
las dificultades que enfrenta el gobierno provienen más de ese fracaso que del
accionar de una izquierda electoralmente minoritaria, pero que ha sabido
imponer en la agenda política su discurso demagógico contra la corrupción.
En parte por haber comprado ese discurso y en parte para
no desilusionar al Centro Democrático, partido al que debe su elección, el
Presidente, carente de una fuerza política propia, se embarcó en el experimento
de formar gabinete con algunos políticos curtidos procedentes de ese partido y
un grupo de tecnócratas bien preparados y mejor intencionados pero carentes de
peso político.
Barco Vargas fue el último presidente que gobernó apoyado por un partido que tenía la mayoría absoluta en el Congreso. Desde entonces, todos los gobiernos han sido gobiernos de coalición y habrán de serlo en el futuro mientras prevalezca el multipartidismo. .
Barco Vargas fue el último presidente que gobernó apoyado por un partido que tenía la mayoría absoluta en el Congreso. Desde entonces, todos los gobiernos han sido gobiernos de coalición y habrán de serlo en el futuro mientras prevalezca el multipartidismo. .
Aunque a mucha gente no le gusta hablar de
derecha-izquierda, incluidos, por ejemplo, el Presidente Duque y el dirigente Sergio
Fajardo, quienes consideran obsoleta es distinción, creo que es útil para
caracterizar las posiciones de las personas y los partidos frente a las
instituciones económicas y políticas.
A la derecha están las personas y partidos que
consideran la libertad como valor político supremo, la responsabilidad
individual como norma fundamental de la vida en sociedad y la propiedad privada
como fundamento de la actividad económica y base de todos los derechos. Las diferencias
dentro de este grupo tienen que ver con el grado en que admiten la intervención
del gobierno en la economía y la vida social. Ahí caben tanto los partidarios
de un estado mínimo como los socialdemócratas que les gusta aquello de “tanto
mercado como sea posible y tanto estado como sea necesario”.
A la izquierda están aquellos para los que el estado
es el alfa y omega de la vida económica y social. Para ellos las libertades son
concesiones graciosas de un estado todo poderoso, que es propietario de casi
todo, controla la vida económica y provee lo requerido para la satisfacción de
las necesidades de las personas, que ese mismo estado ha definido cuales son.
Este sistema es incompatible con la libertad y la democracia.
No creo que Cesar Gaviria, cuyo gobierno impulsó la
última ola de reformas pro-mercado, se haya convertido en socialista. Ni que,
Vargas Lleras, quien sufrió un atentado por su apoyo a la seguridad democrática
se encuentre cómodo marchando a lado de las Farc. En fin, creo que el grueso de
los líderes y militantes de los partidos Liberal, Cambio Radical, Conservador
e, incluso, los del Partido de la U, están más cerca de lo que he definido como
derecha.
Esas agrupaciones, conjuntamente con el Centro
Democrático, son la mayoría política del País y están en la obligación de
unirse para enfrentar la arremetida de la izquierda radical que, minoritaria
electoralmente, quiere capitalizar el descontento para imponer su programa mediante la agitación en las calles
y la violencia.
El Presidente Duque debe dar por terminado su
experimento de gobernar sin mayoría en el Congreso. El asunto del acuerdo con
las Farc, que es hoy casi el único factor de diferencia entre los partidos del
establecimiento, debe dejarse ya para el veredicto de la historia y el Gobierno
debe seguir ejecutándolo, como lo ha hecho hasta ahora, en especial en lo
referente a las bases guerrilleras desmovilizadas, cuyo retorno a la
insurgencia debe impedirse.
En lo inmediato, con una coalición de los partidos del
establecimiento el gobierno podría evitar que naufrague en el Congreso de Ley
de Financiamiento o que se llene de esos artículos populistas que disminuyen el
recaudo y aumentan los egresos. También se daría trámite al paquete de “leyes
anti-corrupción”, que, aunque son totalmente inocuas, su aprobación tiene al
parecer un elevado valor simbólico para un sector importante de la población.
No se trata, hay que insistir en ello, de un gobierno
de “unidad nacional” o nada parecido. Es una coalición alrededor de la defensa
de la libertad, la democracia y el mercado. Ahí no caben los partidos de
izquierda que se están aprovechando del descontento popular, justificado o no,
para impulsar su agenda socialista. Es una coalición para dar solución a ciertos factores objetivos del descontento y enfrentar la arremetida
de la izquierda en contra de nuestras instituciones económicas y políticas. La
arremetida actual y las que vendrán en el futuro.
LGVA
Noviembre de 2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario